A CFK se le despertó un adversario peligroso por lo inmanejable.
No es el papa Bergoglio. Es el verde vilipendiado, ahora convertido en Blue. El
precio de la divisa norteamericana es a la economía naconal lo que la ruptura
con Daniel Scioli es a la política: una señal de que el kirchnerismo está
siendo sometido a una modificación estructural.
Cada
vez es mayor e insostenible la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. En
la raíz del problema está la tenaz negativa oficial a reconocer la inflación y
combatirla. La gente no corre hacia el
dólar. Huye del peso. Pero la cotización de esa moneda tiene un impacto
simbólico del que Néstor Kirchner –por ejemplo- siempre se cuidó: con razón o
sin ella, la opinión pública cree que es el indicador más confiable de la salud
de la economía. Y muchos formadores de precios adoptan como parámetro esa
variación. Esa matriz de costos enloquece a la presidenta.
Ya en el
año 2011 el valor del dólar estaba muy rezagado respecto de las demás
mercancías. Temerosos de una devaluación, los ahorristas comenzaron a atesorar
esa moneda deteriorando las reservas del Banco Central. Para neutralizar el
movimiento había que devaluar o vender más reservas. Pero la Ilustre Inquilina
de Olivos fue convencida por Axel Kicillof de que existía otra salida:
establecer un cepo para la compra de dólares. Como la prohibición fue de índole
fiscal, la gestión cambiaria pasó del Central a la AFIP.
Cuál ha
sido la eficacia de esa estrategia? Las reservas siguen cayendo a un ritmo de
1500 millones de dólares por bimestre. El jueves pasado, por ejemplo, Mercedes
Marcó del Pont vendió alrededor de 100 millones.
Ni
hablar del siempre latente temor a un salto devaluatorio, que ya se refleja en
la suba del dólar paralelo, que el mismo jueves llegó a $ 8,90. Para un
gobierno que resuelve todo con intervenciones, ese mercado es una pesadilla: poner la mano allí significa caer en la
ilegalidad. Pero es lo que está ocurriendo, ya sin eufemismos. Según los
bien formados expertos de la City ,
el Estado realiza operaciones más o menos clandestinas para reprimir la suba
del dólar blue. Las versiones indican que la Anses estaría vendiendo dólares a $ 5,10 a unos pocos
financistas ligados al poder para que los ofrezcan en el mercado negro a $
8,30. Esos amigos contarían con la complicidad de los funcionarios para
recuperar las divisas al precio oficial simulando importaciones de servicios. Alguien se queda en el camino con una
diferencia de $ 3,20 por dólar. Vergonzoso, vil. Varios economistas comenzamos
hace un tiempo a sospechar esta maniobra y venimos advirtiendo que los
depósitos del Estado en moneda extranjera registran una caída superior a los
pagos que éste debe realizar.
El
adalid Moreno pretende fijar el precio del dólar negro como el de la leche en
los supermercados. Parece mentira que el tipo sea economista. El jueves pasado
vociferó en el teléfono de Arturo Piano, desorbitado: "Me ponen el blue en
6,50 o los mando a todos presos". Los cambistas, al retirarse de la plaza,
lo hicieron bajar a 8,20. Después volvió a subir, ya que el mercado es tan
reducido que puede ser movido por cualquiera que necesite unos cientos de miles
para pagar una importación urgente. Aun así, las casas que se mueven en el blue
prometieron a Moreno un "feriado cambiario" hasta después de Pascua.
Los 9000 "arbolitos" anónimos de la Capital Federal no
hicieron promesa alguna.
Esta
especie de Balance provisional da un resultado cantado: el cepo ha sido un
fracaso. Sólo consiguió irritar a los innumerables argentinos que confían en el
dólar para estar a salvo de una contingencia personal. El drama que se quiso
resolver persiste: caen las reservas y aumenta la expectativa devaluatoria.
Claro que ahora, por culpa de ese remedio equivocado, han aparecido otras
patologías, iguales de graves que las ya existentes. O más.
La que
mete más miedo –o debería- es el derrumbe de la inversión, de la que Vale, la
minera brasileña, es un ejemplo. Su retirada se debe, antes que nada, al
bloqueo cambiario: la empresa ingresa dólares que cotizan a $ 5,10, pero afronta costos que ajustan según un
dólar de $ 8,30. Además, no podrá girar dividendos y tendrá dificultades
para importar equipos. En vez de discutir estas condiciones, la Casa Rosada insultó a
sus directivos. ¿Acaso CFK ignora que ellos están allí gracias a una presión
escandalosa de Dilma Rousseff sobre la compañía? Aunque los diplomáticos
intenten encapsular el caso, Vale se ha convertido en una enorme molestia para
la relación bilateral. Tanto, que la visita de Rousseff a El Calafate no fue
reprogramada. Aunque siempre hay una excusa: murió Chávez, fue coronado un papa
argentino...
