martes, 20 de mayo de 2014

El fantasma de la deuda

Por Ariel Torres



Hoy en día hay muchos slogans, o frases hechas, que con buen criterio impulsan el lei motiv: “Disfrutá la vida hoy”. Por distintas circunstancias, en los últimos 10 años esa frase ha cobrado importancia en todos los niveles. Lo que me interesa analizar hoy es la implicancia del costado socioeconómico.

En esos términos, nuestra etapa productiva se inicia aproximadamente a los 28 años, acompañada de un progreso laboral que a la vez implica mayores responsabilidades y un claro crecimiento de nuestros ingresos. En paralelo, este momento coincide también con un incremento en la toma de decisiones relativas a la manera en que gastamos esos nuevos ingresos. Claros ejemplos son la necesidad de montar un emprendimiento, tener una casita propia, el auto propio (si todavía no lo tenés), casarte y tener hijos, mandarlos al colegio, irte de vacaciones.

A esa edad, generalmente uno quiere darse todos los gustos, sentir satisfacciones, esto es, tener bienes. Y el gasto va aumentando, sencillamente porque sociológicamente, los seres humanos sentimos placer en gastar. Pero gastar dinero, además de producir muchísima felicidad, también hace que nuestro presupuesto se achique sin darnos cuenta. Es que, como suele decirse, la plata “entra a gotas y sale a baldes”. Y la voluntad de tener va siempre de la mano con el problema de la obtención de los recursos.

En cualquier país con un sistema financiero desarrollado, lo que normalmente hacen todas las personas a esta edad es endeudarse. Se endeudan fuertemente con un crédito hipotecario a largo plazo para comprarse un departamento, un crédito prendario para el automóvil, o préstamos personales para viajar. O todo eso junto. Quiere decir que en realidad la mayoría de la gente vive hipotecada para ir pagando la fiesta después.

Por qué sucede ésto? Porque la idea es empezar a disfrutar de la vida cuando uno todavía es joven. No es lógico ni consistente ahorrar ahora para tener en el futuro, lo normal es tener ahora y ahorrar después.



En tal sentido, en el sistema financiero se produce una transferencia que bien podemos llamar “intergeneracional”, lo que significa que aquellos que tienen capacidad de ahorro después de los 50 años financian la compra de los bienes que necesitan los de 28 para arriba. La idea de endeudarte, entonces, es correcta, casi lógica. Analicemos lo que sucede en Argentina en esta materia. Groseramente podemos dividir la cosa en dos grandes grupos… los que tienen capacidad de ahorro y los que no la tienen en absoluto. En nuestro país, donde el sistema financiero no es demasiado relevante –sobre todo a la hora de comprarse una casa–, el crédito hipotecario no existe, y si lo hay, está enfocado únicamente en una minoría. En cambio, para las propiedades funcionan los llamados Financiamientos Familiares y Financiamientos Amistosos, permítaseme el eufemismo, que consisten en préstamos de dinero por parte de amigos o familiares, por ejemplo tus padres, para que hoy lo uses y se lo vayas devolviendo después.

Son las típicas deudas en dólares en las cuales el departamento queda como garantía. En este tipo de deudas en general no surgen demasiados inconvenientes, porque como lo que estás comprando es una propiedad, ésta se considera parte del ahorro, entonces no es una inversión riesgosa. Distinto es el caso, por ejemplo, de un préstamo para comprar un auto, que es visto mucho más como un gasto que como una inversión.

Pero volviendo a lo anterior, sólo una minoría puede efectivamente tener créditos hipotecarios, por eso la mejor estrategia es empezar a endeudarse. Ejemplos sobran. Si uno alquila un departamento, puede endeudarse en la compra de una heladera, un lavarropas, un microondas, un plasma, y además tratar de extender el crédito con la mayor cantidad de cuotas posible. Los argentinos en general sabemos que vale la pena.

Casi nunca uno tiene todos los fondos necesarios para comprar todas esas cosas en efectivo, y tampoco tendría sentido esperar a ahorrarlos en el futuro para disfrutar de esos bienes. Tampoco podemos mudarnos sin heladera (aunque sé de algunos casos, yo por ejemplo), es por eso que hay que generarse una capacidad de ahorro para tener capacidad de pago y de endeudamiento.

