martes, 28 de octubre de 2014

Una presidenta, al compás de sus propios miedos

Por Ariel Torres

Fuente: Jorge Fernández Díaz - LA NACION


Forzosamente debe temer a muchos el que es temido por muchos, decía Séneca. Es por eso que las apariencias engañan. Ni la perpetuación en el poder ni los delirios de grandeza explican cabalmente los últimos movimientos políticos de Cristina Kirchner. Detrás de sus arrebatos y dialécticas, de sus despliegues más o menos secretos y de sus estudiados mohines de actriz se esconde el verdadero sentimiento que la domina por estas horas: el miedo. Un monstruo de mil cabezas que a veces la obliga a embadurnarse con Pancutan y a combatir el fuego con nafta, creando una agenda avasalladora y por momentos hilarante: el incendiario no sabe combatir las llamas y el prepotente es un débil que precisa transmitir fortaleza.

La patrona de Balcarce 50 tiene decidido, sin embargo, arreglar con los holdouts. Los detectives de Paul Singer siguen buceando en los papeles flojos de la familia presidencial y de sus socios más íntimos, y la máxima pesadilla consiste en despertarse un día y advertir que parte de esa investigación decora la portada de The Washington Post. Un escándalo mundial. A los kirchneristas sólo los calma el razonamiento más o menos lúcido de que los buitres no harían esa jugada, sino como revancha fatal cuando ya todo esté perdido; mientras tanto necesitan guardar sus cartas y mostrarlas de a poco, y mantener el suspenso para que el Gobierno pague y todo se olvide. Aunque, claro está, con las informaciones clasificadas nunca se sabe. Porque las carga el diablo.
El segundo propósito de un arreglo con esas aves consiste en levantar el default y acceder a créditos: la Argentina necesita de manera urgente un salvavidas de 10.000 millones de dólares para cruzar el río y evitar el naufragio. Ésta es la angustia más grande que acosa los insomnios de Olivos: un derrumbe económico significaría también una catástrofe judicial. Y la situación es crítica. El cepo cambiario fue creado para proteger las reservas, que entonces rondaban los 46.000 millones de dólares. Ese invento autóctono hirió de muerte la inversión y las finanzas del país. En diciembre calculan que quedarán unos 23.000 millones en el Banco Central. Se habrán perdido a razón de treinta millones de dólares por día hábil.
Las cifras que se van conociendo también producen vahídos, y es falso que la jefa del Estado, obnubilada por Kicillof, no tome nota del desastre. Hay un problema más intrincado: no sabe cómo salir de la fosa que ella misma cavó. Las automotrices experimentaron sólo en agosto una caída del 34%. La producción industrial retrocedió más de 4% en un año, las exportaciones se contrajeron un 10%, la construcción se desplomó un 2,3%, la inversión extranjera se redujo un 20%. Y, mientras tanto, en apenas ocho meses el rojo de las cuentas públicas aumentó un 178%. El gasto público de agosto se desbocó, y el déficit se triplicó y está descontrolado. La actual estanflación se parece un poco a aquella hiperrecesión desesperante que supimos concebir. Como ahora, entonces había en el poder enamorados de un dogma, que nos iban hundiendo progresivamente en la impotencia. Ayer una cierta ortodoxia estaba obsesionada con recortar. Cuanto más ajustaba, más se congelaba el consumo y más declinaban la industria y el trabajo, en un aciago círculo vicioso. Hoy, como reacción pendular, heterodoxos sin experiencia tratan de reactivar gastando sin rigor, con lo cual emiten, producen inflación galopante, dañan el consumo, hieren el empleo y no consiguen despertar al paciente de su letargo. Se verifica una vez más que lo contrario de una necedad puede ser una tontería, y que los argentinos podemos ser ineptos tanto a izquierda como a derecha.
Es por eso que la polémica entre el Gobierno y el Coloquio de IDEA suena un tanto pueril y anacrónica: el modelo murió, pero ya no es noticia puesto que eso aconteció hace rato. Concediendo que la baja inflación, el cuidado fiscal, los superávits gemelos, una moneda competitiva, un acuerdo internacional por la deuda y una política exterior respetuosa constituían de por sí un "modelo" más o menos exitoso en los albores del kirchnerismo almacenero, es imprescindible recordar que poco después un populismo atolondrado se impuso, y que esas variables fueron dinamitadas una por una. En su lugar, el oficialismo colocó improvisación, remiendos, camelos y cachivaches. El resultado actual de esa larga y pésima gestión le pone a Cristina Kirchner los pelos de punta: llegan de todas las provincias y de vastos sectores del conurbano informes sobre descontento social y posibles saqueos.

