lunes, 23 de junio de 2014

El agua como recurso estratégico y botín de guerra

Por Ariel Torres



Algo que resultaba impensable hace unos años, está tomando forma cada vez más intensamente: los mercados saben que, como el resto de las materias primas, el agua del futuro será tan escasa que habrá que tratarla como un metal precioso, y se preparan para eso, algunos con métodos de alerta. Porque lo que está más que claro es que detrás de ese concepto, reside la dramática idea de un mercado a término global del agua.
Los ejemplos son muchos y variados, pero quiero detenerme en uno muy especial y actual, porque se trata de una zona en donde lo que domina es el petróleo, pero tampoco abunda el agua. En su incesante avance hacia Bagdad, los yihadistas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), grupo insurgente activo, consiguieron adueñarse de un arma poderosa, mucho más necesaria que el petróleo, los tanques y los fusiles: el agua.



Ya a fines de mayo, los islamistas radicales de Abu Bakr al-Baghdadi fueron tomando el control de la mayoría de las obras hidráulicas construidas a lo largo del Tigris, como represas hidroeléctricas y vastos embalses al norte de Mosul y Tikrit. Pocas semanas antes habían hecho lo mismo al entrar en Fallujah, situada a la vera del Éufrates. Hoy, el EIIL controla centenares de miles de metros cúbicos de lo que en Irak se denomina ya "oro azul".
Por eso días, los habitantes de Sanaa salían masivamente a la calle a manifestar contra los cortes de agua. No sólo el abastecimiento de la capital de Yemen es víctima de los sabotajes perpetrados en el norte del país por grupos extremistas, sino que se convirtió en una de las ciudades más pobres en el preciado líquido, con menos de 120 metros cúbicos por habitante por año, diez veces menos que el promedio mundial. El acuífero del cual se alimenta podría desaparecer antes de 2025.
Como una suerte de emuladora de la saga Los Juegos del Hambre, la inminencia de las Guerras del Agua dividen a los expertos, pero nadie niega su papel en la exacerbación de los conflictos, tanto entre países vecinos como dentro de las fronteras de una nación. Los terroristas parecen haber comprendido mejor que nadie el significado estratégico de este recurso. Hay estudios recurrentes respecto a que en 50 años, el agua podría convertirse en un bien más valioso que el petróleo. En la actualidad, 700 millones de personas en 43 países padecen alguna forma de penuria. Esa cifra podría alcanzar los 3000 millones, poco menos de la mitad del planeta, debido al calentamiento del planeta y el crecimiento demográfico.



De todas maneras, en un país donde carece el agua no hay posibilidades de alimentar a su población ni de desarrollarse, por lo que la posibilidad de Guerras sólo agrega más drama, pero no define la realidad. Tanto es así que el consumo de agua por habitante es considerado en la actualidad un indicador del desarrollo económico de un país.
La historia nos demuestra que este escenario estuvo siempre sobre la mesa de los expertos, puesto que allá por 1503, Leonardo Da Vinci conspiraba con Maquiavelo para desviar el curso del Arno a fin de alejarlo de Pisa, ciudad con la cual Florencia, su tierra natal, estaba en guerra. Investigadores norteamericanos demostraron que, desde la Edad Media, los desórdenes sociales en África oriental coincidían con períodos de sequía. En las sociedades asiáticas, el agua siempre fue un instrumento de poder político: el orden social, las represiones y las crisis políticas dependían de los caprichos de la lluvia.
Así las cosas, hoy los conflictos desencadenados por el agua son numerosos, especialmente en el norte y el sur de África, en Medio Oriente, en América Central, Canadá y en el oeste de Estados Unidos. En Medio Oriente existe una decena de focos de tensión. Las sequías que azotaron a Siria de 2006 a 2011, fueron uno de los factores desencadenantes de la guerra civil. La falta de agua provocó catastróficas cosechas y una emigración rural que aumentó la desocupación urbana. Y la construcción de represas en el nacimiento del Éufrates por parte de Turquía contribuyó a agravar la situación.
Ya que hablamos de Turquía, vale decir que tanto Irak como Siria están a su merced, porque es allí donde nacen el Tigris y el Éufrates, que alimentan a ambos países. Turquía utilizó sobre todo el Éufrates como arma contra sus vecinos, gracias a las numerosas represas que erigió en el curso superior y que le permiten regular el caudal.

Emblemático caso de cooperación acuífera es el de Egipto, totalmente tributario del Nilo para su aprovisionamiento en agua desde la época de los faraones, ya que debe compartirla con otros diez Estados de la cuenca de ese imponente río de 6700 kilómetros.
Lo de Qatar es tremendo, puesto que sólo tiene actualmente el equivalente de dos días de agua potable de reserva y se ha fijado el objetivo de pasar a siete días para acoger el Mundial de 2022. Sí, leyeron bien: siete días. Para un mundial de fútbol.
Por eso es que mientras la mayoría de los gobiernos del planeta trata de asegurar el aprovisionamiento en agua de sus habitantes, enfrentando terrorismo, crisis económicas y cambios climáticos, el mundo de las finanzas ya cuenta con poderosos lobbies que defienden la idea de la privatización de los recursos disponibles.
Una guerra silenciosa que no descansa.


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