martes, 29 de noviembre de 2011

Si van contra las cuevas, surgirán las supercuevas

La compraventa de divisas volvió a la tapa de los diarios, a partir del entusiasmo con el cual desde agosto pasado el sector privado atesora dólares y de las medidas que al respecto adoptó el Poder Ejecutivo. ¿Hay algo especial en el mercado cambiario, o puede ser analizado con el herramental que sirve para entender el funcionamiento del resto de los mercados?
Al respecto entrevisté a mi alter ego, en lenguaje simple y comprensible, para entender más esto. Espero les resulte más ameno.
-¿Por qué los diarios siguen con más atención al mercado de cambios que al de aluminio, por ejemplo?
-Porque desde el punto de vista de la disponibilidad de los datos, el primero se puede seguir minuto a minuto; el segundo, con frecuencia mensual; porque existen más comportamientos de manada en la compraventa de divisas que en la de aluminio, y porque se piensa que las variaciones del tipo de cambio se trasladarán al resto de los precios mucho más que las variaciones del precio del aluminio.
-Pero entonces son bien diferentes.
-No completamente. En ambos casos se trata de seres humanos que deciden comprar y vender, y tanto en el caso de las divisas como el del aluminio la cantidad ofrecida tiene que ver con la relación entre costos de producción y precio que existe en el presente y que se espera para el futuro, además de los stocks existentes, mientras que la cantidad demandada tiene que ver con el precio de cada bien con respecto a los demás, el ingreso y la cantidad efectiva y deseada de pesos que la población tiene en sus bolsillos y en los bancos.
-¿Cómo se genera el segmento negro o paralelo de un mercado?
-Para comprar cigarrillos lo único que se necesita es pagar lo que cuesta cada paquete. Consiguientemente existe un mercado único . Si para comprarlos, además de dinero, se necesitara un permiso del Ministerio de Salud, los fumadores que no lo consiguieran demandarían el sustituto más próximo. Lo cual, automáticamente, generaría el segmento negro o paralelo de los cigarrillos. Con el dólar, ocurre lo mismo.
-¿El segmento negro o paralelo de un mercado siempre está liberalizado?
-Uno puede imaginar que el Estado también intervenga en ese segmento, enviando a la Policía. Pero en la medida en que lo haga volverá a segmentarlo. Un Estado que no sólo traba la venta de dólares en las instituciones financieras institucionalizadas, sino también en las denominadas cuevas verá cómo surgen las supercuevas, cuyos operadores correrán riesgos mayores. Los cuales cobrarán un aumento del margen que existe entre los tipos de cambio a los cuales se compran y venden divisas.
-¿El segmento futuro del mercado de cambios sirve para estabilizar al mercado presente?
-Depende de la situación. Si todos los días llega a un pueblo un camión que transporta dólares billetes, y un día no llega porque se le pincha una goma, un especulador astuto podría hacer un gran negocio vendiéndoles dólares ese día a los compradores desesperados, recomprándolos más baratos al día siguiente, cuando el camión vuelva a llegar. Pero cuando se plantea una cuestión de incertidumbre de la política económica, y particularmente la cambiaria, las mismas razones que afectan la porción presente del mercado de cambios afectan la porción futura y el mecanismo equilibrante no opera.
-¿Qué consejo les daría a las autoridades, a la luz de lo que está ocurriendo en el mercado de cambios?
-Que partan de la base de que el mercado de cambios no es un mercado aislado, sino un síntoma de cómo la población ve el precio relativo del dólar, el exceso de emisión monetaria y la manera en la cual el Poder Ejecutivo está enfrentando la realidad económica nacional e internacional.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La caída de la eurozona ocurrirá si no hay cambios

La crisis de la eurozona parece a punto de alcanzar el clímax: Grecia está al borde de la cesación de pagos y de una salida deshonrosa de la unión monetaria, mientras Italia está al borde de perder acceso a los mercados. Pero los problemas de la eurozona no terminan allí. Son problemas estructurales que afectan a por lo menos otras cuatro economías: Irlanda, Portugal, Chipre y España.
Durante la última década, los países del grupo conocido como Piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) fungieron como principales consumidores de la eurozona, al gastar una cifra superior a sus ingresos y mantener un déficit de cuenta corriente cada vez mayor. Los del núcleo de la eurozona (Alemania, Holanda, Austria y Francia) fungieron como principales productores, con gastos inferiores a los ingresos y un superávit de cuenta corriente cada vez mayor.
Estos desequilibrios se apoyaron en la fortaleza del euro desde 2002 y la divergencia de tipos de cambio reales y niveles de competitividad. En Alemania y otros países del núcleo, el costo laboral unitario se redujo, mientras que en los Piigs (y Chipre) ocurrió lo contrario. En Irlanda y España, el ahorro privado se derrumbó y la presencia de burbujas inmobiliarias impulsó el exceso de consumo, mientras en Grecia, Portugal, Chipre e Italia el factor que agravó los desequilibrios fue un déficit fiscal excesivo. La acumulación de deuda privada y pública en los países deficitarios se volvió inmanejable cuando estallaron las burbujas inmobiliarias y el déficit de cuenta corriente, el déficit fiscal o ambos se hicieron insostenibles.
La mejor opción para recuperar el crecimiento y la competitividad, mientras se emprenden medidas de austeridad y reformas estructurales necesarias, es la reflación simétrica. Esto supone una política monetaria expansiva del Banco Central Europeo; ayuda ilimitada a las economías con falta de liquidez, pero solventes; una rápida depreciación del euro y estímulo fiscal en los países del núcleo de la eurozona.
Alemania y el BCE se oponen a esta opción por temor a la perspectiva de un ligero aumento temporal de la inflación en los países del núcleo. La medicina amarga que Alemania y el BCE quieren recetar a la periferia es deflación recesiva. Pero esta opción traería muchos problemas. Si bien la austeridad es necesaria, implica una profundización de la recesión en el corto plazo. Lo mismo puede decirse de las reformas estructurales, porque obligarán a despedir trabajadores, cerrar empresas deficitarias y reubicar mano de obra y capital hacia industrias emergentes. Aunque precios y salarios cayeran 30% en los próximos años (algo insostenible en términos sociales y políticos), el valor real de la deuda aumentaría y se agravaría la insolvencia de los Estados y de los deudores privados. Esa paradoja ya afecta también al núcleo de la eurozona.
Si los países periféricos quedan atrapados en una trampa deflacionaria de elevado endeudamiento, caída de la producción, pérdida de competitividad y déficit externo estructural, en algún momento encontrarán atractiva la tercera opción: cesación de pagos y abandono de la eurozona. Podrían revitalizar el crecimiento económico y la competitividad con una depreciación de sus nuevas monedas nacionales.
Una ruptura caótica de la eurozona provocaría un cimbronazo similar al de la caída de Lehman Brothers en 2008, o tal vez peor. Para evitarlo, las economías del núcleo tendrían que recurrir a la cuarta y última opción: sobornar a la periferia para que se quede en un estado de crecimiento lento con poca competitividad. Esto obligaría a aceptar quitas de deuda y a transferir dinero para impulsar los ingresos de la eurozona.
Es lo que viene haciendo Italia hace décadas: usar la ayuda de las regiones septentrionales del país para subsidiar al Mezzogiorno más pobre. Pero un mecanismo de transferencia fiscal permanente es políticamente imposible en la eurozona.
Alemania y el BCE no tienen tanto poder como parecen creer. A menos que renuncien al ajuste asimétrico, que concentra todo el sufrimiento en la periferia, y busquen una solución más simétrica, el derrumbe incipiente de la unión monetaria se acelerará, conforme los países periféricos vayan cayendo en cesación de pagos y abandonen la moneda común.
Los caóticos episodios ocurridos en Grecia y en Italia pueden ser el primer paso del proceso. La eurozona no puede seguir tirando para adelante. A menos que la región avance hacia una mayor integración económica, fiscal y política (siguiendo una hoja de ruta con recuperación a corto plazo del crecimiento, la competitividad y la capacidad de financiamiento), es indudable que la deflación recesiva conducirá a una ruptura caótica. Italia es demasiado grande para quebrar y demasiado grande para un rescate, y está cerca del punto sin retorno; el final de juego para la eurozona ha comenzado. El primer paso será una seguidilla de reestructuraciones de deuda obligadas y abandonos de la unión monetaria que llevarán a la desintegración de la eurozona.

