A esta altura de los acontecimientos, gobernar
ya queda enorme, y administrar está más que claro que no rinde. Lo único que queda es hacer
boludeces para pasar el rato, arengar a los monos de la patria contratada y
plantear juicios de valor sobre cosas que no deberían ser siquiera materia de
debate. La Inquilina Nro. 1 de Olivos dio una nueva exposición de oratoria en la que anunció una medida
revolucionaria para manejar la economía. Más allá de la paparruchada de presentar
como producto de la modernidad un billete concebido con las medidas de
seguridad de 1952, que había sido diseñado para eternizar a Eva Duarte
después de su fallecimiento -y que no se puede explicar por qué no salió
entonces, si el golpe fue tres años después- hay algunos puntos que no cierran.
No sé si Cristina lee siquiera los diarios, más allá de buscar deudores de la AFIP, dado
que reivindicar la soberanía del Estado en el monopolio de impresión de papel
moneda en tiempos de Boudous y Ciccones, es como que Nilda Garré nos dé una
charla sobre el buen gusto a la hora de elegir el vestuario... o make up.
Haciendo alusión a esto, voy a romper con la costumbre de divertirme con los tragicómicos y lisérgicos discursos de la Presi y tomaré sólo dos frases que no dan para
dejarlas pasar. Con "el embutido viene de salame" en medio de la
presentación de un billete, Cris marcó dos parámetros que me sacudieron un poco
de la modorra y me borraron el buen humor: primero mencionó su intención de no
polemizar al afirmar que cree que Eva tiene más méritos que Roca... porque es
mujer. El segundo punto es la pregunta que hizo Cris: "Para quién
trabajar, para qué trabajar, cuál es el objetivo y la dirección que tiene que
tener no solamente un economista, sino un político o un gobierno?" Nadie entendió el interrogante, ni el contexto, ni la oportunidad.
Si la intención es no polemizar, lo último que se puede hacer es
borrar a un personaje de la historia polémico para colocar a otro aún más
polémico. Podrían haber creado un nuevo billete de 200 o 500 pesos, que mal no
vendrían, en lugar de sacar a Roca para colocar a Evita. Los militontos,
progresistas, zurditos de cama caliente, y demás pelmazos afines, festejaron la medida de eliminar de lo
cotidiano, del día a día, a Roca. Asnos e ignorantes de la historia, ponen a
Roca a la altura de un genocida, un tipo sangriento que exterminó pueblos
originarios que habitaban pacíficamente por sus propias tierras. Otros, un
poquito más ilustrados -deben de haber leído el reverso del billete de 100- lo
llaman facho milico. El uniforme debe haber ayudado a la definición. Algunos
más colocan a Roca y a toda la generación del 80 bajo el rótulo
"oligarquía" y lo dejan ahí, como si la palabra fuera autosuficiente,
como si la construcción de lo que hoy llamamos historia no fuera la sucesión de
hechos concatenados en un contexto político determinado, en una coyuntura
internacional específica y donde influyen factores socioculturales. Lo que no
pueden explicar es por qué Juan Domingo Perón le puso esos nombres tan cipayos
al símbolo nacionalista por excelencia: el ferrocarril.
La Viuda Eterna se
pregunta para quién trabajar y cuál es el objetivo de un gobierno en el mismo
acto en el que pretende borrar de la historia al Teniente General Julio
Argentino Roca, uno de los contados militares argentinos que llegaron a ejercer
la Presidencia sin dar un golpe de Estado. Porque resulta ser que Julio
Argentino Roca fue el que definió la nacionalidad. Porque resulta ser que el
Teniente General Roca fue el que combatió a la oligarquía porteña -nétamente "hincha" de Mitre- por considerarla contraria al concepto de nación. Porque resulta ser
que el expresidente Roca concibió un Estado moderno, laico, independiente de la
iglesia, políticamente liberal, económicamente desarrollista. Porque resulta
ser que Roca pensó un Estado que colocaba al capital a su servicio,
garantizando el libre desarrollo de la actividad comercial y empresarial y, al
mismo tiempo, llevando a que el Estado se hiciera cargo de lo que no era
productivo para ningún inversor como, entre otras cosas, la construcción de
ferrocarriles en zonas improductivas.
