viernes, 30 de marzo de 2012

Moyano está para el diván K... o no.


Este gobierno recibe a cualquiera que anda dando vueltas por el mundo pero no recibe a sus trabajadores. Parece que fuera antiobrero por sus actitudes negatorias de la realidad. Sus integrantes son crueles, despiadados y vengativos. Los niveles de corrupción son alarmantes. En tren de perseguir inocentes pueden inventar que los hijos de sus enemigos fueron apropiados durante la dictadura militar. Aplican caza de brujas contra los disidentes y en sus medios adictos ejercen una censura estricta. Ninguno de sus miembros respira si antes no le dan la orden. CFK actúa como si únicamente su dolor personal mereciera respeto y se burla a sabiendas de un padre que acaba de perder a un hijo.
Semejante descripción no fue realizada por el ABC de Madrid, ni por Ricardo López Murphy. No le corresponde a Joaquín Morales Solá, ni –mucho menos– a Osvaldo Pepe.
El autor es nada menos que Hugo Moyano.
Si el jefe de la CGT tiene o no razón en esta caracterización es algo que está por verse, o será materia de discusión por los siglos de los siglos. De lo que no cabe duda es de que, para un sector del mundo oficialista, tiene legitimidad, o la ha tenido hasta hace muy poco. Apenas meses atrás, los defensores del Gobierno sostenían que Moyano podía tener defectos pero que, dentro de las posibilidades que ofrecía el sindicalismo, era el líder más capaz para organizar a los trabajadores y representarlos en la defensa genuina de sus derechos. Durante años, con ese argumento, prefirieron disimular algunos de sus detalles más conflictivos, como el episodio de “Madonna” Quiroz en San Vicente, el ajuste de cuentas del sindicato de camioneros de Santa Fe que terminó con el asesinato de Abel Beroiz, las denuncias de la ex ministra de este gobierno Graciela Ocaña, entre otros detalles. En el momento en que se produjo el asesinato de Mariano Ferreyra, muchos de sus defensores salieron a aclarar que “Moyano no es Pedraza”.
Pues bien: resulta entonces que este hombre al que tanto han defendido, ahora se despacha de esta manera.
No es algo que se pueda pasar sin más ni más. O Moyano no era un genuino defensor de los intereses de los trabajadores, sino apenas un burócrata desesperado por la plata y el poder, y entonces en todo este tiempo los forjadores del relato K mintieron, o les mintieron, o se mintieron (y si mintieron o se mintieron o les mintieron sobre este punto, ¿sobre qué otros mienten o se mienten?). O Moyano es ese que nos decían que era, y entonces sus definiciones acerca del perfil del Gobierno deben ser tenidas en cuenta, ya que vienen del líder más genuino que pueden tener los trabajadores. Que haya opositores al Gobierno para los cuales Moyano haya pasado de demonio a santo, si es que esto ocurre, no soluciona el problema: apenas refleja que el indómito Moyano no sólo desconcierta a los K.
Pero existe una tercera opción: que las caracterizaciones que algunas personas hacen de la realidad que los rodea no tengan que ver con ningún hecho objetivo sino, simplemente, con la manera en que personajes y situaciones son caracterizados por Cristina Fernández de Kirchner. En este caso, el razonamiento sería algo así: Moyano es el genuino representante de los trabajadores si apoya al modelo que defiende a los trabajadores, y la que decide cuál es la manera de apoyar al modelo es Cristina, porque es la Jefa y nadie entiende el modelo como ella. En este contexto, no importa si Moyano, o Cobos, o Eskenazi, o Bergoglio, o Magnetto, o Schoklender, o Alberto Fernández son ignorantes, sabios, chorros, generoso o estafadores. Lo que importa es la relación de cada uno con la Jefa.
Moyano es un líder sindical admirable si está bien con el Gobierno y un traidor si está mal. Porque sólo sirve lo que acumula para el modelo. Y el modelo no es un puñado de principios y políticas sino lo que, a cada momento, según venga en gana, dictamina la jefatura del modelo, que es la que mejor lo interpreta. Y no sólo Moyano: todo funciona de esta manera. Nadie es “per se” nada: cada uno es quien la Jefa dice que es. Y así se salda la contradicción, muy fácilmente. Hemos visto en estos tiempos admiradores de Sergio Schoklender que le saltaron a la yugular apenas fue excomulgado por la Casa Rosada, y veremos en los tiempos que vienen a personas nobles que han sido deslumbradas por Amado Boudou, despotricando contra él como si nada.
El bien y el mal, lo decide Ella.
Qué pensar sobre la tragedia de Once, sobre la importación de energía, sobre las declaraciones juradas, o sobre el caso Boudou, surge de su clarividencia.
Quién es nazi y antisemita, nos lo enseña Ella.
Y la bondad o maldad de Moyano, también.
Es una suerte tener una Jefa, porque eso ordena todo. No es necesario esforzarse demasiado. Uno mira el horizonte, ve dónde se para Ella, y entonces sabe para dónde marchar. Hacia la derecha, hacia la izquierda, al este o al oeste, siempre está bien, porque lo que decide la naturaleza de las cosas no es un hecho objetivo sino la persona que marca el rumbo la cual, en esencia, siempre es buena y sabia. Por eso, Moyano puede pasar de ser un líder sindical ejemplar a una porquería en cuestión de semanas, y viceversa, y a algunas personas eso no les hace ruido.
La relación con el Jefe siempre es sencilla. Si él va en la dirección esperada, entonces confirma que es bueno, único, admirable. Si va en la dirección contraria, seguro que es una movida táctica genial.
Si se descubre corrupción junto a él, seguro que es mentira. Y si es verdad, está claro que él es víctima de personajes inescrupulosos contra los que, a su debido tiempo, sabrá combatir. Siempre, el Jefe tiene razón. Muchos vivillos se refugian en estas ideas. El problema, a largo plazo, o quizás a corto, es de los que creen en serio en estas cosas.
No es nuevo que esto ocurra en la historia política argentina y mundial. En todos los tiempos, en todos los países, ha habido movimientos políticos cuya esencia básica era esa: seguir a un líder. Del talento de este dependía que sus seguidores se creyeran que a cada paso cada decisión era buena, y que la única política válida para los disidentes era el desprecio y la marginación. Esas historias no suelen terminar bien, pero eso no quiere decir que, como se ve, no se repitan una y otra vez.
Y el día que saltan el cerco, las personas alineadas de repente descubren todo un mundo. Eso le pasó, por ejemplo, a Julio Piumato, uno de los alter ego de Moyano, cuando reveló que existe censura en la televisión pública. Era raro escucharlo. En estos últimos años, periodistas y dirigentes políticos fueron no sólo censurados sino agredidos desde esas pantallas, una y otra vez. Las listas de personajes que no se pueden entrevistar allí es eterna: Rubén Sobrero y ninguno de los delegados del Sarmiento, Jorge Lanata, Alberto Fernández, Julio Cobos, Félix Díaz, los familiares de Once, Julio César Strassera, las víctimas del Indoamericano, Hermenegildo Sábat, Victoria Donda, Victoria Moyano, Elisa Carrió, Hermes Binner, Felipe Solá, Claudio Lozano, Humberto Tumini, Rubén Carballo. Son cientos y cientos de personas que, para la televisión pública y también el canal Encuentro, directamente no existen.
Le preguntaron a Piumato si no había percibido esto mientras estaba cerca del Gobierno:
–Es que cuando a uno le toca, lo ve más claro –dijo.
Una buena advertencia para aquellos a los que (aún) no les tocó.
Por lo pronto, lo de los soviets, quiero aclarar, me parece tan disparatado como aquel título de La Nación sobre el “marxista” Kicillof. Sólo que esta vez la astilla vino del mismo palo. Del lado de los buenos y no de los malos.
Era así, no? Había buenos y malos... no?

