lunes, 25 de marzo de 2013

Un Cepo que encerró al propio gobierno

Por Ariel Torres



A CFK se le despertó un adversario peligroso por lo inmanejable. No es el papa Bergoglio. Es el verde vilipendiado, ahora convertido en Blue. El precio de la divisa norteamericana es a la economía naconal lo que la ruptura con Daniel Scioli es a la política: una señal de que el kirchnerismo está siendo sometido a una modificación estructural.
Cada vez es mayor e insostenible la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. En la raíz del problema está la tenaz negativa oficial a reconocer la inflación y combatirla. La gente no corre hacia el dólar. Huye del peso. Pero la cotización de esa moneda tiene un impacto simbólico del que Néstor Kirchner –por ejemplo- siempre se cuidó: con razón o sin ella, la opinión pública cree que es el indicador más confiable de la salud de la economía. Y muchos formadores de precios adoptan como parámetro esa variación. Esa matriz de costos enloquece a la presidenta.
Ya en el año 2011 el valor del dólar estaba muy rezagado respecto de las demás mercancías. Temerosos de una devaluación, los ahorristas comenzaron a atesorar esa moneda deteriorando las reservas del Banco Central. Para neutralizar el movimiento había que devaluar o vender más reservas. Pero  la Ilustre Inquilina de Olivos fue convencida por Axel Kicillof de que existía otra salida: establecer un cepo para la compra de dólares. Como la prohibición fue de índole fiscal, la gestión cambiaria pasó del Central a la AFIP.
Cuál ha sido la eficacia de esa estrategia? Las reservas siguen cayendo a un ritmo de 1500 millones de dólares por bimestre. El jueves pasado, por ejemplo, Mercedes Marcó del Pont vendió alrededor de 100 millones.
Ni hablar del siempre latente temor a un salto devaluatorio, que ya se refleja en la suba del dólar paralelo, que el mismo jueves llegó a $ 8,90. Para un gobierno que resuelve todo con intervenciones, ese mercado es una pesadilla: poner la mano allí significa caer en la ilegalidad. Pero es lo que está ocurriendo, ya sin eufemismos. Según los bien formados expertos de la City, el Estado realiza operaciones más o menos clandestinas para reprimir la suba del dólar blue. Las versiones indican que la Anses estaría vendiendo dólares a $ 5,10 a unos pocos financistas ligados al poder para que los ofrezcan en el mercado negro a $ 8,30. Esos amigos contarían con la complicidad de los funcionarios para recuperar las divisas al precio oficial simulando importaciones de servicios. Alguien se queda en el camino con una diferencia de $ 3,20 por dólar. Vergonzoso, vil. Varios economistas comenzamos hace un tiempo a sospechar esta maniobra y venimos advirtiendo que los depósitos del Estado en moneda extranjera registran una caída superior a los pagos que éste debe realizar.
El adalid Moreno pretende fijar el precio del dólar negro como el de la leche en los supermercados. Parece mentira que el tipo sea economista. El jueves pasado vociferó en el teléfono de Arturo Piano, desorbitado: "Me ponen el blue en 6,50 o los mando a todos presos". Los cambistas, al retirarse de la plaza, lo hicieron bajar a 8,20. Después volvió a subir, ya que el mercado es tan reducido que puede ser movido por cualquiera que necesite unos cientos de miles para pagar una importación urgente. Aun así, las casas que se mueven en el blue prometieron a Moreno un "feriado cambiario" hasta después de Pascua. Los 9000 "arbolitos" anónimos de la Capital Federal no hicieron promesa alguna.
Esta especie de Balance provisional da un resultado cantado: el cepo ha sido un fracaso. Sólo consiguió irritar a los innumerables argentinos que confían en el dólar para estar a salvo de una contingencia personal. El drama que se quiso resolver persiste: caen las reservas y aumenta la expectativa devaluatoria. Claro que ahora, por culpa de ese remedio equivocado, han aparecido otras patologías, iguales de graves que las ya existentes. O más.
La que mete más miedo –o debería- es el derrumbe de la inversión, de la que Vale, la minera brasileña, es un ejemplo. Su retirada se debe, antes que nada, al bloqueo cambiario: la empresa ingresa dólares que cotizan a $ 5,10, pero afronta costos que ajustan según un dólar de $ 8,30. Además, no podrá girar dividendos y tendrá dificultades para importar equipos. En vez de discutir estas condiciones, la Casa Rosada insultó a sus directivos. ¿Acaso CFK ignora que ellos están allí gracias a una presión escandalosa de Dilma Rousseff sobre la compañía? Aunque los diplomáticos intenten encapsular el caso, Vale se ha convertido en una enorme molestia para la relación bilateral. Tanto, que la visita de Rousseff a El Calafate no fue reprogramada. Aunque siempre hay una excusa: murió Chávez, fue coronado un papa argentino...
Las dificultades enfrentadas por Vale son similares a la de los productores agropecuarios. Las cerealeras les pagarán la soja en pesos liquidados por el dólar oficial. Y ellos deberán hacer frente a gastos que, en su mayoría, fluctúan con el blue. Malditos costos. Además, si deciden ahorrar su renta en dólares, deberán pagar $ 8,50. De modo que los chacareros calculan su ganancia como si la tonelada de soja valiera 200 dólares. En definitiva, el Gobierno los incentiva a demorar la venta de la cosecha, a la espera de una devaluación. Mientras tanto, el negocio se sigue deteriorando: los campos se depreciaron alrededor de 15% en un año. Una especie de profecía autocumplida.
No es menor el daño que esta dinámica le está produciendo al sector turístico. Quienes viajan al exterior compran dólares al Central por $ 5,10. Pero veamos: qué viajero extranjero los va a vender en el mercado oficial, si en el paralelo se los pagan 60% más? Los que diseñaron el cepo calcularon los dólares que dejarían de salir, pero no los que dejarían de entrar. Es la razón por la cual la caída neta de reservas, que en 2011 fue de 5300 millones de dólares, sólo se redujo en 2012 a 3300 millones de dólares. Una ínfima conquista si se consideran los perjuicios ocasionados: entre otros, la caída abrupta del nivel de actividad.
A esto hay que sumarle un problema que está en la raíz de la crisis cambiaria: la soberanía hidrocarburífera se está haciendo desear. Las importaciones de combustibles están aumentando entre 60 y 70% respecto de 2012. No hay que olvidarlo: los dólares que Ricardo Echegaray prohíbe comprar desde la AFIP son los que necesitaba Julio De Vido, y ahora Miguel Galuccio, para pagar los cargamentos de gas natural licuado. Una anécdota: un buque metanero se pasó el último jueves navegando entre Punta del Este y La Paloma porque en Buenos Aires no le pagaban la carga. Sucede que en los días críticos los funcionarios no tocan las reservas para evitar que la Presidenta se enoje.
No son pocos los especialistas que creen que este año las importaciones energéticas se llevarán 14.000 millones de dólares. Es lo que Kicillof prometió resolver con la confiscación de YPF. ¿Será verdad que va a extender esa "solución" al sector eléctrico, obligando a que todas las transacciones pasen por el Estado? Yo conozco muy bien adonde nos lleva esto. Estoy –por mi trabajo- con un pie en Baires y otro en Caracas.
Son impericias propias de un asesor que tardó 8 años en doctorarse, y que jamás ha trabajado. Y que nacen de la dificultad de Cristina Kirchner y sus colaboradores para entender la naturaleza sistémica de los mercados. Sólo así se explica que insistan en controlar al mismo tiempo precios y cantidades. El liderazgo autoritario de la Presidenta, que se ejerce de manera más destemplada sobre el propio entorno, fragmenta más esa visión. Las convocatorias al -llamémosle piadosamente- equipo económico no se realizan para enriquecer un diagnóstico con diversos puntos de vista. Son reuniones de careo, en las que la señora de Kirchner busca formarse un criterio a partir de la confrontación de todos contra todos.
Basta analizar a los contendientes para notar resultados angustiantes. Hernán Lorenzino confiesa ante los técnicos que lo visitan su disidencia con la política económica. Después admite que desde su cargo de ministro de Economía es poco lo que puede hacer. Eso sí: cree que ya convenció a su jefa de emitir un bono para financiar obra pública. Kicillof debe elevar sus ideas al cerebro de La Cámpora, el abogado Eduardo de Pedro, para que éste las analice con el bachiller Máximo Kirchner. Mercedes Marcó del Pont festeja que el encargado del dólar sea el recaudador Echegaray. En la última sesión de directorio del Central, cuando Carlos Pérez manifestó su preocupación por la "inestabilidad monetaria, financiera y cambiaria", ella contestó: "Las dos primeras no existen. Y la cambiaria es apenas un pico del blue". Después indicó, mirando a Miguel Pesce: "Organizá una reunión para que Carlos entienda". Y se marchó.
Fue todo lo que se habló en ese organismo sobre la crisis cambiaria. Extraño a Redrado, qué quieren que les diga…
El impresentable Echegaray, por su parte, usó como escudo el reglamento: "Yo sólo tengo atribuciones para cobrar impuestos". Como si eso fuera un tema menor. Y el inefable Moreno, que desde el comienzo objetó el cepo, pasa el día amedrentando a cambistas e instruyendo a Juan Basco, el incombustible jefe de operaciones del Central.
Nada que sorprenda. El kirchnerismo aplica al problema del dólar su eterna receta: tratar de curar una enfermedad provocando otras. En este caso, logró el prodigio de desencadenar una crisis cambiaria con la tonelada de soja a 500 dólares. Mi hijo de 20 años –que estudia Turismo- se echa a reír a carcajadas cuando lo analiza.
Yo tengo ganas de llorar. A gritos.

