martes, 31 de enero de 2012

El Frente Marketinero para la Victoria

A veces hay que parar la película, retrocederla un poco, encontrar la escena fundamental y volver a pasarla en cámara lenta. En este caso, la escena pertenece al cineasta Adrián Caetano. Es marzo del año pasado y está diciendo que su película sobre Néstor Kirchner será narrada desde "un lugar objetivo, para que no se convierta en una parodia obsecuente." Luego hay que adelantar un poco la película y volver a detenerla. Ahora está diciendo que siente tristeza: los productores del film no están conformes con su visión personal. Que no permite "ciertas cosas -explica Caetano- como en un documental más convencional, con entrevistas que puedan manipular la información". Adelantamos un poco más y ahí lo volvemos a encontrar: "No me saldría para nada un documental de propaganda", dice.
Aclaremos, a estas alturas de la función, varios puntos relevantes. Caetano siente una legítima admiración por el movimiento nacional y popular. Para simplificar, se podría decir que es kirchnerista. Pero su productor era Fernando "Chino" Navarro, diputado bonaerense y miembro de la mesa de conducción del Movimiento Evita. Su idea era más simple: crear una película que idolatre a Cristina y mitifique a Néstor. La plata surgió de empresas relacionadas íntimamente con el Gobierno y de los misteriosos bolsillos de "algunos militantes". Florencia Kirchner, la hija del líder, participó en la recolección de imágenes y anécdotas. El otro socio era Jorge "Topo" Devoto, ex compañero de aventuras de Rodolfo Galimberti, publicista de los Kirchner y prestidigitador del Frente Marketinero para la Victoria.
Pero después de estos flashbacks, hagamos un close up al kirchnerismo, y un travelling por sus metodologías internas. El episodio Caetano lleva implícito que para ciertos funcionarios nacionales y guerreros de la causa, un obsecuente vale más que un kirchnerista. Me explico. Se pretendía una película meramente elegíaca, "manipulada con entrevistas" y sin matices: Néstor debía aparecer simplemente perfecto. Caetano es un artista, no podía hacer eso. No podía plegarse a una operación de proselitismo.
Algunos periodistas que adscriben con honestidad intelectual a este modelo suelen ser menos confiables para el Gobierno que los célebres mercenarios o los notorios talibanes que, con salarios astronómicos, mantiene a su servicio. Alguna vez habrá que volver a privatizarlos a todos, ¿no? Una cosa es abrazar la fe, y otra muy distinta es realizar operaciones y renunciar a hacer preguntas incómodas. Es así como no basta con ser kirchnerista para ser querido por el círculo rojo: hay que ser además un soldado. Repito, por fortuna hay en la prensa oficial algunos profesionales que resultan sinceramente kirchneristas pero que mantienen, a la vez, un cierto ejercicio de la libertad personal. No son, por supuesto, los más buscados. Los más buscados por el poder son aquellos que puedan pronunciar sin ponerse colorados una frase que escuché hace unos días: "Señor ministro, usted que es un preclaro gurú económico, ¿por qué no nos anticipa cómo evolucionará la crisis financiera internacional?" O por ejemplo, esta otra: "Señor ministro, los diarios de esta mañana lo vapulean injustamente, ¿verdad?" Repito: una cosa es ser kirchnerista, y otra muy distinta es ser baboso. Perón decía: "Me están ahogando en baba". Lamentablemente, hoy la baba cotiza en Bolsa.
Desde diciembre y en sordina se llevan a cabo muchas reuniones en la Casa Rosada. Allí ciertos burócratas calificados aprueban o rechazan conductores y columnistas de radio y televisión para esta temporada. Vamos a detener nuevamente la película. La publicidad oficial decide la vida y la muerte de muchas emisoras, y algunas de ellas penden de un hilo porque vienen flojas de papeles, caen en alguna contravención o simplemente porque se mantienen en la mira de capitalistas amigos, dispuestos a realizarles una compra compulsiva. De modo que por Balcarce 50 pasan, en actitud humilde y ansiosa, muchos dueños de medios, presentando respetos y nuevas grillas, y buscando cerrar un acuerdo publicitario. O al menos que les destraben un pago. En todo caso que les ajusten los costos por inflación. O, en fin, perdido por perdido, que aunque sea no les quiten la licencia ni los borren del mapa.
Los anfitriones preguntan entonces, cancheros y sonrientes, quién es y qué va a hacer ese conductor, en qué vereda está aquel periodista, qué orientación tomará esa radio, qué clase de invitados tendrá aquel programa. Cuando aparece alguien que no es chicha ni limonada, los editores del relato se ponen nerviosos, y reclaman que el susodicho, por más famoso que sea, comparezca y brinde explicaciones. De esta manera, es impensable que ingrese en esa constelación de medios un nuevo kirchnerista con pensamiento crítico, un periodista independiente que no haga su mea culpa o un imitador de la Presidenta que no la presente como Santa Eva rediviva.
El kirchnerismo funciona como Hollywood, esa fábrica de sueños afiebrados que respaldan productores millonarios con la más fría de las chequeras. El problema es que esta chequera la solventamos todos: somos gente que le paga al Estado para que el Estado nos cuente lo que quiere. ¿No es una película maravillosa?

Desacelerar y algo más...