El problema de no ver más allá... de las narices.

Por Ariel Torres


En el fárrago de dimes y diretes en que se ha convertido la relación Macri vs.CFK, o lo que no es lo mismo pero parece, Gobierno Central vs. Gobierno CABA, nos encontramos con la diatriba de reconocer que ambos han violado sus respectivas constituciones. Los servicios públicos están para servir al público, es decir, a la gente... a nosotros. Entonces pregunto: porqué razón le hemos permitido a dos personas, que tomen a la sociedad toda por rehén?

Esta es una prueba más de que los gobernantes no toman en serio al voto. Con nuestro voto, le damos a los políticos nada más ni nada menos que un mandato para que haga realidad lo que prometió en palabras, y que nos gobierne más o menos de acuerdo a sus plataformas. Nótese que ya casi lo pongo en términos donde ni siquiera enojado estoy ya. A ese punto hemos entregado nuestra civilidad.

Como economista, yo lo veo MUY SIMPLE: si Macri ya tiene su presupuesto aprobado desde el año pasado, y no tiene partida presupuestaria ni dinero para hacerse cargo del subte y 33 líneas de colectivo, porque le Gobierno Nacional insiste en transferirle servicios subsidiados, no mantenidos y peligrosos en una actitud soberbia y unidireccional? Porqué insiste en quitarle la seguridad, cuando en las grandes urbes del mundo -por ejemplo- existe una Policía específica para el subte, por ejemplo? Observemos la acertada cuantificación de la seguridad en el transporte que tienen las sociedades serias. Pretender escaparse de una próxima e indudable tragedia con una ley aprobada a tontas y a locas, no engaña a nadie.

Pero vamos más allá. Esta mañana me desayuné con la noticia de que el BCRA le dará trabajo a la ex Ciccone. Le encargará la emisión de la nada despreciable suma de $ 500 millones. En alguna otra oportunidad les contaré los riesgos colaterales que implica que una empresa privada imprima dineros públicos, no tiene desperdicio. Pero pasemos a esto; ahora resulta que nada de lo que pasa alrededor de Ciccone, tiene la suficiente importancia como para detener un negocio que es de varios...

Si las intenciones del gobierno es mojarle la oreja a la justicia por perseguirlo a Boudou, y hacerle pito catalán a los medios por la cobertura impiadosa e imparable acerca de las conexiones del vice con la empresa acusada, resulta como mínimo tóxico el mensaje: se olvidan que en el medio de este tira y afloja estamos nosotros, la gente, los votantes, los espectadores que estamos clamando -silenciosamente, eso sí- por ACLARACIONES, no ya justicia, porque eso es pedir demasiado.

Sin ir más lejos, eso es ABUSO DE PODER. Liso y llano. Hago lo que quiero porque soy el dueño de la pelota, no voy nada al arco, juego de 9, porque quiero y punto.

Cuánto más les permitiremos...? Pregunto...

miércoles, 28 de marzo de 2012

Nueva locura K: la F1 para todos...

