miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un baño de pragmatismo... peronista.

Por Ariel Torres

El intento de mantener encendido el fuego de la épica revolucionaria, en manos de CFK, se parece a una carrera de Los Autos Locos, donde invariablemente todos terminan chocando, o haciendo explotar algo.
Obligar a sus funcionarios a hacer lo contrario de lo que hicieron y dijeron cuando sus jefes tenían márgenes de los que ahora carecen, es una mal ejemplo de pragmatismo. Pero es pragmatismo kirchnerista puro. Por como está todo, no falta demasiado para que el Gobierno anuncie que entregará Aerolíneas Argentinas a alguna empresa aerocomercial privada, antes de que todos sus aviones terminen chocando en tierra, algo que por muy absurdo que parezca, ya ha sucedido.
El giro que está dando el gobierno de Cristina Kirchner con el caso de Repsol es –como mínimo- emblemático. Fue todo tan oculto que la presencia en Buenos Aires del Ministro de Industria español, José Manuel Soria, se conoció por la prensa de ese país. Si bien Capitanich y Kicillof hablaron con los periodistas, en un gesto de apertura a la prensa, se cuidaron de no decir nada sobre una avanzada negociación con el gobierno español por el caso empresarial más traumático de la última década.
Se nota que más que un cambio integral y planificado, son maniobras desprolijas de un ejército en retirada, que sólo tiene tiempo y energías para intentar resolver los problemas de a uno por vez. Hasta se solapan intenciones disfrazadas de discursos, como ayer, cuando Kicillof reiteró, en la Cámara de la Construcción, que el problema de la Argentina es que le va demasiado bien en un mundo al que le va mal. En síntesis: el modelo se está muriendo de éxito.
El ahora Ministro de Economía es el mismo que alguna vez provocó la irritación del presidente de Repsol, Antonio Brufau, luego de despotricar largamente contra los españoles de la época del virreinato. Brufau se levantó de la reunión quince minutos después de que ésta empezó. Kicillof aseguró también en su momento que el Gobierno no le pagaría nada a Repsol por la confiscación de YPF y que, en todo caso, sería la administración argentina la que le pediría una indemnización a Repsol por supuesto daño ambiental.

Que Brufau haya evitado venir a la Argentina para firmar el borrador de un acuerdo con la misma persona que lo maltrató y desvalijó su empresa, resulta razonablemente obvio y válido. No hay que olvidar, de todas maneras, que las posiciones de Brufau fueron tomadas como propias por el gobierno español, según revelaciones periodísticas de ese país. El ministro Soria acordó primero esas posiciones con los mexicanos de Pemex, socia de Repsol. Los españoles quieren dinero liquido, que puede ser en bonos fácilmente canjeables, y rechaza cualquier trueque mediante concesiones en Vaca Muerta. Por lo menos, mientras un Kirchner gobierne la Argentina.
Las heridas de Brufau aún están frescas. Hizo todo lo que le pidieron para conservar YPF: negoció con los Kirchner y regateó con De Vido, para terminar cediendo en casi todo. Al final, sus ejecutivos debieron huir a España vía Montevideo, atemorizados, horas después de que la Gendarmería violentó las oficinas de la empresa, en un acto de vergüenza internacional más de un gobierno argentino.
Por aquellos días, el inefable Kicillof era el mismo que estaba a cargo de Aerolíneas Argentinas, aunque siempre dejó la representación empresaria en manos de Mariano Recalde, y forcejeaba hasta sentarse en el directorio de Techint. Es el mismo gobierno, con Kicillof como abanderado, que ahora decidió pagarle a Repsol poco más de 5.000 millones de dólares, según fuentes irreprochables. Llamar compensación en vez de indemnización, es un atajo dialéctico del relato. Repsol hizo un buen negocio, aun cuando había pedido ante el tribunal internacional del Ciadi 9300 millones de dólares, que es lo que estima que valía el 51 por ciento de las acciones de YPF que le quitaron, entre gallos y medianoches. De todas maneras, no es un mal acuerdo.