La Argentina aún está reactivando su economía

Entre 2003 y 2010 el PBI real creció 7,4% equivalente anual (en adelante, e. a.). Este es un dato aritmético que surge de dividir el nivel observado en 2010 por el observado en 2003, al cociente se le extrae la raíz séptima y al resultado obtenido se le resta uno y se multiplica por 100. Para algunos, el referido 7,4% es el resultado de una nueva estrategia de desarrollo; para otros, consecuencia de una reactivación posibilitada por las inversiones previas, la mejora de los términos del intercambio y el agotamiento de ciertos stocks.
Para entender más sobre esto hice una especie de entrevista a mí mismo:
-¿Cómo puede ser que un mismo número genere tanto debate entre los economistas?
-Porque puede ser interpretado de maneras diferentes y la interpretación no pertenece al plano aritmético o estadístico, sino al del análisis económico. En el caso del PBI resulta útil diferenciar entre reactivación, transición y crecimiento sostenido.
-Explíqueme.
-Reactivación es una de las fases en que se descompone el ciclo económico; transición es lo que ocurre luego de que se elimina un obstáculo "estructural" (ejemplo: cambia no sólo un gobierno sino un régimen, entendido como un conjunto de reglas del juego); crecimiento sostenido alude a la posibilidad de mantener, de manera permanente, determinado ritmo de aumento de la producción.
-Deme ejemplos.
-China es el mejor ejemplo actual de transición, proceso que arrancó en 1976, luego de la muerte de Mao Tsé-tung, cuando las nuevas autoridades decidieron incorporar al país al siglo XX. Este proceso, que comenzó hace tres décadas, demorará medio siglo más en completarse. Lo que hoy está ocurriendo en China es parecido a lo que pasó en la Argentina a partir del último cuarto del siglo XIX (la diferencia es que en el caso chino no hay inmigración de mano de obra). Japón, luego de la Segunda Guerra Mundial, más que transición fue reconstrucción y agotamiento posterior.
-¿Y crecimiento sostenido?
-Existen estadísticas sobre el PBI de la mayoría de los países. En el caso de los económicamente más adelantados, abarcan varios siglos. Los resultados son contundentes y robustos: cuando se toma un período muy largo, digamos, un siglo, en números redondos el PBI total real crece 3% e. a., que se descompone en 1% de crecimiento poblacional y 2% de aumento del ingreso por habitante. A la luz de lo cual expresiones del tipo "si creciéramos 7% e. a. durante 20 años consecutivos, no sé qué maravilla alcanzaríamos" pertenecen mucho más al plano de los deseos que al de la base decisoria realista.
-¿Y la Argentina a partir de 2003?
-Es un claro ejemplo de reactivación. La estimación de la tasa de crecimiento del PBI de largo plazo tiene que partir del nivel máximo logrado en el ciclo anterior, que se verificó en 1998. Pues bien, así como entre 2003 y 2010 el PBI creció 7,4% e. a., entre 1998 y 2010 creció 3,2% e. a. De manera que lo que ocurrió no fue ningún milagro sino una fuerte recuperación, luego de una fuerte recesión.
-Algunos economistas sostienen que la distinción entre ciclo y tendencia es obsoleta, y que las series macroeconómicas deberían ser analizadas como si hubieran surgido de la suma de variables aleatorias.
-No soy un experto en la cuestión. Si recuerdo bien, el primero que planteó este enfoque fue Eugeny Slutsky, a quien conocemos por haber desagregado el impacto que tiene la variación del precio de un bien sobre su cantidad demandada en un efecto ingreso y un efecto sustitución. Pero esto de que las estimaciones referidas a producción, ventas, consumo, etc., podrían haber surgido de tirar monedas al aire o dados sobre una mesa no me parece que ayude a entender cómo funciona la realidad y qué podemos hacer para mejorarla.