Por Ariel Torres

Pocas manifestaciones deportivas y tecnológicas me entretienen tanto como la F1. Y si hay una vida más en este mundo, seré piloto de la máxima categoría. Daría 10 años, hoy, ya, para dar t3 vueltas sobre uno de esos bólidos. Es incomparable, para mí, la emoción de ver a los que se animan a seguir a fondo en la terrorífica curva de Eau Rouge en Spa, a los que hacen perfecta la frenética parabólica de Monza para volar en la recta principal y después hacer una de las frenadas más largas y difíciles de toda la temporada para entrar en la lentísima chicana. O entrar en el túnel de Montecarlo, con el cambio de luces a 280 km/h. Y ver una carrera, para mí, es hacerlo con el cronometraje oficial a la vista y grabarla para repasar los momentos más interesantes. No exagero en nada.
Y, sin embargo, creo que la idea de organizar un Gran Premio en la Argentina con fondos públicos es desacertada. Farragosamente desproporcionada. No parece que haya un beneficio social inmediato ni interesante. No es discutible que el mismo país que dice que no tiene dinero para pagar los fallos judiciales en favor de los jubilados gaste una fortuna en un entretenimiento? Es tan razonable como el Fútbol para Todos y el TC para Todos. Gastos demagógicos que subsidian a gente que, en muchos casos, es millonaria. 
Les propongo este ejercicio tribunero: porqué debería contribuir yo a pagarle el sueldo a Riquelme, un personaje absolutamente nefasto para mi, además del hecho de que soy hincha de River? Porqué mi vecina de 62 años tiene que pagar parte del chassis de un Torino modelo 76 para adecuarlo a correr en un circuito?
La F1 es un mega circo mediático envuelto en un halo de glamour increíble y fantástivo, es verdad. Se dirá que la Argentina ganaría en imagen, que se consigue difusión internacional y se vuelve un atractivo turístico. También es verdad.
Ahora pregunto: cuántos GP de F1 hay que organizar para obviar que la Argentina miente en las estadísticas y persigue penalmente a quienes se atreven a cuestionar los números oficiales? Es más serio un país si organiza una carrera de la máxima categoría aunque un secretario de Estado incluya entre sus extravagancias el invitar a una misión oficial al dueño de un comercio denunciado por trata de personas? Cómo le explicarán a Ecclestone el desmadre que tendrá que hacer para llevarse sus dólares una vez terminada la carrera?
Muchas naciones en desarrollo utilizan la F1 para hacerse notar. El caso más emblemático puede ser el de Hungría, que comenzó con su GP - en el fantástico Húngaro Ring, rodeado de un paisaje maravilloso- a hacer ver que quería diferenciarse del resto de los entonces satélites soviéticos. O el GP de Malasia, en el marco de una sociedad que quiere parecerse a Europa más que a Asia. Pero tiene con qué.
Mar del Plata es una de las ciudades argentinas que más marcado tiene ese karma llamado "distribución del ingreso". Su presente tiene muy poco que ver con la otrora Perla del Atlántico. Flaco favor nos haríamos en exponer su realidad ante un mundo que, con sus cámaras y su circo, se meterá debajo de las camas de todos... por 4 días. Y ese será el marco que exportaremos.
Pero ponerse en la vidriera también expone los defectos. El estado de Bahrein es uno de los más fuertemente criticados internacionalmente entre los que reprimen la "primavera árabe" por una sola razón: tiene una fecha de F1.
Yo quiero la carrera YA! Pero también quiero poder importar, comprar dólares, viajar seguro, y que mi compra mensual del supermercado me cueste lo mismo... al menos por un año.

lunes, 26 de marzo de 2012

La escasez de lo que hacen gala los K: la política

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La presidente ha iniciado su segundo mandato, con ya más de cien días activos, pero ya ha sufrido un desgaste de tal magnitud que parece haber pasado un año largo ya. Claramente, el principal problema que enfrenta es el escándalo que lo tiene como protagonista al vicepresidente Amado Boudou y el affaire que lo involucra con la quebrada Ciccone. La Presidenta ha ordenado protegerlo para evitar pagar el costo político de elegir a un compañero de fórmula que venía “flojo de papeles”. La demostración de esto es que en cada acto Cristina Fernández lo sienta a su lado para hacer ver que, a pesar de las novedades que se conocen día tras día y dejan a Boudou cada vez más contra las cuerdas, ella lo apoya y por el momento no le va a soltar la mano. Es un mensaje hacia afuera, pero principalmente hacia las entrañas del kirchnerismo donde el vice se está convirtiendo en una figura cada vez más incómoda. Pero la gran pregunta es hasta cuándo la Presidenta mantendrá su cerco de protección sobre él. Por el momento esa pregunta todavía no tiene una respuesta, aunque muchos afirman que si el juez decidiera citarlo a declaración indagatoria ese podría ser el fin del efímero estrellato de Amado Boudou. El viejo axioma del peronismo que acompaña a sus dirigentes hasta la puerta del cementerio pero jamás la atraviesa, es probable que cada día repiquetee con mayor fuerza en la mente el vicepresidente. 

La oposición, salvo por la honrosa excepción de Margarita Stolbizer, se ha convertido en una espectadora de este escándalo. No aportó elementos que nutran la instrucción que lleva adelante el juez Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Rívolo. La información la está aportando el periodismo y la misma investigación judicial que hasta el momento avanza sin tropiezos, una situación muy distinta a lo que ocurre puertas adentro del despacho del juez Claudio Bonadío que investiga la causa de la Masacre de Once. Bonadío tiene grandes diferencias con el fiscal Ariel Delgado y la relación entre ambos es muy mala. Mientras Bonadío parece encausar la investigación como una tragedia que pareciera ser producto de la fatalidad, la visión de Delgado es mucho más amplia. Su planteo es llevar adelante una investigación integral que abarquen el reparto de los millonarios subsidios que recibieron los hermanos Cirigliano y la ruta de ese dinero. Ni más ni menos a dónde fueron a parar los millones y millones que desembolsó el Estado para 'irónicamente- revivir un sistema ferroviario horrendo.

La Masacre de Once, luego del escándalo de Boudou, es el segundo escollo que enfrenta un gobierno al que ya se le notan no pocos signos de desgaste. En ambas cuestiones el gobierno mostró falta de reacción. El raid que ensayó Amado Boudou por los medios integrante de la cadena de medios paraestatal le dio malos resultados. Ni siquiera pudo salir bien parado de periodistas, muchos de los cuales hace ya bastante olvidaron los rudimentos de su profesión, y tímidamente preguntaron. El vicepresidente se contradijo, titubeó y una vez más le echo la culpa Héctor Magneto, Eduardo Duhalde, los noventa y cualquiera que le quede a la mano. Con buen criterio en el gobierno, bueno Cristina, decidió que lo mejor era sacarlo de escena.