Para encontrarle sentido al cambio de rumbo en el acuerdo con Repsol, hay que analizar a la petrolera Chevron, la única importante que firmó un módico acuerdo con YPF, y también la única que realizó varias exploraciones embrionarias muy positivas en Vaca Muerta. Lo que existe, volumétricamente hablando, en el yacimiento, es extraordinario, señalado por expertos nada tienen que ver con Vaca Muerta. Si Exxon y Pemex comenzaron a acercarse a la puerta argentina, es porque algo saben, intuyen, o imaginan. Las llaves de esa puerta las tenía Repsol, que amenazaba con juicios internacionales a las empresas que aceptaran concesiones de YPF, incluso una querella ya iniciada a Chevron por aquel acuerdo con YPF. Para estar en Vaca Muerta, había que arreglar con Repsol, de alguna u otra manera.
Con el conflicto de Repsol destrabado, como ya resulta previsible, el gobierno argentino podrá negociar nuevas inversiones petroleras. Sería sólo el principio, porque quedarían por resolver otras condiciones necesarias para atraer esos capitales, un poco más engorrosas pero también muy reales. Sea como fuere, lo cierto es que la administración de CFK necesita dólares y las empresas petroleras están en condiciones de invertir en la Argentina. No fue casual que la primera audiencia a un privado que la Presidenta concedió después de su reclusión por enfermedad haya sido a una empresa alemana, BASF, que también tiene intereses en el petróleo y el gas.
Un funcionario cercano a CFK dijo en estos días que la Presidenta está tratando de cambiar el balance de su gestión, porque sabe que se irá en 2015. El balance hasta ahora es que en 2003 había un país autosuficiente en energía y que el kirchnerismo lo condenó a la dependencia de la importación. Es improbable que en dos años haya una modificación sustancial de esa situación, pero se propone, al menos, dejar construidos los cimientos de otra matriz energética.
Los que conocen del tema y lo han seguido por años, saben que la única prioridad para este Gobierno no es el petróleo, sino los dólares. Ya empezaron negociaciones para acordar con las empresas que litigan en el Ciadi, donde la Argentina es, por lejos, el país con más juicios. Reestructurar la deuda con el Club de París, que reúne a los acreedores soberanos del país, ha vuelto a ser un proyecto de CFK, aunque ya tuvo el mismo propósito varias veces.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para cambiar las mediciones del Indec y aceptar la revisión anual que el organismo multilateral hace de la economía de todos sus países miembros, será pronto otra de las “novedades”. Esa eventual normalización de la relación con el Fondo podría permitir el acceso al crédito internacional, tan desacreditado durante los años del engañoso desendeudamiento. La violenta actualización de las tarifas de los combustibles fue también un mensaje a los que tienen los preciados dólares.

Un baño de peronismo del más puro se tuvo que dar Kicillof, vivo como es, puesto que se puede ser capitalista, estatista o cualquier otra cosa si así lo exige la necesidad del poder. CFK, en un movida maestra, se lo está demostrando, llevando de las narices a los pibes de La Cámpora a abrazarse con Chevron, Exxon y demás.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Y un buen día la cabeza de Moreno rodó.

Por Ariel Torres



Esta semana, CFK reconoció de manera irreversible su derrota en lo que se refiere a su política económica. Con Guillermo Moreno renunció mucho más que un secretario de Estado. Se fue el único hombre fuerte de su gobierno desde la muerte de Néstor Kirchner y se fue, sobre todo, el autor de una política que dejó la economía en medio de la destrucción y la crisis. Se fue el funcionario que con sus políticas condenó a la Argentina a perder el autoabastecimiento petrolero y la colocó en la necesidad de importar trigo. Moreno es el autor de que el país haya tensado sus relaciones con casi todos los países del mundo, incluidos los que históricamente fueron amigos.