Cristina parece demasiado apurada

Parece que Cristina Fernández pretende hacer en los próximos cinco minutos lo que ni Ella ni Néstor Kirchner hicieron desde 2003 hasta ahora. Aunque las circunstancias son distintas, porque el capital político del Gobierno es enorme, me hace acordar a la maratón de anuncios que hizo la Presidenta en el medio del conflicto con el campo, a mediados de 2008. En aquellos días de furia, Cristina llegó a prometer, muy suelta de cuerpo, la creación de un fondo especial para hacer nuevos hospitales en el conurbano bonaerense con dinero que el Estado obtendría de una parte de las retenciones a la soja. Lo recuerdo perfectamente porque el proyecto original había sido diseñado por la entonces ministra de Salud, Graciela Ocaña. Se trataba de un borrador al que le faltaba casi todo, menos la urgencia por anunciarlo. La jefa del Estado se lo arrancó de las manos, a medio terminar, porque el tiempo la apremiaba. Hubiera sido fantástico que la promesa se transformara en realidad. Pero habría sido catastrófico si al proyecto lo hubieran puesto en marcha en medio de semejante improvisación.
Lo mismo sucede, por ejemplo, con el quite de los subsidios. ¿Es una decisión correcta? Sin duda. ¿Es verdad, como sostuvo ayer la Presidenta, que había sectores que lo venían pidiendo, por lo menos, desde 2005? Es verdad. Lo que no es cierto es la segunda parte de su afirmación. Porque no es que la mayoría de esos sectores ahora no lo quiere o piensa que está mal. Lo que reclaman es que el Gobierno desmonte el mecanismo de una manera racional y que no afecte a los sectores que menos tienen. La administración hizo un par de anuncios impactantes para hacerle creer a la mayoría de la sociedad que el quite de subsidios tenía una impronta justiciera, nacional y popular. La de arrebatarles a los casinos, las mineras y los vecinos "conchetos" de Puerto Madero, Barrio Parque y los barrios privados y los countries un regalito del Estado que jamás deberían haber recibido. Sin embargo, a dos semanas del primer anuncio, todavía los usuarios no saben con claridad si les va a tocar o no, cuál es el criterio que van a utilizar para incluirlo dentro de los beneficios y cómo va a impactar en su economía cotidiana. Debido a la misma falta de información y precisión, tampoco saben cómo seguirá la película la mayoría de los economistas que se pusieron a analizar de apuro el paquete de medidas. Están aquellos, como Javier González Fraga, que son optimistas y piensan que su buena aplicación propiciará un círculo virtuoso de desaceleración imprescindible de la economía, con menos inflación y más inversión de las empresas de luz, gas y agua, que van a recibir la tarifa plena. Con menos presión de los sindicatos para subir los salarios y más posibilidades de obtener crédito internacional. Y existen otros, como Claudio Lozano, que lo ven parecido a un tarifazo, porque entienden que el aumento de los servicios impactará, de manera indirecta, en casi todos los precios de la economía. Y que los que más sufrirán, como siempre, serán los que tienen menos espalda para soportarlo.
Lo que sería racional, aunque esta afirmación pueda hacer enojar a Cristina Fernández, es que se lo haga de manera paulatina. No al "estilo milico", como sostiene, con razón, el filósofo Tomás Abraham, cuando alude al modo prepotente que tiene este gobierno de imponer sus ideas y acciones. Sin embargo, el "estilo milico" le ha dado beneficios extras impensables. Uno es que, en el medio del vértigo de las acciones, los escandalosos hechos de corrupción que contaminaron durante ocho años la política de subsidios quedan enterrados en el olvido o sobreseídos, como Skanska, la valija de Antonini Wilson y el presunto enriquecimiento de altos funcionarios, incluida la Presidenta. Porque, una vez que se complete el desmonte, por ejemplo, de los subsidios al transporte público, ¿quién se va a acordar de la inmoralidad que significa, para las empresas de colectivos, recibir dinero del Estado a cambio de una declaración jurada sobre kilómetros de recorrido que ningún funcionario controla?
La movida de tirarle por la cabeza a Mauricio Macri el subte responde a la misma lógica vertiginosa y atropelladora. La Presidenta le dio al jefe de gobierno de la ciudad un ultimátum. Se lo quiere entregar antes de fin de año, sea como sea y caiga quien caiga. El operativo, además de tener como objetivo sacarse de encima el millonario subsidio, apunta a cristalizar la imagen de una presidenta activa y decidida contra un jefe de gobierno dubitativo y quejoso. Macri, mientras tanto, deshoja otra vez la margarita. No quiere ser percibido como el líder político que llevó el viaje en subte de 1,10 a casi 4 pesos, de la noche a la mañana.
El martes, también, durante el encuentro con la plana mayor de la Unión Industrial Argentina, la Presidenta pronunció, por primera vez después de muchos años, la palabra inflación , y lo presentó como un problema estructural. Que la haya incluido entre sus preocupaciones es bueno, porque significa que no se trata de un gobierno necio. Lo que no está bueno es que haya hecho responsable de la inflación sólo a las empresas y a los sindicatos, como si su gobierno y el del ex presidente Néstor Kirchner no hubiesen tenido nada que ver. Fue parecido a aquel discurso que dio en diciembre, cuando anunció la creación del Ministerio de Seguridad después de ignorar el problema y no mencionar la palabra durante la mayor parte de su gestión.
La jefa del Estado retó ahora a los empresarios y les pidió que no vayan a golpear la puerta de los diarios, porque los diarios jamás resolvieron ningún problema. Tiene razón. Los diarios y los periodistas no están para eso. Su trabajo es mostrar. Comparar los dichos con los hechos. Analizar y criticar las conductas de quienes gobiernan. Diferenciar las buenas decisiones de los caprichos personales. Bajar del pedestal a los representantes de las mayorías circunstanciales para recordarles que no están por encima de las palabras y de las cosas.
Lo que está proponiendo Cristina Fernández de Kirchner ahora es lo mismo que Ella y El le criticaron a "la derecha" durante los últimos ocho años. Se llama ajuste, era necesario y va a tener consecuencias. ¿Quiénes pagarán los gastos de la fiesta que el kirchnerismo mismo propició y silenció? Depende de cómo el Gobierno maneje "la sintonía fina" que prometió aplicar la Presidenta frente a los empresarios, quienes la aplaudían con un entusiasmo inhabitual.

