Por Ariel Torres
Hoy en día hay muchos slogans, o frases
hechas, que con buen criterio impulsan el lei motiv: “Disfrutá la vida hoy”.
Por distintas circunstancias, en los últimos 10 años esa frase ha cobrado
importancia en todos los niveles. Lo que me interesa analizar hoy es la
implicancia del costado socioeconómico.
En esos términos, nuestra etapa productiva se
inicia aproximadamente a los 28 años, acompañada de un progreso laboral que a
la vez implica mayores responsabilidades y un claro crecimiento de nuestros
ingresos. En paralelo, este momento coincide también con un incremento en la
toma de decisiones relativas a la manera en que gastamos esos nuevos ingresos.
Claros ejemplos son la necesidad de montar un emprendimiento, tener una casita
propia, el auto propio (si todavía no lo tenés), casarte y tener hijos,
mandarlos al colegio, irte de vacaciones.
A esa edad, generalmente uno quiere darse
todos los gustos, sentir satisfacciones, esto es, tener bienes. Y el gasto va
aumentando, sencillamente porque sociológicamente, los seres humanos sentimos
placer en gastar. Pero gastar dinero, además de producir muchísima felicidad,
también hace que nuestro presupuesto se achique sin darnos cuenta. Es que, como
suele decirse, la plata “entra a gotas y sale a baldes”. Y la voluntad de tener
va siempre de la mano con el problema de la obtención de los recursos.
En cualquier país con un sistema financiero desarrollado, lo que normalmente hacen todas las personas a esta edad es endeudarse. Se endeudan fuertemente con un crédito hipotecario a largo plazo para comprarse un departamento, un crédito prendario para el automóvil, o préstamos personales para viajar. O todo eso junto. Quiere decir que en realidad la mayoría de la gente vive hipotecada para ir pagando la fiesta después.
Por qué sucede ésto? Porque la idea es empezar
a disfrutar de la vida cuando uno todavía es joven. No es lógico ni consistente
ahorrar ahora para tener en el futuro, lo normal es tener ahora y ahorrar
después.
En tal sentido, en el sistema financiero se
produce una transferencia que bien podemos llamar “intergeneracional”, lo que
significa que aquellos que tienen capacidad de ahorro después de los 50 años
financian la compra de los bienes que necesitan los de 28 para arriba. La idea
de endeudarte, entonces, es correcta, casi lógica. Analicemos lo que sucede en
Argentina en esta materia. Groseramente podemos dividir la cosa en dos grandes
grupos… los que tienen capacidad de ahorro y los que no la tienen en absoluto.
En nuestro país, donde el sistema financiero no es demasiado relevante –sobre
todo a la hora de comprarse una casa–, el crédito hipotecario no existe, y si
lo hay, está enfocado únicamente en una minoría. En cambio, para las
propiedades funcionan los llamados Financiamientos Familiares y Financiamientos
Amistosos, permítaseme el eufemismo, que consisten en préstamos de dinero por
parte de amigos o familiares, por ejemplo tus padres, para que hoy lo uses y se
lo vayas devolviendo después.
Son las típicas deudas en dólares en las
cuales el departamento queda como garantía. En este tipo de deudas en general
no surgen demasiados inconvenientes, porque como lo que estás comprando es una
propiedad, ésta se considera parte del ahorro, entonces no es una inversión
riesgosa. Distinto es el caso, por ejemplo, de un préstamo para comprar un
auto, que es visto mucho más como un gasto que como una inversión.
Pero volviendo a lo anterior, sólo una minoría
puede efectivamente tener créditos hipotecarios, por eso la mejor estrategia es
empezar a endeudarse. Ejemplos sobran. Si uno alquila un departamento, puede
endeudarse en la compra de una heladera, un lavarropas, un microondas, un
plasma, y además tratar de extender el crédito con la mayor cantidad de cuotas
posible. Los argentinos en general sabemos que vale la pena.
Casi nunca uno tiene todos los fondos
necesarios para comprar todas esas cosas en efectivo, y tampoco tendría sentido
esperar a ahorrarlos en el futuro para disfrutar de esos bienes. Tampoco
podemos mudarnos sin heladera (aunque sé de algunos casos, yo por ejemplo), es
por eso que hay que generarse una capacidad de ahorro para tener capacidad de
pago y de endeudamiento.