Cada vez que la preocupación cala en los huesos, la doctora pone en marcha un callado viraje. Todo debe hacerse discretamente, no sea cosa que la manada épica ponga el grito en el cielo, la tache de conservadora y baje los brazos. La cruda realidad también recorrió como un escalofrío la columna vertebral de Cristina el año pasado, cuando el Central parecía una bomba de relojería. Bajo el imperio del pánico, decidió arreglar con Repsol, el Ciadi y el Club de París. Giró con la devaluación prendida en la solapa, pero más tarde las aguas se aquietaron, el susto se diluyó y tras agasajar a Estados Unidos y a Europa los volvió a sopapear para cubrir con epopeya cutre un error de estrategia y para sacarle el jugo político al limón nacionalista: las encuestas la premiaron.
Este momento tiene también un aire de familia con aquel breve interregno de lógica pragmática. A la decisión de arreglar con los holdouts y regresar al mercado de capitales se añade el lanzamiento del Código Procesal Penal, que al menos en su declamación (la letra chica es otra cosa) intenta reconocer por primera vez en once años la desprotección de la sociedad frente al delito. Lo hace, por supuesto, tratando de sacarse de encima el cadáver del fracaso de su propia política de seguridad y trasladando las culpas a quienes tienen muchas pero no todas: los jueces y los fiscales. Por cadena nacional, Cristina mencionó conceptos que la alejan de Zaffaroni y la acercan a Scioli: puerta giratoria, reincidencia, expulsión de extranjeros. Sólo el pavor a los sondeos, donde también una mayoría lacerante protesta por la impunidad criminal, explica esta reconversión retórica de último minuto. La metamorfosis incomoda al CELS, a Carta Abierta y a algunos muchachos sensibles como Jorge Taiana, que para no pegarle a la gran dama lo sacude a su centurión, Sergio Berni.
El dato político fundamental es que la Presidenta resolvió jugar con el menos malo: al motonauta le pondrá un sparring para la interna, le copará las listas y tratará de probar con el ilusorio apotegma "Scioli al gobierno, Cristina al poder". El vacío y el miedo la conducen también a esta opción electoral, que repugna al kirchnerismo puro, pero que fue conversada en el Vaticano. El titán naranja responde a ese nuevo cortejo: acuerda con Máximo, confraterniza con La Cámpora y sablea a los empresarios que antes comían de la mano oficial y que ahora, ahogados por la crisis, merodean la queja. Los hombres de negocios siempre contaron con la comprensión del pacifista de La Plata, pero hoy son víctimas del más surrealista de todos los enroques: Cristina hace sciolismo y Scioli se vuelve cristinista. Dios los cría y el espanto los rejunta.

Con el miedo, la jefa intenta dos cosas: administrar el propio e infligir el ajeno. No es una buena nueva. El miedo nubla la razón, nada es más peligroso que un jabalí herido y nadie es más fascista que un burgués asustado.

lunes, 27 de octubre de 2014

Cuando la quietud no es una opción

Por Ariel Torres



Cuando el sol se hace presente a pleno en esta parte del mundo, sentarme a disfrutarlo me invita a leer y pensar otras cosas además de lo natural de mi profesión. Voy a arrancar diciendo más allá de las muchas divisiones que podemos hacer, acerca de las personas, la más básica, primordial y bastante saludable discriminación, es aquella que expresa que la humanidad se divide en dos clases de personas: las que creen que tras la vida terrena nos espera alguna forma de trascendencia y las que piensan que todo se acaba aquí mismo. Tengo otra muy buena que reza lo de que nos dividimos en lobos y corderos, pero eso es para otro análisis. De todas maneras, el criterio que se emplee en una clasificación de este tipo siempre dirá más acerca de quién lo postula que sobre el género humano. Sólo somos capaces de ver afuera aquello que llevamos dentro. Aunque a veces, ni eso.
En cierta oportunidad, no hace mucho, viajando en el subte de Buenos Aires, una mujer que se abría paso en el vagón lleno de gente apoyó –poco gentilmente- su hombro en mi espalda y me obligó a correrme de mi espacio. Era la segunda vez que lo hacía. En la primera, obviamente, se había abierto paso en dirección contraria. En ese momento, en ese viaje poco ortodoxo pero común, me di cuenta que podía intentar una discriminación un poco más mundana. Paso a explicarlo:
Evidentemente la mujer pertenecía a una especie típica de los usuarios del transporte público: la de aquellos que no pueden quedarse quietos. Aunque no quede resquicio, ellos mascullan un insistente "Permiso" y se escurren entre los pasajeros apretujados, obstinados en llegar siempre más allá. Van dejando en el camino un reguero de codazos y pisotones que impactan en aquellos que pertenecen a la especie contraria, la de los que sí saben quedarse en un lugar, de camino adonde van. En las horas pico se libra una sorda batalla entre unos y otros en los vagones de cualquier transporte de rieles, en casi cualquier lugar del mundo.
El ejemplo me sirvió para advertir que lo mismo sucede en el mundo exterior, y la clave pasa por ir más allá de lo visible: más que en el desplazamiento insomne al que se entrega media humanidad, hay que indagar en la fuerza que lo impulsa. Volviendo a la mujer, que fue hacia adelante y luego volvió sobre sus pasos con la misma inútil determinación, me obligó a preguntarme adonde quería llegar, qué la impulsaba, si todo el vagón estaba igual de repleto. Qué es lo que mueve a los que no pueden estarse quietos? Mi primera respuesta tentativa es la convicción de que más allá, adelante, hay un lugar mejor que el que ocupan. Para ellos, como dice el título de una novela muy buena: la vida está en otra parte. Siempre.
En cambio a nosotros, los quietos, nos alcanza con el rayito de sol que se filtra por la ventanilla, con la película de nuestros pensamientos o con el hueco abierto entre nosotros y la espalda del vecino, apto para abrir el libro contra el pecho. Además de saber que no tiene caso trasladarse, pues el trabajo, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por evitarlo, lo hace el tren.
En otra oportunidad, hace unos días, iba en auto al centro con alguien. El tráfico avanzaba a paso de hombre por una avenida cuyo nombre no retuve. Impaciente, mi compañera de viaje –que conducía el auto- vio un claro y aceleró para salir a otra calle, en la que las cosas no estaban mucho mejor, y optó por probar calles secundarias. Ante cada obstáculo -una barrera baja, el carro de un cartonero- giraba, y tras un largo periplo fuimos a dar, no sé cómo, a una calle por la que desembocamos en otra avenida, por donde circulaba, lenta… la caravana de la que habíamos escapado.
-¿No era esa la señora de anteojos con el perro al lado, que venía adelante nuestro en la avenida no-me-acuerdo-el-nombre? –pregunté, juro que sin ironía.
La conductora –a la que aparentemente el dato le pareció irrelevante- sin mirarme, me dijo:
-Lo importante es que nos movimos.
Es menester entender que hay toda una filosofía en esa frase. Charlando con una vieja amiga sobre los renovados hábitos a los que nos conduce la primavera, me contaba que había observado su jardín “un poco raro” y se le antojó un cambio. Inmediatamente, se pudo a abrir canteros donde el año anterior los había cerrado y cerrar los que había abierto. Mi amiga, una mujer ciertamente centrada y paciente, trasplantó los agapantos allí donde estaban los jazmines, y viceversa, con el mayor de los esmeros. Tanto que quedó con la espalda en una lágrima. Pero más le dolía la certeza de que el próximo fin de semana la esperaba la tarea de devolver los jazmines cerca de las dalias y de dar a los agapantos un sitio “más satisfactorio”.
Conclusión de esta nada habitual línea de pensamiento de hoy: es natural y hasta bueno que quietos e inquietos se junten, de hecho lo aliento. La naturaleza tiende al equilibrio. Evita así los vicios de los extremos: el conformismo, en los primeros; el desasosiego, en los otros.

