El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se acercó a Steve Jobs en una reunión con popes de Silicon Valley y le preguntó por qué no hacía el iPhone en su país, para crear más empleos. El fundador de Apple fue categórico: "Ese trabajo no volverá a hacerse aquí".
La anécdota sirve para entender cómo funciona el desarrollo industrial en el mundo actual. Apple se ha convertido en una de las compañías más conocidas, admiradas e imitadas, en parte, a través de un dominio implacable de las operaciones globales.
A contramano de esa tendencia, en la Argentina se afirma que las trabas a las importaciones son para crear y proteger el empleo de la mano de obra local. El fin es loable, pero la estrategia es cuestionada por muchos economistas, en un mundo donde lo que tiene éxito es la incorporación de un país en una cadena global de valor. Es decir, hacerse fuerte y competitivo en alguna tecnología determinada, y convertirse en proveedor mundial de ese eslabón.
Carlos Magariños, ex director de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, coincide con Jobs. Según comenta, las empresas nacionales que pasan a jugar a nivel internacional lo hacen a través de cadenas globales de valor. "La iPad es un buen ejemplo. Los norteamericanos desarrollan y tienen la regalía, pero los subcomponentes los fabrican en China y América Central", explica. "Eso funciona así en todo el mundo."
En todo el mundo... menos en la Argentina, donde se impulsa la industria nacional aun en aquellos productos donde el país no es especialista o no tiene ventajas respecto de sus competidores, como en celulares, electrodomésticos e indumentaria, entre otros.
Pero Fernando Grasso, director del departamento de estudios económicos de Adimra, la asociación de industriales metalúrgicos, disiente: "Tengo una valoración positiva de la administración del comercio. Creo que marca un rumbo adecuado en términos de realizar un uso más eficiente de las divisas, favoreciendo la integración nacional de las diversas cadenas de valor, la generación de valor y, en consecuencia, el crecimiento y la inversión".
Magariños dice que la política de sustitución de importaciones de los 70 y 80 estaba diseñada para controlar la excesiva salida de divisas, por la caída en los términos de intercambio. "Pero hoy no es así, porque las clases medias emergentes en China y la India empujan el precio de nuestras materias primas. Las commodities agrícolas están altas y los bienes industriales pierden valor, por eso la lógica hoy es meterse en una cadena global de producción", opina. La Argentina, sin embargo, parece estar iniciando el camino inverso.
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