Cada vez que comienza un nuevo año resulta interesante plantear los escenarios económicos que podemos enfrentar en los próximos 12 meses.
En primer lugar, el elemento clave para explicar nuestro extraordinario crecimiento de la última década, el sector externo, ha cambiado para mal de manera sensible de cara a 2012 (salvo las políticas monetarias de muchos bancos centrales, que están volviendo a bajar las tasas de interés).
Por un lado, la economía mundial seguirá en su sendero de desaceleración del crecimiento, ya iniciado en 2011. Presentará una eurozona en leve recesión (en el mejor de los casos), prendiendo una vela a cada santo todos los días para que ninguno de los Piigs (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) desbarranque por fracaso de la reestructuración de la deuda griega, comportamiento de manada del resto de la periferia europea frente a la negociación helena o caída de algún banco grande en Europa. Del otro lado del planeta, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) crecerán entre uno y dos puntos menos que el año pasado. Estados Unidos sería de las pocas excepciones, porque es probable que crezca a una tasa similar a la de 2011, levemente por debajo del 2 por ciento.
Como consecuencia de lo anterior, más la fortaleza del dólar o debilidad del euro (que aún está demasiado alto, dado sus fundamentals ), nuestras commodities de exportación, que tenían pronósticos de llegar a caer hasta más de 20% respecto de 2011, ahora, merced a la sequía que azota a la Argentina (que a su vez generará US$ 4000 millones menos de exportaciones agropecuarias), pueden llegar a estar entre 10% y 15% debajo de los promedios del año pasado (salvo el petróleo).
Así que, con la única excepción de las políticas monetarias de los bancos centrales, tanto el crecimiento del mundo, el dólar firme contra el euro, nuestras commodities sin caída libre pero débiles y la sequía, configuran un cuarteto de cosas que tienden a hacer que la Argentina crezca menos en 2012 que el año pasado.
A nivel doméstico, no quedan dudas de que para el agro será un mal año (como mucho, su demanda no caerá significativamente si es que usa ahorros acumulados en la bonanza). La industria ya está creciendo menos de un tercio que hace un año, por la desaceleración de Brasil y el deterioro de las expectativas inversoras por la discrecionalidad del Gobierno. Para las personas de ingresos fijos dentro de convenios colectivos de trabajo, el cierre de la economía y la presión de los Moyano por salarios al 25% compensará parte de los impuestazos provinciales y municipales y los tarifazos que les regaló el dúo dinámico de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, por lo que a lo mejor su capacidad de gasto no cae sustancialmente. Finalmente, para los que están fuera de convenio y los cuentapropistas, en el año del Dragón (horóscopo chino) los espera el famoso "ajustáte el cinturón", porque reciben todo lo malo de los tarifazos y poco y nada de los ajustes moyanistas.
Es decir que, desaparecido el opio o la polvareda que levantaba la supersoja, o sea, un poroto cocainómano que subió por obra de la política monetaria norteamericana alrededor de 10% por año durante 10 años, quedó al desnudo el mismo modelo decadente de los últimos 100 años en el país, que consiste en cerrar la economía, inflar la demanda interna con políticas monetarias, fiscales y salariales expansivas y, cuando éstas no dan más (por deflación, estanflación o pérdida de reservas), devaluar para volver a empezar.
Basta fijarse en los reclamos de los sectores que compiten con importaciones, hoy al frente de la UIA (al mando, a su vez, del mejor lobbysta argentino, José Ignacio de Mendiguren), que vuelven a pedir a gritos (sin pedirlo) una devaluación del peso, que ya la lograron a través de un cierre de la economía a las importaciones como no se veía en muchas décadas.
Y como los precios internacionales de nuestras commodities son un "ruido blanco", lo más probable es que en 2012, el "modelo productivo" nos devuelva nuestra pobre tasa de crecimiento de largo plazo de 3% (un país de ingresos medios tiene que crecer más que la economía mundial) o 4% como máximo. Nota al pie: con el Indec destruido, que ya dibuja también los datos de actividad, ¿quién puede discutir cualquier número de crecimiento? ¿Quién dice cuál es la verdadera cifra a la que crecerá la Argentina este año?
Pero cuidado. El escenario más probable para 2012 es sólo de desaceleración del crecimiento, pero no el único posible. Por un lado, el mundo puede dar sorpresas cuando se están jugando partidos muy complicados y por aquí hay que seguir los pasos de un gobierno que no tendrá viento de cola. Habrá que ver cómo lidia con un Moyano que se lo quiere comer crudo, porque lo quieren meter preso a él, y con el goteo de los depósitos en dólares que ya retornó a los bancos. Hay que ver qué hace Moreno con el control de las exportaciones agropecuarias ahora que la sequía le birló varios miles de millones de dólares (claro, no están dispuestos a hacer nada razonable como muchos países vecinos para evitar que los argentinos se lleven al exterior US$ 25.000 millones por año); los cheques rechazados ya están en niveles elevados. ¿Cómo se financiará un déficit fiscal de 2,5% del PBI? Por eso, hay que mirar con cuatro ojos las medidas que tome el Gobierno. No sea que...

lunes, 30 de enero de 2012

Teoría de la perspectiva y el reparto de perdedores

En 1974, Daniel Kahneman y Amos Tversky dieron inicio a un programa de investigación, desarrollando lo que hoy es conocido como “Teoría de la Perspectiva”. Básicamente mezclaba economía y psicología para atacar las principales debilidades de la teoría de la decisión de la microeconomía clásica, que asume agentes "racionales": informados, hipercalculadores y consistentes.

Uno de los principales hallazgos (una lista exhaustiva hay acá), que sonará obvio para el lego aunque fuera ignorado durante décadas por la microeconomía, es que uno toma sus decisiones a partir de un punto de referencias, a partir del statu quo y no evaluando opciones de forma absoluta y abstracta. Esta simple e intuitiva afirmación contradice los métodos de elección óptima asumidos en la mayoría de los modelos microeconómicos.

Un ejercicio tradicional, entre muchos otros, para mostrar esto era invitar a elegir a un conjunto de alumnos entre regalarles una camiseta con algún dibujo estampado o una cantidad de plata. El ejercicio era repetido luego pero regalándoles previamente la camiseta y ofreciéndoles luego cambiar esa camiseta por la misma cantidad de plata. Las alternativas, como notaran, son las mismas en ambos casos, pero cambia el contexto de ambas elecciones.

Paradójicamente, el número de personas que elegía la plata caiga sensiblemente en el segundo caso. La gente había incorporado la camiseta a sus pertenencias, a su statu quo, y a partir de allí sesgó su elección. El efecto explica también, por ejemplo, la lógica detrás de los descuentos en los comercios. El precio es $ 100 (el punto de referencia), pero yo te regalo el 20%.

El paso siguiente fue identificar que a partir del statu quo, del punto de referencia, la gente sufre proporcionalmente más por perder que la felicidad que le genera ganar. Si gano $ 1000, me duele más que me saquen $ 100 que lo que me alegró cuando me dan $ 100. Parece una afirmación rebuscada, pero la evidencia al respecto es bastante fuerte. En promedio, uno está dispuesto a cubrirse de perder $1 sacrificando más de $ 1.

¿A qué viene toda esta historia de la Teoría de la Perspectiva?

Argentina entra a 2012 en un contexto muy distinto al de los últimos 8 años. Las perspectivas de crecimiento, en un marco internacional bastante sombrío, son menos optimistas y vienen acompañadas de una inflación cercana o superior al 20% durante un lustro.

