Ágil, veloz, de
rápidos y voluntarios reflejos, el Grupo Clarín desactivó lo que parecía un
choque frontal contra el ala dura del entorno más íntimo de CFK. Al mismo
tiempo, puso al gobierno nacional, una vez más, entre la espada y la pared.
Aunque
desde hace un par de días, el impactante triunfo del Gobierno quedó en suspenso
después de la rápida decisión de Clarín de adecuarse, por iniciativa propia. Para
algunos ministros y entendidos en lobby, la jugada del grupo constituye una
señal de peligro. Ahora mismo existe en la administración una fuerte e intensa
discusión sobre qué es lo que debería hacer la Afsca después de la movida ajedrecística del
multimedios más importante de la Argentina. Y no se trata de un tema menor, porque
de lo que se determine depende que la madre de todas las batallas finalice con
una victoria concreta o un verdadero fiasco.
El
análisis primario dice que, al tener que dividir el conglomerado por seis y a
Cablevisión por tres, Clarín perdería, en un primer momento, algo de poder
económico, penetración periodística, fuerza para negociar con proveedores y también
cierta capacidad de influencia. No es lo mismo negociar en nombre de un solo y
poderoso conglomerado que hacerlo en otro dividido por seis. Para colocarlo en
términos sencillos: el grupo Clarín acaba de decidir por sí mismo su
desconcentración. Por lo tanto, desde esta primera mirada, el gobierno nacional
ya habría ganado una de las grandes batallas de la ley de medios, aunque se
parezca más a un triunfo moral. Porque si se le presta atención a la manera en
que el Grupo presentó su plan de adecuación, según mi visión, Clarín reduciría
su pérdida a la mínima expresión. De hecho, se queda con Canal 13, TN, Radio
Mitre, sus naves periodísticas insignia, y una buena parte de Cablevisión, la
verdadera caja que le sirve para mantener y además hacer crecer a algunas de
todas sus empresas. Incluso, algunos analistas que saben cómo funcionan los
multimedios de verdad, aseguran que, con el tiempo, estas seis unidades de
negocios, bien administradas, podrían tener un crecimiento sostenido y
autónomo.
La
cuestión a dilucidar en poco tiempo, es que si Cristina le da el visto bueno a
este plan de supuesta desinversión, en vez de matar el monstruo, con el tiempo
lo va a alimentar todavía más, porque cada una de esas unidades de negocios
seguirá siendo mucho más poderosa que cualquiera de las empresas de la
competencia. Nada que ver con lo que el universo K quiere, es decir, romperle a
Clarín el poder económico, quitándole por ejemplo, Cablevisión; o una decisión
que interrumpa el trabajo continuo de su maquinaria informativa, como el
desprendimiento de Canal 13 o Radio Mitre.
Entre
los gerentes del Grupo hay quienes todavía se sienten malheridos por el fallo
de la Corte e
insultan por lo bajo a Ricardo Lorenzetti, porque consideran que no tuvo el
coraje para ponerle un freno definitivo a la prepotencia de CFK. Sin embargo,
los que se jactan de conocer bien qué es lo que piensa y siente Héctor Magnetto
sostienen que, al presentar la adecuación voluntaria, evitaron que Martín
Sabbatella enviara un interventor a la sede de Canal 13 y otro a la casa matriz
de Cablevisión, como le hubiera gustado a Cristina. Después de cuatro años de
intentos fallidos por "tumbar a Goliat", resulta todo un enigma saber
si se tomará los 120 días a los que hizo alusión Martín Sabbatella para
pensarlo mejor, o avanzará por encima de las normas y de las propias decisiones
que ya firmó la Afsca
y desguazará el Grupo con "cuchillo de carnicero" a lo D´Elía.
No hay
una respuesta simple para éstol. Si la
Afsca anuncia que "va por todo" no solo quedará en
evidencia que, para lo único que el Gobierno impulsaba la ley, era para destruir
a un multimedio poderoso pero crítico. También disparará, casi en forma
automática, una serie interminable de juicios por parte de Clarín, con el
objeto de impedir la avanzada oficial. Pero si decide que actuará, ante Clarín,
con igual criterio frente a todas las empresas, deberá conformarse con una
victoria mentirosa. O para explicarlo mejor: un resultado que está muy lejos de
colmar las expectativas de la militancia.
El
mismísimo Sabbatella estuvo intentando explicar a sus superiores, en las
últimas horas, que le resultaría imposible no aceptar los trazos gruesos del
plan de adecuación presentado por Clarín. Trata de hacerles entender que, si lo
rechaza de plano, debería hacer exactamente lo mismo con otras empresas a las
que ya les aprobó sus planes de desinversión o les prometió que los terminaría
aprobando.
Parece
mentira, o un cuento de terror barato, pero con este fallo el Estado no tiene
las herramientas legales ni legítimas para terminar de rematar a Clarín. En
realidad, el problema de fondo de esta guerra interminable está consumiendo la
energía de toda la administración nacional. A la vez, está afectando la
dinámica informativa y no solo del Grupo Clarín. También del resto de los
medios que forman parte de la industria que lidera.
Paralelamente,
la inflación y la inseguridad están consumiendo a la Argentina productiva. La
distorsión de precios relativos se está acercando peligrosamente a los tiempos
del Rodrigazo. El cepo cambiario provoca situaciones que van a contramano del
"modelo nacional y popular de matriz diversificada" y favorece a los
ricos que pueden cambiar el auto importado y de alta gama o viajar al exterior
o comprar por Internet y con tarjeta desde electrodomésticos carísimos hasta
comida en los hipermercados de Punta del Este que disfrutarán este verano y
pagarán en cómodas cuotas.
Desde
esta columna, hace tiempo que le estoy pidiendo grandeza a CFK. Por obra y
gracia de un tiempo de paz, debería darse cuenta, más temprano que tarde, lo
que esta guerra interminable le está haciendo al país, a ella, y a todos los
argentinos.
Soy un
creyente fiel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.