En los últimos
días, en materia económica, se han hecho declaraciones muy reveladoras desde el
gobierno. Voy a analizar detenidamente un par de ellas, porque podrían estar
diciendo mucho sobre cómo se conciben los problemas prácticos de la coyuntura y
qué instrumentos se proyecta utilizar para encararlos y solucionarlos.
Hay una en especial que es sorprendente, y es la que más habla sobre la visión del gobierno acerca de la realidad económica, y la hizo el ministro Axel Kicillof cuando aseguró que “lo que la Argentina hizo en los últimos diez años a Europa podría llevarle 100 años”. Hay que aclarar que esta afirmación está en consonancia con la teoría moderna del crecimiento. Esta teoría concibe un proceso llamado de "convergencia" o "catching up", según el cual las economías emergentes tienden a crecer más rápido que las desarrolladas. La fundamentación de la teoría de la convergencia es que el nivel de acumulación de capital en los países más atrasados es menor y, por consiguiente, las oportunidades de inversión son más rentables.
Claro que lo que el ministro no mencionó es lo que resulta obvio tras un mínimo análisis de esa misma teoría: para beneficiarse de la convergencia hay que invertir. Caso contrario, la tasa de rentabilidad sólo es potencial. Por eso es que según la teoría de la convergencia, la tasa de inversión debe ser más alta en los países emergentes. Si consideramos que China crece a más del 7% por año e invierte cerca del 50% de su PBI, la teoría sin ninguna duda parece atinada.
Pero en el caso de la Argentina, y según las nuevas cuentas nacionales, la tasa de inversión medida a precios corrientes es de 17% del PBI. De acuerdo al párrafo anterior, o bien es incorrecto afirmar que la Argentina está logrando en diez años lo que a Europa le lleva cien, o hay que reescribir la teoría del crecimiento nuevamente.
Que la tasa de inversión sea menor al 20 por ciento, es ciertamente grave para el crecimiento, por lo que difícilmente la inversión será una prioridad en la agenda. Y esto cobra especial relevancia en la coyuntura actual: si las exportaciones están cayendo, el consumo está cayendo y no se piensa hacer nada con la inversión, resulta complicado imaginar cómo evitar que se sigan afirmando las fuerzas recesivas.
Hay una en especial que es sorprendente, y es la que más habla sobre la visión del gobierno acerca de la realidad económica, y la hizo el ministro Axel Kicillof cuando aseguró que “lo que la Argentina hizo en los últimos diez años a Europa podría llevarle 100 años”. Hay que aclarar que esta afirmación está en consonancia con la teoría moderna del crecimiento. Esta teoría concibe un proceso llamado de "convergencia" o "catching up", según el cual las economías emergentes tienden a crecer más rápido que las desarrolladas. La fundamentación de la teoría de la convergencia es que el nivel de acumulación de capital en los países más atrasados es menor y, por consiguiente, las oportunidades de inversión son más rentables.
Claro que lo que el ministro no mencionó es lo que resulta obvio tras un mínimo análisis de esa misma teoría: para beneficiarse de la convergencia hay que invertir. Caso contrario, la tasa de rentabilidad sólo es potencial. Por eso es que según la teoría de la convergencia, la tasa de inversión debe ser más alta en los países emergentes. Si consideramos que China crece a más del 7% por año e invierte cerca del 50% de su PBI, la teoría sin ninguna duda parece atinada.
Pero en el caso de la Argentina, y según las nuevas cuentas nacionales, la tasa de inversión medida a precios corrientes es de 17% del PBI. De acuerdo al párrafo anterior, o bien es incorrecto afirmar que la Argentina está logrando en diez años lo que a Europa le lleva cien, o hay que reescribir la teoría del crecimiento nuevamente.
Que la tasa de inversión sea menor al 20 por ciento, es ciertamente grave para el crecimiento, por lo que difícilmente la inversión será una prioridad en la agenda. Y esto cobra especial relevancia en la coyuntura actual: si las exportaciones están cayendo, el consumo está cayendo y no se piensa hacer nada con la inversión, resulta complicado imaginar cómo evitar que se sigan afirmando las fuerzas recesivas.
Es ante este contexto que hay que analizar la segunda de las declaraciones del ministro de Economía: “en el segundo semestre estaremos mejor”. Por lo tanto, pareciera que está pensando que habrá un componente de la demanda agregada que va a subir. Podríamos argumentar que está hablando del consumo. Por eso es que son lógicas las diferencias con el presidente del Banco Central, por la necesidad de tener tasas más bajas que incentiven el consumo, aun cuando se le advirtió que ello podría llevar a una mayor brecha cambiaria y nuevas presiones inflacionarias (algo que de hecho ya ocurre hoy). En los últimos meses se procuró evitar corregir el tipo de cambio nominal de manera significativa para evitar un deterioro del salario real, ya que para incentivar el consumo es vital evitar que éste siga cayendo, como viene ocurriendo desde principios de año.
Si todo lo anterior tuviera alguna lógica, entonces –ante la actualidad económica- al Gobierno no le importa la inflación, las tasas deben estar por debajo de ésta, el dólar nominal podría crecer menos que los precios y el crecimiento debería estar liderado por el consumo aún a costa de un deterioro cada vez más pronunciado de la inversión.
Es decir, hay que sostener el mismo modelo de crecimiento que inspiró las políticas económicas hasta diciembre de 2013, sin importar cuánto cambiaron las condiciones y cuánto puedan profundizarse los desequilibrios que condujeron a la actual recesión.
Llegado a este punto parece necesario evaluar lo siguiente: porqué si la maxi devaluación de enero puso en evidencia que la estrategia de política económica que se venía siguiendo estaba agotada… se están implementando esquemas en la misma dirección.
Cuando no hay horizonte, el rumbo se
convierte en una pesadilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.