El sabueso mejor entrenado del kirchnerismo se ha ido, pero nadie puede asegurar que se terminó la morenización del Gobierno. Más aún: como devoto peronista que es, su predilección es el intervencionismo del Estado en la economía. Ahora, por primera vez desde que se fue Roberto Lavagna, habrá un ministro de Economía con plenos poderes, Axel Kicillof, que plantea toda una novedad política e intelectual, puesto que éste pseudomarxista le dio una vuelta de tuerca al intervencionismo nestorista que expresaba Moreno. Kicillof es directamente estatista.
El saliente Secretario de Comercio Interior destruyó el Indec, que es como destruir el termómetro de la economía, e insultaba a los empresarios, pero no se metía con la propiedad de las empresas. Salvo, desde ya, con la propiedad de Clarín y de Papel Prensa, a los que convirtió en sus enemigos más odiados. Cuenta la leyenda que Moreno detestaba a los medios periodísticos independientes porque le quebraban sus mentirosos relatos a CFK sobre la marcha de la economía. Los condenó a vivir a pan y agua. Presionó sobre las cadenas de supermercados y de electrodomésticos para que no contrataran publicidad en La Nación, Clarín y Perfil. Gran parte de esas cadenas empresariales necesitan la importación de productos. Moreno era el que autorizaba o no las importaciones. Usó la extorsión como un método cada vez más eficaz.
Pero como siempre pasa dentro del seno del peronismo –es histórico-, el viejo peronista tropezó con las estructuras más sólidas del partido de Juan Domingo. Poco antes de las elecciones pasadas, la Presidenta le preguntó a un conocido intendente K del conurbano qué podía hacer ella para ayudarlo. El pedido fue sólido y contundente: "sacá a Moreno de la ecuación”. Gobernadores e intendentes peronistas han pasado gran parte de su tiempo en las oficinas de la Secretaría de Comercio para gestionar su autorización a importaciones de insumos industriales, rogando por sus industrias que estaban al filo de despedir trabajadores por no tener la materia prima importada tan necesaria. Las elecciones no se ganan con desocupados le explicó ese intendente a la Presidenta. CFK no defendió ni justificó a Moreno. Le contestó con una evasiva: "No quiero darle su cabeza a la corporación mediática". Al poco tiempo cayó enferma, perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires y se agravaron los síntomas de la crisis económica.
De todas maneras, el mensaje había sido dado: a Moreno no lo crucificarían los medios ni los economistas privados, sino el peronismo con liderazgo territorial, y ese fue su fin. Irónicamente, irá como diplomático a Italia, uno de los países más afectados por sus arbitrarias políticas sobre las importaciones. El humor del gobierno de Roma con Moreno es pésimo. Por qué será diplomático el menos diplomático de los funcionarios kirchneristas? Simplemente porque el Estado kirchnerista es un capricho constante. Tal vez CFK aspira a tender un puente nuevo con el papa Francisco, ya que Moreno es católico y papista desde la designación de Francisco.
CFK pronostica, con Moreno o sin Moreno, dos años arduos hasta la conclusión de su último mandato. Podría jugar a la revolución si la Argentina viviera los años del boom sojero, cuando la inflación era un peligro y no una realidad, y cuando las reservas de dólares se acumulaban en el Banco Central. El país que le tocó al final de su ciclo es más austero. La tendencia internacional de las materias primas indica que sus precios se estancaron. La inflación está ya desbordando la paciencia de los argentinos. Y las reservas de dólares no paran de caer, a pesar de cepos y controles propios de otro tiempo.
No augura nada nuevo ni bueno la designación de Axel Kicillof, anunciando nuevas prohibiciones. Sugiero un ejemplo seguro: si se acaba, por ejemplo, la fiesta argentina del turismo en el exterior, automáticamente subirán los precios del turismo en el interior. La economía se torna inmanejable con criterios tan superados. Kicillof expresa una radicalización de las políticas presidenciales. Enamorado de Marx y de Keynes, el nuevo ministro desprecia la seguridad jurídica y alguna vez dijo, incluso, que podía "fundir a Techint", una de las dos grandes multinacionales argentinas, junto con Arcor.

