miércoles, 9 de octubre de 2013

El poder de los principios

Por Ariel Torres



Puedo tratar de ser un hombre íntegro, buen compañero, profesional ético, intentar todos los días ser un buen padre, leal pareja, incluso permitirme momentos de gloria personal siendo caritativo, benéfico, altruista. Pero la realidad es que al final de la historia, la cantidad de personas que irán a mi funeral dependerá de aspectos meteorólogicos... y no sé cuán mal está eso. O siquiera si está mal.

En algún momento de la vida, idealizamos la idea de ser distintos, de ser superiores, de dejar huella, que se hable de nosotros, adquirir fama, reconocimiento. Algunos logran que una calle lleve su nombre, o una escuela, o un estadio, o un edificio gubernamental. Pero eso generalmente es algo que deciden otros, aquellos que se sienten obligados por el peso de la historia, a devolver algo de lo que directa o indirectamente han recibido.

Casi no han existido a lo largo de la era humana, ese tipo de reconocimiento en vida. Excepto los Nobel, o los Pulitzer, más cercanos a la vanidad y el ego que al verdadero altruísmo. 

En qué momento dejamos de pensar en grande, para convertirnos en pusilánimes? Digo pusilánime por usar una palabra humorística casi, y situarlos en lo que pienso acerca de una persona que comienza a olvidarse de los demás para centrarse en ella misma. Decía Neruda que un hombre nunca es una isla en sí mismo, y no puede siquiera pensar en algo así puesto que somos seres sociales por naturaleza, pero yo -en mi infinita insignificancia- disiento. 

Desde el momento mismo en que comenzamos a recibir una retribución por lo que sea que hacemos -así sea un caramelo- comenzamos a convertirnos en islas, y la distancia marítima entre esa isla y otra sólo va aumentando con el tiempo. Esencialmente de la mano del poder. Cuando dejamos de preguntar para obtener una respuesta, y comenzamos a imponer, allí empezamos a ejercer alguna clase de poder. 

Entonces, qué es lo que somos capaces de exigirle a nuestros líderes, acerca del Poder, si nosotros mismos somos capaces de darle la entidad de Amo Total de nuestras vidas? Hay que ser extremadamente equilibrado para eso, tanto que a lo largo de mis 48 años sólo conocí a una persona que cediendo el poder se convirtió en mi guía absoluto, del que aprendí poco y nada, por cierto.

Aquellos que ostentan el Poder se han acostumbrado -sólo por nuestra culpa- a no rendir cuentas, a no explicar ni justificar las decisiones que toman. Simplemente porque alguien los puso en el Poder, pensando que acceder a él es como subir una especie de escalón o escalones, y ver a los demás desde arriba. Horrible error que les ha costado a a las sociedades antiguas y modernas desperdicio de talento, tiempo, oportunidades y beneficios.

Un hombre es un principio, por lo tanto la defensa de ese principio sólo augura un mejoramiento de esa humanidad. Formar al hombre olvidando su principio en un primario error en una larga cadena de equivocaciones sociales que no tenemos en cuenta en su momento, porque estamos demasiado ocupados en... formarnos, vaya la paradoja.

Neruda seguramente pensaba en otro cosa cuando definió tan sensatamente al hombre, pero para hacer eso usó sus principios. Esos son los hombres que casi nunca se equivocan, los que invocan sus principios, no su poder.

Busquemos, convoquemos, adoremos, exijamos, hombres y mujeres de principios para que no queden solos cuando tengan Poder.

Digo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.