Por Ariel Torres
Resulta paradójico decir que algún día sentiríamos nostalgia por
aquellos años en los que la indexación se
hacía con un único índice. Digo
esto porque hasta hace
poco tiempo, los precios seguían en
forma más o menos pareja y uniforme al indicador de la inflación. Todos los
costos y salarios evolucionaban en forma similar y los empresarios ajustaban
aquello que vendían en función de ello.
Los economistas veíamos el fenómeno con preocupación, porque
este mecanismo provocaba la muy temida "espiral inflacionaria". Sin
embargo, estamos comenzando a añorar
aquellos tiempos, porque hoy
se agrega un efecto que
–conceptualmente- resulta un tanto aterrador: el de la distorsión de
precios.
Ya no existe un único parámetro según
el cual las cosas aumentan, sino que son varios. En un contexto en el que el
Gobierno interviene con más regulación e intentos de congelamiento -y con un
dólar blue que cada vez es más referente de varios sectores- empieza a perderse la brújula para
saber qué es barato y qué es caro. A modo de ajustada síntesis,
los siguientes son algunos de los indexadotes más importantes que
se utilizan, de los tantos que rigen en la Argentina de hoy día:
1.
Indexador "ajuste
salarial"
Históricamente, los salarios constituyen un factor primordial a
la hora de establecer aumentos de precios, especialmente en sectores
industriales o de servicios, donde la remuneración es
el componente principal del
mix de costos. Pero, incluso en aquellos rubros que no se caracterizan por ser
intensivos en mano de obra, tampoco es un punto a descuidar, ya que éstos, a su
vez, contratan servicios (transporte,
limpieza, entre otros), que sí están fuertemente influidos por el componente
salarial.
Siempre he sido muy escéptico sobre el congelamiento de precios,
ya que el impacto de los salarios se traslada significativamente
a los precios, como
respuesta a su incidencia directa
en los costos de producción, y fundamentalmente al valor
de los servicios. Y les doy
un ejemplo: la educación privada,
donde se producen dos aumentos anuales, según lo que se acuerde en paritarias.
Y donde por excelencia el salario es el indexador principal es en los productos
de la canasta básica,
para el que se observan ajustes de entre 25% y 30% anual, según el artículo.
2.
Indexador "aumento
de insumos"
Una variable fundamental a la hora de fijar precios es la de los costos de los insumos,
que pueden ir en línea con la inflación o estar influidos por otras cuestiones,
tanto del mercado interno como del externo. El ejemplo clásico es el de alimentos frescos,
como las carnes, que registraron un incremento promedio del 21%. Efecto que a su
vez influye sobre toda la cadena alimenticia. En este caso, la influencia del intervencionismo estatal ha
generado una gran distorsión,
de la que el sector quedó preso hace unos años y de la que no se ha podido
recuperar, porque hoy la
Argentina no sólo exporta menos carne que hace unos años sino
que los precios internos no pararon de subir.
Desde el 2010, los precios no
sólo se duplicaron sino
que, además, hoy se ubican incluso por encima de
los valores internacionales.
Otro factor que
ha tenido injerencia en los aumentos ha sido el cierre importador. La
consecuencia típica de una medida de este tipo es la de un "consumidor
cautivo", producto de la falta de competencia entre lo nacional e
importado.
Lo que resulta por demás
curioso es cómo, a contramano de la creencia popular sobre que
el cierre importador benefició a la industria local, muchos empresarios se quejan de
que sus costos se encarecieron.
Un gerente de una reconocida marca de indumentaria, con presencia en los
principales centros comerciales del país, señala que los costos de las mercaderías le han
aumentado fuertemente
por "tener que acudir a proveedores nacionales". Todos se cubren las
espaldas, y eso se nota.
3.
Indexador "dólar
oficial"
En tiempos en los que el tipo de cambio oficial se ha convertido, para la
mayoría de la población, en una ficción, quedan algunos pocos privilegiados
que pueden obtener dólares a $5,17. Se trata de los importadores o
-mejor dicho- de aquellos que pudieron sortear el impiadoso cierre diseñado por
Moreno.
Ya no ningún secreto que
la inflación le sacó varias vueltas de ventaja en los últimos años a un billete verde que se quedó atrás -entre
5 y 10 puntos anuales- lo que se tradujo en un abaratamiento de
los artículos importados en
relación con las subas de salarios (que siguieron al índice inflacionario) y
con el resto de la producción nacional. El ejemplo más típico es
el de los autos traídos de afuera,
ya que según un relevamiento de precios de la consultora Abeceb, éstos en el
año 2012 se incrementaron "apenas" un 16,5%, frente a un índice
general del 25%, en el mejor de los casos. Esto implica un claro subsidio a los
autos de alta gama.
Otro caso típico de
productos importados cuyos precios se indexan según el dólar oficial es el del mobiliario para el hogar traído
de otros países. Los representantes de un par de firmas distribuidoras de
muebles importados han acusado dos aumentos por año que, en conjunto no suman
más del 16%.
4.
Indexador "dólar
blue"
Es sin duda el gran "cuco" para nosotros, los
economistas, que solemos contradecir el argumento oficial según el cual el
dólar informal no es relevante, por lo pequeño de su mercado. La suba del blue dista
de ser inofensiva; por el contrario, es inflacionaria,
porque un dólar paralelo por
las nubes se convierte en obligatoria referencia
para la formación de varios precios. Sobre todo -aunque no
exclusivamente- en sectores en los que la informalidad tiene alta incidencia.
