Por Ariel Torres
No es novedad, a esta altura, aclarar que no comparto absolutamente ninguna de las bases de este gobierno “nacional y popular”, y mucho menos este Modelo o Relato de “inclusión social” a costa de más pobreza estructural y corrupción ideológica.
Nobleza obliga, mi natural pragmatismo a la hora del análisis no me permiten ignorar los logros de esta administración, logros que son insistentemente sepultados por los aquellos mismos que los fogonearon: el mismo gobierno que no hace más que boicotearse a sí mismo, de una manera tan insólita como infantil, con el sólo recurso de atacar consecuencias en vez de hechos.
La naturalidad con que la presidenta ninguneó en Rosario la farragosa tragedia de Once sólo puede ser explicada por la película de sus propias palabras –que dieron la vuelta al mundo de la mano de You Tube- en las que se lee claramente: “vamos por todo”. Qué es todo? El todo al que la presidenta se refiere es el Poder. Es lo único que la obsesiona, su norte, su objetivo principal, su olla de oro al final de un arco iris cada vez más negro, a tono con su atuendo. Ni siquiera la imagen tan vilipendiada de nuestra bandera, en ese acto, la obligó a mantener el decoro.
Hoy se cumplen los 15 días que ella le pidió a la Justicia para que se expida sobre la tragedia…
Amado Boudou está batiendo un récord histórico: es el primer vicepresidente de la Nación en funciones que es formalmente investigado por presuntos hechos de corrupción. Ya tiene condición de “sospechoso”. Más allá de sus provocadoras remeras, de sus desafinadas guitarras, su desenfadada caradurez para legitimar un aumento del 100% en las dietas de sus dirigidos legisladores, su carencia de militancia peronista y su ineptitud como buen funcionario, Boudou es el VicePresidente de esta nación, caramba! Cristina lo puso allí, a pesar hasta de su hijo. Demás está decir que jamás lo dejará caer, porque eso sería admitir que se equivocó; y el universo de los errores no es el universo de la presidenta.
Hoy tenemos enfermos Oncológicos que están rogando para que sus indispensables remedios importados puedan entrar al país. Los industriales a los que les exigen productos argentinos no se animan a decir en voz alta que muchos de los componentes necesarios para esa producción son… importados. Hay líneas enteras de los productos más disímiles que no pueden continuar su producción al ritmo normal, porque parte de sus materias primas son… importadas. Arcor no tiene cacao para sus chocolates. Los dueños de autos de alta gama no pueden cambiarle las cubiertas a sus rodados. Los dentistas se están quedando sin… anestesia. Hay una lista interminable de productos que el país no produce, simplemente porque no puede hacerlo en algunos casos, o directamente porque no son viables de conseguir en esta parte del mundo.
Estos descalabros insólitos tienen un solo responsable: el país que necesita los dólares para cubrir sus finanzas públicas, intoxicadas y asfixiadas por tanto despilfarro en años donde el crecimiento “a tasas chinas” permitió comprar tiempo, voluntades, votos, pensamientos, pero no inversiones.
Son los mismos descalabros que nos encarecerán la mesa a los argentinos en el corto plazo. Lo explicaré lo mejor posible. Por ejemplo, para que Santiago Trepat pueda importar los BMW que tan bien vende en el país, debe exportar otro tanto. Cómo, si Trepat no produce nada, sólo vende autos? Comprando certificados de exportación de trigo, soja, pescado, etc. Certificados que se cotizarán cada vez mejor y serán cada vez más necesarios para esta operatoria. Ergo, los productos de primera necesidad para la mesa de los argentinos, de fácil exportación porque el mundo está ávido de alimentos, se exportarán cada vez más y en mayores cantidades, haciéndolos más escasos y más caros, favoreciendo el desabastecimiento y la inflación tan temida, pero no atendida.
Entre las múltiples contradicciones que hoy muestra la Argentina , hay tanta gente que ve venir un proceso de ajuste, como la que supone que la inflación puede subir otro peldaño. También están quienes resaltan el boom turístico veraniego como evidencia de que el consumo se mantiene firme y los que, a la inversa, se preocupan por la incipiente desaceleración del crecimiento en varios sectores. Todos tienen un poco de razón.
“El gobierno perdió la brújula”, escuché por ahí. Quizás haya que refinar ese concepto. Más bien habría que considerar que colocó un imán debajo de ella: los dichos van para un lado y los hechos para el otro.
Probablemente el gobierno haya advertido que no puede suprimir masivamente los crecientes subsidios otorgados durante ocho años, sin consecuencias económicas y políticas. Pero no tiene Plan B. El ruidoso conflicto institucional por los subtes porteños prueba además que endosar el costo a otra jurisdicción tampoco resulta sencillo, porque la diferencia entre las tarifas subsidiadas y los gastos de operación es abismal.
Nuestro impresentable Secretario de Comercio Guillermo Moreno, ha partido hacia Angola en misión de negocios, con 150 empresarios, algunos tan impresentables como él. Porqué a Angola? Porque a ningún país serio le interesa hacer negocios en serio con nosotros. Angola es un país despedazado que necesita de todo, y puede pagar con petróleo… ese mismo petróleo que dejamos de producir por no controlar a las empresas que hasta hace dos años eran amigas del gobierno y hoy son demonizadas por no invertir en exploración. Se les olvida decir que gracias a los subsidios nacionales y populares al gas, eso fue imposible.
En el medio, la dialéctica, el relato, las Malvinas como pretexto discursivo, la pelea con Macri, la despenalización del aborto, y las zonas liberadas para que nos sigan matando como ovejas, para poner en el tapete otros temas –no menores, igualmente importantes- pero que sólo servirán para tapar errores y ganar tiempo a nuestra costa.
En ególatras del Relato y la Semántica hemos convertido a nuestros gobernantes, por obra y gracia de nuestro voto ciego, sordo… y a veces mudo.
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