Hace algunas notas atrás, en un
escenario optimista, estimé que para el período abril-diciembre de este año, quedaría
por financiar un déficit fiscal del orden de los $ 256.000 millones, lo que
implicaría incrementar la base monetaria en la friolera del 74%.
Los ingresos totales del sector
público nacional en el primer trimestre del 2014, sin incluir la contabilidad
creativa (utilidades ficticias del BCRA, ANSES, etc.) crecieron, en promedio,
el 35% interanual, mientras que los gastos totales aumentaron a un ritmo del
43% anual. En el primer trimestre de este año, el déficit fiscal sumó $ 33.000
millones en números redondos.
Observando con atención la
recaudación tributaria desde enero del 2011 hasta mayo de este año en valores
constantes, es posible apreciar que se encuentra claramente estancada y con
tendencia a la baja desde mediados del año pasado. Se mueve entre un piso de $
90.000 millones y un techo de $ 100.000 millones, techos que se explican por
estacionalidad. Pero supongamos que en lo que resta del año tanto los ingresos
como los gastos crecen al mismo ritmo que en el primer trimestre, un supuesto
demasiado optimista teniendo en cuenta la recesión que se acentúa y el
despilfarro de aumento de gasto público que viene anunciando el gobierno con
más planes sociales y construcción de viviendas.
Así las cosas, el año
terminaría con un déficit fiscal de $ 233.000 millones, o sea que si le
restamos los $ 33.000 millones del primer trimestre, entre abril y diciembre
habría que financiar un déficit fiscal del orden de los $ 200.000 millones. Un
montón de plata. Si se financia con emisión monetaria, el aumento de la misma
en el período en los últimos 9 meses del año sería del 57% y el total de
aumento de la base monetaria para financiar el déficit fiscal en todo el 2014
implicaría un incremento de la base del orden del 62%.
Puede ser que en algún mes la
tasa de inflación sea menor a la del mes anterior, pero lo que se puede prever
es que la tendencia inflacionaria será al alza, dado el nivel de gasto público no
financiable a pesar de la insoportable carga tributaria que tiene que soportar
la población que trabaja en blanco. Para colmo, a pesar de estar en una
situación fiscal sumamente delicada, no se percibe por parte del gobierno la
decisión de controlar el gasto. CFK no hace más que anunciar más gasto público
y Kicillof se dedica a denostar a los que decimos que hay que bajar el gasto,
como si fuéramos una especie de salvajes sin corazón que queremos que no haya
inclusión social. En rigor, es la política k la que excluye a la gente del
sistema porque en vez de crear las condiciones institucionales y económicas
para que tengan trabajo, las mantienen con planes que las excluyen como seres
humanos dignos que viven del fruto de su esfuerzo.
Esta política económica, con su
fenomenal déficit fiscal y emisión monetaria, genera más exclusión porque la
inflación va dejando un tendal de pobres en el camino. Pocas cosas se perciben
más excluyentes que esta política económica, por la pobreza que genera. Y me
animaría a decir que el mayor deseo del kirchnerismo no es disminuir la
pobreza, sino más bien disminuir la brecha entre la clase media y los pobres,
pero igualando hacia abajo.
Retomando el tema estrictamente
económico, la otra opción que tiene el BCRA es absorber todo esa montaña de
dinero emitida colocando letras y pagando el costo de tener un gigantesco
endeudamiento de largo plazo. Claro que si coloca más deuda va a pasar de una
recesión a una depresión económica que le hará caer más la recaudación
tributaria, agrandando el déficit fiscal y forzándolo a emitir más de lo
estimado en esta nota, lo que implicaría llevar el endeudamiento interno a
límites intolerables, llevándonos a una espiral de gasto cuasifiscal, similar a
la que llevó a la hiperinflación de 1989.
Ahora bien, si tenemos en
cuenta que al gobierno le cuesta bajar el gasto público porque es la base de su
populismo, lo que se puede prever para lo que resta del año es un déficit
fiscal mayor y una inflación creciente con recesión. Es la razón por la que no
concuerdo con algunos colegas que afirman que la recesión va a frenar un poco
la inflación. En la medida que el tesoro siga agrandando el bache fiscal y
tomando más medidas que entorpecen la actividad del sector privado,
perfectamente podemos tener recesión con inflación.
La inflación puede acelerar la
fuga del peso incrementando la tasa de inflación y la actividad económica no
tiene salida con el consumo cayendo por más desocupación, el tipo de cambio
real frenando las exportaciones y las inversiones brillando por su ausencia.
Sintomáticamente, veo al segundo semestre sometido a una batalla desigual
contra la inflación y la recesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.