No ocupan plazas como los españoles. Ni se disfrazan como los de Wall Street. Tampoco hacen caer a las bolsas como los griegos. El mundo no los conoce. Pero la Argentina también tiene sus indignados. Acaba de parirlos con esta nueva veda de dólares. Tienen poco que ver con aquellos que sí fueron famosos y blandían cacerolas. Son los inconsistentes de la city.
Dicen que el nivel de rebote de la AFIP ha caído en un microcentro muy poco concurrido. A fuerza de gendarmes y burocracia, mucho minorista parece haber reculado. Pero una gran mayoría de los que lo intentaron, descubrieron que los dólares formales están ahora fuera de su alcance. Y no faltaron las situaciones absurdas en las que u$s 100 le eran negados a prolijísimos empleados con sueldos abultados. En el misterioso cruce de datos de la AFIP nadie parece quedar habilitado a su cuota de tranquilidad dolarizada.
Quizás sin preverlo, quizás sin importarle, con sus nuevos controles el Gobierno le dio a la falta de dólares una suerte de gran empujón publicitario. Ahora se comenta en el super, con el tintorero, en el almuerzo de la oficina. Dólares hay, pero no suficientes. Y quien quiera asegurarse su cuota verde deberá adentrarse en un mercado negro que no tendrá piedad. El dólar informal era hace un año entre un 2,5% y un 3,5% más caro que el oficial. Hoy la brecha se acerca al 10% y seguramente seguirá aumentando.
Pero la ansiedad de dólares que fue pavimentando la previa electoral no es sólo una cuestión de idiosincrasia nacional. Hoy la dolarización superó el máximo mensual de la crisis de Lehman (u$s 3.300 millones) pero con un peso que se apreció desde entonces en torno al 20% contra una canasta de monedas. De ahí la famosa percepción de dólar barato, versión cotidiana del retraso cambiario de los industriales. Así, en los últimos tres meses de tire y afloje cambiario el Central ya tuvo que vender u$s 4.600 millones. Y aunque es difícil calibrar la exacta medida en que cayeron las reservas debido a los parches que las mantienen infladas, hoy se suma otra preocupación: los dólares que abandonan los bancos.
Existen unos u$s 15.000 millones del sector privado en el sistema financiero. La mitad está depositada en cajas de ahorro, un 25% en plazos fijos a menos de 59 días y el restante 25% en colocaciones de más largo aliento. Los depósitos en dólares crecieron unos u$s 1.500 millones el año pasado y acumulan hasta octubre una expansión cercana a los u$s 3.000 millones. Pero muchos empiezan a preguntarse si no es hora de buscar mejor resguardo para sus preciados dólares. Dado que la mitad de esos u$s 15.000 millones está encajada por el sistema bancario en una cuenta del Banco Central, un goteo de estos depósitos afectaría en forma directa a las reservas que se busca preservar.
Pero por alarmante que resulte la pesadilla cambiaria de estos días, lo cierto es que estamos muy lejos de escenarios extremos como los que supimos conocer y como los que hoy, de hecho, viven muchos países del mundo.
Diciembre, aseguran los que saben, será la gran prueba de fuego, con la enorme necesidad de liquidez propia del cierre de año y una inyección de pesos que tendrá un destino casi seguro. Porque los inconsistentes de la AFIP, de eso no cabe duda, encontrarán la forma de reunirse otra vez con el dólar.
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