martes, 24 de junio de 2014

La astilla no es de ese palo

Por Ariel Torres


Si el kirchnerismo dejara de gobernar la Argentina en el 2015, esto no significaría de ningún modo que va a pasar a formar parte del pasado de los argentinos de manera automática. Ni mucho menos. En un sentido amplio, esto no será así porque la kirchnerización de la cultura (llámese el establecimiento de una cultura del resentimiento, del parasitismo, de la pereza y la delincuencia) no es superable con el acto eleccionario. En otro sentido, más restrictivo, porque el kirchnerismo como espacio político tiene planes para su retórica/relato nacional &popular, en 2019.
Por eso el intento de La Cámpora en promover políticamente, de una vez por todas, a Máximo Kirchner. La idea es que siga los pasos de su propio padre, comenzando su carrera política postulándose a la intendencia de Río Gallegos y, poco a poco, que se vaya convirtiendo en una alternativa de continuidad para el kirchnerismo. En este orden de cosas, la biógrada de CFK, Sandra Russo, ha publicado recientemente un libro apologético de La Cámpora en la que le concede un protagonismo destacado al hijo de Néstor.
Puesto negro sobre blanco, la realidad nos dice que a Máximo la política jamás le interesó. Tiene pasiones menos “mundanas”, como el fútbol, el fernet y la cumbia villera. De hecho, el hijo presidencial decidió ingresar en la carrera de periodismo deportivo tras su fracaso como estudiante de Derecho, en la Universidad de La Plata, por donde pasaron sus progenitores, esto último no totalmente confirmado. Pero la vocación de periodista deportivo del opaco principito también quedó en la nada rápidamente, y sus padres decidieron que los libros no eran lo suyo, encomendándole, entonces, la administración de las propiedades familiares. Cada vez más numerosas, por cierto.
El matrimonio presidencial, no obstante, ha hecho lo imposible por inculcar pasión política en su hijo, promoviendo siempre la participación de Máximo en las reuniones de La Cámpora. Pero el primogénito jamás destacó, al punto que algunos militantes de la agrupación lo apodaban “Mínimo” a sus espaldas. Uno de los operadores de Cristina que participó del armado de las listas de las elecciones en 2011, por entonces se quejaba de Máximo en los siguientes términos: “Si tiene talento político, no lo ha demostrado. O yo nunca lo escuché. Estamos en plena campaña y está en Santa Cruz. Hace un mes y medio que no aparece por Buenos Aires, en un momento político vital”.
Aquellos que conocen de cerca a Máximo, han asegurado que aquél es simplemente una pantalla de humo de La Cámpora; es la “chapa” que su apellido le confiere a la organización juvenil kirchnerista. Ni más ni menos. Los cursos que Máximo Kirchner tomó durante 2011 con Andrea del Boca no parecen haber dado resultados, puesto que jamás pronunció ningún discurso político, lo que lo convierte en un virtual mascarón de proa de quienes verdaderamente conducen la agrupación.
En efecto, si observamos la página oficial de La Cámpora en Facebook, no habrá diferencia en el resultado: en ese espacio virtual, las fotos subidas retratando actividades de la organización son más de mil, pero en ninguna de ellas se lo puede observar a Máximo, aunque sí a los demás dirigentes -Ottavis, Larroque, De Pedro, Cabandié, Mendoza-. El hijo de Néstor no estuvo siquiera en el funeral de Iván Heyn, el primer y único camporista “caído” por la causa nac&pop, no en el marco de una operación foquista, sino en el marco de una pirueta masturbatoria que lo asfixió en un hotel de lujo en Montevideo.

CFK es muy adepta a utilizar inútiles alabanzas a sus inútiles funcionarios preferidos en sus discursos, pero jamás le ha dedicado elogio público alguno a Máximo como supuesto “conductor político”. De hecho, las veces que la Presidente ha hablado de su hijo, no ha tenido nada interesante para contar excepto anécdotas de cuarto orden, estrictamente personales, algunas de dudoso gusto.
De ahí que Máximo no sea mucho más que el trofeo que los pibes de La Cámpora tienen para exhibir. Sin su figura como supuesto “conductor desde las sombras”, probablemente la organización no hubiese tenido el despegue que tuvo. Es un secreto a voces que la agrupación lo está usando, alejándolo de sus amigos de toda la vida, y empujándolo a hacer lo que es muy claro que no quiere, aprovechándose del apellido”.

Si hay que hacer una apretada síntesis, podríamos decir que Máximo no tiene ninguna condición personal para la política con excepción de dos elementos que pueden ser fundamentales: apellido y dinero. En efecto, aquello de “hacer dinero para luego hacer política” que estructuró el plan de Néstor y Cristina cuando empezaron su vida en el sur, no correrá para su hijo que, entre otras propiedades, cuenta con una mansión valuada en 2,2 millones de dólares en Puerto Panal, Buenos Aires.

