A fines del año 2000, cuando el
gobierno de De la Rúa había logrado cerrar el blindaje, yo discutía con colegas
ocasionales respecto de este tipo de acuerdos financieros, los que de ninguna
manera deben tomarse como sustituto de las reformas estructurales, puesto que cuando
hay déficit fiscal, el endeudamiento no sirve para resolver el problema. En
última instancia se lo puede explicar (no justificar) como una forma de ganar
tiempo hasta que se hacen las reformas de fondo.
Si en una empresa los números
no cierran porque gasta más de lo que le ingresa por ventas, tomar un préstamo
no le soluciona el problema. En todo caso el endeudamiento puede servirle para
financiar la reestructuración de la empresa a los efectos de equilibrar los
números y empezar a ganar dinero. No es muy difícil de entender.
En el análisis de un país
sucede lo mismo; se puede tomar deuda para financiar la reestructuración del
Estado, para poder reducir el gasto y en el óptimo disminuir la carga
tributaria, pero tomar deuda para financiar el déficit no es otra cosa que
pavimentar el camino al colapso. Es un escenario complicado, y es como dejarle
un campo minado al próximo gobierno.
La pregunta de si había que
arreglar con el Club de París o no, se contesta sola: por supuesto que sí, pero
no salir a endeudarse para tapar huecos fiscales. Es más, lo mejor que le
puede pasar a los argentinos es que el gobierno no consiga un dólar en el
mercado voluntario de deuda porque cuanto más estiren esta agonía, peor va a
ser la explosión final que vamos a tener que soportar porque los problemas se
acumulan potencialmente. Cuanto más se estire la agonía, peor y más violente
será el aterrizaje.
Es un poco tragicómico leer
algunos análisis de colegas que dicen que el gobierno, a disgusto, está
adoptando medidas para corregir parte de los errores, citando el caso de la
devaluación, el anuncio de la reducción de los subsidios al gas, la suba de la
tasa de interés o, ahora, la búsqueda de un acuerdo con el Club de París. En todo
caso, el acuerdo no es definitivo. Solo leyendo el comunicado del Club de
París, no los del Ministerio de Economía, se advierte que por ahora, el
gobierno se comprometió a pagar para seguir hablando y tratar de llegar a un
arreglo. Ni más ni menos.
Tanto la devaluación de enero
como la suba de la tasa de interés sólo sirvieron para que Kicillof intentara
poner orden en las cuentas públicas para bajar o eliminar el déficit fiscal y de
esa forma reducir la emisión monetaria del Central, que financia el déficit del
tesoro. Por ahora lo único que consiguieron fue comprarse una feroz recesión, ya
que el déficit fiscal de marzo fue monumental; más de $ 17.000 millones y el
blue sigue inquieto. Muy suelta de cuerpo y de bolsillo, CFK no tuvo mejor idea
que anunciar más gasto público con un incremento de subsidios “sociales” y
planes de viviendas. Más gasto implica más déficit, con más emisión monetaria,
inflación y caída del tipo de cambio real, algo que invariablemente agudiza los
problemas externos.
No es una simple cuestión de “mala
gana”, con que el gobierno cambia de rumbo, sino que pone parches que algunos confunden
con eso. Cambiar el rumbo sería bajar el gasto público, no aumentarlo. Quitar
el cepo, no acentuarlo limitando el pago de importaciones hasta U$S 300.000
dejando sin insumos a los productores locales y creando un caos de suspensiones
y despidos. Eso sería interpretado como una intención de cambiar el rumbo, no
estos ensayos de impacto a los medios.
Arreglar con los acreedores
externos para poder acceder a financiamiento externo, no es un cambio de rumbo,
más bien es el mismo rumbo que viene siguiendo desde que perdió las
legislativas del año pasado, esto es, intentar estirar la mecha para que la
explosión sea posterior al 2015. No le están resolviendo problemas al próximo
gobierno, se lo agrava. Basta con ver cómo son los vencimientos que surgen del
supuesto acuerdo con el Club de París para advertir que el 90% de los mismos le
caerán a la próxima administración.
Cuando habla de respetar los
plazos constitucionales, el Gobierno debería recordar que la Constitución tiene
más artículos que el que establece el período de los mandatos presidenciales, y
también hay que respetarlos. La oposición debería tomar conciencia que cuántos
más muertos se dejen para llegar al 2015 peor les va a ir a ellos políticamente,
porque tendrán que asumir el costo de desactivar el desastre. Eso de especular
con que todo le explote antes del 2015 al gobierno puede ser una especulación
que, en una de esas les sale bien, pero si les sale mal, no solo la oposición tendrá
que bancarse todos los problemas heredados.
Lo más grave es lo que tendrá que
vivir la gente de aquí hasta el 2015 y luego del cambio de gobierno.
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