Algunos buscarán la analogía con la recesión de 2008 y 2009 que, aunque dura en términos de actividad, afectó menos el “bienestar social” que eventos de crisis previos. En aquel entonces, por un lado, el gobierno volcó a la actividad recursos fiscales que, bien medidos, equivaldrían a entre 5% y 6% del PBI, repartidos entre política social, jubilaciones y subsidios, y que en gran parte permitieron amortiguar y absorber los reclamos. Por otro, el colchón de rentabilidad previo y el tipo de cambio real alto, permitió un sostenimiento de la masa salarial.

En el marco actual, sin embargo, donde los recursos ya no abundan como en el pasado. Por un lado, el gobierno no sólo no puede actuar como amortiguador sino que será, en 2012, un demandante neto de recursos con un presupuesto con necesidades financieras que no cierran. Por otro lado, los márgenes de rentabilidad y la competitividad del tipo de cambio no es ya la de la crisis previa. Hoy hay que elegir perdedores.

La Teoría de la perspectiva anticipa que la resistencia por evitar las caídas desde el statu quo será mayor a las pujas por el reparto de la abundancia en el pasado.

Las implicancias directas son al menos dos, por un lado el recrudecimiento de la puja distributiva, mecanismo propagador en el tiempo del proceso inflacionario, por otro, el incremento de las presiones sobre las acogotadas arcas fiscales. Ambos mecanismos convergen hacia el mismo fenómeno macroeconómico: la inflación. La abundancia mal administrada genera inflación, pero la escasez mal administrada genera todavía más inflación. La historia Argentina está llena de periodos así, tanto que Heyman y Navajas lograron estilizar la experiencia y modelarla matemáticamente.

Es probable que en el año que comienza el gobierno enfrente presiones como no lo hizo en ningún periodo de los dos últimos mandatos, en intensidad y en diversidad de demandantes. El incentivo a ceder es alto, con beneficios focalizados y costos diluidos y así, uno de los mayores riesgos es que decida convalidar todas las demandas (con su impacto sobre las arcas fiscales) y no asumir el costo político, postergando la asignación de perdidas.

A estar atentos. Si esto sucede volvería a escucharse una palabra enterrada hace al menos 20 años: estanflación.

Nuevo paradigma de la desindustrialización

DISI, DesIndustrialización por Sustitución de Importaciones: crazy
Los problemas de la economía K empezaron hace tiempo. Pero evidentemente dentro de la pendiente resbaladiza de mamarrachos de política económica, la instauración de permisos previos para la importación es un salto cualitativo.
[Defino, para que no haya confusiones, "mamarracho": cosas no buenas que hace este país que no se hacen en ninguno de los países que admirás. Incluyo en la lista: "subsidios de hasta 80% en servicios públicos, seas pobre o rico"; "impuestos altos a las exportaciones"; "intento de tipo de cambio alto aunque el costo sea una inflación mayor a 20%"; "manipulación de las cifras del organismo estadístico nacional"].
Los permisos previos a la importación inauguran una nueva etapa en la economía argentina: la DISI, DesIndustrialización por Sustitución de Importaciones. Se trata de una remake de la ISI, la industrialización por sustitución de importaciones iniciada en tiempos de la Gran Depresión. No que esa primera etapa haya sido muy buena; pero las segundas partes suelen ser peores. Anoto un par de diferencias entre la ISI y la DISI.
La primera es, claro, una cuestión de circunstancias: la ISI empezó como respuesta a una crisis mundial que nos dejó con exportaciones muy menguadas y una gran recesión: déficit externo y desempleo. Ante estas circunstancias las alternativas eran devaluar o proteger. Alguna racionalidad hay en la elección de proteger en aquel momento. En primer lugar, es posible que una devaluación no hubiese tenido demasiado efecto en las cantidades exportadas, porque el comercio multilateral se había desintegrado. En segundo lugar, puede anotarse un motivo distributivo: en aquel entonces las exportaciones argentinas eran, básicamente, alimentos; la devaluación los habría encarecido y reducido más los salarios reales que la alternativa de protección.
Pero me parece más importante, a los fines de investigar los méritos relativos de la ISI y la DISI, señalar la diferente composición de las importaciones argentinas entonces y ahora. Las muestra este gráfico:
En los años 30s, el margen que había para comprimir importaciones de bienes de consumo, más fácilmente reemplazables por producción local, era mayor. Hoy, en cambio, la economía argentina está más integrada al mundo. Los bienes intermedios, de capital y combustibles (casi todos ellos necesarios para que la economía funcione) son el 80% de las importaciones. De hecho, es muy notable el aumento de las importaciones como % del PBI durante los años kirchneristas, como muestran los colegas de Economista Serial Crónico. Y tampoco será tan fácil reducir las importaciones de algunos bienes esenciales de consumo. De modo que es bastante difícil comprimir las importaciones sin impactar en el nivel de producción.
La DISI no llega en un buen momento. Según el último informe del INDEC –sí, del INDEC– la producción industrial de diciembre de 2011 fue apenas 1,4% superior a la de diciembre de 2012. Y la actividad, en general, se está ralentizando, como también muestran los indicadores de los economistas seriales. Sobre este panorama de fin de ciclo –influido por factores internacionales pero también locales; en particular, por la incertidumbre asociada al control de cambios– la instauración de la DISI será un golpe adicional.
Vale la pena preguntar, y quizás dejarlo para un próximo post: ¿y cuáles eran las alternativas a la DISI? ¿Devaluar? ¿No hacer nada? Está claro que, en el largo plazo, la disponibilidad de divisas para importaciones depende de las que se obtengan por exportaciones. En ese sentido, la DISI podría ser vista apenas como una de las posibles vías para asignar esas divisas.
Hay, sin embargo, dos motivos que la hacen peor a las alternativas. En primer lugar: en la alternativa de una devaluación, mejora la rentabilidad para la producción exportable, de modo que a mediano plazo la disponibilidad de divisas es mayor. En segundo lugar: es muy difícil que Moreno sea tan habilidoso como el mercado para asignar esas divisas. Con una devaluación, las importaciones se encarecen, y seguirán importando aquellas industrias para las cuales los insumos son tan valiosos que vale el precio extra. Con el sistema de la DISI, en cambio, lo más probable es que la banda de Moreno no pueda detectar con tanta precisión qué importaciones realmente valen lo que cuestan, y cuáles no. Corremos el riesgo de dejar de exportar un reactor nuclear porque le falta un tornillo taiwanés; si es el mercado el que raciona, es imposible que eso suceda.
¿Y por qué no devaluamos, entonces? Lo sabemos: tiene sus complicaciones. Desde que decidimos meternos en el camino de la alta inflación, los márgenes de acción para la política económica se han achicado. En el próximo post pegaré un gráfico al respecto y explicaré algunas cosas más... o no.