Claro que seguir los pasos de su padre, no le será nada fácil a Máximo. En efecto, mientras aquél era –guste o no– un verdadero animal político, todo indica que su hijo es un animal a secas. Y doméstico.

lunes, 23 de junio de 2014

El agua como recurso estratégico y botín de guerra

Por Ariel Torres



Algo que resultaba impensable hace unos años, está tomando forma cada vez más intensamente: los mercados saben que, como el resto de las materias primas, el agua del futuro será tan escasa que habrá que tratarla como un metal precioso, y se preparan para eso, algunos con métodos de alerta. Porque lo que está más que claro es que detrás de ese concepto, reside la dramática idea de un mercado a término global del agua.
Los ejemplos son muchos y variados, pero quiero detenerme en uno muy especial y actual, porque se trata de una zona en donde lo que domina es el petróleo, pero tampoco abunda el agua. En su incesante avance hacia Bagdad, los yihadistas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), grupo insurgente activo, consiguieron adueñarse de un arma poderosa, mucho más necesaria que el petróleo, los tanques y los fusiles: el agua.



Ya a fines de mayo, los islamistas radicales de Abu Bakr al-Baghdadi fueron tomando el control de la mayoría de las obras hidráulicas construidas a lo largo del Tigris, como represas hidroeléctricas y vastos embalses al norte de Mosul y Tikrit. Pocas semanas antes habían hecho lo mismo al entrar en Fallujah, situada a la vera del Éufrates. Hoy, el EIIL controla centenares de miles de metros cúbicos de lo que en Irak se denomina ya "oro azul".
Por eso días, los habitantes de Sanaa salían masivamente a la calle a manifestar contra los cortes de agua. No sólo el abastecimiento de la capital de Yemen es víctima de los sabotajes perpetrados en el norte del país por grupos extremistas, sino que se convirtió en una de las ciudades más pobres en el preciado líquido, con menos de 120 metros cúbicos por habitante por año, diez veces menos que el promedio mundial. El acuífero del cual se alimenta podría desaparecer antes de 2025.
Como una suerte de emuladora de la saga Los Juegos del Hambre, la inminencia de las Guerras del Agua dividen a los expertos, pero nadie niega su papel en la exacerbación de los conflictos, tanto entre países vecinos como dentro de las fronteras de una nación. Los terroristas parecen haber comprendido mejor que nadie el significado estratégico de este recurso. Hay estudios recurrentes respecto a que en 50 años, el agua podría convertirse en un bien más valioso que el petróleo. En la actualidad, 700 millones de personas en 43 países padecen alguna forma de penuria. Esa cifra podría alcanzar los 3000 millones, poco menos de la mitad del planeta, debido al calentamiento del planeta y el crecimiento demográfico.



De todas maneras, en un país donde carece el agua no hay posibilidades de alimentar a su población ni de desarrollarse, por lo que la posibilidad de Guerras sólo agrega más drama, pero no define la realidad. Tanto es así que el consumo de agua por habitante es considerado en la actualidad un indicador del desarrollo económico de un país.
La historia nos demuestra que este escenario estuvo siempre sobre la mesa de los expertos, puesto que allá por 1503, Leonardo Da Vinci conspiraba con Maquiavelo para desviar el curso del Arno a fin de alejarlo de Pisa, ciudad con la cual Florencia, su tierra natal, estaba en guerra. Investigadores norteamericanos demostraron que, desde la Edad Media, los desórdenes sociales en África oriental coincidían con períodos de sequía. En las sociedades asiáticas, el agua siempre fue un instrumento de poder político: el orden social, las represiones y las crisis políticas dependían de los caprichos de la lluvia.
Así las cosas, hoy los conflictos desencadenados por el agua son numerosos, especialmente en el norte y el sur de África, en Medio Oriente, en América Central, Canadá y en el oeste de Estados Unidos. En Medio Oriente existe una decena de focos de tensión. Las sequías que azotaron a Siria de 2006 a 2011, fueron uno de los factores desencadenantes de la guerra civil. La falta de agua provocó catastróficas cosechas y una emigración rural que aumentó la desocupación urbana. Y la construcción de represas en el nacimiento del Éufrates por parte de Turquía contribuyó a agravar la situación.
Ya que hablamos de Turquía, vale decir que tanto Irak como Siria están a su merced, porque es allí donde nacen el Tigris y el Éufrates, que alimentan a ambos países. Turquía utilizó sobre todo el Éufrates como arma contra sus vecinos, gracias a las numerosas represas que erigió en el curso superior y que le permiten regular el caudal.

Emblemático caso de cooperación acuífera es el de Egipto, totalmente tributario del Nilo para su aprovisionamiento en agua desde la época de los faraones, ya que debe compartirla con otros diez Estados de la cuenca de ese imponente río de 6700 kilómetros.
Lo de Qatar es tremendo, puesto que sólo tiene actualmente el equivalente de dos días de agua potable de reserva y se ha fijado el objetivo de pasar a siete días para acoger el Mundial de 2022. Sí, leyeron bien: siete días. Para un mundial de fútbol.
Por eso es que mientras la mayoría de los gobiernos del planeta trata de asegurar el aprovisionamiento en agua de sus habitantes, enfrentando terrorismo, crisis económicas y cambios climáticos, el mundo de las finanzas ya cuenta con poderosos lobbies que defienden la idea de la privatización de los recursos disponibles.
Una guerra silenciosa que no descansa.


miércoles, 18 de junio de 2014

La diversificación del petróleo canadiense

Por Ariel Torres


El año pasado, la petrolera canadiense Husky Energy Inc. realizó un envío de crudo a India. Se trató de apenas una gota en el océano de transacciones globales de petróleo, pero un paso enorme en la reconfiguración del comercio de hidrocarburos de América del Norte.
El envío de un millón de barriles a Indian Oil Corp., descrito por Husky como una prueba, representa lo que los productores canadienses esperan que se convierta en nuevos mercados internacionales para su petróleo.