jueves, 21 de marzo de 2013

Capriles, la política y la verdad

Por Ariel Torres



Cuando una buena amiga caraqueña –muy buena abogada ella- me preguntó si me animaba a hacer un análisis sobre el tema de la Venezuela post-Chávez, y me di a la tarea de prepararla, justamente estaba leyendo un ensayo de un colega alemán sobre Macroeconomía, en su idioma original, cosa que me enriquece muchísimo por cierto, y observé que en alemán no existe un término exacto para traducir la palabra emboscada.

Según este idioma de múltiples tiempos de verbo, emboscada se traduce como "Hinterhalt", palabra que literalmente significa algo así como "ser agarrado desde atrás". En castellano, en cambio, esa es sólo una parte de la emboscada propiamente dicha. Lo fundamental de una emboscada es ser llevado a una zona sin salida (encerrona) en la cual serás atacado por el enemigo y aniquilado sin piedad.

Según mi modesta opinión de argentino trabajando en Caracas desde hace pocos meses, a ese tipo de emboscada pertenece la situación a la que intentaba llevar el gobierno de Maduro al conjunto de la oposición. A través de sendas violaciones consecutivas a la Constitución, una con Chávez agonizando; otra, con Chávez muerto, Maduro se había hecho elegir presidente por el Poder Judicial, un eufemismo de la "oficina de asuntos judiciales del chavismo".


En estos términos, protestar masivamente en contra de las violaciones constitucionales -cuando medio país estaba llorando a moco tendido frente al mediático féretro- habría parecido ante la opinión pública mundial como un sacrilegio. De esa triste manera, el gobierno utilizó, como lo ha venido haciendo consecutivamente, el cadáver de Chávez como medio de chantaje político.

Es muy bizarro, pero gracias a los funerales, Nicolás Maduro creía tener la mesa servida. La oposición, blanco de las más brutales inventivas de parte del ilegal gobernante, estaba y estuvo paralizada. Y cuando la MUD y Henrique Capriles denunciaron la juramentación de Maduro como espuria, los jerarcas del "entorno" se frotaron con seguridad las manos.

No me cabe la menor duda de que imaginaron que el segundo paso iba a ser un llamado a la abstención como propuso algún columnista despistado de oposición, quizás obnubilado por el alcohol. Así, la emboscada iba a resultar perfecta.