A Cristina Fernández no le fue mejor con la Masacre de Once. La Presidenta cree que a fuerza de gritos y frases épicas, que cada vez suenan más anacrónicas y vacías se tiene la razón de su lado. La buena oratoria y la catarata de cifras de inversión en materia de ferrocarriles ya no alcanzan para tapar la corrupción, el capitalismo de amigos y los muertos y mutilados. Falta política y un proyecto claro porque blandir la figura de Néstor Kirchner es insuficiente para los más de tres años de gobierno que quedan para Cristina Kirchner complete su segundo mandato. Cinco días se mantuvo en silencia la Presidenta después de la tragedia. El más estruendoso silencio la rodeó, mientras Julio De Vido y Juan Pablo Schiavi ensayaban explicaciones que llagaron al papelón. No se escuchó de labios de Cristina una sola palabra de consuelo para las víctimas, cuando finalmente se dejó ver en el acto por la conmemoración del bicentenario de la jura de la bandera. En ese oportunidad, acorde a su mejor estilo de gritar y acusar, dobló la apuesta y enumeró inversiones y los millones de dólares que se habían invertido en el sistema ferroviario. Todo un gran sinsentido impropio para el momento. Le “recomendó” al juez que las pericias fueran concluidas en el plazo de quince días, una sobreactuación que jamás se cumpliría. No mencionó ni una sola palabra de la falta de control que reveló la Auditoría General de la Nación y lo medida más osada que tomó el gobierno fue la intervención del contrato de la concesión de los hermanos Cirigliano. Una gestión que es un gran misterio. Por muchos menos a Sergio Taselli le quitaron la concesión del Ferrocarril Roca y debe enfrentar un juicio por supuestas irregularidades por el manejo de $ 35 millones que recibió en concepto de subsidios. Sin embargo, los Cirigliano siguen con su concesión y sobre ellos lo único que pesa es la prohibición de salir del país dictada por el cuestionado Bonadío, que hasta el momento ni siquiera los procesó. Una medida sin un sustento jurídico robusto, sólo por utilizar un término elegante. Es cierto que Taselli no tiene ni tuvo el poder que ostentan los Cirigliano, cuyas redes se extienden mucho más allá que el manejo de trenes y colectivos. Fueron los intermediarios de un misterioso contrato, del que no se conocen mayores detalles, para importar gas natural licuado de Qatar a través de Cometrans Qatar, una sociedad radicada en ese país, para la provisión de ese fluido a la Argentina por veinte años. Proveen los decodificadores para la televisión digital que el gobierno distribuye de forma gratuita en los hogares de menores recursos. Una batalla más en la guerra cultural que libra el kirchnerismo para conquistar el alma y el corazón de pueblo.

YPF es el tercer gran frente de batalla abierto por el gobierno, que después de poner de ejemplo a la empresa una y mil veces; de la noche a la mañana parece haberse dado cuenta que son los émulos de aquellos conquistadores que llegaron a estas tierras ávidos de oro y plata. Néstor Kirchner había impulsado la “argentinización” de la compañía y así desembarcó la familia Eskenazi, que se alzaron con el 25% del paquete accionario sin desembolsar un céntimo. Se acordó por escrito que las acciones de los Eskenazi se pagarían con el reparto de dividendos de la compañía, algo que jamás objetó el gobierno. “El director estatal de YPF nunca objetó la distribución de dividendos, salvo ahora. Hay una cláusula del contrato que dice que el reparto puede ser aprobado sólo por el Secretaria de Comercio Interior, hay que preguntarle al Secretario de Comercio por qué aprobó la operación. Si usted autoriza que se reparta el 100% debe saber que esto implica la descapitalización y falta de inversión de la empresa”, explica Alieto Guadagni –ex Secretario de Energía-, que además revela que la tan vociferada argentinización de la petrolera no es tal. Resulta que los Eskenazi en realidad compraron a través de un fondo con sede en Australia. Es decir que el kirchnerismo la australianizó.
La saga entre YPF y el gobierno no es un combate entre buenos y malos. El mismo Guadagni revela que “YPF tiene un quinto de las reservas de petróleo de argentina y un sexto de la de gas, entre Repsol e YPF se comieron más del 80% de las reservas de gas”. El panorama no alentador. La responsabilidad es del kirchnerismo que jamás desplegó una política energética sustentable que implicara incentivos para la exploración de gas y petróleo. Prefirió consumir aquello que ya se había explorado y, como durante muchos años los dólares llegaban sin cesar, se optó por la importación. 

El problema energético es muy similar al de la carne. Prácticamente se cerró la exportación, se desalentó la producción y los ganaderos se convirtieron en productores de soja mandando a faena a las vacas, justamente la fábrica de carne que terminó en la mesa de todos los argentinas, en aquella con la que no se jodía. Hoy el precio de carne está por las nubes y el consumo se retrajo en 20 kilos anuales per cápita. La Argentina quedó rezagada en el ranking de exportadores superada por Uruguay y Paraguay. Nada difícil de entender, hay menos carne y el precio sube. Una horrible regla del mercado que se ha verificado una y otra vez a lo largo de la humanidad, seguramente impulsada por aquellos que le ponen los palos en la rueda a la Presidenta. Lo mismo sucede con la energía, pero con un agravante. Mientras que la carne se puede reemplazar por pollo y pescado, la energía no se puede reemplazar. Si se pretende seguir creciendo y mantener las fuentes de trabajo tiene que haber energía, que si en el país no se produce hay que importarla y ello explica el 60% de las importaciones de la Argentina que desvelan a Guillermo Moreno. De todo esto se dio cuenta el gobierno después de ocho años y Cristina Fernández se refiere a los problemas como si recién llegara al gobierno sin hacerse cargo que debe lidiar con su propia herencia y la de su marido. Ya no alcanza con la responsabilizar a la década de los noventa y a los beneficiados de aquella época, muchos de los cuales hoy están bajo el ala del gobierno haciendo suculentos negocios.

Todas son señales de un tremendo desconcierto en un gobierno no vacila en abrir frentes, pero que demuestra que no tiene una estrategia clara sobre cómo lidiar con ellos.
Al gobierno no le cierran los números y le faltan dólares. A los pocos días de haber ganado las elecciones, Cristina Fernández impulsó restricciones a la compra de divisas, medidas que con el tiempo se hicieron más duras. Simultáneamente, Guillermo Moreno empezó su combate contra las importaciones y los resultados no parecen ser los mejor. Faltan medicamentos, autopartes e insumos para la producción. A Moreno no le importa nada, sólo llegar a la meta de alcanzar un superávit de U$S 10.000 millones caiga quien caiga. Ahora comenzó a librar la batalla contra la importación de libros, bajo el argumento que la tinta que utilizan en el extranjero contiene demasiado plomo. No cabe duda la originalidad del argumento. Las revistas también parece que correrán la misma suerte. Es una señal pésima porque implica la restricción del pensamiento, pero desafortunadamente termina siendo coherente con un gobierno que no acepta el disenso y sólo acepta el propio relato que construye la corte que rodea a la Presidenta.
En definitiva son todas señales de falta de falta de política y que la economía se está enrareciendo y se está complicando.