martes, 22 de noviembre de 2011

La Argentina, Venezuela y la hemorragia del dólar

La intención de combatir la suba del dólar a los gritos, puesta de manifiesto en los recurrentes llamados telefónicos del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a banqueros y titulares de casas de cambio, podría hacernos pensar que la Argentina no está muy lejos de Venezuela.
En el país que preside Hugo Chávez, hace años que los medios de comunicación y los periodistas tienen prohibido informar sobre la cotización del dólar en el mercado marginal. El precio del billete norteamericano en mercado negro venezolano duplica al que se paga en el oficial, aunque prácticamente nadie puede hacerse de dólares en bancos y casas de cambio, por las severas restricciones impuestas por el gobierno chavista.
A tres semanas de la instrumentación de los controles de cambios, el gobierno de Cristina Kirchner busca convencer a todo el mundo de que su política ha permitido parar la hemorragia verde. Sin embargo, distintos economistas aseguran que las medidas oficiales no han hecho más que agravar el problema.
La acción gubernamental, apoyada en las presiones de la AFIP y de Moreno, sobre el mercado cambiario, ha buscado restringir la demanda de dólares en el segmento oficial; achicar la oferta de dólares en el paralelo; demorar las liquidaciones de importaciones manu militari, y persuadir a las grandes empresas de capitales extranjeros de que no giren divisas a sus casas matrices por el momento.
Pese a esa batería de medidas, que actuaron sobre los efectos pero no sobre la verdadera causa de la demanda de dólares, que es la desconfianza, los resultados han sido magros.
Es cierto que desde la aplicación de los controles cambiarios del 31 de octubre hasta ayer, el dólar en casas de cambio apenas subió de 4,26 a 4,28 pesos; pero el dólar paralelo se incrementó desde 4,45 hasta 4,75 pesos, aunque en su momento llegó a superar los cinco pesos. Además, lo que era una simple corrida cambiaria se transformó en una mini corrida bancaria, por los retiros de depósitos en dólares de las entidades bancarias. Y esto terminó por convalidar una nueva sangría en las reservas del Banco Central, que pasaron de 47.500 dólares hacia fines de octubre a poco más de 46.000 en estos días.
El economista Agustín Monteverde ha señalado que "el Gobierno insiste con controlar tanto las cantidades como los precios transados" y "no quiere perder reservas, pero a la vez no admite corrimientos del tipo de cambio". Sostuvo que "si pretende tener algún éxito, aunque sea tan sólo transitoriamente, debiera decidirse por uno de esos dos objetivos: o se aumenta la oferta de divisas para contener el precio o éste se deja subir para detener la caída de reservas".
El ex titular del Banco Central Martín Redrado no fue menos crítico: "Hemos pasado de una flotación administrada a una paridad mal administrada, con lo que se ha quebrado el régimen cambiario post convertibilidad". Y concluyó con un diagnóstico muy ácido: "Las medidas del Gobierno no han sido exitosas, porque ahora la gente percibe que los dólares no están".
Si la acción del flamante grupo de tareas de Moreno para controlar y frenar la cotización del llamado dólar "blue" no arroja los resultados que espera el Gobierno, cabría preguntarse si, como en Venezuela, no se recurrirá a matar al mensajero.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Un cúmulo de contradicciones y distorsiones en el relato K

Con un muy estudiado discurso, el gobierno kirchnerista intenta salir de la marea de distorsiones en la cual navega su modelo económico. Con la eliminación de los subsidios buscará evitar el naufragio, aunque no podrá impedir que, a cada rato, emerjan las contradicciones en su propio relato. Claro que a muy pocos en la Casa Rosada les importará eso: el pueblo ya votó y, al mejor estilo de Carlos Menem, habría llegado la hora de hacer los ajustes de los que no convenía hablar en la campaña electoral.
¿Quién se puede oponer a que quienes viven en lujosas residencias de barrios acomodados dejen de tener tarifas de servicios públicos subsidiadas por el Estado? Nadie, sin duda. Pero el primer problema es que el recorte no recaerá sólo en esos sectores. Y el segundo es que el Gobierno no parece en condiciones de explicar por qué estuvo beneficiando a los residentes en Puerto Madero o Barrio Parque durante tantos años, aunque ahora pretenda exhibir su medida como un castigo ejemplarizador contra personas que se enriquecían a costa del Estado.
Resulta también difícil que el kirchnerismo pueda explicar por qué desde 2005 se subsidió a bingos y casinos, entre otras empresas, al tiempo que se les negó a muchos jubilados el ajuste de sus haberes, impuesto incluso mediante sentencias de la Justicia. O por qué razón benefició a residentes de barrios y countries suntuosos con tarifas baratas mientras el precio de la garrafa de gas que pagaban los sectores más empobrecidos de la población no paraba de subir. Tardó bastante el Gobierno en descubrir las distorsiones que él mismo creó.
Sería ilógico, sin embargo, no calificar las medidas de eliminación de los subsidios como racionales. La cuota de irracionalidad o de discrecionalidad llegará cuando el Gobierno deba decidir cuáles familias deberían seguir pagando tarifas de agua, luz y gas subsidiadas y cuáles no.
Parece coherente que si una familia tiene un ingreso inferior al valor de la canasta familiar reciba una tarifa subsidiada. ¿Pero cuál valor de la canasta tomará el Gobierno? ¿El del Indec, que ronda los 1347 pesos? ¿O el de consultoras privadas, que supera largamente los 2000 pesos?
Hay quienes podrían reclamar la continuidad del subsidio apoyándose en otros motivos. Por ejemplo, si la AFIP juzga que un ciudadano presenta "insuficiente capacidad económica" para adquirir 200 o 300 dólares, ¿podrá ese ciudadano esgrimir ese hecho para solicitar que no se le aplique la quita de subsidios en el agua, la luz y el gas?
Las contradicciones K se profundizan en el caso de Aerolíneas Argentinas. Cuatro años atrás, el Gobierno presentó como un avance democrático el pase del manejo de los controladores aéreos de la Fuerza Aérea, acusada entonces de incompetente y corrupta, al ámbito civil. Días atrás, en medio de la pugna con el gremio del personal técnico aeronáutico, la Presidenta decidió que los controladores volvieran a la órbita militar. ¿Un retroceso democrático?
Entretanto, los pasajeros son rehenes de una pelea por espacios de poder dentro del propio kirchnerismo, entre funcionarios incompetentes y sindicalistas facciosos. Y, por si fuera poco, escuchan con pánico a dirigentes gremiales, como Ricardo Cirielli, vaticinar un "Cromagnon aeronáutico".