"Estamos aprovechando la oportunidad, engrasando la rueda" para más exportaciones si resultan factibles, dijo Asim Ghosh, presidente ejecutivo de Husky, que hace poco también realizó un envío de crudo a la petrolera italiana Eni SpA.

Mientras Estados Unidos debate relajar la prohibición de exportar su petróleo, en efecto desde hace décadas, Canadá está posicionándose discretamente para convertirse en un exportador importante de petróleo norteamericano más allá de su región.
Desde hace tiempo, los productores canadienses han dependido en gran medida de EE.UU. para vender casi todas sus exportaciones, en una era en la que el apetito de crudo importado de ese país parecía que crecería de manera estable. Pero la demanda ha disminuido, gracias al auge estadounidense de crudo de esquisto, incluso cuando las ricas arenas petrolíferas de Canadá siguen produciendo más. Eso deja a Canadá con mucho petróleo pero sin suficientes compradores.
Los mercados internacionales podrían resolver ese problema, y probablemente impulsar los precios. Pero existe un gran inconveniente. La antigua dependencia de Canadá del mercado estadounidense ha dejado al país con pocas opciones para transportar su petróleo a puertos oceánicos.
En los planes está la construcción o expansión de media docena de oleoductos, pero los nuevos tardarían años. Entre los proyectos se encuentra Keystone XL, que uniría las arenas petroleras de Alberta con el Golfo de México, un plan que sigue en el aire debido a la oposición medioambiental y política.

Algunos productores canadienses están tan decididos a encontrar nuevos mercados que están buscando resquicios legales en EE.UU. en el frente de las exportaciones petroleras. La regla se aplica solo a crudo producido en EE.UU., así que los productores canadienses pueden solicitar licencias para transportar crudo a la costa de su vecino en el Golfo y luego reexportarlo a lugares distantes desde allí.
"Esto podría cambiar las reglas del juego para los mercados de crudo de América del Norte", dijo Martin King, vicepresidente de investigación institucional de FirstEnergy Corp., un banco de inversión en Alberta. "Las reexportaciones del crudo canadiense, en gran parte desde la costa del Golfo, van a cambiar la industria".

Para que ello suceda, los productores tienen que sortear obstáculos, incluyendo segregar el crudo canadiense destinado a otros países del crudo producido en EE.UU. Canadian Natural Resources Ltd. ha sugerido utilizar un sistema de colores. "Mientras lo identifique bien con un color y lo separe, puede reexportarlo desde EE.UU., incluyendo desde la costa del Golfo estadounidense", dijo en una conferencia con inversionistas el año pasado Réal Cusson, ejecutivo del productor de arenas petrolíferas.
La compañía dijo que no tenía planes específicos de reexportar crudo, pero es claro que otras sí los tienen. El Departamento de Comercio de EE.UU. otorgó más de 50 permisos para exportar crudo en los seis meses hasta marzo, concentrándose en destinos como Japón, Corea del Sur y España. Uno de los permisos lo recibió la subsidiaria en Canadá de la estadounidense de Enbridge Inc.

Platts, una publicación del sector petrolero, ha reportado que la española Repsol SA tiene planes de importar alrededor de 550.000 barriles de crudo canadiense vía el Golfo de México. No reveló la identidad del exportador. Repsol declinó comentar.

Encontrar clientes fuera de Norteamérica podría permitirles a los productores de arenas petrolíferas obtener precios más altos que en EE.UU., donde su producción, tan pesada que tiene la consistencia de la mantequilla de maní, se vende con descuento. Llamado Western Canadian Select, este tipo de crudo cuesta menos que el West Texas Intermediate debido a costos de transporte, baja calidad y acceso limitado a las refinerías estadounidenses que pueden procesarlo, aunque la brecha se ha reducido últimamente.
La Cámara Canadiense de Comercio ha dicho que los productores de arenas petrolíferas podrían obtener US$50 millones diarios más por su producción si se vendiera fuera del continente, citando un informe de 2012 de CIBC World Markets, subsidiaria del Banco Imperial de Comercio de Canadá.
Un cambio canadiense hacia compradores no estadounidenses podría tener consecuencias para el comercio bilateral, política energética y hasta lazos políticos entre Ottawa y Washington. A pesar del auge del esquisto, EE.UU. aún depende de Canadá para un tercio de los casi ocho millones de barriles diarios que EE.UU. registra en importaciones petroleras netas y seguirá necesitando petróleo canadiense.
La Oficina de Información Energética de EE.UU. estima que la producción del país, que se calcula en 8,4 millones de barriles diarios para este año, se elevará a 9,6 millones de barriles al día para 2019, y permanecerá por encima de 7,5 millones de barriles diarios hasta 2040.
Mientras tanto, las importaciones estadounidenses han caído cada año por casi una década. En 2005, EE.UU. importaba 60% del petróleo y los productos petroleros que usaba. En 2012 importaba 40% y se espera que la proporción llegue a 23% al final de la presente década.