El
progresismo medio pelotudo, que en vez de buscar el progreso, se dedica a
juzgar sucesos de hace siglo y medio, lo putea por genocida. Onanistas aburridos
con apellidos bien europeos que se hacen los salames cuando el gobierno reprime
a los comunes argentinos que piensan distinto, se irritan cuando hablan de Roca, al que consideran un tipo que bañó
de sangre inocente el territorio argentino. Un territorio argentino que no
existía hasta el arribo de Roca. Si entendieran el concepto de contexto
histórico, les resultaría fácil asimilar que los mapuches son originarios, pero
de Chile, que así como aniquilaron a los tehuelches, luego se dedicaron a
saquear zonas productivas, choreando ganado y demás pertrechos que luego
vendían en el naciente país trasandino y que mina que encontraban, mina que se
llevaban. Si tuvieran un atisbo de comprensión hacia la situación reinante en
las Provincias Unidas del Río de la Plata, se darían cuenta que más allá de la
zanja de Alsina, el país no existía y era, literalmente, tierra de nadie, dado
que los mapuches no concebían el concepto de Estado, ni el de territorialidad,
ni mucho menos el de derecho. Si tuvieran un puchito de intención de saber de
historia, no andarían por la vida puteando a un "genocida" que según
sus camaradas "no tenía las pelotas para ejecutar gente" y que por
eso nunca sentenció a muerte a nadie. En un contexto en el que se daban
situaciones como una invasión a cargo de Cafulcurá que concluyó con 500
cautivos, 300 muertos y el choreo de 150 mil cabezas de ganado violando un
tratado de paz, el resultado final de lo que definen como masacre y no como
conquista, es tan bajo que podría decirse que Roca les hizo precio a los
mapuches y a los chilenos, dado que frenó su avanzada en la cordillera.
Así desembocamos en lo que yo llamo "La
ausencia de la Coherencia", que es un factor congénito y un requisito imprescindible a
la hora de incorporarse a las filas del progresismo vernáculo. Y así andan,
vitoreando a quienes dicen pertenecer a una ideología a la que el progresista
siempre despreció por considerarla facista. Si fueran coherentes, ya le habrían
entregado sus viviendas a los aborígenes que aún quedan en el país sin haberse
integrado a la sociedad civil. Deberían pensarlo: un acto humanista, entre
lágrimas, dando la llave del departamentito mal habido, comprado a sabiendas de
haber sido construido en tierras usurpadas a los pueblos originarios. Y de ahí
volverse a España, al menos hasta que salten los visigodos a reclamarles que se
retiren por ser descendientes de galos, o a Italia durante el tiempo que tarden
los Etruscos en darse cuenta que son
descendientes de esos putos invasores latinos. Puede ser que por último
terminen en el Cuerno de África, comiendo las sobras que encuentran.
Mi cerebro dolorido ya me indica que
pedir coherencia a un progre es tan al pedo como pedirle a Aníbal Fernández que
deje de putear a todo el mundo; pero con pedirlo no perdemos nada más que
tiempo. Ese "ejército moderno" que Roca utilizó para combatir al
indígena fue construído por el mismo Roca, a quien se lo puede considerar sin
temor a equivocarse como el auténtico padre del Ejército Nacional. Si hubieran
agarrado algún libro de historia que no estuviera escrito en ruso -y no fuera
de Pigna- en vez de putear a Roca le agradecerían por esa escuela pública a la
que defienden, a pesar de enviar a sus pibes a colegios privados, y por haber
sido el primero en garantizar la educación laica, provocando un cisma dentro de
la Iglesia Católica.
