jueves, 29 de mayo de 2014

Sirve regular algunos mercados que son competitivos de por sí?

Por Ariel Torres


En nuestro país, gracias a lo que muchos denominan casi despectivamente como "mercado", hay más teléfonos celulares que habitantes. El senador Eugenio Justiniano "Nito" Artaza anunció que está presentando un proyecto de ley para regular la actividad, en un intento de que el gobierno “defienda a los usuarios” dadas las tarifas que cobran los prestadores, la calidad del servicio, etc. Es de preguntarse que será de los usuarios si la disposición se llega a aprobar.
El tema me hizo recordar al norteamericano Yale Brozen (1917-1998), objeto de mi estudio y padre de mi tesis, uno de los principales expertos en leyes antimonopólicas, a mi modesto entender. Impulsó a Thomas Moore a realizar un exhaustivo análisis de la regulación en el servicio de transporte por camiones, que le sirvió a Herbert Stein, presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Richard Nixon, para desregular la actividad. Al tiempo, también se desreguló el servicio aéreo, tarea encarada por Alfred Kahn e inicialmente aprovechada por el inglés Frederick Laker, pionero de los vuelos chárter. Un pasaje aéreo a Nueva York cuesta hoy en dólares aproximadamente lo mismo que hace medio siglo, a pesar de que los precios en Estados Unidos aumentaron por lo menos 5 veces. O sea.
Pero vamos al análisis. La pasión por regular no es patrimonio exclusivo de los políticos argentinos, no vayan a creer. Leyendo las memorias de Alan Greenspan, el ex mandamás de la Reserva Federal de EEUU, descubrí una muy aguda observación que bien puede aplicarse aquí: "en la India los teléfonos celulares se consiguen fácilmente y a bajo costo, porque como son considerados un bien de lujo se deja en manos del mercado; en cambio es difícil conseguir electricidad porque como es considerada una necesidad, está administrada por el Estado".
Primer lapidario ejemplo.
Tampoco es cuestión de no regular nada, como puede inferirse de mi análisis, quizás. Sabemos que los recursos son escasos y tienen usos alternativos, y me refiero al hecho de que con la misma cantidad de cemento se pueden construir casas, piscinas, diques o cárceles, todo dependerá de la pasión y la energía de los dirigentes políticos y los funcionarios. A mediados del siglo XX se pensaba que el Estado debía proveer defensa, seguridad, educación y salud. Con el correr del tiempo les fueron encargando a los funcionarios que se ocuparan de muchísimas otras cosas más, como consecuencia de lo cual dejaron de proveer de manera razonable... todo.
Segundo lapidario ejemplo.
Analicemos el caso de la telefonía celular, en boca de todos en los últimos días por el pronto llamado a licitación para cubrir el espectro 4G. Alguien me dijo por ahí que el mercado de la telefonía celular no se ofrece bajo condiciones de competencia perfecta, a lo que yo contesto que el de competencia perfecta es un caso límite, casi una reducción al absurdo, que los economistas utilizamos como los físicos utilizan el modelo donde no existen fricciones. Así como no conozco a ningún físico que utilice ese modelo para proyectar la velocidad con la cual desciende un avión, no conozco a ningún economista que base sus recomendaciones en base al caso de competencia perfecta.
El tema es un poquitín más complicado, puesto que el servicio de telefonía celular se ofrece a ciertos precios y calidades, en vez de a precios inferiores y a calidades superiores. Si se debe a alguna regulación existente, que se la revise y mejore la competencia; si tiene que ver con miedo a la inversión en equipos, la regulación no genera credibilidad; si tiene que ver con el cambio tecnológico en un sector tan dinámico como el de la telefonía celular, no depende del Estado.
Y soy tajante con el tema de la regulación y la desregulación porque es una cuestión idiosincrática. Es posible que haya países donde las regulaciones se circunscriben a lo estrictamente necesario, y los funcionarios no ceden a las tentaciones que les plantean los oferentes afectados por ellas (…). La Argentina está lejos de una cosa, y enormemente lejos de la otra. Lamentablemente se aprueban regulaciones con gran generosidad, por decirlo de una manera “política”, y luego hay que reparar los excesos negociando con el funcionario encargado de custodiarlas, quien naturalmente cobra por el servicio.
Tercer lapidario ejemplo.

Desde esta columna vengo diciendo, palabras más, palabras menos, que en lo que debemos concentrarnos es en exigir que las energías de los legisladores y de los funcionarios deben ir en dirección a aquellos sectores donde el "mercado falla". Si el Estado desde el primer momento hubiera intervenido en el mercado de los teléfonos celulares, muy probablemente el servicio se prestaría de manera mucho más cara y por consiguiente sería mucho más exclusivo de lo que es.
Con casi 60 millones de celulares en la calle, nadie puede decir que es un mercado que falla. Simplemente está circunscripto a variables mucho más exógenas de lo que se cree, puesto que es un servicio que, por su dinámica, está sensiblemente relacionado con la inversión permanente.
Mejor revisemos porqué los prestadores de servicios regulados por el Estado no pueden o no quieren invertir más. El “secreto” está allí.


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