En este contexto se reformó la carta orgánica del Banco Central que le permitirá contar al gobierno con tener los billetes que necesita a fuerza de prender “la maquinita”. Una historia que cualquier argentino mayor de cincuenta sabe cómo termina. Contrariando una regla básica de la economía, muy conocido para los argentinos, la titular del Central Mercedes Marcó del Pont afirma que la emisión no genera mayor inflación. Es claro, el gobierno fue por, tal vez, por la que sea la última gran caja. Cristina no derogó la ley de Convertibilidad, terminó derogando a Néstor Kirchner.
Hay más problemas y frentes abiertos por el propio gobierno que está convencido que con el 54% de los votos y La Cámpora se ir por todos y por todos. El conflicto irracional con Mauricio Macri por el traspasado del subte y las 33 líneas de colectivos se enrolan en este razonamiento. Pero las críticas a los docentes y la profundización con Hugo Moyano, que ya está demostrando que presentará batalla, muestran a un gobierno cada vez más cerrado en sí mismo. Muestran a una Presidenta más cerrada en sí misma y sólo confiando en un cada vez más pequeño círculo íntimo. 

En este contexto La Cámpora ganas espacios en el poder a costa de peronismo que hasta el momento aparece sin reacción y totalmente desmembrado. El problema con La Cámpora, en principio, ni siquiera es ideológico; es de resultados en la gestión. No lo saben hacer. Aerolíneas Argentinas probablemente sea el ejemplo más contundente. Desde el punto de vista política tampoco cuentan con una gran experiencia. No tienen territorios propios y los votos que le dieron a Cristina Fernández su más contundente victoria no fueron aportados por ellos. La Cámpora tiene pies de barro que difícilmente pueda mantenerse en el firmamento político una vez que termine la era kirchnenrista.
Por estas horas se rumorean cambios en el gabinete y otra vez los nombres de Florencio Randazzo y de Julio Alak están a la cabeza de los ministros que podrían ser reemplazados. A decir verdad si el rumor es cierto o no, no tiene demasiada importancia. En un gobierno tan cerrado y con una Presidenta cada vez más sola, casi aislada, un cambio en el gabinete carece de mayor relevancia política. Nada va a cambiar si en el Ministerio del Interior Randazzo es reemplazado por un militante de La Cámpora. Cristina Fernández de Kirchner no tiene fusibles porque todo y todos dependen de ella.

Si lo que vengo diciendo desde hace tiempo acerca de que la economía está entrando en recesión, diagnóstico que comparten muchos de mis colegas, será la primera vez que el kirchnerismo tenga que gobernar en la adversidad. Probablemente, deban verse obligado a tomar medidas antipáticas para la gran mayoría de la población; algo que nunca les había sucedido. Un anticipo de ello fue la suspensión de los subsidios de gas, electricidad y agua, Julio De Vido y Amado Boudou –antes que estallara el escándalo Ciccone- “vendieron” como un paso más en la redistribución del ingreso. Todo se complicó y ahora estas medidas se suspendieron.
Hay una gran incógnita: ¿El kirchnerismo puede gobernar en un contexto de crisis? Hasta el momento la respuesta es una incógnita. Lo que sí es claro es que no podrá hacerlo con este equipo desgastado y que no está preparado para enfrentar la adversidad de una crisis. La Cámpora tampoco parece estar preparada. A pesar de todo lo que se dice de ella y de la importante cuota de poder que sus integrantes manejan, les falta consistencia y vuelo. Cristina Fernández de Kirchner necesita tomar decisiones rápido y cambiar el aire. Eso es lo que indica el sentido común, sin embargo los primeros cien días de su segundo mandato no muestran que ese sea el camino que se vaya a recorrer.

Es un paradoja pero un gobierno que ha hablado una y mil veces de la recuperación política, ahora que la economía empieza a flaquear y es cuando más se necesita ese margen de maniobra que sólo da la política, muestra evidentes signos que es el bien que más le falta.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuando la realidad también se controla...

Por Ariel Torres
El kirchnerismo quiere que la realidad actual se "liquide" exclusivamente en el mercado oficial de la interpretación, de la misma manera que con el control de cambios. Y ataca ferozmente las interpretaciones alternativas de esa realidad. Pero eso no hace otra cosa que disparar también una brecha interpretativa entre los hechos oficiales y los paralelos. Y así como las restricciones a la compra de dólares acrecientan su cotización marginal, las inverosímiles y forzadas interpretaciones oficiales a casi todo lo que ocurre, dispara un mercado paralelo de interpretaciones cada vez más divorciado del oficial. Así, la Argentina se ha convertido en un inmenso mercado de subtitulados de lo oficial, ya no sólo del Indec. Nos hemos convertido en especialistas en leer entre líneas. No es extraño: en el país en el que La Salada ofrece sus productos directamente por la Web, estamos esencialmente entrenados para leer la doble faz en lo que ocurre. Shakespeare decía que el demonio podía citar a las escrituras para sus propósitos. Se recita la Constitución y se proclama el bien público, pero existe una brecha entre las cosas y sus funciones, entre la finalidad de las instituciones y su perversión operativa.
¿Quién cree que el ataque a YPF proviene de alguna necesidad superior del Estado, de algún argumento vinculado con el bien público? (Si lo fuera, ¿por qué no se le ofreció al Estado mismo hacer el negocio de comprar la compañía con dividendos futuros?) Todo el mundo decodifica ese ataque como una represalia a algún negocio o pacto fallido entre los Kirchner y Eskenazi. En otro orden de cosas, ¿cómo subtitular a la Presidenta cuando busca, en una actitud que recuerda a Edipo, quién es el responsable de la tragedia ferroviaria, como si el Estado fuera ajeno a la cuestión? O, de la misma manera, ¿quién cree que la salida del aire de Longobardi obedezca a la rigidez de horarios que maneja C5N? El mercado paralelo ya ha cotizado lo ocurrido como un acto de autoritarismo. Autoritarismo que se extiende en el preocupante uso del aparato del Estado para descalificar a ciudadanos que piensan de otra manera. Lejos del terrorismo de Estado, pero cerca de una forma de supresión semántica del otro.
Sin embargo, también estamos corriendo otro riesgo, porque la cotización paralela de las interpretaciones también se está desbocando, razón por la cual se cometen insólitos excesos, como el de la Presidenta al llamar nazis a los periodistas, o el de sus opositores al comparar el aparato de propaganda del Gobierno con Goebbels. Llevar la realidad argentina a los horrores de la Segunda Guerra es una recurrente tentación dentro de esta escalada de ataques verbales. No hay más que recordar el tan sensible símil que usó Boudou cuando identificó a algunos periodistas con quienes limpiaban los hornos crematorios. El problema de caer en excesos en las denominaciones es que, si las cosas se agravan, ya no queda lenguaje para designarlas. Y si no queda lenguaje, porque se lo ha anestesiado con su uso hipertrófico, dañamos la capacidad de metabolizar y de mantener la distancia crítica de la sociedad frente a lo que le ocurre.