Ilusión

Las definiciones clásicas dan cuenta de la ilusión como la percepción deformada de un objeto real. Algo hace que no podamos identificar aquello tal como lo que es (o como es visto por los demás). Esta alteración de los sentidos puede deberse a la falta de atención necesaria o suficiente, a alguna alteración afectiva que active nuestras fantasías o como consecuencia de un elevado nivel de expectación o expectativa (el deseo de ver, escuchar o sentir algo en particular).
Dejemos en claro que cuando hablamos de ilusión hacemos referencia a la percepción, ajustada o no, de un objeto real y concreto. Es campo de las alucinaciones ver, escuchar o sentir algo que no es o que no está realmente presente.
Esta última posibilidad, la de las expectativas, es la que nos abre la puerta a la inmediata asociación que solemos hacer de la ilusión en relación con la esperanza o el deseo que nos motiva a diario. ¿Quién no mantiene encendida la llama del optimismo y la esperanza con la ilusión de que algo bueno (o algo en especial) pueda ocurrir en cualquier momento?
Al parecer, el idioma español es el único que contempla la acepción positiva de la palabra de nuestro diccionario emocional de hoy; el resto de las lenguas circunscriben la ilusión a los fenómenos que puedan ser derivados de la percepción sensorial. Los diccionarios dan cuenta de que esta construcción simbólica de los seres con mentes y corazones ilusionados, data de los tiempos del romanticismo. Curiosamente, en algún momento la psicología consideró a las ilusiones como una esperanza que no tiene fundamentos; como un espejismo, un creer que era posible algo que no estaba a la altura de nuestras posibilidades. ¿Son, acaso, las ilusiones meras fantasías; o, tal vez, deseos desajustados, inapropiados o inalcanzables?
Así como si fuéramos magos o ilusionistas de nuestras emociones, solemos decir: "Tenía la ilusión de que llamarías", "Fue una ilusión la posibilidad de volver a verte", "Tengo la ilusión de que." ¿De qué? ¿Cuál es nuestra ilusión por estos tiempos? ¿En qué quedaron las ilusiones que alguna vez tuvimos? ¿Qué hicimos para que nuestras ilusiones tuvieran fundamento o se convirtieran en algo más que un deseo?
Comenzar a responder algunas de estas preguntas será como empezar a ensayar algunos primeros trucos de magia emocionales que, seguramente, nos permitirán regular la dimensión de nuestras metas, motivaciones y proyectos.
En tiempos de grandes ideales y exigencias, sin perder, ante todo, el optimismo, será mejor pensar en una suma de ilusiones próximas y concretas que seguir soñando con sacar conejos insatisfechos de la galera.
Así como con la felicidad, que cuando la entendemos como bienestar o florecimiento parece mucho más accesible, tener ilusiones a medida puede incrementar nuestros niveles de felicidad y de tantas otras fortalezas positivas necesarias para mejorar nuestra calidad de vida

Caben pocos en el ranking del poder

El ejercicio no es nuevo: se trata de contestar una encuesta que pregunta quienes son, en orden, las diez personas o instituciones más influyentes de la Argentina. Diríase, los que tienen el poder en serio, los que pueden producir hechos que cambien el curso de los acontecimientos.
Abrir el link y colocar en el primer puesto el nombre de la Presidenta fue todo uno. Como lo había sido otras veces, aun en tiempos de presidentes débiles.
Rapidito, también, surgió el nombre para el segundo lugar. ¿Boudou? No. Es cierto que él es el número dos del país por su condición de vicepresidente electo y que hasta se ha ganado más de una sonrisa de una presidenta que no siempre regala semejante gesto a un extraño. Pero no. El segundo casillero es para la única persona que para usar su poder no necesita andar colgado de las negras polleras de la Presidenta: Máximo Kirchner.
Si la Presidenta decidiera no ir por la re-re, sea porque no quiera o porque no pueda reformar la Constitución, Máximo bien puede ser su primera opción. ¿Qué mejor para alguien tan desconfiada como ella? Con él, hasta se puede reflotar el viejo sueño del cuatro por cuatro. Nadie en su sano juicio puede asegurar que Máximo preferirá seguir haciendo política casi en las sombras, como hasta ahora.
¿Boudou el tres? Qué difícil? El no ha desmentido que Mercedes Marcó del Pont, la presidenta del Banco Central, haya convencido a la Presidenta de hacer un corralito en torno del dólar, con lo cual no pudo impedir que el Gobierno decidiera acordonar las casas de cambio con la AFIP y hasta con fuerzas de seguridad. Como si quienes blanquean millones de pesos mal habidos fueran allí a hacer la cola junto con el que quiere comprar mil dólares. Y si es cierto que además Cristina le pidió que parara con la guitarra? peor.
La encuesta, antes simpática y divertida, empieza a transformarse en un galimatías. ¿Moyano? Difícil, también. Ya no está junto a la Presidenta en los grandes actos, cualquier gordo le moja la oreja y tiene que pensar qué harán esos jueces que lo miran con cara de pocos amigos. Hace tiempo que abandonó las prácticas de sitiar con camiones la Plaza de Mayo, incluida la Casa Rosada, o dejar medio país sin combustible, lo que en rigor era su poder: no puede ser el tres del ranking.
¿Guillermo Moreno, Carlos Zannini? Y sí, uno públicamente, y el otro de modo más discreto, hacen gala de poder, pero hasta que Cristina quiera. Por las suyas, hoy podrían perder una elección hasta con Elisa Carrió.
¿Algún gobernador de los que triunfaron ampliamente? Podría ser. De hecho, hasta hubo quien sacó más votos que la Presidenta. Pero no. Hasta tanto, por conveniencia o por falta de convicción no declamen la aspiración presidencial que los debe animar, quedan como a la expectativa, limitados a sus feudos.
¿El Congreso? Decididamente, no. La ciudadanía lo licuó al llenarlo de oficialistas. El Congreso tiene, en todo caso, el enorme poder de acrecentar el enorme poder del Poder Ejecutivo. Pero no parece ser ésa la clase de poder e influencia que pide la consulta.
¿La Corte Suprema de Justicia? Por el simple hecho de ser cabeza de uno de los tres poderes tiene una indudable influencia, pero de sus fallos el Ejecutivo cumple los que quiere y cuando quiere. Preguntar, si no, a los jubilados.
Tal vez, algunos jueces sueltos, como Oyarbide, puedan ejercer más poder que la Corte. Podría estar Oyarbide en algún lugar del ranking, pero tercero parece mucho. ¿La Iglesia? No puede hacer más que lo que ha hecho todo el tiempo: hablar de situaciones que el crecimiento económico de los últimos años no ha podido remediar. Como que los pobres sean cada vez más pobres. El Gobierno la escucha y sigue en lo suyo.
¿La prensa no complaciente? Difícil. Las elecciones demostraron que no influye tanto como creían el Gobierno y muchos de los periodistas y medios no complacientes.
La tentación de ir desde abajo hacia arriba, del diez al tres, fue grande, y allí se forma una Babel en la que podrían figurar desde Marcelo Tinelli hasta Julio Grondona, dos que en lo suyo tienen poder de fuego, pasando por los antes mencionados y por otros jueces que tienen causas que al Gobierno le interesan. Pero todo es vidrioso desde el tres al diez o viceversa.
Sí, cuesta armar seriamente el ranking y por más que se le dé vueltas y vueltas al asunto, se llega siempre al mismo punto: es la monarquía, estúpido.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Piedra libre al relato