El nuevo Ministro de Economía es el ejemplo más claro de una política encarnada en un Estado que hurga en la economía privada, en la vida y en los gastos de los argentinos. Pero es el mismo Estado que carece de inteligencia y de recursos para enfrentar el delito y el narcotráfico, amén de la corrupción. Sucede que el Estado policial sólo es posible con una dictadura. En una democracia, por más tosca que ésta sea, el Estado puede dedicarse sólo a una cosa o a la otra.
El Estado kirchnerista prefirió controlar a los ciudadanos en lugar de los criminales.
Extraña decisión la de Cristina: la desconfianza en la economía era el problema más urgente a resolver, y ella le agregó más incertidumbre, designando a Kicillof, demostrando que le importa más la ideología, que los resultados. Kicillof fue el autor de la violenta confiscación de YPF que condena a Vaca Muerta a ser un diamante del petróleo despreciado por los petroleros. Pareciera no importar.
La Presidenta no ha hecho ningún esfuerzo para reinventarse como líder de una nación en crisis. Es cierto que Jorge Capitanich tiene más estatura política y experiencia administrativa que Abal Medina, pero es difícil que siendo, como jefe de Gabinete, el mismo político que fue como gobernador del Chaco. Ningún gobernador fue más disciplinado a Cristina que Capitanich. Nadie elogió con tanta supuesta convicción todas las políticas presidenciales. Dicen que en la intimidad Capitanich soltaba algunas frases críticas, pero eso importa poco cuando hacía todo lo contrario en su gestión como funcionario.
CFK tiene una autoestima más grande que la que cualquiera puede entrever si quiso, realmente, convertirlo en su delfín. La tarea que le espera a Capitanich es la de poner la cara y el cuerpo a medidas que serán, en la mayoría de los casos, impopulares. El nuevo jefe de Gabinete debería también prenderle una vela a cada santo para que no estalle ninguna impugnación que lo afectara moralmente.
Hay antiguas y nuevas sospechas sobre sus manejos de los dineros públicos, que dudosamente lo hagan plausible de resistir algunos archivos.
Para colmo, las formas del regreso presidencial, en medio de muchas superficialidades, encerraron claros mensajes políticos. Subrayó por televisión que el hermoso cachorro que tuvo en sus brazos era un regalo venezolano y que lo llamó Simón, en homenaje a Simón Bolívar. Una pavada monumental, digna de Susana Giménez más que de alguien que se dice estadista. Cristina no hace nada, mucho menos en público, que no deba leerse en clave política. Mayor compromiso con el ala bolivariana latinoamericana que lidera Venezuela e insistencia en el populismo juvenil, que le ha servido, sin duda, desde la muerte de Kirchner.
Una simpatía excesiva hacia los sectores oficialistas que creen que se puede bajar de Sierra Maestra saliendo de las cocheras de Puerto Madero.

Insoportablemente más de lo mismo.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Clarin ha hecho sus deberes... Y ahora?

Por Ariel Torres


Ágil, veloz, de rápidos y voluntarios reflejos, el Grupo Clarín desactivó lo que parecía un choque frontal contra el ala dura del entorno más íntimo de CFK. Al mismo tiempo, puso al gobierno nacional, una vez más, entre la espada y la pared.

La Presidenta, casi repuesta, tendrá que decidir si aplica para Clarín los mismos criterios que viene utilizando para otros grupos de medios y de empresas como Telefónica, Telecentro, el Grupo Indalo (del empresario del juego y del petróleo Cristóbal López) o Grupo Moneta (del ex banquero Raúl Moneta). Nada en la vida es eterno, y está claro que en la Argentina, menos aún, más bien todo lo contrario. La brutal derrota que todavía no terminaba de asimilar el oficialismo se transformó -en menos de 48 horas y de un día para el otro- en un contundente fallo de la Corte Suprema a favor de la Ley de Medios.

Aunque desde hace un par de días, el impactante triunfo del Gobierno quedó en suspenso después de la rápida decisión de Clarín de adecuarse, por iniciativa propia. Para algunos ministros y entendidos en lobby, la jugada del grupo constituye una señal de peligro. Ahora mismo existe en la administración una fuerte e intensa discusión sobre qué es lo que debería hacer la Afsca después de la movida ajedrecística del multimedios más importante de la Argentina. Y no se trata de un tema menor, porque de lo que se determine depende que la madre de todas las batallas finalice con una victoria concreta o un verdadero fiasco.