lunes, 19 de marzo de 2012

La puerta giratoria de la Justicia

Por Ariel Torres
Los delincuentes que, no bien se ven libres, vuelven a atacar y hasta a matar a víctimas inocentes, en una repetición de hechos que asusta y acobarda, lamentablemente ya no nos sorprende. Cuando surge de la información que los responsables de éste o aquel siniestro tienen antecedentes, o salieron la semana pasada, o se fugaron de tal comisaría, nos volvemos a mirar la cara con nada de sorpresa, entre nosotros, y mucho de resignación. Podrían atribuirse estas aberraciones judiciales a diversas causas, entre ellas que los tribunales no dan abasto para procesar el aluvión de casos que los abruman, que los códigos de procedimientos son anticuados o, incluso, que el Estado no ha construido un número suficiente de cárceles. Todas estas causas, que existen, son en todo caso incidentales porque, por encima de la lentitud y desidia de la Justicia con los delincuentes peligrosos y reincidentes, que escandaliza a sus víctimas actuales o potenciales, sobrevuela una ideología que, habiéndose hecho carne en numerosos juzgados, recibe el nombre de abolicionismo o anarquía de derecho.
Suele hablarse del debate entre dos escuelas del derecho penal: la "mano dura" y el "garantismo". Mientras los partidarios de la "mano dura" querrían asegurarse de que no queden delitos, sobre todo los graves, sin castigo, los "garantistas" hacen valer el principio de que todo sospechoso es considerado inocente hasta que se pruebe lo contrario y que debe gozar por ello de un pleno derecho de defensa. Digamos de entrada y, sin dudar, que este debate es legítimo y eterno. Es más: a veces los partidarios de la mano dura se han excedido en su celo por perseguir a los sospechosos, por la sencilla razón de que nuestra Constitución es ella misma garantista, ya que obedece al espíritu liberal según el cual es preferible que un culpable salga libre a que un inocente quede preso.
Pese a que a veces la indignación colectiva por la difusión del delito puede llegar a albergar excesos próximos al linchamiento, la tradición liberal debería defenderse empeñosamente sobre todo en momentos como el actual, cuando la ofensiva autoritaria avanza en más de un área. Pero una cosa es el debate entre liberales y antiliberales frente al delito y otra muy distinta es la difusión de una tercera doctrina jurídica como la anarquía de derecho, que ha introducido una ideología radicalizada en las cuestiones penales. Es que la ideología abolicionista ya no es liberal ni antiliberal, aproximándose, en cambio, al anarquismo.
Abolicionismo
Según los abolicionistas, el delincuente, al que siempre se ha tenido por el "victimario", es en realidad una "víctima" de la injusticia social imperante porque las condiciones de pobreza extrema en las que creció desde niño lo han vuelto vulnerable y, en el límite, inimputable. Por eso, la sociedad, cuando castiga a un delincuente, según los abolicionistas vuelve a colocarlo en una situación de injusticia a la que no hace otra cosa que agravar, por su parte, las pésima condición de nuestras cárceles.
Podría decirse que, en sus versiones extremas, el abolicionismo supone que el delincuente, al obrar, no hace otra cosa que "devolverle" a la sociedad la injusticia que recibió de ella, de modo tal que hasta podría decirse que su víctima concreta, un miembro cualquiera de la sociedad, "representa" a sus victimarios. Cuando roba o mata a un transeúnte, entonces, viene el delincuente a retribuir la injusticia que él mismo padeció? Si aceptáramos esta premisa, podríamos castigar a los delincuentes con buena conciencia?
Entre nosotros, el principal abolicionista es el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, quien, partiendo de las mismas premisas, apunta a la abolición o la reducción del derecho penal, al que juzga autoritario, aunque en sus numerosos escritos y sentencias modera este juicio para no romper del todo con el derecho vigente. Más allá de estos escritos y sentencias, el doctor Zaffaroni ha influido enormemente desde su cátedra universitaria, formando una legión de jueces que, en su condición de abolicionistas, tienden a despenalizar los castigos que corresponderían a los delincuentes. Esta es la causa "ideológica" de la inquietante difusión de la impunidad judicial que venimos de subrayar.
La impunidad como resultado no deseado
Hay algunas coincidencias, en sus zonas periféricas, entre el liberalismo de nuestra Constitución y el abolicionismo. No establece acaso nuestra Carta Magna, en su artículo 18, que "las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas"? Pero el abolicionismo, en vez de promover la reforma de nuestras cárceles como cualquier ciudadano bien inspirado querría hacerlo, no utiliza el argumento de sus pésimas condiciones para mejorarlas sino para abolirlas o reducirlas.
La impunidad, por otra parte, no es acaso una lacra general de nuestra vida en sociedad, como se comprueba cada día no sólo ante los casos de inseguridad sino también ante el espectáculo escandaloso de los funcionarios y empresarios corruptos que andan tranquilos por la calle sin que ningún juez se atreva a molestarlos? En esta materia, el principio que pretendió imponer desde el inicio de su presidencia Néstor Kirchner, según el cual "no hay que reprimir las protestas sociales", se ha visto distorsionado en varias direcciones. En primer lugar por el propio gobierno cuando hizo aprobar hace algunos días una equívoca "ley antiterrorista" que podría aplicarse a toda disidencia, a todo ejercicio de la libertad de expresión o a cualquier movimiento de capitales y divisas, pero cuya verdadera intención también resulta evidente apenas se advierte que las únicas protestas sociales que jamás se reprimen son aquellas cobijadas por el oficialismo.
La idea de que ninguna protesta social debería ser limitada por las autoridades parece además, aun cuando se cumple, poco democrática . Si la democracia consiste, en que "los más cuentan más que los menos", cómo se compadece esta definición entre nosotros hoy, cuando vemos a diario que una veintena de manifestantes bloquea impunemente el paso a miles de automovilistas y transeúntes durante jornadas enteras, violándoles tanto el derecho de circular como el derecho de trabajar, que están garantizados por la Constitución, con la abierta complicidad de la policía? Dónde queda aquí el "principio mayoritario" de la democracia?
A veces se cree, sin embargo, que la palabra "democracia" es sinónimo de "desorden".  La democracia debe ser, entre otras cosas, una "sociedad bien ordenada". Con la impunidad que habilitan algunos jueces, con la inseguridad y la corrupción generalizadas, está como sobreentendido en la mente de la mayoría de los argentinos que no vivimos en una sociedad ordenada.
Más bien, no nos estamos pareciendo a ninguna sociedad seria...

