Por Ariel Torres
Como vengo anticipando en esta columna
desde febrero, la buena época se termina antes de lo previsto para el Banco
Central. La fuerte liquidación de dólares que le garantizaron los agroexportadores
durante abril se redujo sensiblemente en la primera quincena de este mes y
complica los esfuerzos de Juan Carlos Fábrega, el presidente del BCRA, para
acumular reservas.
El organismo se quedó con sólo uno de
cada cuatro dólares que adquirió en el mercado cambiario durante la primera
mitad de mayo; y se ve forzado ahora por esto a descongelar un tipo de cambio
que había mantenido fijo durante 40 días para acelerar la llegada de los
agrodólares.
La explicación es muy lógica. Tanto que
asusta por su simplicidad. Las divisas se resbalan por el sostenido déficit de
energía, y las crecientes necesidades de importación de combustibles que tiene
el Gobierno. Es de esperar que la carga se sentirá más pesada aún, durante los
meses de invierno. El Central compró u$s 625 millones durante la primera
quincena de mayo, pero sólo pudo aumentar su stock en una cuarta parte: u$s 164
millones.
El problema nos lleva inexorablemente al balance
negativo que empezará a sufrir el Gobierno en el mercado cambiario una vez que
pase la liquidación. De cara a los próximos meses, el panorama luce por demás
oscuro, al no haberse reparado el retraso cambiario que se devoró el superávit
comercial. Es muy probable que, cuando culmine la temporada alta de
liquidaciones agrícolas, el saldo del balance cambiario vuelva a hundirse.
Todos los estudios serios indican que para
este año, la importación de energía rondaría los u$s 14.000 millones. Pero
hasta el primer trimestre, según datos ya difundidos por el INDEC, la fuga de
dólares por este concepto fue de sólo u$s 1.529 millones. En las consultoras
estiman que la mayor cantidad de compras de combustible al exterior se percibe
entre junio y septiembre. Y a esto se le suma que, a partir de mayo, el Central
se empezó a ver obligado también a liberar de a poco las ventas de dólares a
automotrices por los pagos que adeudan de importaciones que ya habían recibido
desde el exterior. El sector tiene la suficiente fuerza interna propia como
para obligar naturalmente al Central en ese sentido. No es menor el problema,
puesto que ocurre en un contexto de limitaciones propias para comprar dólares,
debido al incremento de las expectativas de devaluación.
La decisión de reducir la tasa de
interés, a principios de mayo, tras haber mantenido fija la divisa y haber
acumulado meses de alta inflación, dio señales de que se abandonarán para
siempre los planes de limitar la cantidad de pesos que circulan en el sistema.
Esto y decirle al Blue: “levántate y
anda”, es la misma cosa.
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