En la Argentina de los últimos años, esto se ha fomentado mucho con las famosas cuotas en pesos sin intereses con inflación alta, lo cual claramente es poco sostenible. Y sólo se logra cuando se trata de un nivel de consumo muy bajo, porque en realidad, en nuestro sistema financiero, nadie ahorra importantes sumas de dinero. Pero sea como sea, el endeudamiento es razonable y es parte de la estrategia que te propongo analizar. Mucha gente que conozco siente pánico ante la sola idea de endeudarse, y eso, te lo aseguro, es un mito.

Los mitos tienen alargan su vida mientras no se los destrona, y para eso hace falta evidencias, a favor o en contra. El endeudamiento es la decisión correcta a tomar en este momento de tu vida. Por la simple y sencilla razón de que tenés que vivir bien, y si no te endeudás ahora, difícilmente tendrás la heladera, el microondas, el plasma, el celular, la tablet, y lo demás. Insisto, hay que perderle el miedo al endeudamiento, más todavía en países inflacionarios como Argentina.

Si el miedo es a las tasas de interés, creéme, es infundado. Siempre es bueno endeudarse en este contexto, pero vamos por partes para que empieces a mirar la idea con otros ojos. Vimos que el ahorro es una de nuestras primeras decisiones. Uno ahorra y después gasta, porque el ahorro nunca es el remanente de lo que tenemos. Si uno gana 6.000 pesos y decide ahorrar 500, lo primero que hace es justamente… ahorrar 500 pesos.

Si primero te ponés a gastar y después rezás para que te sobre algo, lo más probable es que eso no pase nunca, o que un mes lo consigas y otro no. Lo importante del ahorro es que sea sistemático, por eso siempre hablamos de ciertas reglas de oro, sencillas y muy eficaces, para poder llevar a cabo algo que, en apariencia, suena muy sencillo. Una de ellas es la típica de ahorrar el dinero del aguinaldo, también llamado Sueldo Anual Complementario. Conviene tener este tipo de reglas básicas a la hora de pensar en el ahorro. Y si no tenés el más mínimo control en ese terreno, podrías ir pensando en un seguro de ahorro de retiro. Es un dinerillo que automáticamente vas poniendo en la tarjeta de crédito como si fuera un gasto, y eso, que ni siquiera vas sintiendo, se va acumulando con el tiempo. Y al final de tu vida, cuando ya no tengas tantos ingresos, al menos vas a disponer también de esos pesos.

Recordá siempre que endeudarse no es una mala palabra. No tengas miedo de estar endeudado hasta las manos a los 28, más bien todo lo contrario, preocupate si no tenés deudas. Distinto es el hecho de que estés muy endeudado a los 50, ahí sí te diría que tuvieras cuidado.

Entrando en esta etapa, las deudas que adquiriste entre los 30 y los 50 años comienzan a cancelarse. Ya vas pagando varias cuotas y estás en los últimos años de los préstamos más grandes que tomaste. Paradójicamente, por lo mismo tu capacidad como sujeto de crédito vuelve a incrementarse. Es cuando los bancos empiezan a llamarte para ofrecerte préstamos personales, de más corto plazo (unos cinco años, aproximadamente). Pero ¿cuál sería el objetivo de endeudarte ahora? Eso va a depender de tu situación particular. (…) Estás llegando a esta etapa sin haber logrado tener la casa propia. Estuviste cerca o tal vez no tanto. En este momento, si bien no accederás a préstamos con muchos años de plazo, quizá sí puedas tomar uno de corto plazo al que sumarle algunos ahorros y, de ese modo, adquirir un departamento que te guste.

En cualquier caso, no conozco a nadie que en un país como el nuestro, se haya endeudado en pesos y le haya ido mal. Por supuesto que estoy hablando de situaciones normales, en las que la pérdida de la fuente de ingresos (pérdida del empleo) rompe con cualquier análisis, en cualquier parte de nuestro sistema solar.

La inflación, con el consiguiente deterioro del poder adquisitivo, está lejos de convertirse en un ancla para que crezcas en lo que a necesidades básicas se refiere, sólo se trata de repensar la situación, analizar tus propias variables, y animarte a tomar riesgos, del tamaño  que tu coraje te permita.

O tu bolsillo.


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