miércoles, 14 de marzo de 2012

TRIBULACIONES DE UNA ARGENTINA DESQUICIADA

Por Ariel Torres

No es novedad, a esta altura, aclarar que no comparto absolutamente ninguna de las bases de este gobierno “nacional y popular”, y mucho menos este Modelo o Relato de “inclusión social” a costa de más pobreza estructural y corrupción ideológica.
Nobleza obliga, mi natural pragmatismo a la hora del análisis no me permiten ignorar los logros de esta administración, logros que son insistentemente sepultados por los aquellos mismos que los fogonearon: el mismo gobierno que no hace más que boicotearse a sí mismo, de una manera tan insólita como infantil, con el sólo recurso de atacar consecuencias en vez de hechos.

La naturalidad con que la presidenta ninguneó en Rosario la farragosa tragedia de Once sólo puede ser explicada por la película de sus propias palabras –que dieron la vuelta al mundo de la mano de You Tube- en las que se lee claramente: “vamos por todo”. Qué es todo? El todo al que la presidenta se refiere es el Poder. Es lo único que la obsesiona, su norte, su objetivo principal, su olla de oro al final de un arco iris cada vez más negro, a tono con su atuendo. Ni siquiera la imagen tan vilipendiada de nuestra bandera, en ese acto, la obligó a mantener el decoro.
Hoy se cumplen los 15 días que ella le pidió a la Justicia para que se expida sobre la tragedia…

Amado Boudou está batiendo un récord histórico: es el primer vicepresidente de la Nación en funciones que es formalmente investigado por presuntos hechos de corrupción. Ya tiene condición de “sospechoso”. Más allá de sus provocadoras remeras, de sus desafinadas guitarras, su desenfadada caradurez para legitimar un aumento del 100% en las dietas de sus dirigidos legisladores, su carencia de militancia peronista y su ineptitud como buen funcionario, Boudou es el VicePresidente de esta nación, caramba! Cristina lo puso allí, a pesar hasta de su hijo. Demás está decir que jamás lo dejará caer, porque eso sería admitir que se equivocó; y el universo de los errores no es el universo de la presidenta.

Hoy tenemos enfermos Oncológicos que están rogando para que sus indispensables remedios importados puedan entrar al país. Los industriales a los que les exigen productos argentinos no se animan a decir en voz alta que muchos de los componentes necesarios para esa producción son… importados. Hay líneas enteras de los productos más disímiles que no pueden continuar su producción al ritmo normal, porque parte de sus materias primas son… importadas. Arcor  no tiene cacao para sus chocolates. Los dueños de autos de alta gama no pueden cambiarle las cubiertas a sus rodados. Los dentistas se están quedando sin… anestesia. Hay una lista interminable de productos que el país no produce, simplemente porque no puede hacerlo en algunos casos, o directamente porque no son viables de conseguir en esta parte del mundo.
Estos descalabros insólitos tienen un solo responsable: el país que necesita los dólares para cubrir sus finanzas públicas, intoxicadas y asfixiadas por tanto despilfarro en años donde el crecimiento “a tasas chinas” permitió comprar tiempo, voluntades, votos, pensamientos, pero no inversiones.
Son los mismos descalabros que nos encarecerán la mesa a los argentinos en el corto plazo. Lo explicaré lo mejor posible. Por ejemplo, para que Santiago Trepat pueda importar los BMW que tan bien vende en el país, debe exportar otro tanto. Cómo, si Trepat no produce nada, sólo vende autos? Comprando certificados de exportación de trigo, soja, pescado, etc. Certificados que se cotizarán cada vez mejor y serán cada vez más necesarios para esta operatoria. Ergo, los productos de primera necesidad para la mesa de los argentinos, de fácil exportación porque el mundo está ávido de alimentos, se exportarán cada vez más y en mayores cantidades, haciéndolos más escasos y más caros, favoreciendo el desabastecimiento y la inflación tan temida, pero no atendida.