El análisis primario dice que, al tener que dividir el conglomerado por seis y a Cablevisión por tres, Clarín perdería, en un primer momento, algo de poder económico, penetración periodística, fuerza para negociar con proveedores y también cierta capacidad de influencia. No es lo mismo negociar en nombre de un solo y poderoso conglomerado que hacerlo en otro dividido por seis. Para colocarlo en términos sencillos: el grupo Clarín acaba de decidir por sí mismo su desconcentración. Por lo tanto, desde esta primera mirada, el gobierno nacional ya habría ganado una de las grandes batallas de la ley de medios, aunque se parezca más a un triunfo moral. Porque si se le presta atención a la manera en que el Grupo presentó su plan de adecuación, según mi visión, Clarín reduciría su pérdida a la mínima expresión. De hecho, se queda con Canal 13, TN, Radio Mitre, sus naves periodísticas insignia, y una buena parte de Cablevisión, la verdadera caja que le sirve para mantener y además hacer crecer a algunas de todas sus empresas. Incluso, algunos analistas que saben cómo funcionan los multimedios de verdad, aseguran que, con el tiempo, estas seis unidades de negocios, bien administradas, podrían tener un crecimiento sostenido y autónomo.
La cuestión a dilucidar en poco tiempo, es que si Cristina le da el visto bueno a este plan de supuesta desinversión, en vez de matar el monstruo, con el tiempo lo va a alimentar todavía más, porque cada una de esas unidades de negocios seguirá siendo mucho más poderosa que cualquiera de las empresas de la competencia. Nada que ver con lo que el universo K quiere, es decir, romperle a Clarín el poder económico, quitándole por ejemplo, Cablevisión; o una decisión que interrumpa el trabajo continuo de su maquinaria informativa, como el desprendimiento de Canal 13 o Radio Mitre.
Entre los gerentes del Grupo hay quienes todavía se sienten malheridos por el fallo de la Corte e insultan por lo bajo a Ricardo Lorenzetti, porque consideran que no tuvo el coraje para ponerle un freno definitivo a la prepotencia de CFK. Sin embargo, los que se jactan de conocer bien qué es lo que piensa y siente Héctor Magnetto sostienen que, al presentar la adecuación voluntaria, evitaron que Martín Sabbatella enviara un interventor a la sede de Canal 13 y otro a la casa matriz de Cablevisión, como le hubiera gustado a Cristina. Después de cuatro años de intentos fallidos por "tumbar a Goliat", resulta todo un enigma saber si se tomará los 120 días a los que hizo alusión Martín Sabbatella para pensarlo mejor, o avanzará por encima de las normas y de las propias decisiones que ya firmó la Afsca y desguazará el Grupo con "cuchillo de carnicero" a lo D´Elía.
No hay una respuesta simple para éstol. Si la Afsca anuncia que "va por todo" no solo quedará en evidencia que, para lo único que el Gobierno impulsaba la ley, era para destruir a un multimedio poderoso pero crítico. También disparará, casi en forma automática, una serie interminable de juicios por parte de Clarín, con el objeto de impedir la avanzada oficial. Pero si decide que actuará, ante Clarín, con igual criterio frente a todas las empresas, deberá conformarse con una victoria mentirosa. O para explicarlo mejor: un resultado que está muy lejos de colmar las expectativas de la militancia.

El mismísimo Sabbatella estuvo intentando explicar a sus superiores, en las últimas horas, que le resultaría imposible no aceptar los trazos gruesos del plan de adecuación presentado por Clarín. Trata de hacerles entender que, si lo rechaza de plano, debería hacer exactamente lo mismo con otras empresas a las que ya les aprobó sus planes de desinversión o les prometió que los terminaría aprobando.
Parece mentira, o un cuento de terror barato, pero con este fallo el Estado no tiene las herramientas legales ni legítimas para terminar de rematar a Clarín. En realidad, el problema de fondo de esta guerra interminable está consumiendo la energía de toda la administración nacional. A la vez, está afectando la dinámica informativa y no solo del Grupo Clarín. También del resto de los medios que forman parte de la industria que lidera.
Paralelamente, la inflación y la inseguridad están consumiendo a la Argentina productiva. La distorsión de precios relativos se está acercando peligrosamente a los tiempos del Rodrigazo. El cepo cambiario provoca situaciones que van a contramano del "modelo nacional y popular de matriz diversificada" y favorece a los ricos que pueden cambiar el auto importado y de alta gama o viajar al exterior o comprar por Internet y con tarjeta desde electrodomésticos carísimos hasta comida en los hipermercados de Punta del Este que disfrutarán este verano y pagarán en cómodas cuotas.
Desde esta columna, hace tiempo que le estoy pidiendo grandeza a CFK. Por obra y gracia de un tiempo de paz, debería darse cuenta, más temprano que tarde, lo que esta guerra interminable le está haciendo al país, a ella, y a todos los argentinos.