EE.UU. seguirá siendo un importador neto de crudo por décadas, y Canadá su principal proveedor, dicen los funcionarios de la industria de ambos gobiernos. Pero para Canadá, la demanda estadounidense no será suficiente para absorber toda la producción de los vastos depósitos de arenas petrolíferas que guarda Alberta a medida que las estimaciones apuntan a un aumento en la producción.

sábado, 14 de junio de 2014

La tolerancia en su máxima expresión

Por Ariel Torres


No son pocas las veces en este último tiempo que me han preguntado que pienso acerca de los golpes de timón –casi constantes- de nuestra presidenta. Es un tema complicado, especialmente si tenemos en cuenta que el argentino medio que antaño votó a CFK, hoy la demoniza.

Si la pregunta viene por el lado de si la presidenta cambió mucho en estos años, la respuesta es contundente: no. CFK sigue siendo CFK, una de las pocas personas dentro de la política vernácula que advirtió la contradicción en la que vive la ciudadanía en pleno, afanosa de libertad por sus bondades, pero reticente de sus responsabilidades intrínsecas. En extremo liberales para actuar como les plazca pero comunistas para que el Estado los asista, una especie de inmaduros concibiendo al país como un jardín de infantes donde divertirse.

Está claro que ha sido el propio gobierno quien fomentó la cultura del ocio como ningún otro, y eso explica en parte por qué se perdona lo imperdonable. Valga como ejemplo aquel escandalete por la pista de aterrizaje que el ex mandatario Carlos Menem construyera en Anillaco. En retrospectiva, era un poco de asfalto sobre un descampado, pero no sólo no le fue perdonado, sino que devino en un ícono de la corrupción de esos años. Ojo, que se entienda bien que no es una reivindicación del menemismo, que tuvo errores mucho más serios.

En esta última década, por ejemplo, el kirchnerismo y su corte soberana levantaron cadenas hoteleras sobre terrenos fiscales, y convirtió el avión presidencial en vehículo particular, gastando en combustible el equivalente a varias pistas de aterrizaje. Y el pueblo hizo silencio, o peor: lo avaló reeligiéndolo con un 54%. Pasó que la evidencia de la corrupción se hizo corriente. Skanska, Lázaro Báez, Boudou, Jaime, Madero Center, la Rosadita y la Rosada, Oyarbide, Fariña, Elaskar, las donaciones para inundados que no llegaron, y tanto más que se sucedió ininterrumpidamente, terminaron por posicionar el delito de guante blanco como algo cotidiano.


Todos tenemos en nuestra casa algún sillón con un tajo en el cojín, o una silla con problemas de movimiento, o un jarrón emparchado. Sea lo que sea, lo terminamos ignorando, pasándolo por alto sin espanto. Ese mismo mecanismo adoptamos los argentinos. Nada nos sorprende, mutando al asombro en indiferencia, convirtiendo en aire difícilmente respirable lo que a todas luces es robo calificado. Revisando a la distancia esa gran obra de Edgar Allan Poe -La Carta Robada- se nota una similitud de lujo: descubren a un ministro robando un documento. Allanan su domicilio pero la carta no aparece. Para esconderla, el ladrón había apelado a la más sagaz estrategia: dejarla sobre la mesa, sin ocultarla así nadie repararía en ella.

Eso mismo nos pasa. Es tanta y tan evidente la corrupción que se fue volviendo invisible. Sólo lo novedoso sorprende. Escándalos, causas, denuncias en lugar de provocar, instalan la idea que nada puede hacerse frente a la calamidad. Cuando se empieza a elaborar un hecho, vuelve a paralizarnos otro similar. Así estamos, detenidos en quejas y llanto. Preocupados pero no ocupados, hallamos cierto confort en la derrota. No crecemos, nos preservamos. Al no involucrarnos, caemos en el escepticismo a punto tal de cuestionar hasta el régimen democrático.

En lugar de vivir la democracia terminamos padeciéndola. Y eso es porque la hemos abandonado a su suerte. La recibimos con vítores hace 30 años y ahí la dejamos. Se vaciaron el comité, la unidad básica y las convicciones, y se llenó de indecentes vendiendo opresión disfrazada de protección.


Es notablemente triste la definición de la realidad, pero recordemos que nunca es triste la verdad, sino más bien no tiene remedio. O sí.

Inflación y Recesión asegurada en el Segundo Semestre

Por Ariel Torres


Hace algunas notas atrás, en un escenario optimista, estimé que para el período abril-diciembre de este año, quedaría por financiar un déficit fiscal del orden de los $ 256.000 millones, lo que implicaría incrementar la base monetaria en la friolera del 74%.

Los ingresos totales del sector público nacional en el primer trimestre del 2014, sin incluir la contabilidad creativa (utilidades ficticias del BCRA, ANSES, etc.) crecieron, en promedio, el 35% interanual, mientras que los gastos totales aumentaron a un ritmo del 43% anual. En el primer trimestre de este año, el déficit fiscal sumó $ 33.000 millones en números redondos.