La izquierda
argentina es antinacional y estúpida. Sin embargo, lo que más molesta no es que
estas actitudes las tome un progre, sino que el gobierno que se dice peronista
se preste a un manoseo tan dañino de la historia. Quisiera suponer que lo hacen
de puro brutos, aunque esto sería algo más jodido porque no hay nada peor que un bruto con pretensiones. Si lo hacen adrede, el hecho de forrear, ningunear y putear a uno de los militares y políticos a
los que Perón admiraba, me genera mis sospechas. Porque Perón no era peronista,
era nacionalista. Peronistas eran los que lo seguían al general. Y Perón, como
militar y político nacionalistas, no sólo admiró a esos hombres que forjaron lo
que hoy conocemos como país, sino que los reivindicó colocándolos en billetes y
bautizando con aquellos apellidos a los símbolos de su gobierno. Para él, los
pilares de lo que hoy llamamos Nación Argentina, fueron cinco políticos, cinco
generales al igual que él. Y en honor a ellos nombró a los ferrocarriles y
hasta lo dejó expreso en los considerandos del Decreto 20.024/1948: «es
un deber del gobierno mantener vivo en el pueblo el culto a la memoria de los
forjadores de la nacionalidad, como tributo de gratitud a sus patrióticos
afanes y para fortalecer los sentimientos de solidaridad con nuestro pasado.»
Pasando a la segunda mitad del siglo XX, el "Evitismo" es un manotazo de ahogado para quienes no pueden explicar
nada. Aquellos que alegremente aseguran que Perón se hizo popular gracias a la
figura de Eva, además de boludos felices y conscientes, son tan cínicos que
prefieren creer que una actriz de radioteatro tenía más fama que con la que
contaba un tipo por el que se habían movilizado millones de laburantes antes
que siquiera se casara con ella. María Eva Duarte se convirtió en la Evita
intocable cuando a su apellido anexionó el de su consorte. Su labor incansable
e indiscutible, y su personalidad confrontativa y discutible, sólo pudieron
desarrollarse gracias a ese tipo de uniforme, a ese general, que tuvo al lado.
La tarea de entronizar a Eva en tonterías, es una técnica de boludeo que se acarrea desde los
tempranos años setenta. La figura de una mujer fallecida a los 33 años, bella y
sin formación política, era compradora para la pendejada. Evita no envejeció,
Evita murió joven y dejó un cadaver bello. Evita fue nuestra primera rockstar.
El evitismo es el recurso al que apelan quienes se disfrazan de peronistas, los
que de Perón sólo reivindican haber dado espacio para que Evita desarrollara su
labor social y cada tanto citan alguna frase que les resulta simpática. En una
época en la que la mujer no tenía ni acceso al voto, suponer que Eva podría
haber hecho todo lo que hizo sin un dorima que la protegiera, es de una mentalidad
más pelotuda que inocente. El evitismo surgido entre ese oxímoron que
resultaron ser las agrupaciones peronistas de izquierda -esas que asesinaron a
Vandor por pretender un peronismo sin Perón y luego querían asesinar a Perón
por pretender un gobierno peronista- se daba en la medida de un factor básico e
imprescindible: Eva estaba muerta y no podía opinar. Con esta gran ventaja a su
favor, si Evita viviera, sería montonera y habría intervenido para que el
General aceptara el camino hacia la Patria Socialista, esa patria hacia la que
marchaba antes de que lo volteara la Fusiladora en 1955, a pesar de que Perón
no se daba cuenta por esa costumbre que tenía de encanar a los zurdos aliados a
la embajada de Estados Unidos.
En vez de leer y apasionarse por la historia real y vívida de este país tan rico en personalidades, que es la Argentina, nos encontramos con que el "evitismo" resulta cómodo, mucho más cómodo. Primero, porque
Evita pasó a la inmortalidad a las 20,25 de un día como hoy de hace 60 años y
no pudo presenciar como su marido mandaba a tomar la leche a la muchachada que
lo tildaba de gorila -qué cosa esa de llamar gorila al que piensa distinto que
no se salvó ni Perón- y segundo porque de este modo pueden seguir en el bondi
del peronismo sin sentir que desentonan. Después de todo, Eva también se
apellidaba Perón, carajo.
Por estas horas, en este día, a seis décadas del fallecimiento de Eva, el gobierno la
vuelve a exponer a la controversia, utilizándola como caballito de batalla nada más y nada menos que para
provocar y abriendo la puerta a que todos los que comulgan con otra ideología
se hagan la fiesta, mientras que borran al tipo que materializó ese concepto de
Nación que todavía conservamos. Dos en uno, no cualquiera. Hay que ponerle
garra para hacer tanto con tan poco esfuerzo. Pero en el mundo K, las contradicciones forman parte del Preámbulo de una Constitución propia de la histeria por el poder.
Postdata: Si Evita viviera, Isabelita seguiría soltera.
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