La interna del Gobierno bulle detrás de las importaciones

El directivo de la Unión Industrial Argentina atendió el teléfono el miércoles por la mañana y no supo qué responder. "¿Me querés decir qué c... está diciendo este tipo?", fue lo primero que escuchó. El que preguntaba era Pablo Cerioli, uno de los adláteres de Moreno, que quería saber por qué José Ignacio de Mendiguren había salido por primera vez a pedir que se demorara el nuevo sistema para las importaciones. Tal vez debería haber sondeado la respuesta en otro lado.
Sucede que algunos ven en la súbita intrepidez del presidente de la UIA algo más que la presión de las bases, entre las que las automotrices se habrían mostrado como las más vehementes. Ese "algo más", según deslizó un hombre que dialoga a diario con empresarios, sería un guiño desde las propias entrañas del poder. "El Vasco es muy temeroso del Gobierno. No lo veo lanzándose así, sin un visto bueno desde adentro", señaló alguien que conoce como pocos la interna industrial.
Más de uno divisa la mano de Julio De Vido en este tema. Debilitado frente a la figura hoy agigantada de Moreno, el hombre con el que antes había que hablar estaría jugando sus cartas para entorpecer al secretario de Comercio Interior. La buena relación que conserva con la industria desde los tiempos en que con él se podían hacer negocios, le da ahora una oportunidad de colarse en medio de la discusión por las trabas a las importaciones. ¿Y Echegaray? "Hace su juego solo, hasta lo que le da", dijo una fuente cercana a las automotrices.
Sin descartar esta teoría, otros empresarios prefieren hacer hincapié en el rechazo que causa por sí sola la medida que traba las importaciones y obliga a la minuciosa inspección de Moreno (a la que ahora se le agrega o superpone la "ventanilla única" de la AFIP). Desde el corazón de la UIA comentaron que no sólo las automotrices rechazan este control, sino que media ciudadanía está indignada. "Esto pega en el núcleo duro del proceso productivo", opinó una fuente.
Un fabricante de ascensores, sector que pasa por un gran momento y que en 2011 facturó US$ 680 millones, se tomaba la cabeza de sólo imaginar que no podrá entrar sus insumos. No existe un sólo ascensor en la Argentina que no tenga alguna pieza extranjera. Puesto a elegir al gendarme, el hombre no lo duda: "Echegaray, porque tiene más gente para discriminar qué es vital para la industria y qué no."
Será por eso, tal vez, que Moreno suavizó su tono intimidante y le pidió prestado un técnico a la propia UIA para que le dé una mano en la engorrosa tarea de revisar las miles de licencias que le caerán a partir del 1° de febrero. "Me dijo que tenía ocho personas para controlar todo y que no sabía cómo se las iba a arreglar", contó un hombre de la entidad.
No duraron mucho sus modales de "príncipe", como lo describió la Presidenta en su reaparición pública el miércoles. Desde hace unos días llama a las empresas y les exige que le adelanten el balance de pago de los próximos seis meses. Su objetivo es saber de antemano la cantidad de dólares que se girará al exterior en el próximo semestre.
"El terror es el dólar", afirmó un economista. Sucede que la balanza de pagos, que mide todos los flujos de divisas, es deficitaria. Por eso, bromean algunos, Moreno dejó de ser la Lita de Lazzari de los precios y se obsesionó con la moneda estadounidense. Tanto afán por este control hace suponer a un consultor privado que quizá el Gobierno tiene las cuentas más flojas de lo que se intuye. "O las reservas no son las que dicen o el rojo de la balanza comercial es más deficitario de lo que se conoce", concluyó la fuente.
Con un análisis más cercano a Sigmund Freud que a Adam Smith, el ejecutivo de una firma de tecnología opina que tanto control implica debilidad. "Si a vos las cosas te van bien, no le entregás todo el poder al policía. Si lo hacés es porque te sentís inseguro", infirió.
La sensación generalizada entre el empresariado de que en marzo se viene la tormenta tuvo estas semanas un aditivo: la sequía que asola el corazón agrícola del país y que ya redujo 15% la cosecha de maíz y tiene a mal traer a la soja. La mano de Moreno no maneja el clima, pero... En las primeras semanas de enero, el INTA dejó de publicar mapas de situación climática. No era momento, parece, para acicatear la psicosis entre los productores, que pasaban más tiempo mirando el cielo que recorriendo el campo. Junto con las lluvias de esta semana reaparecieron los mapas. La soja nutrió de divisas en los últimos años al modelo kirchnerista, por lo que una cosecha malograda sería un duro golpe y sólo podría desembocar en una cosa: más presión en el torniquete aplicado a las importaciones, para no tener que tocar el tipo de cambio.
En una importante automotriz tiemblan de sólo pensarlo. No sólo por la falta de insumos, que sería gravísima, sino también por el malestar que las trabas a las importaciones provoca en el mercado brasileño, el principal destino de los autos argentinos. Ya casi por terminar su bife de chorizo, en Puerto Madero, un empresario paulista se mostró perplejo ante el proteccionismo local. "Aunque la historia demostró que estos cierres no dan resultado, aquí insisten", se lamentó. Su compatriota Paulo Skaf, presidente de la principal cámara industrial de su país, dijo que comienza a haber desconfianza con la Argentina. "Hay otras formas", acotó.
Mendiguren iba a viajar a Brasil para analizar el tema con sus pares locales, pero ellos prefieren conversar con Cristina Kirchner. No fue buena la semana para "El Vasco". En medio del fuego cruzado habló de carburador, una pieza que dejó de usarse hace tres décadas. Sus detractores no lo dejaron pasar: "Por eso defendía a Prebisch. Se quedó en el pasado".