Observando con atención la recaudación tributaria desde enero del 2011 hasta mayo de este año en valores constantes, es posible apreciar que se encuentra claramente estancada y con tendencia a la baja desde mediados del año pasado. Se mueve entre un piso de $ 90.000 millones y un techo de $ 100.000 millones, techos que se explican por estacionalidad. Pero supongamos que en lo que resta del año tanto los ingresos como los gastos crecen al mismo ritmo que en el primer trimestre, un supuesto demasiado optimista teniendo en cuenta la recesión que se acentúa y el despilfarro de aumento de gasto público que viene anunciando el gobierno con más planes sociales y construcción de viviendas.

Así las cosas, el año terminaría con un déficit fiscal de $ 233.000 millones, o sea que si le restamos los $ 33.000 millones del primer trimestre, entre abril y diciembre habría que financiar un déficit fiscal del orden de los $ 200.000 millones. Un montón de plata. Si se financia con emisión monetaria, el aumento de la misma en el período en los últimos 9 meses del año sería del 57% y el total de aumento de la base monetaria para financiar el déficit fiscal en todo el 2014 implicaría un incremento de la base del orden del 62%.

Puede ser que en algún mes la tasa de inflación sea menor a la del mes anterior, pero lo que se puede prever es que la tendencia inflacionaria será al alza, dado el nivel de gasto público no financiable a pesar de la insoportable carga tributaria que tiene que soportar la población que trabaja en blanco. Para colmo, a pesar de estar en una situación fiscal sumamente delicada, no se percibe por parte del gobierno la decisión de controlar el gasto. CFK no hace más que anunciar más gasto público y Kicillof se dedica a denostar a los que decimos que hay que bajar el gasto, como si fuéramos una especie de salvajes sin corazón que queremos que no haya inclusión social. En rigor, es la política k la que excluye a la gente del sistema porque en vez de crear las condiciones institucionales y económicas para que tengan trabajo, las mantienen con planes que las excluyen como seres humanos dignos que viven del fruto de su esfuerzo.

Esta política económica, con su fenomenal déficit fiscal y emisión monetaria, genera más exclusión porque la inflación va dejando un tendal de pobres en el camino. Pocas cosas se perciben más excluyentes que esta política económica, por la pobreza que genera. Y me animaría a decir que el mayor deseo del kirchnerismo no es disminuir la pobreza, sino más bien disminuir la brecha entre la clase media y los pobres, pero igualando hacia abajo.

Retomando el tema estrictamente económico, la otra opción que tiene el BCRA es absorber todo esa montaña de dinero emitida colocando letras y pagando el costo de tener un gigantesco endeudamiento de largo plazo. Claro que si coloca más deuda va a pasar de una recesión a una depresión económica que le hará caer más la recaudación tributaria, agrandando el déficit fiscal y forzándolo a emitir más de lo estimado en esta nota, lo que implicaría llevar el endeudamiento interno a límites intolerables, llevándonos a una espiral de gasto cuasifiscal, similar a la que llevó a la hiperinflación de 1989.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que al gobierno le cuesta bajar el gasto público porque es la base de su populismo, lo que se puede prever para lo que resta del año es un déficit fiscal mayor y una inflación creciente con recesión. Es la razón por la que no concuerdo con algunos colegas que afirman que la recesión va a frenar un poco la inflación. En la medida que el tesoro siga agrandando el bache fiscal y tomando más medidas que entorpecen la  actividad del sector privado, perfectamente podemos tener recesión con inflación.

La inflación puede acelerar la fuga del peso incrementando la tasa de inflación y la actividad económica no tiene salida con el consumo cayendo por más desocupación, el tipo de cambio real frenando las exportaciones y las inversiones brillando por su ausencia. Sintomáticamente, veo al segundo semestre sometido a una batalla desigual contra la inflación y la recesión.


miércoles, 11 de junio de 2014

La inversión siempre por sobre el consumo

Por Ariel Torres


En los últimos días, en materia económica, se han hecho declaraciones muy reveladoras desde el gobierno. Voy a analizar detenidamente un par de ellas, porque podrían estar diciendo mucho sobre cómo se conciben los problemas prácticos de la coyuntura y qué instrumentos se proyecta utilizar para encararlos y solucionarlos.

Hay una en especial que es sorprendente, y es la que más habla sobre la visión del gobierno acerca de la realidad económica, y la hizo el ministro Axel Kicillof cuando aseguró que “lo que la Argentina hizo en los últimos diez años a Europa podría llevarle 100 años”. Hay que aclarar que esta afirmación está en consonancia con la teoría moderna del crecimiento. Esta teoría concibe un proceso llamado de "convergencia" o "catching up", según el cual las economías emergentes tienden a crecer más rápido que las desarrolladas. La fundamentación de la teoría de la convergencia es que el nivel de acumulación de capital en los países más atrasados es menor y, por consiguiente, las oportunidades de inversión son más rentables.

Claro que lo que el ministro no mencionó es lo que resulta obvio tras un mínimo análisis de esa misma teoría: para beneficiarse de la convergencia hay que invertir. Caso contrario, la tasa de rentabilidad sólo es potencial. Por eso es que según la teoría de la convergencia, la tasa de inversión debe ser más alta en los países emergentes. Si consideramos que China crece a más del 7% por año e invierte cerca del 50% de su PBI, la teoría sin ninguna duda parece atinada.