Las
dificultades enfrentadas por Vale son similares a la de los productores
agropecuarios. Las cerealeras les pagarán la soja en pesos liquidados por el
dólar oficial. Y ellos deberán hacer frente a gastos que, en su mayoría,
fluctúan con el blue. Malditos costos. Además, si deciden ahorrar su renta en
dólares, deberán pagar $ 8,50. De modo que los chacareros calculan su ganancia
como si la tonelada de soja valiera 200 dólares. En definitiva, el Gobierno los
incentiva a demorar la venta de la cosecha, a la espera de una devaluación.
Mientras tanto, el negocio se sigue deteriorando: los campos se depreciaron
alrededor de 15% en un año. Una especie de profecía autocumplida.
No es
menor el daño que esta dinámica le está produciendo al sector turístico.
Quienes viajan al exterior compran dólares al Central por $ 5,10. Pero veamos: qué
viajero extranjero los va a vender en el mercado oficial, si en el paralelo se
los pagan 60% más? Los que diseñaron el cepo calcularon los dólares que
dejarían de salir, pero no los que
dejarían de entrar. Es la razón por la cual la caída neta de reservas, que
en 2011 fue de 5300 millones de dólares, sólo se redujo en 2012 a 3300 millones de
dólares. Una ínfima conquista si se consideran los perjuicios ocasionados:
entre otros, la caída abrupta del nivel de actividad.
A esto
hay que sumarle un problema que está en la raíz de la crisis cambiaria: la
soberanía hidrocarburífera se está haciendo desear. Las importaciones de
combustibles están aumentando entre 60 y 70% respecto de 2012. No hay que
olvidarlo: los dólares que Ricardo Echegaray prohíbe comprar desde la AFIP son los que necesitaba
Julio De Vido, y ahora Miguel Galuccio, para pagar los cargamentos de gas
natural licuado. Una anécdota: un buque metanero se pasó el último jueves
navegando entre Punta del Este y La
Paloma porque en Buenos Aires no le pagaban la carga. Sucede
que en los días críticos los funcionarios no tocan las reservas para evitar que
la Presidenta
se enoje.
No son
pocos los especialistas que creen que este año las importaciones energéticas se
llevarán 14.000 millones de dólares. Es lo que Kicillof prometió resolver con
la confiscación de YPF. ¿Será verdad que va a extender esa "solución"
al sector eléctrico, obligando a que todas las transacciones pasen por el
Estado? Yo conozco muy bien adonde nos
lleva esto. Estoy –por mi trabajo- con un pie en Baires y otro en Caracas.
Son impericias
propias de un asesor que tardó 8 años en doctorarse, y que jamás ha trabajado.
Y que nacen de la dificultad de Cristina Kirchner y sus colaboradores para
entender la naturaleza sistémica de los mercados. Sólo así se explica que
insistan en controlar al mismo tiempo precios y cantidades. El liderazgo
autoritario de la
Presidenta , que se ejerce de manera más destemplada sobre el
propio entorno, fragmenta más esa visión. Las convocatorias al -llamémosle
piadosamente- equipo económico no se realizan para enriquecer un diagnóstico
con diversos puntos de vista. Son reuniones de careo, en las que la señora de
Kirchner busca formarse un criterio a partir de la confrontación de todos
contra todos.
Basta
analizar a los contendientes para notar resultados angustiantes. Hernán Lorenzino
confiesa ante los técnicos que lo visitan su disidencia con la política
económica. Después admite que desde su cargo de ministro de Economía es poco lo
que puede hacer. Eso sí: cree que ya convenció a su jefa de emitir un bono para
financiar obra pública. Kicillof debe elevar sus ideas al cerebro de La Cámpora , el abogado
Eduardo de Pedro, para que éste las analice con el bachiller Máximo Kirchner. Mercedes
Marcó del Pont festeja que el encargado del dólar sea el recaudador Echegaray.
En la última sesión de directorio del Central, cuando Carlos Pérez manifestó su
preocupación por la "inestabilidad monetaria, financiera y
cambiaria", ella contestó: "Las dos primeras no existen. Y la
cambiaria es apenas un pico del blue". Después indicó, mirando a Miguel
Pesce: "Organizá una reunión para que Carlos entienda". Y se marchó.
Fue
todo lo que se habló en ese organismo sobre la crisis cambiaria. Extraño a
Redrado, qué quieren que les diga…
El
impresentable Echegaray, por su parte, usó como escudo el reglamento: "Yo
sólo tengo atribuciones para cobrar impuestos". Como si eso fuera un tema
menor. Y el inefable Moreno, que desde el comienzo objetó el cepo, pasa el día
amedrentando a cambistas e instruyendo a Juan Basco, el incombustible jefe de
operaciones del Central.
Nada
que sorprenda. El kirchnerismo aplica al problema del dólar su eterna receta:
tratar de curar una enfermedad provocando otras. En este caso, logró el
prodigio de desencadenar una crisis cambiaria con la tonelada de soja a 500
dólares. Mi hijo de 20 años –que estudia Turismo- se echa a reír a carcajadas
cuando lo analiza.
Yo
tengo ganas de llorar. A gritos.