Hay que hacerse cargo de lo que se dice y hace

Animémonos y vayan", una expresión atribuida a Arturo Jauretche, ilustra muy bien aquellas situaciones en las cuales dirigentes, intelectuales o personas comunes y corrientes efectúan recomendaciones o adoptan decisiones sin hacerse cargo de las consecuencias. Ejemplos: los empleados del subte, cuando levantan los molinetes para que los pasajeros viajen gratis; o quienes asesoran a un país, pero cobran sus honorarios en moneda extranjera; o los elusores y evasores, cuando recomiendan aumentar la presión fiscal.
Al respecto, y en mi ya clásica entrevista con mi Alter Ego, analizo particularmente cómo afecta la negociación el hecho de que las dos partes no cuenten con la misma información, así como los incentivos y desincentivos que existen en el proceso decisorio público.
-Aunque no tan conocida como la Revolución Francesa de 1789, la Gloriosa Revolución inglesa de 1688 también fue importante.
-Efectivamente, porque entre otras cosas introdujo el siguiente principio: "Sólo pueden votar la creación o el aumento de las alícuotas de los impuestos quienes los pagan" ( no taxation without representation ). No es lo mismo participar que involucrarse porque, como ilustra el chiste, en el omelet de jamón, la gallina participa, pero el chancho se involucra.
-¿Por qué es importante este principio?
-Porque aunque resulte política e intelectualmente incorrecto, la conducta humana responde a incentivos y desincentivos. Por lo cual somos mucho más generosos cuando se trata de gastar los recursos ajenos que los propios. La ley 25.053, de 1998, dispuso financiar un aumento a los docentes con un impuesto que recayó sobre los propietarios de los autos (para mostrar que se lo había abonado, se pegaba una oblea en el parabrisas). Desde el punto de vista técnico fue un error (un gasto público general no se debe financiar con un impuesto específico), pero la generosidad con la que se recomendaba que los maestros ganaran más se transformó en indignación por parte de muchos dueños de autos.
-Aprendí en mi casa que "el que rompe paga" ¿No hubiera sido genial que la Ciudad de Buenos Aires le hubiera facturado a Quebracho por el árbol de Navidad que incendió a fines de 2011?
-En la Argentina de 2012, la cuestión se puso sobre el tapete, a raíz de la decisión de los empleados del subte, de "levantar los molinetes" en protesta por el aumento del precio del viaje, cuando la Nación le pasó la administración del servicio a la Ciudad de Buenos Aires. Más allá de la declarada motivación política de la decisión, la clave está en que quien la adoptó partió de la base de que a fin de mes, los asalariados del subte igual van a cobrar sus salarios. Pero como no los va a abonar Mandrake, los fondos saldrán del bolsillo de todos aquellos que pagamos los impuestos en la Capital Federal.
-No parece ser el único caso.
-Le doy otro. Si los economistas que asesoran a los gobiernos verdaderamente creyeran en sus recomendaciones, deberían aceptar cobrar sus honorarios en títulos del Estado al que asesoran, denominados en moneda local, y no en moneda extranjera.
-Recientemente, José Nun propuso en La Nación aumentar las alícuotas del Impuesto a las Ganancias, para redistribuir el ingreso.
-La Argentina es un país de fuerte evasión, por lo cual me llamó la atención que, en el referido artículo, Nun apenas le dedicara un par de renglones a la cuestión. Cuando se divide la recaudación impositiva por el PBI, en la comparación internacional Argentina ocupa una posición intermedia, bien por debajo de los países escandinavos. Pero quien compara las alícuotas encuentra mucha menor diferencia. Ocurre que en Suecia, al lado de uno que paga los impuestos hay otro que también los paga, mientras que en Argentina al lado de uno que paga los impuestos hay otro que los evade. ¿Quién escucha a los contribuyentes cuando se plantea un debate sobre impuestos y gastos públicos?

sábado, 28 de enero de 2012

La milagrosa curación de nuestra Presidenta

Todo fue fuerte. Muy fuerte. Por momentos pensé que no podría resistirlo. Su entrada triunfal, Cristina, me pareció increíble. Se la veía espléndida como siempre. Sonriente, sana, entera. Llevando con extraordinaria dignidad, y diría que hasta con orgullo, su cicatriz. Y todo el salón puesto de pie, en un aplauso que tenía mucho de admiración y de gratitud: la reina había vuelto a ocupar su trono, ese trono que Boudou tan bien cuidó durante 20 días. Ni lo tocó.
Desde mi posición expectante, la veía a Usted, veía la figura de Evita en esa suerte de retablo, veía la bandera, oía la ovación, y pensaba: qué hemos hecho para merecer tanto. La Providencia tiene esas cosas. Cuando quiere jugar a lo grande, no repara en gastos. Nos estaba regalando su regreso y nos premiaba con el momento histórico en el que Usted, sublime y maravillosa, parecía decirnos: "Tranquilos, acá estoy".
Señora, valió la pena la espera. Valieron la pena esas dos semanas sin un parte médico (aunque comprendo que no habíamos estado muy duchos en ese rubro), sin una sola información oficial. Ese suspenso interminable. La desaparición del vocero Scoccimarro. Ese misterio sobre si se iba al Sur o a Chapadmalal o se quedaba en Olivos. Ese jugar siempre a las escondidas. Entiendo y acepto que si no nos decían nada era porque no teníamos que saber nada. Está muy bien que Usted tenga -con perdón de la palabra- el monopolio de la información sobre su salud y sus movimientos.
Pero volvamos al acto. Qué bien preparado estaba todo. Los aplausos. La puesta en escena. La sonrisa sincera de Boudou. Los aplausos. Las ausencias de Scioli y de Moyano. El lugar preferencial para Mariotto. La entereza con que asumían su segundo plano Timerman y Lorenzino. Los esfuerzos de Abal Medina, con su carita de Primera Comunión, para dar el porte de jefe de Gabinete. Los aplausos.
Qué lindo verla a Usted a sus anchas con los golpes de efecto que habíamos preparado, paseándola por medio país -gracias al sistema de interconexión- para inaugurar cloacas, escuelas, rutas. Qué enternecedor cuando, muy fresca, le retribuyó los saludos a un señor mayor que aparecía en la pantalla: "A vos, peladito".
Pero lo mejor, otra vez, fue el discurso. A los que esperaban una merma en su garganta o en su espíritu les decimos: falso positivo; está con más pilas que nunca. Me pregunto cómo hace para, después de su convalecencia, abordar temas tan disímiles como el informe Rattenbach, las evaluadoras internacionales de riesgo o el precio del cuero. No se me escapa que cometió errores, pero lo importante es la actitud. Dijo, en un descuido, que en desempleo se había logrado "perforar el 7", y cuando se dio cuenta de lo poco feliz de la frase, lejos de seguir como si nada, empezó a bromear con ella. "Perforamos el 7, ja ja ja ja, lo perforamos." A eso llamo actitud. Es lo que uno espera de su líder.
Sí, fue una de sus mejores piezas oratorias. Y lo digo aun sin haber entendido todo. Por ejemplo, yo creía que los Eskenazi seguían siendo nuestros amigos y no que eran parte de "los avivados" a los que hay que combatir. O que estábamos preocupados porque el superávit comercial cayó por segundo año consecutivo, y por eso Moreno estaba cerrando hasta las entradas de aire, y resulta que Usted lo calificó de "excelente".
Tampoco me cierra eso de que el modelo esté en peligro y haya que defenderlo "con todo el peso de la ley", si hace apenas tres meses fue votado por el 54% del país. En cambio, que al ajuste lo llamemos "sintonía fina" es un hallazgo. Quién va a organizar una protesta con pancartas que digan "¡No a la sintonía fina!" Quién puede calificar a la sintonía fina de "salvaje".
El mensaje también fue un himno a la espontaneidad. Creí morir de admiración cuando la oí decir que, para convencer a los que no creían en su operación, se había pensado en llevar allí su glándula extirpada. Y que no lo había hecho porque le parecía "too much". ¡Qué lástima! Era una idea de lo más original. Imagínese la foto de Usted con su tiroides: la grandeza y la pequeñez; la salud y la enfermedad; el bien y el mal.
Y ese "too much"... Me encanta cuando tira palabras en inglés, aunque a veces la pifie con la pronunciación. En pleno conflicto por las Malvinas, es una forma de decirles a los ingleses: "Ojo, no se hagan los vivos que entiendo perfectamente lo que están diciendo".
La apoteosis llegó al final, al decirnos, en ese tono intimista tan subyugante, que no había habido falso positivo, diagnósticos equivocados, conflicto entre patólogos, partes médicos imprecisos o apresuramiento en la comunicación. La explicación era mucho más sencilla. Si ya no tenía cáncer se debía -nos reveló- a que había ocurrido un milagro. ¡Epa, un milagro! Esas son palabras mayores. Quiere decir que todo fue un hecho sobrenatural. Que ahí estuvo la mano de Dios. Realmente conmovedor. Ante alguien a quien no sólo votan en la Tierra, sino también en el Cielo, yo me inclino. Mirado en términos políticos, qué flor de alianza, Cris. El Todopoderoso de nuestro lado (¿no estará Néstor haciendo de las suyas allá arriba?).
Imbuido de este espíritu, miro a las alturas y pronuncio la palabra que lo dice todo: AMEN.

