martes, 24 de junio de 2014

La astilla no es de ese palo

Por Ariel Torres


Si el kirchnerismo dejara de gobernar la Argentina en el 2015, esto no significaría de ningún modo que va a pasar a formar parte del pasado de los argentinos de manera automática. Ni mucho menos. En un sentido amplio, esto no será así porque la kirchnerización de la cultura (llámese el establecimiento de una cultura del resentimiento, del parasitismo, de la pereza y la delincuencia) no es superable con el acto eleccionario. En otro sentido, más restrictivo, porque el kirchnerismo como espacio político tiene planes para su retórica/relato nacional &popular, en 2019.
Por eso el intento de La Cámpora en promover políticamente, de una vez por todas, a Máximo Kirchner. La idea es que siga los pasos de su propio padre, comenzando su carrera política postulándose a la intendencia de Río Gallegos y, poco a poco, que se vaya convirtiendo en una alternativa de continuidad para el kirchnerismo. En este orden de cosas, la biógrada de CFK, Sandra Russo, ha publicado recientemente un libro apologético de La Cámpora en la que le concede un protagonismo destacado al hijo de Néstor.
Puesto negro sobre blanco, la realidad nos dice que a Máximo la política jamás le interesó. Tiene pasiones menos “mundanas”, como el fútbol, el fernet y la cumbia villera. De hecho, el hijo presidencial decidió ingresar en la carrera de periodismo deportivo tras su fracaso como estudiante de Derecho, en la Universidad de La Plata, por donde pasaron sus progenitores, esto último no totalmente confirmado. Pero la vocación de periodista deportivo del opaco principito también quedó en la nada rápidamente, y sus padres decidieron que los libros no eran lo suyo, encomendándole, entonces, la administración de las propiedades familiares. Cada vez más numerosas, por cierto.
El matrimonio presidencial, no obstante, ha hecho lo imposible por inculcar pasión política en su hijo, promoviendo siempre la participación de Máximo en las reuniones de La Cámpora. Pero el primogénito jamás destacó, al punto que algunos militantes de la agrupación lo apodaban “Mínimo” a sus espaldas. Uno de los operadores de Cristina que participó del armado de las listas de las elecciones en 2011, por entonces se quejaba de Máximo en los siguientes términos: “Si tiene talento político, no lo ha demostrado. O yo nunca lo escuché. Estamos en plena campaña y está en Santa Cruz. Hace un mes y medio que no aparece por Buenos Aires, en un momento político vital”.
Aquellos que conocen de cerca a Máximo, han asegurado que aquél es simplemente una pantalla de humo de La Cámpora; es la “chapa” que su apellido le confiere a la organización juvenil kirchnerista. Ni más ni menos. Los cursos que Máximo Kirchner tomó durante 2011 con Andrea del Boca no parecen haber dado resultados, puesto que jamás pronunció ningún discurso político, lo que lo convierte en un virtual mascarón de proa de quienes verdaderamente conducen la agrupación.
En efecto, si observamos la página oficial de La Cámpora en Facebook, no habrá diferencia en el resultado: en ese espacio virtual, las fotos subidas retratando actividades de la organización son más de mil, pero en ninguna de ellas se lo puede observar a Máximo, aunque sí a los demás dirigentes -Ottavis, Larroque, De Pedro, Cabandié, Mendoza-. El hijo de Néstor no estuvo siquiera en el funeral de Iván Heyn, el primer y único camporista “caído” por la causa nac&pop, no en el marco de una operación foquista, sino en el marco de una pirueta masturbatoria que lo asfixió en un hotel de lujo en Montevideo.

CFK es muy adepta a utilizar inútiles alabanzas a sus inútiles funcionarios preferidos en sus discursos, pero jamás le ha dedicado elogio público alguno a Máximo como supuesto “conductor político”. De hecho, las veces que la Presidente ha hablado de su hijo, no ha tenido nada interesante para contar excepto anécdotas de cuarto orden, estrictamente personales, algunas de dudoso gusto.
De ahí que Máximo no sea mucho más que el trofeo que los pibes de La Cámpora tienen para exhibir. Sin su figura como supuesto “conductor desde las sombras”, probablemente la organización no hubiese tenido el despegue que tuvo. Es un secreto a voces que la agrupación lo está usando, alejándolo de sus amigos de toda la vida, y empujándolo a hacer lo que es muy claro que no quiere, aprovechándose del apellido”.

Si hay que hacer una apretada síntesis, podríamos decir que Máximo no tiene ninguna condición personal para la política con excepción de dos elementos que pueden ser fundamentales: apellido y dinero. En efecto, aquello de “hacer dinero para luego hacer política” que estructuró el plan de Néstor y Cristina cuando empezaron su vida en el sur, no correrá para su hijo que, entre otras propiedades, cuenta con una mansión valuada en 2,2 millones de dólares en Puerto Panal, Buenos Aires.

Claro que seguir los pasos de su padre, no le será nada fácil a Máximo. En efecto, mientras aquél era –guste o no– un verdadero animal político, todo indica que su hijo es un animal a secas. Y doméstico.

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