En esta especie de plan maquiavélico, la oposición se dividiría entre "abstencionistas y "participacionistas" para ser, después del triunfo electoral de Maduro, fácilmente "pulverizada". Efectivamente, desde el punto de vista de una lógica formal, que es también el de las ciencias, entre ellas la politología, declarar como espurias unas elecciones y después participar en ellas, es una incongruencia.

Sin embargo, y es lo que no entienden tantos politólogos, la política no es congruente. Ni mucho menos. Tampoco es una ciencia y en ningún caso es polito-lógica. Se sabe ciertamente que en política se actúa no sobre condiciones ideales sino sobre las que se van dando en el camino.


Párrafo aparte para la habilidad de Capriles que, en medio de la emboscada, hizo lo que en la guerra hace un buen general: unificar las tropas dispersas. Y como es un hombre de vasta experiencia sabía que la unidad en la política no se logra con piadosos llamados, sino en abierta lucha en contra del enemigo común.

Algunas consideraciones útiles

-          El enemigo no es el difunto Chávez sino Maduro ("No es Chávez, tú eres el problema, Nicolás").
-          Segundo: Maduro se oculta detrás del presidente muerto y carece de identidad personal y política.
-          Tercero: la presidencia de Maduro, y por consiguiente la elección, es el resultado de una violación constitucional.
-          Cuarto: Capriles va a postular en nombre de la oposición unida, denunciando las violaciones cometidas por Maduro y "su combo".

Valiente, sin dudas valiente. Una amiga venezolana -no es caprilista- me dijo en estos día algo que, creo, interpretan el sentimiento de muchos: "A ese chamo no lo vamos a dejar solo". Gracias al discurso de Capriles, muchos intuyeron que ha llegado el momento de cerrar filas y dar la batalla, aunque se pierda.

Y, como todos sabemos, no hay peor batalla que la que no se da.

Quien mejor lo entendió en el gobierno no fue Maduro (el homófobo político solo atinó a pronunciar la frase favorita de Pablo Escobar: "has cometido el peor error de tu vida") sino Diosdado Cabello, quien dijo: "Las palabras de Capriles son una declaración de guerra".

Claramente de eso se tratan esas palabras: una declaración de guerra. Pero lo que el amigo Diosdado (qué nombrecito, x Dios!) seguramente no entendió es que se trata de una guerra política, es decir, de una guerra sin armas.

Ahora bien, si Capriles fue enviado al matadero… va a enfrentar de nuevo a todo el aparato del estado, al más anabolizado e hipertrofiado de toda América Latina? Va a competir con quien financia su campaña con el dinero de todos los venezolanos? Con el amo y señor de todas las cadenas televisivas? Pero sobre todo…va a competir contra una máquina de ganar elecciones, contra destacamentos electoreros que se mueven como soldados en los "concejos", en las misiones y en las oficinas públicas? Va a competir contra amenazas, extorsiones y listas sábana? Contra esos miles de buses rojos que transportan votantes rojos, como ganado?

Y, no por último pero más importante aún… va a competir con el fantasma de Hugo Chávez de quien Maduro cree ser su representación terrena? Si, lo va a hacer.

Del mismo modo como Lech Walesa, Váklav Havel y Ricardo Lagos derrotaron a sus respectivas dictaduras. Del mismo modo como Yoani Sánchez y los suyos derrotarán a Raúl Castro. Eso creo yo.


Pero atención, porque si de algo estoy seguro es que Capriles –no nos equivoquemos- no es un místico. Y allí quizás radique su mayor fortaleza. Capriles es un total político. Sabe las cartas por jugar; y ya las está jugando.

Tiene en sus manos –ni más ni menos- la carta de la legitimidad constitucional.

Miremos sino que, mientras Maduro -quien sin el estado no es nadie- se hizo nombrar presidente apelando a medios ilícitos. Capriles en cambio, se desprendió, siguiendo estrictamente la línea constitucional, de su propia gobernación en Miranda. Maneja, además, la carta de la soberanía nacional, la misma que usó Chávez en contra de Bush y que ahora Capriles usará en contra de Raúl Castro.

Porque ya no es un misterio para nadie: Maduro es el candidato venezolano de la dictadura militar cubana.


A Capriles también le queda la carta social. En ese sentido, Henrique puede convertirse en el acusador de un sistema que practica un "neoliberalismo de Estado". Uno que gracias a la destrucción del aparato productivo y la consiguiente subordinación a las importaciones de las potencias externas, sobre todo de los EE UU, enriquece con devaluaciones monetarias al gobierno, pero a costa del bienestar de la mayoría de los venezolanos.

Es muy simple de explicar cómo cada centavo que gasta el gobierno en su faraónica campaña electoral, aumentará el monto del próximo "paquetazo" post-electoral; el mismo que pagarán en moneda dura todos los venezolanos.
Además de todas esas cartas, Capriles tiene en su mano otra, quizás la más decisiva, la carta de la verdad. Sabiendo que con su postulación no tiene nada que perder, ha decidido arrojar esa carta sobre la mesa.

Decir la verdad, sea donde sea, duela a quien duela, y aunque se venga el mundo abajo, es tarea de santos y mártires, casi nunca de políticos. Capriles, en cambio, la asume políticamente. Quizás por eso se le ve más suelto; incluso más libre, en sus discursos.

Beber del néctar de la verdad, es gozarla. Y se le nota. Ya no se preocupa de frases hechas; está más allá de los cálculos, de las poses pre-concebidas y de los comunicadores profesionales. Yo diría, más allá de la política ritual.

Es esta la razón fundamental por la cual frente a Capriles, Maduro, un personaje altamente ideologizado y mitómano hasta los huesos, se ve, a pesar del carisma que succiona del presidente muerto, como un ser sin vida propia, o como uno de esos pobres hombres que nunca han podido superar el complejo paterno ("Yo soy hijo de Chávez", ni más ni menos) y que, por lo mismo, nunca serán definitivamente adultos.