miércoles, 25 de enero de 2012

Un estado abarcador aprieta en realidad muy poco

En abstracto, tanto la cuestión de la importancia relativa de la intervención estatal versus el mercado, como la del rol de la planificación económica, generan debates eternos y, por consiguiente, estériles. Aquí y ahora importa lo que cabe esperar de una política económica basada, con una intensidad que probablemente nunca se vio antes en la Argentina, en el accionar imprevisto y discrecional de un único funcionario.


Al respecto, mi ya clásico juego de la entrevista con mi Alter Ego...


-Cuando se plantea la cuestión de Estado versus mercado, dentro de la profesión, automáticamente aflora la denominada controversia socialista. 
Que en la década de 1920 protagonizaron Otto Neurath, Fred Manville Taylor y Ludwig Edler von Mises, y en la de 1930, Oskar Ryzard Lange, Abba Ptachya Lerner y Friedrich August von Hayek. El planteo original lo había realizado Enrico Barone, en 1908.
-¿Qué surgió de esa controversia? 
Que «en los papeles», los mismos resultados que los dueños y los gerentes de las empresas podrían conseguir bajo un régimen capitalista, los funcionarios a cargo de las firmas los podrían obtener en un régimen socialista. «En los papeles» significa que el mismo conjunto de ecuaciones describe el comportamiento decisorio, en un contexto y en el otro.
-Pero la realidad terminó siendo muy diferente. 
Efectivamente, a pesar de que el Gosplan, la oficina de planificación de la Unión Soviética, llegó a emplear más de dos millones de personas, el sistema económico ruso y el de sus países satélites terminó implosionando. Caído el Muro de Berlín, sólo nos quedan Corea del Norte y del Sur para visualizar los resultados prácticos que pueden generar los diferentes sistemas económicos.
-Si tuviéramos que pedirle permiso al Estado para todo, ¿no solucionaríamos algunos problemas? 
Muchos creen eso, particularmente durante las crisis o cuando ocurren desgracias. La coordinación espontánea de los comportamientos basados en el interés particular de cada ser humano, de la que Adam Smith habló en La riqueza de las naciones, luce contraintuitiva; mientras que la coordinación centralizada, realizada por el Estado a partir de los planes individuales, parece más segura. Pero esto tiene muy poco que ver con la realidad. ¿Alguien puede creer que terminaríamos con los choques de autos en la Capital Federal si cada mañana cada porteño y porteña le tuviera que enviar un e-mail a Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad, indicándole a qué hora y por qué calles piensa transitar con su vehículo, a la espera de la correspondiente autorización?
-Entonces pregunto al revés, ¿cuál es el problema de tener que pedir permiso para todo? 
En un país cuyo gobierno está integrado por ángeles, es decir, por funcionarios que sólo se ocupan del bienestar de la población, el problema que se plantea es que resulta imposible generar, trasmitir y procesar la información requerida para coordinar todas las decisiones económicas. Aun en la actualidad, con las computadoras y los celulares existentes. Esto lo sabe cualquier empresario, pero también cualquier ama de casa, que lleva adelante el hogar sin, aparentemente, contar con un plan explícito.
-¿Y en un país gobernado por seres humanos cuál es el problema? 
Que, potencialmente, los funcionarios le cobrarán al sector privado por el servicio que le prestan. Servicio que, desde el punto de vista colectivo, es un fenomenal desperdicio, pero, desde el individual, es muy valioso, tanto más cuanto más discrecional sea la política económica.
-Pero entonces, ¿puro mercado? 
Eso de que los recursos son escasos también se aplica a la gestión gubernamental. Por lo cual, el Estado debería concentrar sus energías allí donde su intervención resulta imprescindible.

Curiosos comportamientos cambiarios

La decisión de convertir (¿invertir?) la flotación administrada del peso competitivo en una "tablita" que desliza la paridad del peso a una velocidad menor a la del IPC oficial, y de combatir las expectativas de depreciación inducidas por esta fatigada ancla cambiaria con controles a la compra de dólares y demás palos en la rueda típicos de una corrida, tiene alguna consecuencias de interés académico y práctico.