Pero en el caso de la Argentina, y según las nuevas cuentas nacionales, la tasa de inversión medida a precios corrientes es de 17% del PBI. De acuerdo al párrafo anterior, o bien es incorrecto afirmar que la Argentina está logrando en diez años lo que a Europa le lleva cien, o hay que reescribir la teoría del crecimiento nuevamente.

Que la tasa de inversión sea menor al 20 por ciento, es ciertamente grave para el crecimiento, por lo que difícilmente la inversión será una prioridad en la agenda. Y esto cobra especial relevancia en la coyuntura actual: si las exportaciones están cayendo, el consumo está cayendo y no se piensa hacer nada con la inversión, resulta complicado imaginar cómo evitar que se sigan afirmando las fuerzas recesivas. 

Es ante este contexto que hay que analizar la segunda de las declaraciones del ministro de Economía: “en el segundo semestre estaremos mejor”. Por lo tanto, pareciera que está pensando que habrá un componente de la demanda agregada que va a subir. Podríamos argumentar que está hablando del consumo. Por eso es que son lógicas las diferencias con el presidente del Banco Central, por la necesidad de tener tasas más bajas que incentiven el consumo, aun cuando se le advirtió que ello podría llevar a una mayor brecha cambiaria y nuevas presiones inflacionarias (algo que de hecho ya ocurre hoy). En los últimos meses se procuró evitar corregir el tipo de cambio nominal de manera significativa para evitar un deterioro del salario real, ya que para incentivar el consumo es vital evitar que éste siga cayendo, como viene ocurriendo desde principios de año.

Si todo lo anterior tuviera alguna lógica, entonces –ante la actualidad económica- al Gobierno no le importa la inflación, las tasas deben estar por debajo de ésta, el dólar nominal podría crecer menos que los precios y el crecimiento debería estar liderado por el consumo aún a costa de un deterioro cada vez más pronunciado de la inversión.
Es decir, hay que sostener el mismo modelo de crecimiento que inspiró las políticas económicas hasta diciembre de 2013, sin importar cuánto cambiaron las condiciones y cuánto puedan profundizarse los desequilibrios que condujeron a la actual recesión.

Llegado a este punto parece necesario evaluar lo siguiente: porqué si la maxi devaluación de enero puso en evidencia que la estrategia de política económica que se venía siguiendo estaba agotada… se están implementando esquemas en la misma dirección.

Cuando no hay horizonte, el rumbo se convierte en una pesadilla.


sábado, 7 de junio de 2014

Corrupción o gobernabilidad, la trampa del postkirchnerismo

Por Ariel Torres


Existe un viejo dilema, ya convertido en paradigma, en el sistema político argentino, y es el hecho de construir una alternativa de gobierno eficaz por fuera del peronismo. En sus tiempos, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa -los dos únicos presidentes no peronistas desde el regreso de la democracia- fracasaron con distinta intensidad a la hora de edificar no ya una fuerza política superadora, sino simplemente una capaz de ofrecer la posibilidad cierta de una alternancia eficaz.

Tal como en aquellas épocas, hoy una dirigente proveniente del radicalismo empieza a acercarse a la Presidencia, impulsada por el hartazgo social ante la corrupción y la arbitrariedad de los actuales gobernantes. No obstante eso, Elisa Carrió ha emprendido su larga marcha con un andamiaje político incluso más frágil que el de sus predecesores, puesto que ya no existe un partido radical nacional y vigoroso, la única fuerza que desde el surgimiento del peronismo se acercó a su volumen político y social. Es aquí donde empiezan a surgir las dudas sobre la capacidad del inmenso desafío que aguarda a Carrió, porque no se trata sólo de ganar la elección –trámite de por sí difícil pero posible gracias a la suma de errores que comete el oficialismo- sino que al mismo tiempo que desafía y vence a un poder que se ha rebelado implacable, Carrió deberá emprender una tarea titánica: construir una nueva fuerza política nacional que le de sustento a su liderazgo.

La historia política de Argentina demuestra que no es una tarea imposible, pero un repaso por los líderes que han logrado semejante proeza con éxito y solidez, arroja nombres de vértigo: Juan Domingo Perón, Mao Tse-tung, Lech Walesa, y más cerca, Lula da Silva y su creación política, el Partido de los Trabajadores. Si bien hay muchísimos apellidos para agregar a esta lista, lo que queda claro en cualquier caso, es que el salto de calidad a dar sigue alto, bastante alto.

No es menor el hecho de que el verdadero desafío –y aporte- de Carrió tiene que ser ofrecerle a la democracia argentina una alternativa de gobierno al peronismo. Suena sencillo al oído pero es difícil, muy difícil. Tan imponente resulta, que si lo lograra, se convertiría automáticamente en una Estadista, de lo contrario será una presidente más, para sumar una nueva frustración y reforzar el vínculo disfuncional que existe desde hace 30 años entre los peronistas y el poder.    