Capriles se muestra, a mi entender, como un político adulto. Y sólo la verdad, es decir, la disencia frente a la no-verdad, nos convierte en seres adultos. La verdad nos hace libres; entre otras cosas, libres de la mentira. La verdad puede ser, por eso mismo, violenta, pues debajo de cada mentira hay una verdad, y cuando la verdad irrumpe en la superficie, destroza a una mentira. La pulveriza.

Y eso a veces, duele. Pero, a la vez, no hay nada más bello que vivir bajo el imperio de la verdad. Quien la ha conocido no la abandonará jamás. Quien la dice, llenará su vida con un placer incitante; me atrevería a decir: erótico.


También tengo la impresión de que Capriles abandonó todo cálculo, toda estrategia y toda táctica inútil. Está diciendo, cada vez que habla, la más básica e inocente verdad. Esa que se en todos lados.

Más allá de toda encuesta, pronóstico, resultado, consejo o decisión, este político –quizás también por una profunda convicción- ha optado por decir la verdad.

Y así, aunque pierda, ganará.


jueves, 14 de marzo de 2013

Una Incomodidad Inesperada

Por Ariel Torres




Hay un relato bíblico que cuenta que Francisco rezaba en la ruinosa iglesia de San Damiano, en Asís, cuando Cristo le dijo desde el crucifijo: "Francisco, no ves que mi casa se está derrumbando? Ve, entonces, y restáurala". Es posible que Jorge Bergoglio haya recordado este episodio cuando se asignó a sí mismo el nombre de uno de los máximos santos del catolicismo. El arzobispo de Buenos Aires no eligió ser papa, pero eligió cómo lo llamarían. Y en esa preferencia cifró el programa religioso de su pontificado.

No es menor el hecho de que la designación de Bergoglio entraña una innovación que excede en mucho esa dimensión principal. Los cardenales pusieron al frente de la Iglesia a un hombre del Nuevo Mundo. Ese criterio expresa, como observaba ayer un analista argentino, el reconocimiento de las mutaciones que se verifican en el balance de poder internacional. Entre ellas, la pérdida del peso relativo de Europa. Y la expansión de la periferia, sobre todo de Asia, adonde jesuitas como el nuevo Papa llevaron el mensaje cristiano.

Que el representante de esa geografía provenga de América latina es también muy relevante. Bergoglio, que es conservador en materia doctrinaria y moral -no al aborto, no al matrimonio gay-, es progresista en su visión económico-social. Su liderazgo está determinado por la lucha contra la pobreza, que se materializó en la organización de los curas villeros; en su obsesión contra el tráfico de personas y de drogas; en su preocupación por los jóvenes. De modo que con la designación del nuevo papa la Iglesia pretende interpelar al populismo asistencialista y la razón que lo alimenta: la desigualdad.
El análisis indica que la nacionalidad de Bergoglio también modelará su pontificado: su biografía ha transcurrido en la Argentina, inspirada por compatriotas como el cura Brochero o el cardenal Pironio. En ese contexto local, Bergoglio demostró que no es un improvisado a la hora de gobernar. Detrás del monje que se levanta a las 3 de la madrugada para orar, que prepara su agenda en una pequeña Citanova con letra muy chiquita, que viaja en subte y sale a despedir a las visitas a partir de las cuatro de la tarde, cuando su secretaria Otilia ya se ha retirado, se esconde un hombre de poder.
Fue expeditivo cuando sacó a la Compañía de Jesús del vendaval que la azotó después del Concilio Vaticano II, como consignó ayer el Corriere della Sera al decir que "rechazó la apertura de ciertos sectores jesuitas a la Teología de la Liberación en los años 70, lo que suele ser usado injustificadamente para atribuirle una relación con la dictadura". Esa habilidad para conducir en la tormenta salió también a luz cuando, al heredar a Antonio Quarracino en la Arquidiócesis de Buenos Aires, ordenó el descalabro financiero que dejó su distraído antecesor.
Es una pista elocuente para los interesados en el futuro de las desordenadas finanzas del Vaticano.
Apenas ordenado, Francisco se presentó como obispo de Roma. Casi un primus inter pares. Sólo calzó la estola para la bendición urbi et orbi. Y prefirió su viejo pectoral plateado al de oro de sus antecesores. Fue lo menos parecido a un papa rey. Pero la curia no debería confundirse con esa sencillez: "Jorge es muy tenaz; cuando toma una decisión, no hay quien lo mueva; basta ver cómo nos llevó siempre donde quiso", dejó traslucir un obispo ayer.
Pero para nuestro país la elección de Bergoglio es una noticia inconmensurable. La influencia internacional de este cardenal será la mayor que haya tenido un compatriota en toda la historia. Los ojos del mundo, por lo tanto, se posarán sobre el país. Y encontrarán una nación que ingresó a una deriva conflictiva desde el punto de vista ideológico, institucional y también diplomático. El reciente acuerdo con Irán ha devuelto el interés por la Argentina a los principales centros de poder.
Las consecuencias del impacto que tiene para un país que un conciudadano sea elegido sumo pontífice no requieren demostración alguna. Va por sí misma. Basta recordar lo que significó la coronación de Karol Wojtyla para Polonia y, en general, para el socialismo real. Un tsunami, casi una piedra angular de la historia.
Si la exaltación de Bergoglio tendrá ese efecto sobre la Argentina, es muy temprano para asegurarlo, pero algunos antecedentes ayudan a prever. El nueveo Papa es un hombre muy politizado. Si bien quienes lo acompañan más de cerca desmienten que haya militado en la derecha de Guardia de Hierro, su visión política se moldeó en el peronismo más militante.
El nuevo pontífice tiene una valoración altísima de la organización sindical, donde cultiva la amistad de dirigentes como Oscar Mangone, hincha como él de San Lorenzo. Dos días antes de viajar a Roma, Bergoglio discutió con algunos dirigentes del PJ los pros y los contras -para él fueron todos contras- de ser ungido por el cónclave. Y los zapatos con que llegó a Roma fueron el regalo de la esposa de un sindicalista fallecido, que no consiguió que aceptara un pasaje en primera clase. Viajó en turista.
El otrora cardenal recibió a todos los políticos que se le acercaron. Y hasta participó en algunas conciliaciones, como aquella vez que reunió en la sacristía de la Catedral a Elisa Carrió, Enrique Olivera y Jorge Telerman para facilitar una alianza electoral. Sin embargo, los amigos a los que recurría para intervenir en la arena profana fueron casi siempre dos: Luis Liberman, ex subsecretario de Educación de Telerman, y Omar Abboud, funcionario de Mauricio Macri. Abboud, que es musulmán, colaboró también con la intensa actividad ecuménica de Bergoglio, igual que Sergio Bergman, quien ha expresado a quien lo quiera escuchar, que: "Francisco I ha sido mi rabino de referencia para el paso de la actividad pastoral a la política".
Una postal ayer en el recinto de la Cámara de Diputados, reproducía ayer las dos carátulas: el kirchnerismo era una mueca; la oposición sonreía. Una joven oficialista bromeó, en un corrillo: "Le designaron un papa a Macri". Felipe Solá, siempre ocurrente, reaccionó: "No seas tonta, decí que es nuestro, si es peronista".
En lo que queda para el folklore, para Cristina Kirchner la elección de Bergoglio es una novedad incomodísima. Incapaz de disimular sus emociones, en su primer twit felicitó al cardenal y le deseó éxito. Ni una sola valoración personal. Silencio stampa.
Enorme la distancia con el saludo de Barack Obama, quien llamó a Bergoglio "campeón de los pobres" y subrayó la influencia que tendrá en los Estados Unidos, por su origen hispanoamericano. A propósito: ¿cómo funcionará la relación Francisco-Obama? Un detalle no menor: el vicepresidente Biden y el canciller Kerry son católicos.
Por estos lares, visiblemente irritada, la Presidenta no mejoró aquel comienzo, consignando apenas que era un día histórico para América latina. ¿Y para la Argentina? Silencio. Olvido. Eso sí, mantuvo la promesa de viajar a la inauguración del nuevo pontificado, decisión que el embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero, conoció por Nelson Castro, que lo entrevistaba.
Esta notoria dificultad que exhibió CFK para dar con el tono exacto frente a la conmoción no debería sorprender, ya que no ahorró a lo largo de estos años agravio alguno para Bergoglio. Trasladó el tedeum a otras diócesis, tratándolo como a un gobernador de la oposición. Cuando Néstor Kirchner estuvo internado, echó de la clínica al sacerdote que lo visitó en nombre del cardenal.
Sin embargo, la divergencia entre el nuevo Papa y el Gobierno pasa por ejes más profundos. Ayer, un prelado lo explicó así: "La comunicación es imposible porque el kirchnerismo reduce su visión de la Iglesia a categorías ideológicas". Y agregó: "Bergoglio valora como máximas virtudes la paz y la conciliación. Observe que ayer habló varias veces de la fraternidad".
Lo verdaderamente increíble es la conmoción que embarga a la Iglesia local el hecho de tener un papa salido de sus filas. Es una revolución. El nuncio apostólico podrá tomarse vacaciones: Bergoglio tomará las principales decisiones. Entre ellas, la identidad de su sucesor. Todos miran al obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, su antiguo auxiliar.
No es menor el dato, porque si fuera ése el desenlace, el nuevo papa habrá tendido la mano –una vez más- hacia el Gobierno. Como demostró durante la protesta por las pasteras en tiempos no muy lejanos, Lozano es un pacificador.
Que no es poco.

