Analizar la política como una
foto, valiéndose del contexto, quizás sea el error más común en los últimos
tiempos, y tiene que ver con la contraposición de realidades estáticas del
presente y el pasado. Eso que algunos llaman “tal o cual no resisten un archivo”.
Pero la política es mucho más que eso, más bien una película vertiginosa que en
su insensible gradualismo impide percibir la profundidad de ciertas imágenes
que marcan un cambio de época. Unos años atrás el PJ estaba muerto, y la nueva
criatura para las próximas generaciones que proponían desde la cúpula del poder
era Unidos y Organizados, el megasello de agrupaciones del kirchnerismo duro,
monopolizado por La Cámpora.
Hace unos
días los líderes de la agrupación de CFK se fundieron con soltura en la misma
estructura que demonizaron durante años. La imagen bien podía detonar una
perplejidad total: Un congreso del PJ en el Parque Norte de Armando Cavalieri,
donde se aprobaron “listas únicas” a libro cerrado, en medio de aplausos y a
otra cosa. Un flashback cruel a los años dorados del menemismo.
Tanto es
así que bien se podrían superponer las fotos y muchas de las caras que
protagonizaron la jornada, como el flamante presidente del PJ, Eduardo Fellner o
el eterno Juan Carlos Mazzón, se repetirían. Nada para avergonzarse en realidad,
es lo que en países más generosos se llama continuidad institucional o
tradición política.
Lo
destacable fue ver a camporistas como Eduardo “Wado” de Pedro y José Ottavis, tratando
de aparecer frente a las cámaras junto a ese jujeño de modales mansos,
exponente del más rancio pejotismo. Pero cuidado: lejos de hablar mal de los
camporistas este giro es acaso un signo de madurez política. El metamensaje
habla de olvidar los años revolucionarios, cuando tenían el monopolio del sello
de calidad de pureza kirchnerista, para mestizarse en el peronismo y conseguir
así, pasaporte de futuro.
No resulta
caprichoso que la Casa Rosada haya elegido para protagonizar la jornada a De
Pedro y Ottavis, dos de los camporistas más racionales y menos pejuiciosos;
mientras el más recalcitrante, Andrés “El Cuervo” Larroque, quedó claramente
relegado.
Mientras
tanto, y casi sin llamar la atención –algo que le sale muy bien- Scioli estaba
sentado junto a los otros “presidenciales”, en una casi nada rutilante segunda
fila y ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar, como si hizo con mucha
solvencia el salteño Juan Carlos Urtubey, que aprovechó que lo eligieron para
presentar una moción y pícaro, se despachó con un discurso de fuerte tono
político.
El
gobernador de Buenos Aires no fue protagonista, pero acaso resultó siendo el
gran beneficiado de las definiciones de fondo que se tomaron en Parque Norte.
La primera fue blanquear a todos los candidatos a Presidente del oficialismo.
Es decir, están todos adentro del PJ, que como en cada cambio de ciclo, es la
casa que vuelve a cobijarlos, una vez que se terminan las fantasías de crear un
nuevo movimiento “superador”. De hecho, desde la recuperación democrática, el
peronismo es eso que sucede entre movimientos "superadores".
Resulta
claro que la candidatura del oficialismo se va a definir en una primaria en la
que competirán algunos de los siete “presidenciables” que se sentaron juntitos
para la foto, pero no todos llegarán al final del camino. Y ese escenario, si
se miran las encuestas, es el mejor escenario posible para Scioli. Si en algún
momento se discutió en el seno del Gobierno si era conveniente armar una
primaria para que Scioli se dé el gusto de destrozar a los candidatos del
kirchnerismo “puro”, todo indica que esta discusión se saldó por el lado más
inesperado: ya no hay kirchneristas “puros”, al menos en la Rosada.
Los camporistas
son esa nueva raza en tránsito acelerado a la peronización y, en consecuencia,
el candidato más adecuado es el que está en mejores condiciones de garantizar
el triunfo electoral. Es decir, la permanencia en el poder, aunque en la nueva
etapa signifique pasar del centro a la periferia. Nada nuevo, se sabe que para
los peronistas el único pecado imperdonable es el llano.
Una
primaria con todos los candidatos es funcional a Scioli, claro está, pero
contrariamente a lo que se supone, los que rodean a CFK dicen que si el
gobernador gana esas primarias, va a salir fortalecido y eso significa que el
Frente para la Victoria va a tener “un candidato más robusto”. Acaso, así como
con la crisis del dólar llegó la hora de la ortodoxia económica, con la
inevitable pérdida de poder del final de ciclo, haya llegado la hora del
regreso a la ortodoxia peronista.