viernes, 1 de junio de 2012

Qué se entiende detrás del "Relato Antiverde"


Por Ariel Torres

En estos días me han preguntado mucho acerca de las razones del Gobierno para poner más y más restricciones a la compra de dólares y a las operaciones que habitualmente se hacen con la moneda norteamericana. Yo les respondo que si bien hasta marzo no era muy optimista con el futuro de la economía argentina en general, ahora sostengo que esto es un fárrago de errores conceptuales del que va a ser muy difícil salir sin costo. Más allá de mi consideración acerca de que se trata de una decisión equivocada, la Presidenta lo hace porque Guillermo Moreno se lo vendió como un instrumento apto para tratar de frenar el precio del dólar y así morigerar el aumento del costo de vida y la inflación en dólares. Es una medida inadecuada básicamente porque ya demostró su ineficacia largamente, ya que el gobierno lo viene intentando desde 2007. Decidió mantener el tipo de cambio bajo pero no le sirvió para desacelerar el proceso inflacionario. La manipulación del índice de precios oficial es la evidencia más clara de que esa política nunca estuvo a la altura de las circunstancias.
Qué se supone que puede pasar -entonces- a partir de ahora? Como vengo diciendo hace rato, hay  tres escenarios posibles: uno es la continuidad de las restricciones y, para mí, sería desastroso. Nos llevaría a la tablita cambiaria de Martínez de Hoz y terminaríamos como terminó el país en la época de Lorenzo Sigaut, con el ministro gritando "El que apuesta al dólar pierde" (se acuerdan?), en el medio de una profunda recesión y una altísima inflación. Otro sería algo muy parecido a lo de 2002, cuando el dólar llegó a 4 pesos pero terminó, a fin de año, cerca de 2,80 pesos, una vez que el mercado comprendió que la política económica sería expansiva y que el Banco Central no dejaría que la moneda norteamericana se disparara más allá de tres pesos. Ortodoxia pura, de libro, pero efectiva. Esto significaría aflojar las restricciones y dejar subir el dólar hasta una cifra controlable, por encima de 5, pero lejos de 6 pesos.
Asusta el dólar a ese valor? Yo creo que intrínsecamente ya está instalado allí, y no se moverá para abajo, bajo ningún concepto.
Y el tercer escenario? Es uno intermedio, con un tipo de cambio desdoblado. Uno para el campo, con un precio muy cercano al dólar oficial, de más o menos 4,50 pesos, y otro dólar "industrial", que hoy podríamos ubicar en 5,50 pesos. Eso le permitiría al Central absorber muchos millones de dólares, por la diferencia que podría hacer entre la compra y la venta. Sería como una 125, pero a través del desdoblamiento cambiario. Nunca fui partidario de los tipos de cambio múltiples, porque distorsionan la economía y por ende, los precios relativos, por lo que yo supongo que si me dejo llevar por los antecedentes inmediatos, creo que se profundizarán las restricciones y provocando aún más desaceleración económica.
Me preocupa tanto eso como la incertidumbre que tiene la mayoría de la sociedad, desde los grandes empresarios hasta el pequeño ahorrista, sobre qué hacer con el dinero que tenían o tienen apartado para atesorar o para no perder el valor de la moneda. En este momento la gente no tiene la menor idea de qué hacer con su dinero. Colocar los pesos a plazo fijo no sería un buen negocio, porque la inflación los está desvalorizando cada vez más rápido. Comprar dólares no se puede. El excedente de los pequeños ahorristas ya no alcanza para cambiar otra vez el auto y comprarse un nuevo plasma, porque los salarios ya no están acompañando el costo de vida. A este paso vamos a estar usando nuestros ahorros para hacer frente a gastos corrientes. No falta mucho para eso.
Es interesante analizar por qué un gobierno que defiende con tanta convicción la libertad para elegir el sexo, la identidad de género y otros derechos civiles, y al mismo tiempo ejerce como un gendarme de frontera cuando un individuo trata de decidir qué hacer con el dinero que se ganó de manera lícita. Durante los últimos años, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, el vicepresidente Amado Boudou y el responsable de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray, eligieron, entre otras opciones, la divisa estadounidense para no desvalorizar su patrimonio y nadie puso el grito en el cielo por eso. Por otra parte, es evidente que las restricciones sobre la compra de dólares operan, de manera directa, sobre un mercado muy pequeño, y eso le daría la razón al Gobierno cuando sostiene que no se trata, todavía, de un problema enorme, sino de un hecho que está siendo potenciado por quienes pretenden que "al país le vaya mal". 
Pero esto no impide reconocer, al mismo tiempo, que las sospechas sobre la existencia de problemas más serios en la economía estén alcanzando no sólo a los inversores más sofisticados, sino también al ama de casa, los encargados de los edificios y los choferes de taxis, que se informan no sólo por los medios de comunicación, sino también a través "de lo que pasa en la calle".
Yo le sugeriría a la Presidenta y los funcionarios que no sigan hablando del dólar, porque no sólo van a potenciar la preocupación de la gente, sino que van a afectar su ya casi nula credibilidad. El relato oficial podrá insistir en que la inflación anual de los últimos cinco años no superó los dos dígitos, pero ahí están las paritarias del año pasado para poner las cosas en su lugar. Además, ese discurso es peligroso, porque dos dígitos pueden ser 25 u 88%. Los funcionarios podrán argumentar que la moneda nacional mantiene su valor, pero la existencia de billetes viejos y en muy malas condiciones que inundan el mercado lo desmiente día tras día. Además hoy un billete de $100 del 2004 hoy vale apenas $ 36.
También lo desmiente la creciente cantidad de billetes que se necesitan para llenar la góndola del supermercado o el almacén que -obviamente- no se trata de una operación de los medios ni una decisión de traidores a la patria, sino de gente común tratando de mantener su nivel de vida.

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