Es sano que el gobierno finalmente reconozca  la insostenibilidad de su política de subsidios generalizados en Electricidad, Gas y Agua. Lamentamos que se haya tardado tanto tiempo en tomar la decisión.  Entre 2005 y 2011 se han gastado el equivalente a $20.000 millones en subsidiar a quienes recién ahora el gobierno descubre que no lo necesitaban.  Sin este despilfarro, la asignación por hijo podría haberse iniciado al menos dos años antes, y no en 2010. ¿No debería explicar mejor el gobierno por qué desde 2005 era importante subsidiar a los ricos, como justificó el ministro Boudou al defender la medida, y menos urgente atender la necesidad de los niños más pobres?
La demora en corregir semejante despropósito genera dudas acerca de las verdaderas causas de la reciente decisión. Más que por la convicción de avanzar en una mejor distribución del ingreso pareciera originarse en una preocupación fiscalista.  No olvidemos que, más allá de las admoniciones de la Presidente a sus colegas del G-20, en casa hace exactamente lo contrario de lo que allí predica: el proyecto de presupuesto 2012  propone un ajuste fiscal de $22.000 millones (mayor superávit). Con la economía desacelerándose esto es un grave error, aunque consistente con la estrategia de seguir atrasando el tipo de cambio real y subiendo la tasa de interés.  Lo que menos necesita el país en este momento internacional es una política fiscal, monetaria y cambiaria contractiva y sin embargo hacia eso parecemos embarcados, igual que en los noventa.
Es imprescindible, por lo tanto, que el gobierno anuncie cuanto antes cómo va a gastarse el ahorro en subsidios para incrementar la inversión pública con alto multiplicador o al consumo en los sectores de alta propensión a consumir. Sólo si el gobierno elije que la baja de subsidios se traduzca en más inversión pública y en ampliar la red de contención social se evitaría que el ahorro por subsidios  sea una medida de ajuste. Como en tantos anuncios de este gobierno, falta la verdadera pata distributiva. 
Adicionalmente,  será importante para adelante precisar cómo se ejecutará la reducción del subsidio en el resto de los barrios porteños y del conurbano bonaerense. Para ello, es necesario un esquema de eliminación progresiva parcial ya que no todos los casos van a ser tan obvios como Puerto Madero. No todos van a poder afrontar de un día para otro un aumento en la tarifa del 400% -- no olvidemos que, a pesar de que el gobierno insiste en que las tarifas no aumentan, el cargo variable por importación sí aumentó la semana pasada y más de 200%. El gobierno ocultó este tarifazo durante la campaña y ya hemos entrado en la etapa en la que habrá que pagar la factura del despilfarro y la sensibilidad de los ciudadanos estará muy a flor de piel. La historia nos enseña que los grandes errores de política económica argentina han sido siempre en épocas de abundancia y lamentablemente el gobierno kirchnerista no escapó a esta regla general: se priorizó el cortoplacismo por sobre la visión de largo plazo, el consumismo de los que más tienen por sobre la construcción de un país sustentable para todos. 
Ahora que se comió los colchones y que no fue previsor, al gobierno no le queda otro camino que tratar de cambiar el destino en esta nueva etapa de administración de la escasez. Tiene a su favor que nuestros precios de exportación siguen en niveles elevados y que Brasil resiste todavía al frío que viene del norte.  Tiene en su contra que no le será fácil despegarse del relato que armó desde la fantasía del INDEC, relato que –al igual que los subsidios y que la reservas del BCRA- se va achicharrando. 

