martes, 28 de febrero de 2012

Africa es el único cliente de este modelo...

Por Ariel Torres
@torresariel64


Angola tiene uno de los ingresos per cápita más bajos del mundo, 60% de su población es pobre y su posición en el índice de competitividad global del World Economic Forum (WEF) es la 139, sólo por encima de Burundí, Haití y Chad. Los países escandinavos, junto con Suiza, figuran en el top ten de cuanto indicador económico y de calidad de vida existe. La decisión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de volar el domingo próximo a la conquista del mercado angoleño es toda una señal del rumbo que sigue la Argentina en materia de exportaciones. No es la única.


Si se cruzan los datos entre los principales compradores de productos argentinos y su ubicación en el índice del WEF, probablemente el indicador de competitividad económica más utilizado en el mundo, se puede ver que la mayoría de ellos están lejos de los primeros puestos. Al mismo tiempo, aquellos mercados mundiales que mejor posicionados están en lo que respecta a competitividad reciben pocas o nulas exportaciones originadas en estas tierras.
Los resultados sirven para evaluar la calificación de la oferta exportable argentina y evidencian los grados de exigencia de los mercados a los que se llega. Claro que los destinos más desarrollados o mejor posicionados en términos de competitividad colocan un listón muy difícil de saltar para un modelo que prioriza el consumo interno, con una economía que se cierra cada vez más.
Ahora que la Argentina se quedó fuera de la competencia en materia de bajo costo (a la que se subió luego de la devaluación), se encuentra con que tampoco desarrolló capacidad para vender por diferenciación. Para validar un ejemplo, en cuero tiene un gran potencial, pero no le agrega valor para venderlo como calzado, camperas o carteras de alta calidad. La mayoría de las exportaciones locales son productos manufacturados que se venden como insumo para completar la industrialización afuera, no como terminado, envasado y con marca. Otro ejemplo, el aceite de soja se vende a granel y en China o Europa se mezcla con otros, que allí envasan y le ponen marca. Obvio que tiene más valor agregado que el poroto, pero sería mucho mejor si se vendiera embotellado, en lugar de a granel.
EJEMPLOS FORANEOS QUE DEBERIAMOS COPIAR
No se necesita ir a Brasil, la mayor economía de la región, para comprobar cómo otros hacen bien los deberes en comercio exterior. Colombia con el café, por ejemplo, posicionó una marca como Juan Valdez, que está en la publicidad de todos los aeropuertos del mundo. Desarrolló una denominación de origen para competir por calidad. Hace treinta años, el café era sólo brasileño, ahora es también colombiano. Otro tanto hizo Perú, que impuso su gastronomía a nivel internacional.
En el caso de la carne vacuna, con la que había logrado que se instalaran parrillas "criollas" en todo el mundo, la Argentina recorrió el camino inverso: trabó las exportaciones y cortó toda posibilidad de un desarrollo de marca con valor agregado, que le hubiera permitido consolidar la aceptación que ya se había granjeado. Algo similar sucede con el cuero, reconocido como el de mayor calidad mundial, pero destruido a fuerza de prohibiciones y ahogo fiscal.
Si analizamos la matriz exportadora argentina, observamos que la Argentina es muy buena en la producción de commodities, pero tiene dificultades crecientes a medida que va agregando valor. Hay excepciones, como la maquinaria agrícola. Pero lo que falta es masa crítica para llegar a mercados exigentes. Por eso tiene una concentración muy fuerte en mercados de exigencias medias o bajas.
Esta primarización de la economía coloca al país en una situación de endeblez, ya que no sólo aglomera sus ventas externas en pocos países (Brasil y China, principalmente), sino que la deja a merced de los elementos climáticos (sequías, inundaciones) y la volatilidad de los precios internacionales de las materias primas. Además, está el límite que pone la propia extensión de la tierra, porque se llega a un punto que ya no se puede producir más volumen con la misma superficie.
Existen casos aislados de sectores, como el vitivinícola o el de software, que han hecho las cosas bien, pero debería apuntarse a que no fueran la excepción sino la regla. En el plano de empresas también hay modelos, como el de Havanna. Es un lindo caso porque, como no podía imponer afuera el gusto por el alfajor, propio de la Argentina, desarrolló el negocio del café como mecanismo para introducir su producto estrella. Hoy tiene más de cien cafés en todo el mundo.
Está demostrado en el mundo que a los países con grandes empresas exportadoras les va mejor y que, a su vez, estas compañías tienen mayor rentabilidad y pagan mejores salarios a sus empleados. Sin embargo, el Gobierno prefiere el proteccionismo, que termina por tornar poco competitiva a su propia industria. Y cuando se asoma al exterior, ya no puede elegir venderle a Suiza.
 Le queda Angola.

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