Sólo unos pocos tienen el don de saber hacer el movimiento exacto en el momento preciso. O al menos, eso creen.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Vaca Muerta al placard

Por Ariel Torres


Con tanta información disponible, ya es un tema instalado el hecho de que Vaca Muerta es uno de los reservorios más grandes del mundo en términos de petróleo y gas, en su mayoría no convencional. De ahí el problema que surge cuando de extraer esos recursos se trata, puesto que los métodos a utilizar son relativamente modernos, y ante todo muy caros. La posibilidad técnica operacional de extraer esos recursos existe, pero la conveniencia económica dependerá siempre y en última instancia del precio del barril de crudo. Si el precio del petróleo cae por debajo de ciertos niveles, deja de ser rentable la utilización de estos métodos alternativos. Y el problema es justamente que el precio del petróleo se viene desplomando y alcanzó el nivel de 80 dólares por barril la semana pasada. Algo histórico.

En columnas anteriores he tratado de explicar alguna de las razones de la caída de ese precio, aunque en resumidas cuentas se trate siempre de una cuestión de oferta y demanda. En los últimos tiempos ha habido un gran aumento de la oferta de petróleo propiciada por el boom de la fractura hidráulica (fracking) en los EEUU. De hecho, Estados Unidos se ha convertido recientemente en el principal productor mundial de crudo extrayendo más de 11 millones de barriles por día, superando a Rusia y Arabia Saudita. Texas y Dakota del Norte producen el 50% del petróleo y han tenido buena parte de la responsabilidad en la recuperación económica de los últimos años.

De allí surge que la caída en el precio del crudo es en parte la consecuencia de un aumento impactante de oferta. Seamos un poco más gráficos y analicemos el crecimiento de los “horizontal rigs”, que son las perforaciones utilizadas para extraer shale oil:


La otra parte viene a cuento por la caída en la demanda mundial por desaceleración económica en Europa, China e India. Shock de oferta, disminución de demanda, igual a tormenta perfecta. Todo indica entonces que la tendencia a la baja en el petróleo continuará, y nadie sabe muy bien hasta donde. Justamente la dinámica propia de la oferta hará que algunos yacimientos de fractura hidráulica dejen de ser rentables, cierren y conlleven a una menor oferta de petróleo, o esa parece ser la lógica de los analistas. Lógica que por cierto no comparto. Ya en julio de este año, por ejemplo, Goldman Sachs se aventuraba a informar que con un barril en 85 dólares, muchos de estos horizontal rigs dejarían de ser rentables. El  Deutsche Bank indica –y allí sí concuerdo- que con un precio del crudo por debajo de 77 dólares, la mitad de los productores de shale oil se verán en serios problemas.