Primero, el dólar paralelo sobrestima el tipo de cambio de equilibrio. El paralelo, según racontos informales, se encuentra hoy en la vecindad de 4,80 y subiendo. Este ascenso no deja de ser previsible. Hace unos meses, en ausencia de controles, las compras especulativas se habrían frenado con un tipo de cambio en el rango de 4,50-4,60. Si la demanda desviada del mercado formal por los controles se canaliza a través del mercado informal (que tiene un volumen limitado) es de esperar que el precio del dólar en este mercado exceda el nivel de equilibrio, cualquiera sea éste. De hecho, cuanta mayor la presión en el mercado blanco, más demanda derivaría al negro (o azul, según la preferencia cromática) y mayor sería la suba del tipo de cambio paralelo (y el spread de compraventa que embolsan los cambistas, que hoy oscila entre 15 y 20 centavos).

Segundo, algunos pagos que antes se realizaban en pesos comienzan a hacerse en dólares, para eludir el aura delictiva de la transacción informal (y los 20 centavos del spread ). Así se genera una situación no vista ni en los dolarizados años 90: el uso del dólar billete como medio de pago (en jerga económica, sustitución de moneda). La salida de capitales que el país exhibe desde hace décadas refleja el uso del dólar como instrumento de ahorro (en jerga, sustitución de activos) producto de la evasión tributaria, el temor a la confiscación, la falta de instrumentos idóneos en pesos y cierto fetichismo por el greenback . Pero este ahorro en activos externos dolarizados no necesariamente genera sustitución de moneda: aún en tiempos del culto al uno a uno, en la cartera de la dama y la billetera del caballero argentino había pesos y no dólares -razón principal por la que en 2002 pudieron evitarse la hiperinflación y la dolarización espontánea que tantos pronosticaban. 

Hoy, en cambio, el billete verde ya se usa de manera incipiente como medio de pago para algunos bienes y servicios (no sólo las históricamente dolarizadas transacciones inmobiliarias) a una paridad cercana a la punta compradora del mercado paralelo. La lógica es simple: para muchos es difícil comprar dólares al tipo de cambio oficial. No se trata sólo de la economía informal que no genera ingresos dolarizables en los registros de la AFIP; aún con ingresos en blanco, el acceso a la moneda extranjera es incierto. En este contexto, si el proveedor de un servicio espera dolarizar su ganancia, tiene el incentivo de cobrar parte de la transacción en dólares a un tipo de cambio al cual el comprador del servicio (y ahorrista dolarizado) esté dispuesto a venderlos.

Tercero, la sustitución de moneda es una nueva fuente de inflación. A medida que los ahorristas sacan sus dólares del colchón para usarlos como medio de pago, se acelera el cambio de manos del billete o, en términos más técnicos, su velocidad de circulación. Por la misma razón cae la demanda real de pesos, ahora parcialmente sustituidos por el dólar. Para no entrar en terrenos excesivamente técnicos, digamos simplemente que esto último implica que, para una dada oferta de dinero, el nivel de precios de equilibrio (el que iguala oferta y demanda de pesos) sería mayor.

Cuarto, los excesos del paralelo contrarrestan el beneficio antiinflacionario del dólar oficial (beneficio esgrimido para justificar la inversión de la política de intervención). Por ejemplo, los argentinos acostumbran pensar (y cotizar) algunos gastos (casas, autos) en dólares, aunque la transacción final se realice en pesos. Lo mismo se aplica a negocios o actividades con un alto componente exportable (incluyendo las relacionadas con el turismo). ¿A qué tipo de cambio se pasarán a pesos la vivienda, el auto o la noche de hotel? La respuesta no es obvia, dada la disparidad de precios del dólar pero si, como es probable, el número no está lejos del tipo de cambio paralelo, parte de lo que se gana con el oficial barato se perderá con el paralelo caro. En otras palabras, el efecto final sobre la inflación no sería tan distinto al de un escenario sin restricciones y con tipo de cambio único ligeramente más alto.

Tal vez por la ilusión de ser diferente (o como servicio a otras economías en desarrollo), lo cierto es que no es la primera vez que la Argentina se ofrece como laboratorio de ideas creativas con dudoso sustento técnico e improbable eficacia práctica. La nueva saga cambiaria no es la excepción: la adopción de un dólar barato sostenido con fórceps en un contexto de crisis mundial y fortalecimiento del dólar puede verse como un experimento potencialmente oneroso para inducir y estudiar curiosos comportamientos cambiarios.

viernes, 20 de enero de 2012

Moreno es un generador de ineficiencia más absoluta

La ciencia económica existe por la sencilla razón que los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas. Cada uno de las personas que integran una sociedad tiene un ingreso determinado y necesidades que no puede cubrir totalmente con sus ingresos. Dada la restricción presupuestaria tiene que optar entre los bienes que compra y los que deja de comprar.
¿En base a qué criterio asigna cada persona su ingreso? ¿Qué bienes compra y que compras posterga? En base a la teoría del valor subjetiva. Las cosas no valen por sí mismas, sino que tienen valor porque la gente les otorga valor. Al mismo tiempo, esa valoración es subjetiva porque cada persona valora de diferente manera los bienes que se ofrecen en el mercado. Un fanático de River le otorgará escaso valor a una entrada para ver un partido de Boca y viceversa. También es importante resaltar que una misma persona le otorga valor a un determinado bien dependiendo de las circunstancias. El ejemplo típico es el del vaso del agua en el desierto. Una misma persona le otorga más valor a un vaso de agua en el medio del desierto que el valor que le da si está cómodamente sentado en su casa con abundante agua potable.
Además de saber que el valor es subjetivo, también sabemos que cada persona va cambiando la escala de valores sobre los bienes que necesita. Sus prioridades se modifican continuamente. Por ejemplo, una persona que quiere comprarse un automóvil ahorrará hasta que pueda adquirirlo. Una vez que tiene el auto, salvo que sea un fanático de los automóviles, le otorgará menor valor a tener otro auto y le dará más valor a, por ejemplo, un viaje de placer u otra cosa.