Peligrosa oscilación de la realidad económica argentina

Por Ariel Torres


Hasta hace apenas 7 años, con crecimiento a tasas chinas, superávits gemelos e indicadores sociales recuperados, la Argentina parecía condenada al éxito; paradójicamente, a fines de 2012, apagones, cacerolazos y paros traían ominosos recuerdos del 2001. "Lo único que me preocupa es si la crisis llegará antes o después de las elecciones", se pregunta (y me preguntan) algunos de mis lectores, después de leer una columna reciente. "Esto así se va al c…", resumía un colega hace unos días en alusión a la combinación de inflación en ascenso, reservas en descenso, brecha cambiaria bolivariana y crecimiento japonés.
De todas maneras, este tipo de impresiones teñidas de emocionalidad, suelen pintar mejor el árbol que el bosque.
Lo que se está viviendo es una espera de la definición. Hace décadas que el país oscila entre la ilusión de la recuperación y desencanto de la crisis. No tenemos registro de períodos de crecimiento lento pero seguro, ni de largas recesiones; lo más parecido, la odisea aliancista, fue en última instancia un lento descarrilamiento. Tal vez por eso nos cuesta concebir un escenario en el que nada cambia, o en el que todo cambia de manera pausada, imperceptible, como en un estofado lento. Tenemos una aversión natural a la medianía, especialmente si esta medianía intermedia, neurótica, está asociada al malestar y a la postergación. Soñamos con un desenlace, un cierre y así alimentamos las fantasías de crisis o recuperación.
La pregunta si colapsamos o rebotamos radica en si el oficialismo apuesta al despegue de la mano de China, Brasil, la soja o Vaca Muerta (y le prende una vela a una virtuosa alineación de países y commodities mientras aguarda el ocaso del capitalismo destituyente), o la oposición se ilusiona con la inflación y el dólar blue a la espera de que las penurias económicas y el voto negativo hagan el trabajo por ella.
Lamentablemente en la Argentina actual la dinámica de una crisis es casi tan difícil de delinear como las razones de un despegue. Para que algo se rompa hace falta una fragilidad: el déficit crónico heredado del sobreendeudamiento hacia fines de los ochenta o el sobreendeudamiento en dólares heredado de la convertibilidad a fines de los noventa. Sin éstos, lo más probable es que, en el peor de los casos, lo que enfrentemos sea una recesión. Ni emergencia ni hundimiento sino una lenta y prolongada deriva, justo en el medio entre el colapso y el milagro, entre el 5% de crecimiento de los oráculos oficiales y el -1% de algunos analistas menos pacientes con el modelo.
Pareciera que la crisis “se estuviera haciendo rogar”, y aquí las razones son varias y remiten a lo logrado a la salida de la crisis y a la naturaleza autoinfligida de los síntomas actuales.
El endeudamiento en la actualidad está en mínimos históricos (aunque si contamos compromisos ocultos y pagos postergados, probablemente haya dejado de caer hace un par de años). El déficit fiscal es manejable y depende en gran medida de subsidios a la clase media que debieron haber sido reducidos hace tiempo. La inflación inercial podría atacarse de manera incruenta con una combinación de transparencia (un IPC genuino), política (un banco central que se ocupe del tema) y un acuerdo de precios y salarios alrededor de una pauta. Y la escasez de dólares se debe menos a la apreciación del peso que a la obcecación del Gobierno por alienar al capital privado, extranjero y local. Simplificando, podría concluirse que si la Argentina moderara la inflación y recibiera inversiones extranjeras en petróleo, minería e infraestructura -algo que tarde o temprano sucederá- el tipo de cambio estaría más cerca del oficial que del paralelo, los controles serían redundantes, reviviría el crédito de mediano plazo y el crecimiento convergería al 5% regional.