El viernes 17 de octubre el crudo cerró en 85 dólares por barril, dejando en claro que en estos niveles, no se justifica dejar de producir, pero de seguro no tiene sentido comenzar a buscar proyectos nuevos. De hecho en algunos mercados se habla que un eventual boom del shale oil está muriendo antes de haber nacido. Otra exageración sólo lanzada al ruedo por los especuladores de turno. Las acciones de las petroleras relacionadas con el negocio del shale oil y shale gas tuvieron caídas abrumadoras en Wall Street en los últimos 30 días, llegando en algunos casos al 40%. La conclusión pasa a ser muy simple: si a estos niveles de precio del barril deja de ser rentable el negocio en los Estados Unidos, con las enormes facilidades de acceso al crédito barato, nadie va a siquiera evaluar la posibilidad de hacer lo mismo en Argentina.

Entonces habrá que simplemente olvidarse de las inversiones externas en Vaca Muerta por un tiempo. Iniciar las inversiones masivas que se necesitan con un contexto de precio del crudo cayendo en picada, es algo que no hará ninguna petrolera internacional. Es sencillamente un suicidio económico. Por un lado cobra sentido la inversión pública en una empresa con participación estatal mayoritaria, pero eso se da de bruces con la realidad económica argentina, a la que no le sobra una moneda para tal fin, teniendo en cuenta que los niveles de inversión necesarios son multimillonarios, además –por cierto- de la consecuente necesidad de know how en este tema tan sensible, algo de lo que Argentina también carece.

Lo que me mueve a un comentario final: el gran aumento de oferta de petróleo por parte de Estados Unidos y esta caída en precios, si bien afecta negativamente a algunos productores, favorece a los consumidores (nafta más barata) y le da poder a los EEUU, ya que en este contexto es claro que Arabia Saudita pierde injerencia internacional, pero además con una caída en el precio del crudo se debilitan sensiblemente las finanzas de Rusia e Irán, dos de sus enemigos políticos de siempre.

El shale oil creció tan rápido –de la mano de la permanente iniciativa norteamericana al respecto- que empujó hacia abajo el precio del petróleo. Por ahora, Vaca Muerta va al placard. Nadie va a invertir con un barril a estos precios.

martes, 21 de octubre de 2014

Incertidumbre por el precio del Crudo

Por Ariel Torres


Desde septiembre y sin solución de continuidad el precio internacional del petróleo ha estado en baja. Pero antes de pasar al análisis de esta columna, veamos una breve explicación acerca de los precios más utilizados hoy en día, que son el West Texas Intermediate (WTI) y Brent.

WTI: corresponde al precio del petróleo crudo extraído en el golfo de México y sirve como referencia para las transacciones en la bolsa mercantil de Nueva York o NYMEX por sus siglas en inglés. Este petróleo es del tipo “liviano” por su bajo contenido de azufre.

Brent: corresponde al precio del petróleo extraído en el Mar del Norte (Europa) y sirve como referencia para las transacciones en la bolsa de Londrés  o London Stock Exchange. También es un tipo de petróleo liviano, pero contiene más azufre que el WTI. 

En una estimación general la cotización WTI y Brent raramente coincidan. Esto se explica mayormente por el costo de procesamiento que requiere el crudo en cada región. En otras palabras, dado que  el WTI es un petróleo más liviano que el Brent, este requiere menor procesamiento, y por lo tanto, menor costo. Ahora bien, en esta ocasión, haremos foco en el WTI. 


Analizando el desempeño diario por semana, vemos cómo el precio ha estado deslizándose a la baja, alcanzando un mínimo de USD 80,7 por bbl el día jueves 16, es decir un 6% por debajo de la semana anterior, y 11% por debajo de la primera semana del mes de octubre. Si consideramos las variaciones diarias podemos ver que la caída que se dio entre el 13 y el 14 de octubre (en el primer gráfico corresponde al día hábil 10) es la mayor desde 2012.


El segundo gráfico muestra las variaciones diarias para el período 2012 hasta el último dato disponible en 2014. La línea roja corresponde al mínimo histórico hasta el momento (caída diaria de 4% entre los días 6 y 7 de noviembre de 2012).


 Menor demanda… Mayor oferta… veamos:

Una de las proyecciones más serias del sector es la que hace La Agencia Internacional de la Energía (EIA en inglés), estimando que el aumento de la oferta para todo el 2014 será de aproximadamente 1.6 millones de barriles por día, y de 0.9 millones barriles por día para 2015, con los principales jugadores del sector - Estados Unidos y Canadá- a la cabeza, mientras que el aumento proyectado para el consumo total en 2014 es de 1.0 millones de barriles por día, y de 1.2 millones de barriles por día para 2015.

Como vemos en el siguiente gráfico la producción y el consumo, proyectados, se comportarán de manera similar, explicando de alguna manera la tendencia del precio en el último mes.


Asimismo, notemos que en las variaciones año a año, ambos -consumo y producción- se desaceleran tanto para los datos históricos como para los proyectados.