En este sentido, Lula es un excelente espejo para analizar la importancia vital de construir la casa desde los cimientos. Primero una fuerza política y social de alcance nacional, y a partir de allí, tarde o temprano el gobierno llega, y cuando llega, existe el músculo para administrarlo.

A Lilita no sólo le falta una red de gobernadores, intendentes, legisladores provinciales y nacionales de la densidad del peronismo, sino que no dispone de una herramienta fundamental: una base sindical en la que recostarse. Si hay algo que su fuerza ha descuidado es la construcción al interior del movimiento obrero, un error gravísimo sólo entendible cuando llega el tiempo del conflicto. Algo que comprendieron Alfonsín y De la Rúa, cuando ya era demasiado tarde.

Si hacemos un poco de memoria, encontraremos en los anales de la política reciente el caso de Carlos “Chacho” Alvarez, que como peronista que es, entendió en su momento la raíz del problema y apostó a la CTA de Víctor de Genaro, la única experiencia sindical que con regular éxito logró erigirse como alternativa al sindicalismo tradicional de la CGT, aunque es inmenso el trayecto que le falta recorrer para acercarse a la representatividad de esa organización. No obstante, hoy la CTA está más cerca de los Kirchner que de Carrió. Resulta naturalmente influyente pensar que es por el pasado radical de Carrió.

A esta altura de los acontecimientos, resulta inmedible el impacto real de la corrupción en la decadencia argentina, esto es si es determinante o se trata de un factor que agrava una situación provocada por otras causas y, en caso de no existir o estar atenuado, tampoco habría garantizado el desarrollo integrado del país. Y sobre esa idea, que le quita entidad al problema de la corrupción, se monta el peronismo en sus periódicos cambios de piel. Es la coartada que le permite instrumentar los indultos masivos que instrumenta en cada relevo de liderazgo. Es lo que estamos presenciando con una transparencia encantadora, cuando Eduardo Duhalde habla del hartazgo de los gobernadores y líderes peronistas del estilo autoritario de los Kirchner.
Es notable como el problema de la corrupción está ausente en su discurso.

El peronismo se sabe y se comporta siempre como un partido de gobierno, se mimetiza con el Estado, al que llega a considerar como algo propio, y desde ese lugar ofrece ocuparse de “las cosas que de verdad importan”, como es la economía, el trabajo, la justicia social. El respeto a las instituciones o la corrupción, son en todo caso entretenimientos para almas sensibles y sobre todo, con mucho tiempo libre.



Ni lerdo ni perezoso, Duhalde visualiza allí a una nueva generación de “rebeldes” de las élites peronistas. Los Kirchneristas ya no son garantía de éxito electoral, y ya que su capacidad para conservar el poder ha comenzado a cuestionarse, Duhalde ve la oportunidad y se propone como el eje sobre el cual construir un nuevo orden que asegure la continuidad. No es curioso ni caprichoso el discurso unificado de Juan Carlos Mazzón: “si gana Lilita vamos todos presos”, para encolumnar a los peronistas detrás de Kirchner. “Si seguimos a Kirchner, perdemos las elecciones, el poder, y vamos todos presos”, es la idea que empuja Duhalde.

Hoy el fracaso peronista es más profundo, y se mide por la corrupción enquistada, que ha convertido a un movimiento que nació como la expresión política de los sectores más desposeídos, en una bizarra casta de millonarios que han perdido el rumbo, el coraje y el sentido de su existencia política. El fracaso incontrastable -y acaso imperdonable- es que allí donde han administrado el poder, han reproducido y agravado la pobreza y la marginalidad, alimentadas por un clientelismo asfixiante. El saldo de los últimos 25 años de democracia -un largo mandato peronista con breves interregnos radicales- es elocuente en ese sentido. Aunque tal vez una cosa esté relacionada con la otra.

El peronismo ha entendido que para conservar la hegemonía política, es necesario combinar fuerza y consentimiento en un equilibrio variable. Si sólo se basara en la fuerza sería imposible asegurarse el control indefinidamente, puesto que el consentimiento de los gobernados es crucial para darle sustentabilidad al sistema. Se suma a este dispositivo el soborno político y empresario, una espléndida vía para lograr adhesiones y evitarse problemas de manera poco cruenta. El kirchnerismo elevó esta práctica a la categoría de política de Estado, sacralizándola en un sistema fiscal centralista, última expresión de una muy opaca y mezquina mirada del poder.

El exceso y la desmedida han empezado a volver disfuncional este manejo, y el sistema está crujiendo. “La tasa del sistema sencillamente está muy alta, aquí hace falta un mani pulite como el que hicieron los italianos para bajarla, cuando la tasa de la corrupción se había disparado”, explicó un empresario, en un buen análisis crítico. Así la fuerza, expresada como espionaje, intimidaciones económicas y públicas, fuerza bruta o conflicto sindical, está agotando su capacidad de intimidación, porque ya no hay tantos buenos negocios para hacer. O mejor dicho, son cada vez menos y más cercanos al poder, los pocos que los hacen. O sea, la adhesión en las elites está en proceso de declive. Y la opinión pública hace tiempo que se cansó. Y un gobierno sin la adhesión de las elites y la mayoría social, está parado sobre el aire.