Todos conocemos el resultado de una crisis económica: es la manera más traumática en la que se resuelve un reacomodamiento que no puede instrumentarse de manera gradual: una quita de deuda, una devaluación, un ajuste de ingresos reales. Pero si el escenario de llegada no difiere mucho del de partida, si no existe esta necesidad de un reacomodamiento brusco, no hay razones para que la acumulación de errores precipite una corrección masiva. Con un tipo de cambio bajo presión pero que al final del día no debería ser muy distinto del actual y un déficit que se deteriora pero sin llegar al desmadre de los 80, habrá que acostumbrarse a una brecha cambiaria volátil y creciente, una presión e intervención fiscal en aumento y una inflación reptando por arriba del 30%.
Como hasta ahora.
Más optimista parecería ser quien anticipa la crisis como un baño de realidad, como preámbulo de un cambio para mejor; las crisis no son el comienzo de nada bueno. Más pesimista sería, inadvertidamente, quien vaticina con alegría una eternidad de controles y ajustes atolondrados y derrape lento a contrapelo de la región; insistir en el error sólo nos aleja de la solución.
Me resulta trabajoso imaginar esta deriva sin desenlace, pero es lo que hay. Probablemente nos esperen treinta meses más de discusiones inverosímiles sobre los orígenes de la inflación y de recetas exóticas de economistas amateur. Treinta meses de vehemente improvisación y celebraciones histéricas en cadena. Treinta meses de enervante calma chicha, y ninguna crisis.
Me gustaría más pensar en treinta meses para pensar el futuro, para construir una alternativa que no huela a reciclaje. Porque nada sucederá por sí sólo, la crisis no nos salvará de la falta de ideas. Hay que remar.

martes, 12 de marzo de 2013

El Blue estacional que llegó para instalarse

Por Ariel Torres


La suba "es un fenómeno estacional", decía Marcó del Pont en enero. Hoy ese argumento quedó atrás. El hecho de que el paralelo se haya distanciado 55% del oficial deja al descubierto falencias estructurales. El Gobierno apuesta a la llegada del "ángel de la guarda" del modelo para bajarlo.

"Es un fenómeno estacional"

Esta frase, tan simple como contundente, fue expresada a principios de enero por la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, para justificar la disparada del dólar blue. Sin embargo, terminaron las vacaciones y el billete verde informal sigue arriba, sin señales de que vaya a bajar demasiado.

Así, comienzan a confirmarse los pronósticos de varios analistas que anticipaban que su alejamiento del valor oficial respondía principalmente a cuestiones estructurales, como la inflación, la emisión y el atraso cambiario.


Uno de ellos era Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central, que afirmaba: "El 90% de la suba del blue se debe a cuestiones más estructurales que al factor vacaciones".E ironizaba diciendo que "si la base monetaria sube y las reservas bajan, no hay que hacer un curso de economía para darse cuenta de que el problema es más de fondo".Habiendo transcurrido enero y febrero, sus dichos quedaron corroborados en la práctica. En el arranque de marzo el blue se mantiene en valores cercanos a los $7,80, pese al esfuerzo del Gobierno -vía "manos amigas"- de haberlo querido bajar a un escalón inferior.Por lo pronto, es casi un hecho que su cotización no descenderá a los $6,50, cifra registrada en la previa del período veraniego.



Y ya no asusta que se mantenga alejado un 55% del precio fijado por el Banco Central, algo que tiempo atrás era visto como "una enormidad".
De algún modo, los argentinos ya se han acostumbrado a convivir con un desdoblamiento cambiario, no escrito, pero vigente en la práctica. "Todo es cuestión de costumbre", comentaba irónicamente un operador de la city.
La "espalda al peso" empuja al blue
Los analistas temen que el alto precio que registra hoy día el blue responda, en buena medida, a una "huida" por parte de los particulares de la moneda local para ir en busca de activos de refugio.
El querer "sacarse rápidamente los pesos de encima" ante el poder "corrosivo" de la inflación trae asociado otro riesgo que para los analistas constituye una de las peores pesadillas: la caída en la demanda de dinero.
Es que, en otros períodos, esta mayor velocidad de circulación de los billetes desembocó en estallidos inflacionarios, ya que aun sin que el Banco Central emita, puede igualmente darse una mayor inflación, producto de esa creciente rotación del circulante.
Si bien ningún economista afirma que se haya llegado a un "punto de no retorno" en ese aspecto, sí prenden algunas señales de advertencia.


"Creo que ahora hay algunas evidencias intuitivas que demuestran un aumento de la velocidad de circulación o, lo que es lo mismo, una caída en la demanda de dinero", advirtió Javier González Fraga, el influyente ex titular del Banco Central.
Jorge Todesca es uno de los economistas que sostiene que la distancia que ha tomado el paralelo respecto del oficial marca un punto de inflexión respecto de la aceptación de pesos por parte del público.
También Mario Brodersohn, de la consultora Econométrica, ha sido enfático al respecto: "Desde principios de 2013 notamos persistentes señales de que la demanda de dinero no se está sosteniendo en los mismos términos en los que se había comportado el año anterior".
Y marca la diferencia entre la situación de 2012 respecto a la de hoy día, en la que se observa que "aparecen conductas que apuntan a buscar alternativas para los pesos excedentes". Una de ellas es el circuito blue.