No son menores los datos de la siguiente tabla, que muestra los precios de los contratos futuros para distintos meses, cálculo hecho al 17 de octubre:


Pareciera reflejarse la expectativa de que estos precios van a seguir presionados a la baja, como respuesta a lo publicado por el EIA.

viernes, 17 de octubre de 2014

Las fichas de Vaca Muerta no alcanzan

Por Ariel Torres



Que el petróleo es un recurso estratégico no cabe ninguna duda, pero definitivamente tenemos que tener en claro que no es el único, y apostar todas las fichas a que lo sea, es un error monumental. Allí está Venezuela como terrible ejemplo de ello.

Los recientes anuncios en el sentido de las reservas shale de Vaca Muerta lo convierten en el 5to yacimiento en importancia en el mundo, ha vuelto loco a más de un neófito en el tema, el 90% de ellos, políticos. Pero en este contexto de petróleo barato, cuya tendencia parece constante al menos hasta fin de año, retrasará sensiblemente cualquier inversión en nuestro yacimiento estrella.

Cuando suceden estos hechos de aparente volatilidad, los principales operadores reales, es decir, aquellos que operacionalmente analizan sus costos y proyecciones, desensillan hasta que aclare, primero, para inmediatamente después rehacer y recalcular todas las proyecciones futuras. Los ajustes de precios a la baja tienen impacto inmediato en todas las economías de escala dependiente del petróleo. Inmediato.

Además, y como si esto fuera poco, cobra vigencia  la teoría del pico de Hubbert, también conocida como cenit del petróleo, petróleo pico o agotamiento del petróleo. Es una influyente teoría acerca de la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo, así como de otros combustibles fósiles. Predice que la producción mundial de petróleo llegará a su cenit y después declinará tan rápido como creció, resaltando el hecho de que el factor limitador de la extracción de petróleo es la energía requerida y no su coste económico.


Aún siendo controvertida, esta teoría es ampliamente aceptada entre la comunidad científica y la industria petrolera. El debate no se centra en si existirá un pico del petróleo sino en cuándo ocurrirá, ya que es evidente que el petróleo es un recurso finito y no renovable en escalas cortas de tiempo por lo que en un momento u otro se llegará al límite de extracción. Esto depende de los posibles descubrimientos de nuevas reservas, el aumento de eficiencia de los yacimientos actuales, extracción profunda o la explotación de nuevas formas de petróleo no convencionales.

El presupuesto de varios de los principales exportadores de crudo del mundo está en jaque, hoy, producto de la fuerte caída del precio del petróleo. En Rusia, cuya economía ya sufre por las sanciones de Occidente, se esperan más recortes de gastos y en Irak temen por el presupuesto en seguridad, en un país asediado por la agrupación extremista Estado Islámico (EI). Desde Moscú hasta Caracas, desde Riad hasta Bagdad, en Teherán, Argel, la ciudad de Kuwait y Lagos, en Nigeria, los líderes políticos, ministros de economía y directores de los bancos centrales hacen denodados esfuerzos para hacer frente a la caída de precios, aproximadamente un 25% (una enormidad) desde el pico de junio.

El precio del barril de crudo Brent ayer era de 85 dólares, cuando en junio se vendía a 115.
La caída tiene varios factores, pero principalmente parece estar impulsada por la mayor producción de crudo en Estados Unidos y por las proyecciones de una sostenida reducción de la demanda en muchos países desarrollados, así como por la desaceleración del crecimiento en China. Digo parece, porque hay varias versiones que indican un lobby desde los Estados Árabes en detrimento de los yacimientos shale oil especialmente ricos en calidad de EEUU.
De todas maneras, una noticia que es mala para muchos, puede ser buena para otros, y en especial para Washington. Países como Rusia, Irán y Venezuela, que en los últimos años buscaron sojuzgar la influencia de Estados Unidos, ahora podrían tener que moderar su actitud, ya que enfrentan crecientes presiones financieras.
Si bien Rusia tiene reservas de billones de dólares como colchón, precisamente para enfrentar este tipo caída de precios, en Moscú ya hay signos de preocupación, ya que la administración centralista de los recursos está aún muy instalada allí. Ejemplos sobran: en una reunión realizada en esa ciudad esta semana con el consejo de derechos humanos del gobierno, el presidente Vladimir Putin rechazó de plano un pedido de mayor financiamiento de ese organismo y citó como argumento la caída de los ingresos por exportaciones de crudo.
El mismo Putin dijo: "como sabrán, el precio de la energía ha caído, así como el de otros de nuestros productos tradicionales”, para agregar que "debido a eso, deberemos reconsiderar el presupuesto para reducir algunos gastos". Fue un notable distanciamiento de la altanería con que Putin respondió a las sanciones de Occidente por lo ocurrido en Ucrania, a las que calificó como apenas una molestia.
En el mismo contexto, en los últimos días Venezuela, cuyas exportaciones dependen en un 95% de las ventas de crudo, convocó a una reunión de emergencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo para tratar el hundimiento de los precios, una convocatoria que otros miembros rechazaron a favor de la reunión ordinaria del organismo a realizarse el mes próximo. Venezuela hace rato que no impone nada ya en el mundo petrolero.