Pero este consenso anti Kirchner que se está cristalizando –como en su momento lo fue contra Menem-, encierra un inmenso riesgo. El hartazgo, la bronca, hasta la indignación, necesitan un canal que los metabolice en alternativa política consistente. El “cualquiera menos los Kirchner” es peligrosísimo, además de infantil. Las frustraciones que hoy se concentran en su figura son más profundas que sus particularidades personales y los exceden.


No es del perro del que hay que ocuparse, sino de la rabia.

miércoles, 4 de junio de 2014

Tomar deuda como alternativa de reformas estructurales

Por Ariel Torres



A fines del año 2000, cuando el gobierno de De la Rúa había logrado cerrar el blindaje, yo discutía con colegas ocasionales respecto de este tipo de acuerdos financieros, los que de ninguna manera deben tomarse como sustituto de las reformas estructurales, puesto que cuando hay déficit fiscal, el endeudamiento no sirve para resolver el problema. En última instancia se lo puede explicar (no justificar) como una forma de ganar tiempo hasta que se hacen las reformas de fondo.

Si en una empresa los números no cierran porque gasta más de lo que le ingresa por ventas, tomar un préstamo no le soluciona el problema. En todo caso el endeudamiento puede servirle para financiar la reestructuración de la empresa a los efectos de equilibrar los números y empezar a ganar dinero. No es muy difícil de entender.

En el análisis de un país sucede lo mismo; se puede tomar deuda para financiar la reestructuración del Estado, para poder reducir el gasto y en el óptimo disminuir la carga tributaria, pero tomar deuda para financiar el déficit no es otra cosa que pavimentar el camino al colapso. Es un escenario complicado, y es como dejarle un campo minado al próximo gobierno.

La pregunta de si había que arreglar con el Club de París o no, se contesta sola: por supuesto que sí, pero no salir a endeudarse para tapar huecos fiscales. Es  más, lo mejor que le puede pasar a los argentinos es que el gobierno no consiga un dólar en el mercado voluntario de deuda porque cuanto más estiren esta agonía, peor va a ser la explosión final que vamos a tener que soportar porque los problemas se acumulan potencialmente. Cuanto más se estire la agonía, peor y más violente será el aterrizaje.

Es un poco tragicómico leer algunos análisis de colegas que dicen que el gobierno, a disgusto, está adoptando medidas para corregir parte de los errores, citando el caso de la devaluación, el anuncio de la reducción de los subsidios al gas, la suba de la tasa de interés o, ahora, la búsqueda de un acuerdo con el Club de París. En todo caso, el acuerdo no es definitivo. Solo leyendo el comunicado del Club de París, no los del Ministerio de Economía, se advierte que por ahora, el gobierno se comprometió a pagar para seguir hablando y tratar de llegar a un arreglo. Ni más ni menos.

Tanto la devaluación de enero como la suba de la tasa de interés sólo sirvieron para que Kicillof intentara poner orden en las cuentas públicas para bajar o eliminar el déficit fiscal y de esa forma reducir la emisión monetaria del Central, que financia el déficit del tesoro. Por ahora lo único que consiguieron fue comprarse una feroz recesión, ya que el déficit fiscal de marzo fue monumental; más de $ 17.000 millones y el blue sigue inquieto. Muy suelta de cuerpo y de bolsillo, CFK no tuvo mejor idea que anunciar más gasto público con un incremento de subsidios “sociales” y planes de viviendas. Más gasto implica más déficit, con más emisión monetaria, inflación y caída del tipo de cambio real, algo que invariablemente agudiza los problemas externos.



No es una simple cuestión de “mala gana”, con que el gobierno cambia de rumbo, sino que pone parches que algunos confunden con eso. Cambiar el rumbo sería bajar el gasto público, no aumentarlo. Quitar el cepo, no acentuarlo limitando el pago de importaciones hasta U$S 300.000 dejando sin insumos a los productores locales y creando un caos de suspensiones y despidos. Eso sería interpretado como una intención de cambiar el rumbo, no estos ensayos de impacto a los medios.

Arreglar con los acreedores externos para poder acceder a financiamiento externo, no es un cambio de rumbo, más bien es el mismo rumbo que viene siguiendo desde que perdió las legislativas del año pasado, esto es, intentar estirar la mecha para que la explosión sea posterior al 2015. No le están resolviendo problemas al próximo gobierno, se lo agrava. Basta con ver cómo son los vencimientos que surgen del supuesto acuerdo con el Club de París para advertir que el 90% de los mismos le caerán a la próxima administración.

Cuando habla de respetar los plazos constitucionales, el Gobierno debería recordar que la Constitución tiene más artículos que el que establece el período de los mandatos presidenciales, y también hay que respetarlos. La oposición debería tomar conciencia que cuántos más muertos se dejen para llegar al 2015 peor les va a ir a ellos políticamente, porque tendrán que asumir el costo de desactivar el desastre. Eso de especular con que todo le explote antes del 2015 al gobierno puede ser una especulación que, en una de esas les sale bien, pero si les sale mal, no solo la oposición tendrá que bancarse todos los problemas heredados. 

Lo más grave es lo que tendrá que vivir la gente de aquí hasta el 2015 y luego del cambio de gobierno.