miércoles, 3 de abril de 2013

Los economistas deberíamos temerle a la mala praxis

Por Ariel Torres




Más o menos a mediados de 1975, una de las revistas especializadas en economía académica más prestigiosas del mundo, The American Economic Review, publicó en su edición número 65 un trabajo que tuvo impacto directo sobre la vida y la muerte de decenas de estadounidenses en los años siguientes. Conozco bien el caso porque fue en el basé parte de mi tesis, en los 80. Isaac Ehrlich, un profesor que actualmente da clases en la Universidad de Buffalo, realizó un cálculo econométrico en un trabajo titulado pomposamente: "El efecto disuasorio de la pena capital: una cuestión de vida o muerte". Ehrlich, una autoridad en el campo de la economía del crimen, concluía en su investigación que la pena de muerte contribuía a bajar -aunque en un margen leve- la cantidad de crímenes violentos en aquellos estados donde continuaba vigente.
A mediados de los 70, en varios de los estados del país del Norte se debatía si eliminar o no la pena capital, y los argumentos de Ehrlich fueron utilizados, con éxito, para que varias cortes supremas decidieran sostener la tan cuestionada figura. Múltiples revisiones posteriores demostraron que la econometría utilizada no permitía establecer una relación de causalidad inequívoca entre la pena de muerte y la disminución del delito. Ni mucho menos. De haberse sabido en aquel entonces, probablemente decenas de estadounidenses se hubieran salvado de morir en la horca, la silla eléctrica o por una inyección letal.
Les cuento esto porque el ensayo en cuestión fue rescatado recientemente por una de las estrellas de la nueva economía experimental, Joshua Angrist, profesor del MIT, para reforzar su argumento de por qué la economía está necesitando en forma urgente un "shock de credibilidad". Ni Angrist ni yo, en este caso, creemos que haya que endilgarle a Ehrlich "mala praxis", puesto que no soy un gran fan de culpar a los intelectuales por una mala idea. Se supone que los intelectuales deben ser libres, imaginar sets de medidas, y es decisión del público y de los políticos ver cuál o cuales se implementan. Ya quedó claro que Isaac Ehrlich no es muy bueno como econometrista, pero eso no quiere decir que sea un mal tipo.
Pero yendo al punto, el término "mala praxis" se instaló fuerte en las últimas dos semanas en el debate público, a propósito de la disparada del dólar paralelo - el blue, para los amigos- y de la actuación del Gobierno en la economía. La inestabilidad cambiaria hizo que los programas de actualidad se inundaran de economistas, un gremio que viene experimentando un profundo y creciente desencanto con las políticas oficiales, con total justicia, digo yo.
La crítica de la "mala praxis" tiene que ver con una macro que se deteriora más rápido de lo que se pensaba -en términos de desaceleración, aumento de inflación, parate de la inversión, de la creación de empleo y turbulencias cambiarias- en un contexto regional único (con un vecindario de América latina que crece con viento de cola), altos precios de las commodities , 10 años de suba acumulada del PBI a tasas chinas y presión tributaria en un récord histórico.
El amigo Angrist reconoce que las mejoras en credibilidad a la economía que pueden aportar los nuevos refinamientos econométricos, que apuntan a discernir mucho mejor relaciones de causalidad, son por ahora más aplicables a la micro que a la macro, dominada por sistemas complejos donde la "multicausalidad" lo contamina todo. Los nuevos trucos de los econometristas y los nuevos diseños experimentales sirven para definir mejor si la pena de muerte sirve o no para disuadir futuros delincuentes, pero tienen mucho menos poder de fuego a la hora hablar sobre qué es lo que verdaderamente determina la inflación.
Aplicado a la coyuntura argenta, la acusación de mala praxis se vuelve todavía más borrosa porque no hay un responsable único de la actual política económica. La culpa de la disparada del blue , por caso, es de Ricardo Echegaray por la suba del costo para el turismo en el exterior? De Mercedes Marcó del Pont por emitir y ampliar M1 (base monetaria) en su gestión 128%, lo mismo que subió el blue? De Guillermo Moreno por creer que puede combatir el desajuste de precios relativos llamando desaforado a Casa Piano o promoviendo una tarjeta para comprar en el supermercado, alimentos en cuotas? De Hernán Lorenzino por... bué, lo que sea que Lorenzino haya hecho o pensado en los últimos meses? 
Referido a los temas de multicausalidad, el economista, colega y amigo Roberto Frenkel suele citar una canción mexicana: "El día que la mataron, Rosita estaba de suerte: de seis tiros que le dieron, sólo uno era de muerte". Brillante.
El tan delicado tema de la mala praxis entre los economistas fue abordada en la Argentina por la especialista en epistemología (y economista, por cierto) Victoria Giarrizzo, profesora de la UBA e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Economía Política. "Si un médico se equivoca, puede hasta ser suspendido de por vida. Si un ingeniero construye un edificio que se derrumba, es responsable por el fracaso de la obra. ¿Por qué en economía, donde las decisiones pueden afectar a millones de personas, no sucede lo mismo?", se preguntó Giarrizzo, con muy buen tino.
Porque hay responsabilidades claras y concretas, y en la UBA se sorprendieron al verificar, en una encuesta on line entre economistas, que la mayoría de los consultados está de acuerdo con que se cree algún tipo de reglamento ético.
Ahora, sobrevolando nuevamente la cuestiòn de la pena de muerte, con ingenio e insights sobre tema de comportamiento, hay economistas argentinos que lograron hacer aportes importantes a la discusión por la inseguridad. Con la voladura de la AMIA, el actual rector de la Universidad Di Tella, Ernesto Schargrodsky, pudo calcular el efecto de la presencia policial sobre los delitos contra la propiedad: es importante, pero se evapora a una cuadra de distancia, con lo cual solucionar el problema de los robos con más policías en la calle en la Ciudad de Buenos Aires sería una alternativa costosísima. Y Alfredo Canavese, un brillante académico que falleció en marzo de 2009, desarrolló un modelo en su momento en el que demostraba que las penas muy duras -incluida la de muerte-, cuando se aplican a delitos no tan graves y no hay gradualidad en la escala de condenas, producen el efecto contrario al deseado: los delincuentes pueden tener incentivos a optar por maximizar la violencia (matar a un testigo, por caso), porque el aumento de la pena, en el margen, no es tan grande.
Creo que el tema da para mucho más, pero lo iré desarrollando por partes. Los testimonios que vengo recogiendo al respecto me invitan a ensayar suerte... Y verdad.

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