Es esperable un rebote de los precios, casi con seguridad, como respuesta a las fuerzas normales del mercado y a la fuerte y continua demanda, sobre todo de parte de los países desarrollados, pero difícilmente se recuperen los niveles de mediados de este año.
Ahora bien: parte del excedente de producción que también está empujando los precios hacia abajo es resultado de un aumento de la producción en Irak y Libia, países que atraviesan una situación de inestabilidad que en cualquier momento podría generar el cierre de los pozos, hecho que desencadenaría un aumento súbito del precio del barril. Pero en lo inmediato es muy probable que los grandes productores enfrenten crisis presupuestarias de diverso grado de severidad, con sus consecuentes ramificaciones económicas, estratégicas y políticas.
Lo grave a considerar es que varios de los países productores y exportadores dependen fuertemente del precio del petróleo para cubrir sus necesidades presupuestarias". Con un 20% de depresión de esos precios, en muchos de esos países, los números apenas cierran. Rusia e Irak enfrentan circunstancias particularmente difíciles, en parte debido a las tensiones geopolíticas generales de sus regiones. Rusia, ya aquejada por la inflación y la drástica caída del rublo, vio muy reducida su capacidad de endeudarse debido a las sanciones de Occidente. Irak está librando un conflicto militar costoso y de final particularmente abierto y sensible contra los extremistas de Estado Islámico.
Algunos analistas creen que en su reunión del próximo mes, la OPEP, liderada por Arabia Saudita, decidirá recortar la producción y estabilizar los precios. Aunque parece lógico, me permito disentir, puesto que Arabia Saudita tal vez permita que los bajos precios persistan, en parte para apretar a sus principales rivales -Irán y Rusia- y en parte para presionar a los productores de shale oil de Estados Unidos, como dije antes.
El liderazgo de Arabia Saudita en estos sensibles temas, está dado por sus relativamente bajos costos de producción, y su programa de gastos interno, que le permiten mantener equilibrado su presupuesto con un precio de aproximadamente 95 dólares por barril, frente a los 100 dólares por barril que necesita Rusia, o aún más, Irán. Los sauditas también cuentan con enormes reservas en efectivo que les permiten sostener su presupuesto.


La cuestión es hasta qué punto uno está dispuesto a comerse las reservas y hasta cuándo, hasta poder reducir la producción, es el interrogante hoy, cuya respuesta –les aseguro- nadie tiene.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Cuando lo inadmisible se convierte en corriente

Por Ariel Torres


En otros contextos, o en este mismo pero en otros tiempos, que uno de los más altos cargos del Estado fuera acusado de apropiarse de la fábrica de papel moneda sólo podría haber causado pesar y sorpresa; que se sugiriera de un ex presidente que trasladaba bolsos con billetes debería haber resultado absurdo; que fortunas inmensas transferidas a los concesionarios de los ferrocarriles se hayan desvanecido en el aire debería haber sido incoherente. Sin embargo, aquí y ahora nada de todo eso resulta sorprendente: podría no ser verdadero, pero es verosímil: se non è vero, è ben trovato, se dice en Italia.
Las conductas concretas de los dirigentes de la sociedad argentina han corrido las fronteras de lo verosímil y han instalado –una vez más- en el territorio de lo que es posible hacer, prácticas que deberían ser completamente ajenas a lo imaginable. Cuando digo "una vez más" quiero significar lo obvio: las muchas veces que ha ocurrido; sin embargo, el kirchnerismo ha sido, para esto, extraordinariamente pródigo, y ha contribuido de manera sustancial al deterioro de una sociedad que no termina de encontrar el modo de construir un futuro común.

Si digo que ninguna especie animal ha desarrollado comportamientos sociales de la complejidad y extensión que distinguen a la nuestra, no descubro nada. Es por eso, quizás, que la biología y la cultura han contribuido realizando esfuerzos enormes que permitieron la selección de rasgos cooperativos, sin los cuales esa complejidad hubiera resultado imposible de alcanzar. Esa disposición para cooperar -que no es exclusiva de los humanos- vuelve distintiva a nuestra especie cuando se suma a otras dos habilidades: la comunicación y el aprendizaje social.

“La selección entre grupos humanos típicamente promueve el altruismo entre los miembros de la colonia. Los tramposos pueden ganar dentro del grupo, quedándose con una parte mayor de los recursos, o evitando tareas peligrosas o rompiendo las reglas; pero las colonias de tramposos pierden frente a las colonias de cooperadores" dice –y coincido- Edward O. Wilson, uno de los más reconocidos biólogos de la actualidad. Así como la psicología evolutiva y la biología de poblaciones han estudiado estas características desde la perspectiva de la evolución, también la sociología ha intentado comprender la razón por la cual nuestra especie produjo esa forma infinitamente elaborada de organización que llamamos civilización, y que tanto para su conformación como para su mantenimiento requiere inmensos esfuerzos individuales y colectivos.
En términos evolutivos, el objeto de ese esfuerzo consiste en asegurar el mayor éxito reproductivo posible para nuestra especie; en términos sociológicos, la función del proceso civilizatorio es fundamentalmente la de reducir la incertidumbre respecto del futuro.
Aunque la conducta de los genes, se es fundamentalmente egoísta, el comportamiento social es cooperativo, y ambos comparten un rasgo común: tanto las estrategias evolutivas como las civilizatorias están orientadas al futuro. Esperanzadamente, podría decirse que en el proceso de construcción de la civilización el lugar de la fuerza es ocupado por la palabra: expresada como argumento, como contrato o como ley, la palabra permite saber que los conflictos de valores, de ideas o de intereses no pondrán en cuestión la existencia misma del futuro, como sí lo hace la violencia que, ejercida sobre los cuerpos, cancela todo porvenir posible.