Y es este el fenómeno que ha irrumpido con más fuerza el
último año, ya que empieza a observarse cómo en determinados rubros hay
aumentos de precios que ya no guardan relación con indexadores clásicos -como
la inflación, los salarios o el tipo de cambio oficial- sino que se mueven al compás del paralelo.
El sector inmobiliario da muestras de
ello. Pero no es el único, ya que en las actividades donde hay
un mayor componente de informalidad se está viendo una tendencia de ajustar al blue.
Lo notable es
el caso de las empresas de servicios que
-sin tener una conexión directa con la importación- empiezan a tener ajustes en porcentajes que
van en sintonía con
el alza del blue.
Pero veamos un caso que yo llamo "pintoresco": el
índice Big Mac, que elabora la revista The Economist. Aclaremos que, entre la
variedad de hamburguesas, hay una que está
"intervenida" por Moreno, y es
justamente la que utiliza la publicación para comparar precios entre países. Para
"esa", la orden oficial es que sólo se incremente en línea con el
alza del billete verde del Banco Central, las otras tienen rienda suelta. Y
esto es así para que en el ranking global que elabora The Economist, no quede
en evidencia que Argentina está cara en dólares y tiene atraso cambiario.
El argumento se cae a pedazos cuando notamos que la diferencia de precio entre
el Big Mac "intervenido" y
el de un producto análogo "libre" (cuarto
de libra), la evolución se produce en línea con la brecha cambiaria.
Hace exactamente un año,
cuando la diferencia entre el blue y el oficial era de 20%, la amplitud de
precios entre ambos combos era ese mismo porcentual. Lo mismo ocurre hoy. Al tiempo que la distancia entre
el marginal y el oficial se ha disparado, el diferencial entre el Big Mac y el
Cuarto de Libra se acerca al 60 por
ciento. No hay magia en las estadísticas. El dato frío suele
ser implacable para aquellos que pretenden controlar todo.
5.
Indexador "precios
políticos"
Si analizamos lo referido a los servicios públicos, el
criterio del Gobierno se ha basado en lo que yo llamo "dinámica del
freezer", o sea congelar
los precios, ya sea por la sensibilidad social de algunos de
estos rubros (caso del gas, el agua y la electricidad), o bien por la capacidad
de provocar aumentos en cadena, al ser insumos fundamentales de industrias y
servicios (electricidad y combustibles).
De ninguna manera esto
significa que las facturas de luz o
de gas se hayan mantenido invariables del
todo, porque además de la tarifa hay otros renglones que sí han tenido
actualizaciones. Sin ir más lejos, el cargo creado a
fines de 2012 por Axel Kiciloff, destinado a un fondo para invertir en infraestructura y solventar gastos de
importación. Un eufemismo que, para una factura de consumo medio, implicó un
aumento real de un 15%.
A pesar del congelamiento,
la estadística marca que en servicios públicos ha
habido un aumento interanual promedio
del 50%, y para ello,
incide el hecho de que parte de la población, en zonas de alto
poder adquisitivo, ha perdido
los subsidios.
En otro sector que está fuertemente regulado por el Estado, como
es el del transporte
público, la suba interanual en este rubro ha sido de 41,6 por ciento. Y
esto se explica en lo ocurrido el año pasado. El primer caso fue, tras cuatro
años de congelamiento, la aprobación de un incremento de 35% en las tarifas de colectivos y trenes. O
el asunto de los subtes, cuando el Gobierno de la Ciudad,
a un día de haber tomado posesión, anunció la suba del boleto desde $1,10 a
$2,50, actualizando un servicio que en diez años había
aumentado apenas 57% contra,
por ejemplo, un 360% de
la nafta súper.
6.
Indexador "servicios
privados semi-regulados"
En sintonía con los servicios públicos, hay ramas de
la actividad privada que
también son seguidas de cerca por
el Gobierno, por más que
en los papeles no se trate de sectores con precios regulados. Las más representativas son la medicina prepaga, la educación, televisión por cable o
la telefonía celular,
donde se negocian con Moreno subas que, por lo general, coinciden con las alzas
salariales.
En salud y educación, cuyos aumentos
dependen de acuerdos con el Gobierno, han tenido incrementos de precios de 24,9% y 20,7% respectivamente.
De todas formas, los criterios no son siempre uniformes, y
suele haber controversias entre las empresas y las autoridades.
Es el caso de la TV por cable, donde
a fines de 2012 la Secretaría de Comercio Interior fijó en $130 el precio del
abono mensual de Cablevisión. No obstante, la empresa alegó al día siguiente
que no iba a acatar ese tope.
La controversia se
asentó en la telefonía celular.
Tanto, que luego de los aumentos del último verano, el Gobierno frenó la suba de tarifas pensadas
por las compañías para marzo, argumentando que éstas "deberán invertir en
infraestructura, sobre todo ante las sucesivas quejas de los usuarios".
Así estamos hoy con el panorama de los "indexadores de precios" en
Argentina, en donde algunos bienes y servicios siguen a unos, y otros siguen a
otros. Lo que sí resulta bien claro es que las cosas siguen aumentando, las distorsiones se agudizan y
que, en algún momento, habrá que ponerle fin a esta "anarquía" de precios.