miércoles, 16 de abril de 2014

Populismo, lealtad y confrontación

Por Ariel Torres



Subsidios casi sin control, y confrontación, mucha confrontación, han sido los pilares fundamentales del modelo kirchnerista populista a lo largo de la denominada “década ganada”. La estrategia de confrontación ha sido siempre esencial para sustentar la división del electorado entre “nosotros” (los buenos) y “ellos” (el resto). El manual del buen populista requiere una cuidadosa elección de con quienes confrontar para no infligir un daño considerable en respuesta y generar una adhesión fuerte entre los elegidos como “nosotros”. En general, apelar inicialmente a sentimientos ya existentes en la población, de origen nacionalista, racista o conspirativo, algo que generalmente da buenos resultados.

Claro que es un arma de doble filo. Como “ellos” ya estaban en el imaginario colectivo, el impacto inicial del anuncio se diluye más pronto que tarde ya que realmente no hay nada nuevo y la gente comienza a pensar que todo es “más de lo mismo”. Además, si bien cada uno de los confrontados no es un peligro inmediato y su linchamiento genera euforia entre los “buenos”, siempre quedan rastros de ellos y con el correr del tiempo los enemigos se van sumando y potencialmente la suma de ellos puede convertirse en un peligro para cualquier régimen populista.
El costo de la confrontación tiene básicamente dos aristas:
1- Se genera un nuevo enemigo que se suma al pool de una potencial oposición.
2- Los sectores confrontados disminuyen su nivel de actividad e inversión o son directamente absorbidos por el Estado. Esto reduce el nivel de actividad y aumenta el gasto público. Para que los “nosotros” sigan contentos se requiere de un nivel de confrontación creciente o directamente darles más satisfacciones a través de empleos y/o transferencias que implican un mayor gasto público.

Son cada vez más los enemigos creados por la propia dinámica del populismo confrontativo, como así también menor nivel de actividad, mayor necesidad de gasto público y menor base impositiva. En Argentina este círculo vicioso se vio retrasado por los extraordinarios términos de intercambio experimentados. Pero una década es mucho tiempo para un sistema que lleva en sí mismo las semillas de su propia destrucción.
Algunos medios independiente, no obstante, han continuado revelando los evidentes desequilibrios del sistema, tales como los desmadres de la Secretaria de Comercio, la inseguridad, la droga, el desabastecimiento, la desinversión y la inflación verdadera creciente.  Semejantes variables se han convertido en una especie de profecía autocumplida, generada por el modelo y con un poder político quizá mayor que el de toda la oposición. Una de las inconsistencias más costosas del “modelo” fue la política de subsidios a los servicios públicos y una amplia variedad de planes asistenciales, algunos de ellos correctos en su concepción, pero muy mal implementados.
Los subsidios ya no son genuinamente financiables y afectan fundamentalmente a los sectores de bajos ingresos que aún apoyan el modelo populista confrontativo. Sacarlos implica perder el apoyo de los únicos que aún no han sido confrontados y dejarlos implica convalidar una trayectoria potencialmente explosiva en la tasa de inflación. Las paritarias de este semestre actúan como un factor multiplicador de los desequilibrios del modelo y han puesto al sector sindical en un rol de confrontador con el gobierno.
En el actual escenario contextualizado, la única aparatente respuesta del gobierno parece ser la de durar hasta 2015, con pequeñas correcciones de timón de manera tal de dejar el costo político del ajuste al peronista opositor que los suceda y de esta manera dejar abierta la puerta para un retorno cada vez menos probable. Recortar apenas los subsidios como para no tener un problema fiscal, parece ser un acierto, si no fuera por la distorsión inflacionaria que provoca, exasperando las demandas salariales. Y aun falta tocar electricidad, transportes, Aerolíneas y tantos otros.



Con pequeñas devaluaciones se acompaña un camino ya trazado de abulia económica, con control de cambios, y una incipiente pero firme estanflación. El BCRA se empieza a endeudar para esterilizar la emisión monetaria generada por los subsidios, una ya demostrada política peligrosa pero una suerte de camino más corto que ayude a llegar al 2015 y dejar la mochila de deuda al próximo.
A esta altura de los hechos, el “modelo” no cierra. Inflación altísima y creciente, tarifazo tenue pero continuado, paritarias con sindicatos nerviosos y un nivel de actividad reducido, son una combinación insostenible durante 18 meses. El control de precios no es una alternativa viable para un período tan largo, puesto que no hay ejercicio similar en el mundo que haya durado más de 6 exiguos meses.
Este gobierno no escucha consejos ni opiniones que surjan de sectores que no piensan igual, por eso creo que los errores ya se cometieron y se deben pagar los costos, económicos y políticos. La incógnita de quien los pagará y cuándo, parece develarse con la inacción de los actores. Sería recomendable que los opositores tomaran nota de lo que viene, porque cuando al populismo se le acaba la plata y las lealtades, lo único que le queda es la confrontación.


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