En su afán de brindar algunas certezas sobre las alternativas del porvenir, uno de los rasgos principales del esfuerzo civilizatorio,  consiste en el establecimiento de límites a las acciones del presente: reducir la incertidumbre y actuar en función de "un futuro mejor" exige definir qué conductas son posibles y cuáles no lo son. Pero lo posible, para serlo, debe ser antes verosímil, en el sentido de que debe parecer posible, debe poder ser imaginado antes de convertirse en realidad.
Esta sociedad nuestras ha expandido las fronteras de lo verosímil hasta volver habituales y casi naturales conductas, prácticas o situaciones que no deberían ser posibles, y que alguna vez no lo fueron. Basta pensar en los recolectores de cartón entre la basura en la ciudad de Buenos Aires: lo que fue una respuesta urgente y desesperada en el momento de la virtual desintegración del Estado y del colapso de la sociedad, se convirtió en algo cotidiano. Aquello que no podía ser pensado se vuelve verosímil; lo verosímil, posible, y lo posible, real. Y lo real, una vez normalizado, convertido en algo natural, adquiere la apariencia de ser justo o, cuando menos, de ser algo que es parte del orden de las cosas: formas inadmisibles de la miseria, pero también modos más vastos de la anomia o de la corrupción como los que son, hoy, frecuentes entre nosotros.
A medida que las evidencias se acumulan se modifica el grado de creencia en una hipótesis, así las conductas individuales y colectivas se van modificando de acuerdo con la espesura de aquello que es verosímil o que es inverosímil en cada momento. La conducta individual y colectiva no se rige solamente por lo que está prohibido, o lo que es ilegal, sino por lo que no puede ser pensado porque la cultura lo expulsó, aunque más no sea provisoriamente, del campo de lo posible.
De alguna manera, la restricción de las fronteras de lo verosímil es la condición de posibilidad del futuro; lo que orienta las decisiones del presente en función de incrementar la probabilidad de que el futuro sea algo mejor. Y, si bien no es fácil decidir qué significa "mejor", quizá sea posible acordar en que el futuro será mejor que el presente en la medida en que los problemas que debamos resolver entonces sean diferentes de los problemas que debemos resolver hoy y de los que debimos solucionar ayer.
Sin embargo, la Argentina parece decidida a confrontar siempre con problemas semejantes. Para muchos, esos ciclos de repetición y de fracaso son la reiteración de la condena que los envía a la miseria y al abandono. Para otros, son el fundamento del escepticismo respecto del destino común. Para casi todos son una franquicia para el ejercicio del cinismo, un cinismo que vuelve posible lo impensable, lógico lo absurdo, verosímil lo que nunca debería acontecer.

En los últimos días, hablar de la decadencia de nuestro país se ha vuelto un tema común. Todo aquello con lo que es posible cuantificarla lo confirma: desigualdad, pobreza, ingresos, educación. Las sociedades humanas, a diferencia de las colonias de insectos sociales, están compuestas por individuos cooperadores que no son solamente, como los insectos, extensiones robóticas de un mismo genoma. Las sociedades en las que predominan los tramposos, pierden ante las sociedades de los cooperadores. Cuán fuertemente organizada y regulada está una sociedad depende de la cantidad de cooperadores en oposición a la cantidad de tramposos.
Hasta tanto la clase dirigente no sea nuevamente virtuosa, hasta que no actúe en función del futuro común, la tendencia de fracaso no podrá revertirse. Y, para eso, es imprescindible restringir las fronteras de lo verosímil, hacer que determinadas conductas no sean posibles, que determinadas conductas no puedan siquiera ser imaginadas.
Volverlas, una vez más, inverosímiles.


El sentido de la medición del PBI

Por Ariel Torres


Todos en mi profesión saben que el PBI es la piedra angular de cómo se mide la economía, aunque paulatinamente somos más los que pensamos que cada vez tiene menos sentido. Es el número que los mercados esperan más que ningún otro, la medida decisiva del éxito de un país. Las reservas de divisas y los mercados de bonos dependen de él. Y muchos presidentes y primeros ministros también.

La razón por la que cada vez le encuentro menos sentido es porque no tiene en cuenta los cambios de población, que son los que en realidad explican si una economía crece o no. De hecho, lo que deberíamos mirar atentamente es el PBI per cápita, es decir, si las personas y no los países se están enriqueciendo o no. Cuando lo hacemos, gran parte de lo que creemos saber sobre la economía global resulta no ser tan cierto. Durante mucho tiempo, todos los países desarrollados han tenido una demografía similar y por eso no importaba mucho. El PBI nos decía cuáles rendían mejor o peor. Pero ahora las divergencias de la demografía son drásticas.