Soy un creyente fiel.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Una esperada devaluación romperá récords en Venezuela

Por Ariel Torres

La que debería ser la reina del Caribe está a las puertas de una drástica devaluación que llevaría al bolívar a perder más de la mitad de su valor frente al dólar estadounidense, en una medida que llevaría la inflación a convertirse en la más alta del mundo.



La decisión -aplicable seguramente después de las elecciones del 8D- se torna imprescindible ante la incapacidad de la renta petrolera para sostener el impresionante nivel de gasto de la revolución bolivariana, que anualmente abarca masivos subsidios internos, miles de millones de dólares en asistencia a Cuba y otros aliados, y los crecientes costos de las importaciones de una economía que cada vez produce meno, especialmente alimentos.

Sería un nuevo eslabón de una cadena de medidas similares aplicadas en los últimos meses por el régimen de Nicolás Maduro. Mis sospechas -y me hago cargo- es que sea de proporciones dantescas.
La última devaluación de febrero que llevó el tipo de cambio desde 4.3 a 6.3 bolívares por dólar, no podrá repetirse puesto que sería insuficiente. Las especulaciones tienden a ubicar el valor en torno a los 14 bolívares por dólar, y dejar ese tipo de cambio solo para alimentos y medicinas, para después introducir algún tipo de esquema paralelo, para el resto de las necesidades del país, con una paridad mucho más alta.

De todas maneras para la mayoría de los economistas, en ese nivel la moneda venezolana aún estaría sobrevaluada, ya que estudios locales ubican el tipo de cambio cerca de los 25 bolívares por dólar.



Hay consenso en que el gobierno debe actuar ya ante la insostenibilidad del actual régimen cambiario, que a una tasa oficial de 6.3 bolívares por dólar, deja al bolívar excesivamente sobrevaluado. Pero Maduro probablemente dejará la medida para después de las elecciones del 8 de diciembre, debido al fuerte impacto que tendría sobre la economía, en un país que importa aproximadamente $5,000 millones en productos para compensar la destrucción del aparato productivo tras más de 14 años de "políticas revolucionarias".

Por supuesto que el impacto más terrible será su efecto sobre la inflación, dada la inmensa cantidad de productos importados. Venezuela, con un pronóstico de inflación para este año de más de 50 por ciento -ya superada- está en vías de superar a la atribulada Siria, con su tasa de 49.50 por ciento, por el dudoso honor de registrar el mayor incremento mundial del Indice de Precios al Consumidor.
Pero una devaluación a entre 12 y 15 bolívares por dólar catapultaría la inflación el próximo año a cerca del 80%, particularmente combinada con la actual práctica del gobierno de financiar su enorme agujero fiscal con la impresión de dinero inorgánico.

La devaluación también complicaría los esperados pronósticos de la nación petrolera de conseguir nuevas líneas de financiamiento en el exterior, dado al impacto que tendría sobre el cálculo del Producto Interno Bruto, la relación PBI/deuda y su efecto -ya nefasto- sobre la percepción internacional del riesgo país. Este gobierno se ufana de decir que la economía aún resiste grandes magnitudes de endeudamiento, que la relación entre la deuda y el PBI está muy por debajo del endeudamiento de países como Estados Unidos, como Grecia, como España, que han visto comprometidas realmente sus economías. Lo que equivale a manifestar una barbaridad pocas veces escuchadas en los claustros.

Bajo los cálculos de la revolucsión, los $106,000 millones de la deuda externa venezolana representarían solo un tercio del PBI venezolano, estimado oficialmente en unos $320,000 millones. Pero ese cálculo del PBI es artificialmente inflado por la significativa sobrevaloración del bolívar, y la devaluación reduciría substancialmente el valor en dólares de la actividad económica venezolana registrada en bolívares, incrementado así el peso de la deuda, y dificultando los pronósticos del chavismo de obtener financiamiento externo.

El problema luce harto más complicado cuando se toma en cuenta el tamaño del endeudamiento en bolívares del Estado venezolano, que a inicios de este año sumaba unos 250,000 millones de bolívares, cerca de $40,000 millones al actual tipo de cambio oficial.

Una película de terror, de tercera clase.