lunes, 30 de enero de 2012

Hay que hacerse cargo de lo que se dice y hace

Animémonos y vayan", una expresión atribuida a Arturo Jauretche, ilustra muy bien aquellas situaciones en las cuales dirigentes, intelectuales o personas comunes y corrientes efectúan recomendaciones o adoptan decisiones sin hacerse cargo de las consecuencias. Ejemplos: los empleados del subte, cuando levantan los molinetes para que los pasajeros viajen gratis; o quienes asesoran a un país, pero cobran sus honorarios en moneda extranjera; o los elusores y evasores, cuando recomiendan aumentar la presión fiscal.
Al respecto, y en mi ya clásica entrevista con mi Alter Ego, analizo particularmente cómo afecta la negociación el hecho de que las dos partes no cuenten con la misma información, así como los incentivos y desincentivos que existen en el proceso decisorio público.
-Aunque no tan conocida como la Revolución Francesa de 1789, la Gloriosa Revolución inglesa de 1688 también fue importante.
-Efectivamente, porque entre otras cosas introdujo el siguiente principio: "Sólo pueden votar la creación o el aumento de las alícuotas de los impuestos quienes los pagan" ( no taxation without representation ). No es lo mismo participar que involucrarse porque, como ilustra el chiste, en el omelet de jamón, la gallina participa, pero el chancho se involucra.
-¿Por qué es importante este principio?
-Porque aunque resulte política e intelectualmente incorrecto, la conducta humana responde a incentivos y desincentivos. Por lo cual somos mucho más generosos cuando se trata de gastar los recursos ajenos que los propios. La ley 25.053, de 1998, dispuso financiar un aumento a los docentes con un impuesto que recayó sobre los propietarios de los autos (para mostrar que se lo había abonado, se pegaba una oblea en el parabrisas). Desde el punto de vista técnico fue un error (un gasto público general no se debe financiar con un impuesto específico), pero la generosidad con la que se recomendaba que los maestros ganaran más se transformó en indignación por parte de muchos dueños de autos.
-Aprendí en mi casa que "el que rompe paga" ¿No hubiera sido genial que la Ciudad de Buenos Aires le hubiera facturado a Quebracho por el árbol de Navidad que incendió a fines de 2011?
-En la Argentina de 2012, la cuestión se puso sobre el tapete, a raíz de la decisión de los empleados del subte, de "levantar los molinetes" en protesta por el aumento del precio del viaje, cuando la Nación le pasó la administración del servicio a la Ciudad de Buenos Aires. Más allá de la declarada motivación política de la decisión, la clave está en que quien la adoptó partió de la base de que a fin de mes, los asalariados del subte igual van a cobrar sus salarios. Pero como no los va a abonar Mandrake, los fondos saldrán del bolsillo de todos aquellos que pagamos los impuestos en la Capital Federal.
-No parece ser el único caso.
-Le doy otro. Si los economistas que asesoran a los gobiernos verdaderamente creyeran en sus recomendaciones, deberían aceptar cobrar sus honorarios en títulos del Estado al que asesoran, denominados en moneda local, y no en moneda extranjera.
-Recientemente, José Nun propuso en La Nación aumentar las alícuotas del Impuesto a las Ganancias, para redistribuir el ingreso.
-La Argentina es un país de fuerte evasión, por lo cual me llamó la atención que, en el referido artículo, Nun apenas le dedicara un par de renglones a la cuestión. Cuando se divide la recaudación impositiva por el PBI, en la comparación internacional Argentina ocupa una posición intermedia, bien por debajo de los países escandinavos. Pero quien compara las alícuotas encuentra mucha menor diferencia. Ocurre que en Suecia, al lado de uno que paga los impuestos hay otro que también los paga, mientras que en Argentina al lado de uno que paga los impuestos hay otro que los evade. ¿Quién escucha a los contribuyentes cuando se plantea un debate sobre impuestos y gastos públicos?

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