Ejemplos sobran: Japón, Alemania e Italia tienen poblaciones que se encogen. Las de Gran Bretaña, Francia y EEUU están creciendo. Cuanto más marcada sea esa diferencia, el PBI tendrá cada vez menos sentido y el PBI per cápita se convertirá en la medida más útil.

El Producto Bruto Interno como unidad de medida principal del éxito económico acaba de cumplir 80 años, y se creó a petición del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, que decidió en los años treinta que tenía que saber algo más sobre lo que ocurría en la economía para poder llegar a la raíz del problema. La medición pretende englobar toda la actividad en el interior de un país en un número concreto de la producción. Si bien ha recibido toda clase de críticas desde hace décadas (no mide las labores domésticas, por ejemplo), ha sido una medida bastante acertada del rendimiento. Si subía, nos hacíamos ricos. Si bajaba, nos empobrecíamos.

Pero a la medición en análisis le cuesta bastante seguir los cambios rápidos de los niveles de población por una razón muy sencilla: el PIB de una nación es la producción por persona multiplicada por el número de personas. Si la cantidad de cosas que cada trabajador produce cambia, el PIB también. Pero también lo hace con el número de habitantes. Si la población crece muy deprisa, también lo hará el PBI, aunque en realidad la gente se vuelva más pobre. Y lo mismo al revés: si la población desciende mucho, también lo hace el PBI, aunque las personas sean más ricas.



Si miramos atentamente el PBI per cápita (y el Banco Mundial ofrece los números pertinentes), gran parte de lo que creemos saber sobre la economía global resulta no ser cierto. Japón es el ejemplo más significativo, porque sus tendencias demográficas son de lo más dramáticas. Después de llegar a sus máximos hace siete años con 128 millones de personas, la población ahora está menguando y pronto se reducirá en un millón de personas al año, tendencialmente. Por eso es que si en vez de las cifras de crecimiento del PBI que normalmente se utilizan, miramos las del crecimiento del PBI per cápita, veremos que el rendimiento de Japón en los veinte años que siguieron a 1991 no fue el más flojo del G7. Y si le damos crédito a las cifras recopiladas y publicadas por el Banco Mundial, ese dudoso honor le correspondió a Italia: mientras que el crecimiento medio anual del PBI en Italia entre 1991 y 2010 fue del 0,6%, en Japón fue del 0,9%.

Fríamente, Japón suele considerarse como un caso perdido, económicamente hablando, y lo ha sido durante dos décadas, pero si miramos su PBI per cápita observamos que le ha ido bien, si tenemos en cuenta que es una economía madura, con una población en rápido envejecimiento. Italia, por el contrario, ha rendido mucho peor de lo que casi todos creíamos.

Otro ejemplo: el Reino Unido. Sus últimos datos del crecimiento han sorprendido por su solidez y este año tiene una de las economías en expansión más rápida del G-7. El mes pasado volvió por fin al nivel de producción de 2008, antes de la crisis. Pero también tiene una población en rápida expansión, debida principalmente a unos niveles muy altos de inmigración. En el reino residen 2,7 millones más de personas que hace seis años, por lo que su PBI per cápita sigue estando muy por debajo de 2008 y actualmente casi no crece. No le está yendo tan bien como sugieren las cifras oficiales. Hasta ahora la diferencia no importaba mucho. Casi todos los países tenían casi las mismas tendencias demográficas.
En los mercados emergentes, la población crece rápidamente mientras que en el mundo desarrollando los números lo hacen más despacio, aunque casi nunca caen. Por esa razón, el PBI oficial es una guía perfectamente buena de cómo les está yendo.

Sin embargo, los países toman caminos muy distintos de otros, aún con economías muy parecidas. Japón es el caso más extremo, con una población en rápido descenso y pronto le seguirá Alemania, Italia y España. Alemania ha funcionado muy bien últimamente pero su población ya ha llegado a sus máximos y al final de esta década entrará en un descenso pronunciado (habrá bajado a los 50 millones de personas en 2050, por debajo del Reino Unido). Es esperable observar que el PBI sufra, aunque los alemanes se estén enriqueciendo. Italia estará en el mismo barco, junto a España. China se les unirá pronto y también Rusia. Como Japón, el PBI en sí hará que su rendimiento parezca peor de lo que en realidad es. A otros países les debería ir mejor. El Reino Unido, como hemos visto, irá mejor dado su crecimiento demográfico. Y Francia también. E incluso EEUU también. El PBI oficial les favorece.

Y a los inversores les importa mucho, puesto que los mercados se fijan en un número muy importante que, al dejar de reflejar el estado real de la economía, ya no es preciso. A partir de ahora, lo más inteligente sería ignorar las cifras del PBI en las que se fija todo el mundo y centrarse en el PBI per cápita. Es mucho más probable que nos diga lo que pasa realmente.


Y ni hablar de la incidencia de la educación en ese PBI per cápita. Pero ese será otro análisis. Más jugoso.