En la Argentina de los últimos años, esto se ha
fomentado mucho con las famosas cuotas en pesos sin intereses con inflación
alta, lo cual claramente es poco sostenible. Y sólo se logra cuando se trata de
un nivel de consumo muy bajo, porque en realidad, en nuestro sistema
financiero, nadie ahorra importantes sumas de dinero. Pero sea como sea, el
endeudamiento es razonable y es parte de la estrategia que te propongo analizar.
Mucha gente que conozco siente pánico ante la sola idea de endeudarse, y eso,
te lo aseguro, es un mito.
Los mitos tienen alargan su vida mientras no
se los destrona, y para eso hace falta evidencias, a favor o en contra. El
endeudamiento es la decisión correcta a tomar en este momento de tu vida. Por
la simple y sencilla razón de que tenés que vivir bien, y si no te endeudás
ahora, difícilmente tendrás la heladera, el microondas, el plasma, el celular,
la tablet, y lo demás. Insisto, hay que perderle el miedo al endeudamiento, más
todavía en países inflacionarios como Argentina.
Si el miedo es a las tasas de interés, creéme,
es infundado. Siempre es bueno endeudarse en este contexto, pero vamos por partes
para que empieces a mirar la idea con otros ojos. Vimos que el ahorro es una de
nuestras primeras decisiones. Uno ahorra y después gasta, porque el ahorro
nunca es el remanente de lo que tenemos. Si uno gana 6.000 pesos y decide
ahorrar 500, lo primero que hace es justamente… ahorrar 500 pesos.
Si primero te ponés a gastar y después rezás
para que te sobre algo, lo más probable es que eso no pase nunca, o que un mes
lo consigas y otro no. Lo importante del ahorro es que sea sistemático, por eso
siempre hablamos de ciertas reglas de oro, sencillas y muy eficaces, para poder
llevar a cabo algo que, en apariencia, suena muy sencillo. Una de ellas es la
típica de ahorrar el dinero del aguinaldo, también llamado Sueldo Anual
Complementario. Conviene tener este tipo de reglas básicas a la hora de pensar
en el ahorro. Y si no tenés el más mínimo control en ese terreno, podrías ir
pensando en un seguro de ahorro de retiro. Es un dinerillo que automáticamente
vas poniendo en la tarjeta de crédito como si fuera un gasto, y eso, que ni
siquiera vas sintiendo, se va acumulando con el tiempo. Y al final de tu vida,
cuando ya no tengas tantos ingresos, al menos vas a disponer también de esos
pesos.
Recordá siempre que endeudarse no es una mala
palabra. No tengas miedo de estar endeudado hasta las manos a los 28, más bien
todo lo contrario, preocupate si no tenés deudas. Distinto es el hecho de que
estés muy endeudado a los 50, ahí sí te diría que tuvieras cuidado.
Entrando en esta etapa, las deudas que adquiriste entre los 30 y los 50 años comienzan a cancelarse. Ya vas pagando varias cuotas y estás en los últimos años de los préstamos más grandes que tomaste. Paradójicamente, por lo mismo tu capacidad como sujeto de crédito vuelve a incrementarse. Es cuando los bancos empiezan a llamarte para ofrecerte préstamos personales, de más corto plazo (unos cinco años, aproximadamente). Pero ¿cuál sería el objetivo de endeudarte ahora? Eso va a depender de tu situación particular. (…) Estás llegando a esta etapa sin haber logrado tener la casa propia. Estuviste cerca o tal vez no tanto. En este momento, si bien no accederás a préstamos con muchos años de plazo, quizá sí puedas tomar uno de corto plazo al que sumarle algunos ahorros y, de ese modo, adquirir un departamento que te guste.
En cualquier caso, no conozco a nadie que en
un país como el nuestro, se haya endeudado en pesos y le haya ido mal. Por
supuesto que estoy hablando de situaciones normales, en las que la pérdida de
la fuente de ingresos (pérdida del empleo) rompe con cualquier análisis, en
cualquier parte de nuestro sistema solar.
La inflación, con el consiguiente deterioro
del poder adquisitivo, está lejos de convertirse en un ancla para que crezcas
en lo que a necesidades básicas se refiere, sólo se trata de repensar la
situación, analizar tus propias variables, y animarte a tomar riesgos, del
tamaño que tu coraje te permita.
O tu bolsillo.
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