jueves, 17 de noviembre de 2011

La fiesta terminó: llega el ajuste

No podría estar más claro. La fiesta terminó. Cristina Kirchner dispuso una racionalización progresiva sobre las cuentas públicas, cuya dimensión definitiva aún se desconoce.
El problema es muy preciso y se ha decidido atacarlo: el año que viene el Tesoro debe saldar deudas por US$ 7500 millones y 45.000 millones de pesos. De esa deuda en pesos, 20.000 millones están en poder del sector público y, por lo tanto, se pueden reprogramar. Pero hay $ 25.000 millones que, si no hubiera superávit primario, deberían ser emitidos. Y el Gobierno le ha tomado miedo a la emisión. Descubrió que con los pesos se pueden comprar dólares.
La modalidad con que se hace este ajuste reproduce a la perfección el mapa genético del kirchnerismo. El rasgo más reconocible es la oportunidad. Como en 2007, las malas noticias se dan entre el día en que se ganan las elecciones y el día de la asunción del mando. En aquella oportunidad, Néstor Kirchner se encargó del trabajo sucio antes de la entrega del poder. Aumentó las retenciones, la tarifa del transporte y el impuesto a la riqueza. Así su esposa podría asumir la Presidencia prometiendo la "profundización del modelo". Igual que el 10 del mes próximo.
La otra marca de familia del torniquete que Julio De Vido y Amado Boudou exhibieron ayer es el gradualismo. Están aplicando un impuestazo en cámara lenta. Y es lógico. Para un grupo político que se instaló en el poder cuando todavía retumbaban las cacerolas, aumentar la carga tributaria o las tarifas es asomarse al abismo. El Gobierno está tanteando el terreno porque tiene miedo. Ayer fue a lo seguro: Barrio Parque, extendido hasta la vereda par de Libertador, y Puerto Madero; es decir, zonas donde, salvo De Vido, Boudou, Florencio Randazzo o Aníbal Fernández, sólo vive gente acaudalada. Aun así, anoche los funcionarios analizaban la posibilidad de escalonar en la aplicación del cargo tarifario para evitar turbulencias.
El horror por las reglas generales y los mecanismos automáticos que adornó los anuncios de ayer fue otro alarde de kirchnerismo explícito. Serán los funcionarios los que van a decidir a quién le toca y a quién no el retiro del subsidio. Lo harán según las declaraciones juradas que presenten los interesados. Los que se atrevan a pedir serán tratados como vulgares compradores de dólares: los examinarán la AFIP, la Anses y vaya a saberse qué otro organismo de control. Además, como toda la información será exhibida en Internet -es el concepto que Boudou tiene de la transparencia-, el Gobierno pondrá a los consumidores de luz y gas a tiro de un escrache.
Para el oficialismo no existe el disfrute del mando sin cierto margen de arbitrariedad. Eso es el poder. Lo demás son facultades. De Vido y Boudou llevaron ayer ese estilo hasta la caricatura, cuando anunciaron que la guadaña comenzará a actuar sobre los porteños. ¿Hay alguna diferencia entre un consumidor de Barrio Parque y otro de las Lomas de San Isidro? Sí: que la Capital Federal votó a Pro, no al Frente para la Victoria. Es cierto que los vecinos de la ciudad de Buenos Aires le dieron después el triunfo a Cristina Kirchner. Pero, por lo visto, siguen dando asco.
La segmentación discrecional de los subsidios según el sector de la economía en el que esté radicado el subsidiado esconde también una estrategia cambiaria. Asignar costos distintos a cada tipo de empresa es una forma de fijar distintos tipos de cambio. Es el sueño de Ignacio de Mendiguren, quien para no hablar de "devaluación selectiva" se refiere a "creación de espacios internos de competitividad". Habrá que ver cómo se los explica a los asociados de la UIA que se sienten castigados con las novedades de ayer.
La retórica con que se están comunicando estas medidas ofrece también una peculiaridad del Gobierno, que es un nivel razonable de demagogia: el retiro de los subsidios no es un ajuste para equilibrar los números del Estado sino una penalización ejemplar de la riqueza.
Es un modo de envolver el bisturí. Un montaje. Porque para esta etapa menos festiva de su gestión económica el kirchnerismo todavía no cuenta con una explicación. Es decir: De Vido y Boudou se abstienen de consignar la razón por la cual ahora retiran lo que antes venían concediendo. Y tampoco justifican un comportamiento aun más enigmático: por qué los sectores más acomodados de la sociedad recibieron durante ocho años de administración nacional y popular semejante ayuda solidaria.
Para encontrar esa narración -o, como diría el experto en metamorfosis Horacio González, "para encontrar la forma inherente a esta presencia"- la Presidenta debería reconocer dos fracasos: el de la política de precios y el de la política energética. Los subsidios se han vuelto insostenibles, por un lado, porque la inflación se ha ido devorando el presupuesto del Estado. Y, por otro, porque se ha vuelto cada vez más costoso importar gas a más de US$ 10 por millón de BTU, cuando al productor local se le reconocen sólo US$ 2 por el mismo producto.
Cristina Kirchner se niega a hablar de la inflación. Y también a que la energía tenga un precio. Es la razón por la cual lo que se está llevando adelante no es un aumento de tarifas sino la aplicación de un impuesto, llamado "cargo tarifario", que no se destina a las empresas que suministran los servicios, sino a fideicomisos administrados por el Estado con criterios que se conocieron bien gracias al caso Skanska. Boudou lo aclaró ayer cuando reveló que "pagarán más los que tengan mayor capacidad contributiva". Es decir, no los que consuman más. Se debe haber escapado, porque ese criterio ya fue objetado en tribunales, donde muchas empresas consiguieron hace tres años medidas cautelares en contra de los cargos que se están universalizando en estos días.
Las compañías energéticas que pretendan un incremento en sus ingresos deberán esperar a que Guillermo Moreno examine sus costos y les fije su rentabilidad. A su vez esa operación depende del nivel de asimilación social del reajuste impositivo de ayer, que para algunas familias significará multiplicar por tres o por cuatro lo que pagan por la boleta de la luz. En definitiva: se trata de una disputa entre el Estado y las empresas de servicios por el bolsillo de los consumidores.
El impacto en la capacidad adquisitiva del público es una dimensión crucial de la nueva orientación oficial. Porque la fiesta que termina se sostuvo en el consumo. Todavía no hay economistas capaces de definir la gravitación de estas medidas en el nivel de actividad ni en la competitividad de algunas compañías exportadoras. También este problema está en la naturaleza del kirchnerismo: su gerenciamiento de la economía es pro cíclico. En la expansión, ilusionado con un presente eterno, estimula el consumo. En la desaceleración, enfría. Con el mundo en retracción y Brasil bajando de velocidad, sería la hora de aumentar el gasto, los subsidios y el salario. Pero esos recursos ya fueron agotados y en el peor momento hay que ajustar. Para ese karma no hay relato.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sobre pesos, dólares y los superávits que distan de ser gemelos

Siempre me resistí a la definición de «superávits (déficits) gemelos», en referencia a la situación fiscal y de balance de las cuentas externas. La palabra «gemelos» da idea de simultaneidad y no de causalidad. En cambio, el superávit comercial es consecuencia de la situación de ahorro interno de un país, el que, a su vez, es producto de la evolución del ahorro privado y del ahorro público. En otras palabras, el superávit de cuenta corriente, es el resultado de un exceso de ahorro local sobre la inversión, mientras que el déficit es producto de un exceso de inversión por sobre el ahorro.

Excesos

La Argentina de los últimos años «desahorró» por exceso de gasto público y de gasto privado y la consecuencia natural es que el superávit de cuenta corriente se evaporó. En los números no fue tan dramática esta desaparición del superávit externo, porque la suba de los precios de las materias primas que exportamos, compensó, en parte, este fenómeno. (Con datos del Banco Central, dichos precios subieron un 88% en dólares entre octubre de 2003 y octubre de 2011). La cuenta corriente del balance de pagos, mientras tanto, pasó de 8.140 millones de dólares a finales de 2003, a menos de 3.100 millones a finales de 2010 y lleva acumulados menos de 800 millones de dólares en el primer semestre de este año. (Siempre con datos oficiales).