"Hay olor a que la demanda de dinero empieza a trastabillar", advirtió Diego Giacomini, de Economía&Regiones.
Por lo pronto, la mayoría de los economistas cree que el Gobierno le echó nafta a la "hoguera blue" por haber abusado de la maquinita.
La oferta de dinero local superó con creces la demanda. Producto del cepo cambiario ese excedente "impactó directamente sobre el precio del dólar marginal", explicó Miguel Bein, un analista de fuerte prédica en el mercado.
En igual sentido, Pignanelli atribuyó la escalada del dólar paralelo a la gran disponibilidad de moneda nacional "producto de la fuerte emisión", lo que llevó a los particulares a "buscar alternativas".
"Hoy nadie quiere quedarse en pesos, salvo las grandes empresas que tienen que mantenerlos y los colocan a plazo fijo", sostuvo Pignanelli, quien está convencido de que "más que por turismo, lo que aumentó fue la demanda del billete marginal para atesoramiento".
Todo es cuestión de expectativas
Por lo pronto, el efecto estacional va quedando atrás a la hora de explicar por qué el dólar paralelo sigue bien arriba.


La razón de su alto precio hay que buscarla en "la enorme emisión monetaria que hace el Gobierno, la disminución de las reservas y el creciente gasto público", recalcó Guillermo Valdez, integrante del Mercado de Valores de la Bolsa de Comercio de Rosario
Gastón Rossi, socio de Martín Lousteau en la consultora de LCG, agregó otro condimento: "Más allá de cuestiones estacionales, el mercado ve que hay un atraso cambiario que cada vez se hace más evidente".
El economista Tomás Bulat compartió esta visión y remarcó que "del actual valor del blue puede haber apenas 30 centavos que respondan a cuestiones estacionales, el resto se debe a la caída en las expectativas".


"Se genera una suerte de circulo vicioso: si el dólar marginal sube, los particulares lo que hacen es ajustar sus expectativas día a día", sostuvo el ex economista jefe del Banco Central, Eduardo Levy Yeyati.
"Por eso -recalcó- es fundamental que el Gobierno diga qué quiere hacer o a dónde quiere ir. De lo contrario, esas expectativas se van acomodando a las noticias de ayer".
Cepo y tasas hicieron más tentador al blue
Más allá de los desajustes en la política económica, existe otro punto determinante a la hora de evaluar por qué la divisa paralela "no baja": hay una marcada ausencia de alternativas de inversión.
Los plazos fijos, lejos de premiar, "castigan al ahorrista" y el mercado inmobiliario se encuentra inmerso en la peor crisis de la década.
Como si esto fuese poco, es el propio "blue", con su abrupta escalada, que no hace más que seducir cada vez más a los particulares.


Es que hay un punto que no escapa a los ojos de muchos de ellos: en los últimos 12 meses subió casi un 70%, desde los $4,68 de marzo 2012 a los $7,82 de hoy.
"Hay un grado de emisión tan alto, mayor desconfianza y de falta de alternativas de inversión que hacen que la gente busque refugio en el dólar paralelo", sostuvo Claudio Zuchovicki, gerente de Desarrollo de Mercado de Capitales de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
Levy Yeyati, es de los que creen que la baja tasa de interés de las colocaciones bancarias terminó siendo un incentivo para generar la corrida hacia el blue, "porque la gente se cansó de los rendimientos negativos".
¿Y si los bancos ahora se deciden a pagar más por las colocaciones? El ex economista jefe del Banco Central se muestra escéptico a que esto sólo, de por sí, invite a los particulares a quedarse con moneda local.


"Ya se pasó el cuarto de hora para que la tasa pueda defender al peso, con este nivel de suba del dólar y aceleración", fue su contundente pronóstico.
Su argumento es que ahora juegan otros factores, como la caída en las expectativas, que si no se los resuelve primero cualquier medida será ineficaz.
En el mismo sentido opinó el economista Federico Muñoz, para quien un intento de "domar" al blue con una suba de tasas sería una solución "meramente temporaria, si no se ataca a la verdadera raíz del problema: la elevada inflación".
El blue, más sensible que nunca
El concepto que sobrevuela sobre la actual brecha entre el dólar oficial y el blue es el de la confianza del público y sus perspectivas sobre qué puede llegar a ocurrir, no sólo con el billete verde, sino también con la economía en general.


"La brecha y la tendencia del dólar no oficial se convierten en una caja de resonancia de cómo vamos y de las expectativas. Cuanto más empeoren, más subirá", resumió el analista Carlos Melconian.
En sí, completó el experto, "no hay un precio preciso del dólar paralelo, sino que vale lo que la gente cree que es razonable pagar. Y eso va cambiando de acuerdo con las expectativas y en base a cuántas personas quieren comprar y cuántas vender", remarcó a iProfesional.com Francisco Gismondi, economista del Banco Ciudad Buenos Aires.
De cara al futuro, lo analistas creen que el blue será más sensible a cada noticia negativa que se vaya sucediendo, ya sean nuevas medidas que impacten en la plaza cambiaria, en el precio de la soja, en el round final de la pelea de la Argentina con los fondos buitre y, claro está, ante cualquier ruido de tipo político.
Sojadólares, la bala de plata
Los economistas consideran que una de las últimas oportunidades que tiene el Gobierno para achicar la brecha cambiaria ocurrirá en pocas semanas, cuando empiecen a entrar al país los dólares provenientes de la exportación de soja.
Es que, si bien no hay tanta euforia como hace seis meses -cuando el "yuyito" había alcanzado cifras récord por encima de u$s650 la tonelada- se estima que de todas formas será una cosecha relativamente buena, con unos 48 millones de toneladas, lo que implica una suba no menor a 20% respecto de hace un año, y con mejor precio.


