lunes, 5 de noviembre de 2012

El 8N de lejos, más cerca que nunca.


Por Ariel Torres

Suena mi celular en Caracas, donde estoy trabajando para su aliado político y mentor desarrollista. Es ni más ni menos que Zannini, y ahí nomás me ladró: "Dónde estás? Venite ya a Olivos. Te espera la señora". Sentí al mismo tiempo emoción, nervios y miedo. Hacía mucho que no hablaba con ella, y los pocos que la frecuentan me venían comentando que últimamente se ha puesto difícil. No le gustan cómo están saliendo las cosas, se enoja más de lo que se desenoja, dice que está rodeada de inútiles, se pasa el día entero urdiendo maniobras contra Clarín, ve conspiraciones en todos lados y no para de pedir que le organicen actos para poder hablar.
Menos mal que estoy lejos del matadero, pensé, mientras le explicaba a su perro faldero porque no iba a poder asistir a la reunión impostada. "Ni se te ocurra contradecirla, tomate un avión ya, la casa paga", me volvió a ladrar. Le respondí que era imposible y me planté ahí; como una forma de demostrar que con los años voy perdiendo todo menos el instinto de supervivencia.
Fue cuando me explicó que nuestra ilustre Inquilina de Olivos me mandó llamar porque se acerca el 8-N y quería saber qué estrategias de contramarcha estamos pensando los aliados. Básicamente le expliqué que no había de qué preocuparse. Nuestra estimación es que, en caso de ser lindo día, el gorilaje no va a juntar más de un millón de personas. Y si llueve, apenas 300.000, porque odian que se les moje la ropa importada.
Siento ruidos detrás de la línea y su voz inconfundible me grita: "Me muero sin son tantos! Creo que no podría soportarlo." Más que un grito fue un bramido.
Opté por tranquilizarla y decirle que hablamos de un millón repartidos por todo el país, más Nueva York, Paris, Londres,  y otras ciudades; es decir, muy dispersos. Quién los va a contar? Además, ya hablamos con el Servicio Meteorológico Nacional para que ese día pronostique sudestada, vientos huracanados, frío, lluvia y granizo; con la Policía, para que cada diez tipos cuente uno, y estamos tratando de que esa noche Tinelli ponga a la sueca en el Baile del caño.
Con cierto aire desanimado, me contesta: "Un desastre!. No estamos planteándoles la batalla en el terreno de las ideas...", me contestó, como si se olvidara con quien hablaba. Hace rato que el círculo K no se cae una idea, ni por casualidad. De todas maneras, le dije que algunas ideas, había. 
Una forma de sacarles gente a los caceroleros es no irritarlos. Por ejemplo, y dicho esto con todo respeto, quizá es conveniente esconder a Boudou, a Moreno, a De Vido. También a Aníbal, a Abal Medina y a Echegaray. Y a la Garré, Timerman, Lorenzino, Kicillof, Boudou y Moreno. A Boudou y a Moreno los nombré dos veces porque soy un convencido que hay que esconderlos bien.
Me contestó que si estaba loco por querer esconder a medio gobierno. Me puse insistente en que decimos esto con todo respeto por cada uno de los compañeros. Es sólo por unas horas o unos días. Y si la cosa funciona bien, por unos meses. También le propuse que de acá al 8 no se hable más de cepo, de re-re, de que no hay inflación ni inseguridad, de cierre de las importaciones, de ir por todo. Incluso le dije, con todo cariño y admiración, que no sería bueno usar tanto la cadena.
Con la cadena ni en pedo, me contestó! No se metan con mi juguete preferido! A esa altura me estaba me estaba perforando los tímpanos. "Yo voy a hablar cuantas veces quiera! A la gente le enloquece mis discursos", me gritó. Eso es cierto: la escuchan y se ponen locos. En estos días sería importante no estar atacando a los opositores, apretando a jueces y empresarios, hablando de intentos destituyentes, peleándonos con todo el mundo. "Y algo más -le dije- pero no lo tome a mal, es sólo un consejo: ¿y si hasta que pase el cacerolazo nos olvidamos de Clarín..?"
"Vade retro, Magnetto! ¡Eso nunca!", me contestó del otro lado, ya en un estado de histeria como pocas veces la oí... y eso que he oído mucho al respecto.
Le expliqué que mi idea era pactar por abajo con ellos para que TN no transmitiera en directo la marcha y en ese horario pasara un programa especial con los 300 goles de Messi. Pero si no le parece bien, pensamos en otra cosa. Quizás los goles de Messi los podemos dar esa noche en 6,7,8, con Víctor Hugo como invitado. Capaz que a dos o tres puntos de rating llegamos.
Al toque le sugerí si podíamos sorprender a todos con una ola de anuncios, esos bien nuestros, que suenan bárbaro porque si algo sabemos es montar el escenario, la obra, los actores y el público. Anuncios que suenen a relato glorioso: pagar los 20 millones de dólares y repatriar la Fragata, subir el mínimo no imponible de Ganancias, usar las reservas para sacarnos definitivamente de encima a los fondos buitre. Algo así.
La escuché respirar afanosamente, algo así como para pretender sumergirse en una reflexión profunda. Fueron segundos que se me hicieron eternos. Empecé a transpirar. "Acabo de caer en la cuenta -me dijo, y sentí estertores de un odio apenas contenido-: me están proponiendo esconder a nuestra gente, nuestro relato, nuestras luchas, nuestras convicciones. Me están proponiendo que enfrentemos al antikirchnerismo con menos kirchnerismo. Incluso con menos cristinismo. ¿Saben qué? Haré exactamente todo lo contrario. Seré más yo que nunca." Y me colgó aparatosamente el teléfono, con un ruido como alguien que tira un celular contra la pared.
Me quedé mirando largamente mi propio celular, entretriste y alarmado. La gente de la plaza de Altamira, en pleno Caracas, me mirada raro. En realidad tengo miedo de que el 8-N revienten las calles, avenidas y plazas de todo el país. Le tengo miedo a esa oleada de cacerolas. Por primera vez le tengo miedo a la gente, que puede convertirse en la oposición más peligrosa. Más genuina. Más tenaz. 
Y me muerdo los labios mirando al cielo, lamentando no poder estar allí. Con ellos. Con ustedes. Con Todos.

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