A esta altura cuesta entender la estrategia del gobierno. Después de 10 años de convertibilidad y una crisis terminal recuperamos el tipo de cambio para usarlo como herramienta anticíclica, apreciando en momentos de expansión y depreciando en momentos de enfriamiento, con un ojo en mantener su nivel convenientemente alto para proteger nuestra industria crónicamente infantil. La estrategia sirvió para potenciar el crecimiento en la bonanza y (tras unos meses de miedo escénico) para mitigar el efecto de la crisis mundial en 2009, cuando se dejó que el peso depreciara 25% en unos meses.
Hoy que el frío global nos respira en la nuca, que el peso está más caro que en 2008 por el efecto de la inflación y que todo el mundo deprecia sus monedas de manera competitiva, sacrificamos reservas para defender un tipo de cambio en el que nadie (ni el gobierno) cree. Por otro lado, imponen medidas que sólo echan más gas a la corrida. Nadie puede oponerse a que se regule el mercado en negro, pero el timing no es el mejor. Nada mejor que cerrar la puerta de salida para disparar el efecto puerta 12.
Para entender esto, basta pensar en las razones detrás de la demanda de dólares. Por un lado, está la falta de opciones en pesos que protejan contra la inflación y contra los controles cambiarios. En este frente, si la suba de tasas en pesos mitiga el primer factor, los nuevos controles exacerban el segundo, generando pánico allí donde hasta ahora había una decisión de inversión.
Por otro lado, está la percepción de que faltan dólares, lo que es cierto sólo en parte: faltan dólares sojeros, en un esquema en el que toda la oferta de dólares viene de exportaciones primarias. Pero esto significa que el peso está caro en un mundo de fuga de capitales (la mitad de nuestros vecinos tiene deficits externos financiados por inversión extranjera directa y nadie se inmuta). De ahí la circularidad de la corrida: si hay fuga, faltan dólares, y si faltan dólares hay fuga. (Si entraran los dólares fugados, el central estaría de nuevo comprando reservas!). De ahí también el efecto perverso de las medidas de control: si en vez de ser vistas como muestra de que el gobierno puede hacerse de los dólares faltantes son vistas como movimientos desesperados (que el gran público tenga deja vú del aciago 2001 es una señal elocuente), la fuga adquirirá más fuerza. Para peor, cada nueva medida incrementa el compromiso del gobierno con el dólar bajo, encareciendo el costo político de una corrección.
Por otro lado, está la percepción de que faltan dólares, lo que es cierto sólo en parte: faltan dólares sojeros, en un esquema en el que toda la oferta de dólares viene de exportaciones primarias. Pero esto significa que el peso está caro en un mundo de fuga de capitales (la mitad de nuestros vecinos tiene deficits externos financiados por inversión extranjera directa y nadie se inmuta). De ahí la circularidad de la corrida: si hay fuga, faltan dólares, y si faltan dólares hay fuga. (Si entraran los dólares fugados, el central estaría de nuevo comprando reservas!). De ahí también el efecto perverso de las medidas de control: si en vez de ser vistas como muestra de que el gobierno puede hacerse de los dólares faltantes son vistas como movimientos desesperados (que el gran público tenga deja vú del aciago 2001 es una señal elocuente), la fuga adquirirá más fuerza. Para peor, cada nueva medida incrementa el compromiso del gobierno con el dólar bajo, encareciendo el costo político de una corrección.
¿Por qué no flotar? El primer argumento de los críticos constructivos es la inflación. Es cierto que una depreciación tendrá impacto en la inflación, pero esto es sólo tomar el argumento al revés: no es la depreciación la que genera inflación, es la falta de margen para seguir haciendo política inflacionaria sólo con el dólar la que blanquea la inflación latente. Liberar parte de la carga del dólar en este trabajo pone el foco donde debería estar: en la política monetaria. En última instancia, lo preocupante no es la corrida sino la posibilidad de que el stress financiero de sostener el dólar nos lleve a una innecesaria estanflación.
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