En otras palabras, cuando se acaba la capacidad ociosa, el exceso de gasto se canaliza, en el sector servicios, hacia un aumento generalizado de precios (inflación que le dicen) y en el sector de bienes, hacia un aumento de precios (dependiendo del tipo de cambio) y un incremento de las importaciones. Para agregar unos números, las importaciones de todo 2002 no llegaron a los 9.000 millones de dólares, y el año pasado superaron los 53.000 millones. En ese período, el consumo privado se duplicó, mientras que el consumo público, más que se duplicó (siempre en moneda constante y con datos oficiales). Ahora sí, espero que se entienda mejor mi rechazo a los «gemelos». El superávit de cuenta corriente no es gemelo del superávit fiscal, es «hijo». Cuando hay exceso de ahorro, hay superávit de cuenta corriente. Cuando hay exceso de gasto, hay déficit.

El «modelo K» es, por definición, exceso de gasto. Pero este exceso de gasto obliga a financiar un déficit de cuenta corriente.

Obviamente, la única forma de sostener sistemáticamente, déficit de cuenta corriente es mediante el ingreso de capitales, por repatriación, inversión extranjera directa, o ingresos financieros del resto del mundo vía préstamos o colocaciones en el sistema financiero.

El Gobierno, como impidió el ahorro en pesos de largo plazo (tasa negativa, prohibición de indexación, fin de la credibilidad del INDEC, eliminación del ahorro institucional de las AFJP, etc.), obligó al sector privado a intensificar su natural ahorro en dólares, (la destrucción de la moneda no es patrimonio exclusivo de estos años y es el verdadero boicot que los políticos en particular, y la sociedad en general nos hemos autoinfligido). Ese ahorro en dólares se canalizó en parte hacia el sistema financiero local, y en parte hacia el exterior. (Llamar fuga de capitales a este ahorro privado, en este contexto, suena insultante). Por lo tanto, no hay repatriación, sino salida. A su vez, con el mecanismo de «capitalismo de amigos», controles de precios, restricciones energéticas, precios no remunerativos al petróleo y al gas, prohibiciones de exportar en la agroindustria, etc. etc. se han generado menos oferta de dólares de exportación y mayores importaciones para cubrir la brecha energética, y se ha reducido la inversión extranjera directa al mínimo. (De hecho, con estadísticas de CEPAL/BID pasamos del tercer lugar como receptores de IED, al sexto). La posibilidad de endeudamiento externo está limitada por la situación internacional y por los problemas pendientes con los acreedores del exterior (holdouts, Club de París, CIADI). Y las colocaciones financieras de corto plazo en el mercado de capitales están razonablemente limitadas por los encajes y las nuevas trabas para recomprar dólares.

Con esta introducción resulta fácil explicar la situación actual y los escenarios futuros. (Los detalles, insisto siempre, son otro precio).

El dilema macro es el siguiente: si se quiere seguir con el «modelo», es decir con exceso de gasto público, hay que conseguir dólares. El mecanismo actual de financiamiento a través del Banco Central vía el uso de las reservas tiene un límite. Hoy el déficit fiscal es de aproximadamente un 3% del PBI. El 1% operativo y un 2% para pagos de deuda. Ese déficit lo financia el Banco Central, en números redondos algo menos de la mitad con emisión de pesos, el resto con uso de las reservas. En dichas reservas están incluidos los depósitos en dólares de la gente, que ahora los retira, asustada por el Gobierno (no por los medios).

¿Cuáles han sido las medidas hasta ahora? Por un lado, empezar a reducir los subsidios al sector privado, en varios servicios públicos. Los subsidios son de aproximadamente el 4% del PBI. Suponiendo que se puedan reducir un 25% en el corto plazo (supuesto extremadamente optimista, pero sería largo de explicar por qué), ello equivale a un «impuesto» al sector privado del 1% del PBI, que reemplazaría, si se deja de emitir, al impuesto inflacionario. Este reemplazo tiene importantes efectos redistributivos positivos aunque en el corto plazo puede afectar el gasto privado. Ese menor gasto privado, por definición, implica una desaceleración de la economía y, por ende, menores importaciones (y menor crecimiento de la recaudación). Pero todo este mecanismo de reducción de subsidios no resuelve el tema central, los precios del gas y del petróleo que reciben los productores, para que aumente la inversión extranjera directa y, en el mediano plazo, bajen las importaciones energéticas y, eventualmente, se vuelva a exportar. (Aunque, además de precios, hará falta compensar el efecto «reputación»). 

A ello se le suma la obligación de liquidar divisas de mineras y petroleras. El neto no deben ser más de 2.000/3.000 millones de dólares, dado que una buena parte ya la liquidaban para pagar sus gastos locales.

Las otras medidas han consistido en prohibirle a la gente que ahorre en dólares, con mecanismos claramente ilegales en cualquier país del mundo que no sea la Argentina, o Venezuela (o algún otro país perdido en África o Asia). Ilegales, porque la AFIP ni tiene atribuciones, ni puede impedirme endeudarme para comprar dólares. Lo que puede y debe hacer es obligarme a demostrar el origen genuino de los fondos que utilizo para comprar dólares, una casa, o un televisor. 

¿Alcanza con esto para seguir expandiendo el gasto público, crecer a tasas chinas y, simultáneamente conseguir los dólares para financiar la cuenta corriente, mantener las reservas del Banco Central y el tipo de cambio «controlado»? 

En la medida que los precios de las exportaciones no vuelvan a crecer al ritmo observado en los últimos años, claramente no.

En síntesis, el problema actual es de falta de dólares, generado por un exceso de pesos. Ese problema se arregla a la larga, sólo con macroeconomía. Y la macro o ajusta por nivel de actividad y «produce» dólares por menores importaciones, o ajusta por el precio del dólar hasta que se diluye el exceso de pesos. O «ambas asimetrías a la vez». 

Querido amigo Guillermo, ya lo decía el General, «la única verdad es la macro». ¿Quién será el Gómez Morales de este ciclo peronista?