No me
resulta para nada simple el análisis cuando de CFK se trata. Su personalidad
tiene mucho de fascinación para mí, porque cuando creo estar listo para leerla
e interpretarla, la tipa derrapa de una manera nunca prevista. La miro, la
escucho, y me pregunto cuál es la verdadera Cristina, si la que ataca a la
justicia día por medio, o la que no puede contener su ira y le dice a los
extorsionadores que no le vamos a pagar un peso, o la que frena al borde del
precipicio, pega un volantazo de 180 grados y con la excusa de la
responsabilidad dice que le vamos a pagar todo a todos y todas. También veo a
la que agita y le da manija al ala chavista de su tropa para que entablen una
lucha a muerte contra los buitres criminales que vienen por la patria, o la que
los deja colgados del pincel cuando aparece mansita y prudente con la cola
entre las piernas.
Paradigmático
resulta el hecho de que un país dependa de los humores de una persona y no de
las decisiones meditadas y ejecutadas a través de las instituciones
profesionales y creíbles. Después de mi abuelo, he aprendido que no hay ni
hombres ni mujeres providenciales en este mundo. Y mucho menos si se comportan
con altos niveles de autoritarismo y castigan las voces disidentes, provocando
que la verdad duerma debajo del sí-cristinismo, una enfermedad que multiplica
la genuflexión y las medidas equivocadas.
Revisando
la historia económica de los últimos 50 años, he encontrado mínimos ejemplos
comparables, de un viraje tan violento para una política de estado como debe
ser la deuda de un país. En un par de días pasamos de denostar a los fondos
buitres, a la humillación propia de pedir la escupidera sin escalas. Del Frente
para la Liberación de Argentina al Frente Poniendo Estaba la Gansa. De inflamar
de títulos clasistas y combativos los diarios kirchneristas a publicar una
solicitada en The Wall Street Journal poco menso que vociferando que estamos
ansiosos por pagarle el 100% a Dios y María Santísima. Semejantes espasmos no
son el mejor camino para un país que quiere ser serio.
Y
pienso nuevamente en el análisis de la personalidad de CFK. Veo a la que vocifera
consignas de izquierda y la que representa a un proyecto que pagó 190 mil
millones de dólares y que a esta altura tiene una deuda pública de 250 mil
millones de dólares aunque hagan magia para ocultar la realidad. Nunca nos
desendeudamos de verdad, porque ahora debemos más que antes y la deuda es con
los jubilados y los bancos Central y Nación.
A esta
altura de las cosas, parece resultar harto complicado para esta gente tener una
actitud racional, inteligente y profesional en el manejo de la economía. De
nada sirve que el ministro Axel Kicillof se ponga una boina guevarista y diga:
“No pasarán”, si al día siguiente tiene que recular en chancletas y amenazar a
los fondos en pagarle mucho más de lo que piden como hizo con Repsol y el club
de Paris. El nivel de infantilismo supera todo lo previsible. Todos los
indicadores económicos están en un tobogán desde 2007 y el gobierno baila en la
cubierta del Titanic. Claro que hay depredadores en el mar de la economía, siempre
están, y acechantes. Pero si un barco choca y la gente corre el peligro de ser
comida por los tiburones no hay que enojarse con ellos, porque hacen lo único
que saben hacer: despedazar todo lo que encuentran. Son despreciables y
repugnantes. La culpa la tiene la comandante del barco, la capitana del buque,
es decir CFK, que es la que tiene que llevar el barco nacional a buen puerto.
Eso debemos tenerlo claro.
Ya
resulta obvio el mecanismo negador. No pueden controlar la inflación y
tergiversan las mediciones. No pudieron resolver bien una negociación y acusan
a los buitres de ser carroñeros repugnantes, lo que resulta redundante, porque
esa es su función en la vida. Los buitres solo tienen bolsillos y voracidad
para morder. No es tan difícil entender que en la vida y en un gobierno no hay
que arrodillarse ni poner de rodillas a nadie. Que la democracia y la república
son el continente del diálogo que resuelve conflictos por la vía pacífica y
razonable. Los gobiernos deben ser una fábrica de soluciones y este parece una
usina de incertidumbres.
Dentro
de aproximadamente 500 días la presidenta tendrá que abandonar el poder tal
como marca la Constitución. Y ya que estamos en el mundial me permito el
lenguaje futbolero que ella misma utilizó, para clavarle una metáfora al
ángulo: Presidenta, no le pedimos que ataje todas las pelotas, pero por lo
menos no meta las que van afuera.
La
bipolaridad presidencial nos deja ver –sin lugar a dudas- que es tan malo
declarar una guerra un día como rendirse al día siguiente.
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