Es la gran incógnita para los próximos meses. Algunos economistas creen que, una vez ingresados los "sojadólares", ello se reflejará en una distensión en el mercado cambiario, con una posibilidad de que el blue se acerque un poco más al tipo de cambio oficial.
Pero otros hacen una salvedad importante: todo dependerá de qué tan celosamente el Gobierno quiera guardar esas divisas.
Si decide que todos los dólares del agro deben ir a parar al Banco Central, entonces la brecha no sólo no se achicará, sino que hasta podría crecer.
La explicación es simple: para comprárselos a los exportadores, el Gobierno emitirá pesos, y luego los productores sojeros querrán convertir parte de ese dinero en billetes verdes.
Al no poder hacerlo por la "ventanilla oficial", irán a buscarlos al mercado paralelo, poniendo así más presión al blue.


Es por ello que algunos ex funcionarios con experiencia en un contexto de mercado regulado han sugerido que el Gobierno intervenga discretamente, vendiendo -vía manos amigas- en el circuito informal.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Sin herederos aparentes para el sueño bolivariano


Por Ariel Torres

Se propuso ser el heredero natural de Bolívar y reproducir, en pleno siglo XXI, su sueño de libertad e independencia latinoamericana. Pero sus armas fueron menos idealistas, sus enemigos menos tangibles y sus métodos mucho más controvertidos, por decirlo de una manera simple. Hoy, casi sin herederos, el resultado de los deseos de Hugo Chavez -el ALBA y un gran eje de izquierda antiimperialista continental- parece bastante más endeble de lo que fue la gesta del prócer del siglo XIX.
Es posible que el Gran Hugo cuente con herederos en Venezuela o en el resto de América Latina. Nicolás Maduro es -pareciera- su sucesor en Caracas y -en Quito- Rafael Correa probablemente sueñe con convertirse en su delfín regional. Aunque a ambos les falta mucho carisma. Sin embargo, el problema no es que el sucesor de Chávez tenga el cargo o la voluntad de expandir el sueño chavista. El misterio es si tendrá la capacidad, las ideas y -obvio- los dólares necesarios para transformar algo tan indefinido como el socialismo del siglo XXI en una forma de vida continental.
No hubo nada de intrascendente en el impulso y la efervescencia del duelo que ayer se apoderó de algunos países, y podría creerse que hay esperanzas válidas para ese sueño. Pero, aunque se sustente en ellas, el sueño bolivariano necesita más que emoción y mística para sobrevivir. Sus potenciales herederos lo saben.
De hecho, lo más probable es que Maduro no tenga ni el tiempo ni la habilidad para llevar hasta el fin la gesta regional. El vicepresidente hace todo lo posible para parecerse a su mentor, pero su falta de carisma queda siempre en evidencia. Además, tendrá otros desafíos por delante: cimentar su poder ante una eventual campaña presidencial contra, seguramente, Henrique Capriles, y reanimar la economía. Menuda tarea.
Y esa insencilla tarea amenaza, este año, al combustible básico y ultra necesario de la revolución: los petrodólares. Lejos de ser el único pilar del sueño de Chávez, los ingresos petroleros de Venezuela permitieron al presidente acudir en rápido rescate de gobiernos o candidatos que prometían alimentar la quimera regional.
La gran isla de los Castro es el gran beneficiario: recibe 102.000 barriles diarios de petróleo a precio subsidiado, lo que cubre el 60% de sus necesidades energéticas anuales. Nicaragua le sigue entre los afortunados: el 80% de su consumo de energía está subvencionado por Caracas. Y, siempre de acuerdo con la oposición venezolana, la Argentina es la tercera entre las naciones más beneficiadas por los dólares chavistas.
Es bastante improbable que en esos países esté el heredero de Bolívar y Chávez. Raúl Castro no tiene ni la edad ni la legitimidad electoral. Su gestión económica, por otro lado, tampoco es digna de ejemplo; mucho menos lo será sin su amigo Chávez.
En el otro destino caribeño, Daniel Ortega tiene, como Castro, los blasones de la izquierda, pero gobierna uno de los países más pobres de la región. Y, aunque Cristina Kirchner nunca mostró mucha ambición de influencia regional, ahora tal vez podría querer llenar el vacío. Oportunista como es, no vacilará en intentarlo.
Podríamos intentar ubicar al sucesor en Bolivia o en Ecuador. Los gobiernos de ambas naciones fueron buenos alumnos y reprodujeron otros de los vectores de la revolución chavista: la concentración del poder público bajo el pretexto de la lucha contra los poderes establecidos y la ofensiva contra la prensa independiente.
Evo Morales da el pinet necesario, pero comanda una nación golpeada por la pobreza y la desigualdad. Queda entonces Correa, a quien ya le preguntaron si le interesaría el puesto de revolucionario en jefe. Él, con la dosis necesaria de demagogia, respondió que, en la región, sobran los líderes dignos de suceder a Chávez, pero que el gran motor de cambio de la revolución no son los presidentes, sino "el pueblo latinoamericano". Grandilocuentes palabras vacías de contenido.
Sin embargo, Correa tiene la capacidad de crear y ganar batallas, y el carisma de Chávez. Pero lejos está de provocar la mística regional que el presidente venezolano suscitó. De más está decir que tampoco dispone de los excedentes que el hombre de Barinas tuvo a lo largo de sus casi 14 años de poder.
El deceso de Chávez no representa el final del éxito más contundente de su revolución: la lucha contra la pobreza. Sin embargo, ése es también el gran logro de otra izquierda, una menos rupturista y muchísimo más pacífica, que ahora tal vez se afiance como el modelo regional: la de Brasil. Ni Lula ni Dilma confrontaban con Chávez. Pero su sola presencia y el poder, junto con la estabilidad, el desarrollo y la renovación de Brasil, dejan al descubierto la gran contradicción del socialismo del siglo XXI.
Por estos días, y ya sin su padre fundador, los que alguna vez fueron los motores de la revolución son precisamente los nubarrones que amenazan con acabarla: el personalismo, la concentración del poder, la dependencia del petróleo y la construcción permanente de enemigos.
Malas mezclas, ingredientes del pasado.