 

Repasando, sabemos que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. También sabemos que las cosas no tienen valor por sí mismas sino que se las otorga cada persona de acuerdo a determinadas circunstancias (el vaso de agua en el desierto), y que cada persona va cambiando el valor que le otorga a los bienes y servicios y, encima, que cada persona valora diferente los bienes. Es por esta razón que la economía es la ciencia de la acción humana, y no hay modelo matemático o econométrico que pueda expresar los valores que cada una de los millones de personas que le otorga a los bienes.
Lo que sí sabemos es que ese valor subjetivo que cada persona le otorga a los bienes se traduce en el sistema de precios. Por ejemplo, si una persona paga una determinada cantidad de dinero por un bien es porque valora más el bien que está recibiendo que el dinero que está entregando. Nadie haría un intercambio se le otorgara el mismo valor al dinero que entrega y al bien que recibe. En ese caso estaría en un punto de indiferencia porque valora (subjetivamente) de la misma forma el dinero que tiene y el bien en cuestión. Y, por supuesto, mucho menos esa persona haría el intercambio si valorara más el dinero que tiene que el bien que desea comprar. Solo hay intercambio de bienes en la medida en que lo que entrego tiene, para mí, menos valor que lo que recibo.
Todos los días millones de personas llevan a cabo intercambios. Entregan dinero a cambio de bienes o dejan de comprar bienes porque valoran más el dinero que tiene que el bien que les ofrecen.
Los millones de transacciones diarias que se llevan a cabo en la economía se basan en la teoría subjetiva del valor. Esas transacciones realizadas de acuerdo a las valoraciones de las personas van conformando la estructura de precios de la economía. Dicho de otra manera, los precios de la economía no son otra cosa que la expresión subjetiva de de millones de personas. Por eso, el sistema de precios es la guía que tiene el empresario para tratar de descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha.
Los precios, que expresan las valoraciones subjetivas de las personas, guían al empresario en sus decisiones de inversión, las que, por cierto, pueden ser acertadas o incorrectas. Si el empresario asigna sus recursos productivos y la gente no le compra el producto, pierde. Si acierta gana. La inversión, en una economía competitiva, es, por definición, puro riesgo.
Ahora bien, como decía antes, una persona está dispuesta a entregar dinero a cambio de un determinado bien en la medida que valore más el bien que recibe que el dinero que entrega a cambio. Si la persona tiene que entregar una cantidad de dinero que valora más que el bien que va a recibir, entonces no hace el intercambio. Esto nos lleva a otra conclusión: el empresario no puede poner cualquier precio al producto que vende porque del otro lado hay un consumidor que definirá si el dinero que le pide el empresario por su producto vale menos que lo que va a recibir.
Como el precio depende de las valoraciones subjetivas de cada consumidor, el empresario sabe que los costos de producción en que puede incurrir están acotados por las valoraciones subjetivas del comprador. Dicho de otra forma, es el consumidor el que determina los salarios que puede pagar el empresario, el costo de los insumos, etc. Si el empresario paga cualquier nivel de salarios, de insumos, es muy probable que no venda un solo producto y quiebre. Solo aquél empresario que acierte en descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha y establezca una estructura de costos y utilidad que el consumidor esté dispuesto a pagar, es que logrará el éxito económico.
De lo anterior se desprende que, así como no hay empresario que pueda conocer de antemano el valor que cada persona le otorga a los bienes y qué precio está dispuesto a pagar por cada bien, tampoco hay burócrata que pueda conocer los millones de valoraciones subjetivas de cada consumidor y cómo van cambiando esas valoraciones a medida que va satisfaciendo sus necesidades.
El sistema de precios no es otra cosa que la manifestación de millones de personas sobre sus subjetivas valoraciones de los bienes y servicios que hay en la economía y además es dinámico. Cambia todo el tiempo.
El todo poderoso Moreno pretende sustituir, mediante resoluciones, prohibiciones, cuotas de importación y exportación y demás regulaciones ese complejo sistema de valoraciones subjetivas y cambiantes de los consumidores. Ni aún la computadora más sofisticada podría reemplazar al sistema de precios por la sencilla razón que no hay ecuación matemática que pueda definir una estructura de precios relativos, porque en ese ecuación serían todas variables (las valoraciones subjetivas de los consumidores) y no habría constantes. Dicho de otra manera, no hay modelo matemático que pueda reemplazar la acción humana porque las valoraciones subjetivas de las personas no se pueden incluir en ninguna ecuación. Cuando Moreno establece precios máximos, cuotas, prohibiciones y regulaciones, parte del supuesto que todos los consumidores valoran de la misma forma los bienes y, además, también supone que esas valoraciones son constantes. Es como si para Moreno los consumidores no fuera seres humanos sino simples máquinas que repiten sin pensar cada intercambio.
Por eso, lejos está la economía argentina de alcanzar niveles de eficiencia, si por eficiencia entendemos asignar los recursos productivos para satisfacer las necesidades de los consumidores. Y no puede haber eficiencia porque al establecerse precios máximos, regulaciones y prohibiciones, no hay posibilidad de tener un sistema de precios que exprese las valoraciones subjetivas de los consumidores.
En todo caso la economía argentina producirá aquellos bienes y servicios que, caprichosamente, Moreno decida que hay que producir y los precios a los que hay que vender.
Pero sus decisiones no tienen nada que ver con lo que la gente demanda en base a sus subjetivas valoraciones, porque Moreno las desconoce. Es más, como Moreno desconoce cuánto está dispuesto a pagar cada consumidor por cada bien, también desconoce cuáles son los salarios que puede pagar una empresa, qué precios puede asumir por los insumos, etc.
Moreno no tiene la información necesaria para tomar las decisiones que toma. Se maneja ignorando los deseos de la gente. Solo impone lo que a él le parece que tiene que producirse, que no es necesariamente lo que la gente quiere. Y si fuera lo que la gente quiere, entonces su función no sería necesaria.
Es más, al establecer precios máximos razona al revés porque suma costos, agrega una utilidad "razonable" y establece el precio de venta. El problema es que, como decía antes, los costos de producción dependen de cuánto dinero está dispuesto a pagar el consumidor por cada bien y, en consecuencia, ese precio determina los costos en que puede incurrir la empresa. Ya de partida Moreno refleja un razonamiento contable de la economía y no de la acción humana. Respecto a la utilidad, no es lo mismo la rentabilidad que se le pide a una inversión en un país con reglas de juego estables, que en un país en donde todos los días las reglas cambian.
En síntesis, Moreno podrá agredir, gritar, apretar e imponer todo lo que quiera, pero lo que no podrá hacer es lograr una economía eficiente desde el mismo momento en que pretende imponer sus deseos por encima de millones de consumidores que se manejan con valoraciones subjetivas y cambiantes que nada tienen que ver con sus gritos, aprietes e imposiciones.