Entre las múltiples contradicciones que hoy muestra la Argentina, hay tanta gente que ve venir un proceso de ajuste, como la que supone que la inflación puede subir otro peldaño. También están quienes resaltan el boom turístico veraniego como evidencia de que el consumo se mantiene firme y los que, a la inversa, se preocupan por la incipiente desaceleración del crecimiento en varios sectores. Todos tienen un poco de razón.
“El gobierno perdió la brújula”, escuché por ahí. Quizás haya que refinar ese concepto. Más bien habría que considerar que colocó un imán debajo de ella: los dichos van para un lado y los hechos para el otro.
Probablemente el gobierno haya advertido que no puede suprimir masivamente los crecientes subsidios otorgados durante ocho años, sin consecuencias económicas y políticas. Pero no tiene Plan B. El ruidoso conflicto institucional por los subtes porteños prueba además que endosar el costo a otra jurisdicción tampoco resulta sencillo, porque la diferencia entre las tarifas subsidiadas y los gastos de operación es abismal.
Nuestro impresentable Secretario de Comercio Guillermo Moreno, ha partido hacia Angola en misión de negocios, con 150 empresarios, algunos tan impresentables como él. Porqué a Angola? Porque a ningún país serio le interesa hacer negocios en serio con nosotros. Angola es un país despedazado que necesita de todo, y puede pagar con petróleo… ese mismo petróleo que dejamos de producir por no controlar a las empresas que hasta hace dos años eran amigas del gobierno y hoy son demonizadas por no invertir en exploración. Se les olvida decir que gracias a los subsidios nacionales y populares al gas, eso fue imposible.

En el medio, la dialéctica, el relato, las Malvinas como pretexto discursivo, la pelea con Macri, la despenalización del aborto, y las zonas liberadas para que nos sigan matando como ovejas, para poner en el tapete otros temas –no menores, igualmente importantes- pero que sólo servirán para tapar errores y ganar tiempo a nuestra costa.

En ególatras del Relato y la Semántica hemos convertido a nuestros gobernantes, por obra y gracia de nuestro voto ciego, sordo… y a veces mudo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El problema de vender humo.

El populismo se caracteriza, principalmente, por generar altas expectativas de consumo a la población con el objetivo de obtener más votos en las elecciones, sin embargo, dichas expectativas van mas allá de lo posible. Este tipo de comportamiento genera crisis periódicas, crisis que llegan cuando las promesas consumistas ya no pueden cumplirse dado que las inversiones en infraestructura, energía e industrias no fueron hechas a tiempo. Últimamente, con la democracia de masas, como lo que interesan son los votos, al igual que una empresa que actúa en un mercado de un bien o servicio, lo que se procura por encima de todo es ganar mercado, para lo que hay que obtener un mayor "market share", mayor porcentaje de votos, al menos mas de 40%, mucho mejor 45% y sino todo lo que se pueda, arriba de 51%. Hacer ilusionar a la gente es fácil, lo difícil es cumplir en el largo plazo.
¿Cómo es posible que gran cantidad de gente crea algunas promesas que analizadas más profundamente se ve que son de difícil realización? Es que el ser humano, a pesar de lo que creemos, suele tener percepciones sesgadas de la realidad. El Premio Nobel de Economía del año 2002, Daniel Kahneman, en su libro "Thinking Fast and Slow" (Pensamiento rápido y lento) dice que sufrimos muchas ilusiones, y lo ejemplifica con el famoso diagrama de Muller-Lyer. Se pueden ver dos líneas horizontales comunes, pero con flechitas en direcciones opuestas. La línea de abajo es obviamente más larga que la de arriba, según el siguiente diagrama:

Pero si las medimos con una regla, podemos comprobar que ambas rectas son de igual largo. Ahora sabemos que son iguales. Aun así, si las volvemos a mirar, sigue siendo evidente para la gran mayoría de las personas, que la línea de abajo es más larga que la de arriba. Esto es lo que pasa con muchas afirmaciones del populismo, se perciben como verdaderas aunque no lo sean y es difícil convencer de lo contrario hasta que la realidad se impone.
Para resistir a la ilusión uno debe aprender a no creer en todas las impresiones o promesas (pensamiento rápido) y debemos analizar más cada cosa que decimos o nos proponen y hacerlo con mayor detenimiento (pensamiento lento). Obviamente no todas las impresiones son visuales, hay de todo tipo, económicas, psicológicas, políticas y demás. Los políticos le dirían a la gente que crean en lo que ven, que la recta de abajo es más larga, y posiblemente tendrían éxito en las elecciones en relación a los que le dijeran la verdad, que ambas son iguales. Este es un gran drama de la democracia: decir la verdad no consigue votos.
El diagrama que vimos es un ejemplo muy estudiado pero resulta mucho más difícil en la vida cotidiana distinguir lo que es falso de lo que es cierto, más aún cuando las personas que hacen las afirmaciones o propuestas ocupan puestos importantes en la sociedad o el Estado. Esta es una característica significativa de los populistas, pero en menor medida lo hacen todas o casi todas las orientaciones ideológicas.
Cuando la población de un país tiene un sistema de creencias contrario a lo que le conviene, un sistema de creencias ilusorio encarnado progresivamente en los ciudadanos por más de 70 años, es muy difícil para ese país salir de esa situación. Creemos (impulsado por dirigentes influyentes) que la inflación es mejor que la estabilidad monetaria. Creemos que es posible sustentar la ilusión monetaria de aumentos saláriales sin ninguna relación con la productividad por persona ocupada. Creemos que consumir sin dedicar recursos a la inversión es lo que nos hace crecer "pues invirtiendo cualquiera crece". Creemos que cerrando la exportación de un producto nos hace tener precios más bajos en el mercado interno, aunque después el precio de ese producto explote por falta de oferta (pasó con la carne). Creemos que se puede financiar el gasto público con emisión monetaria. Creemos que endeudarse excesivamente en el Estado es bueno y después aplaudimos el default. Festejamos los créditos y lloramos y negamos las deudas, sin percibir que son la misma cosa. Con esta lista, aun incompleta, de creencias bien arraigadas es difícil poder obtener resultados duraderos con la política correcta, pues la población va a querer volver a estas creencias. En otras palabras, la población va a volver a decir que la línea de abajo del diagrama es más larga que la de arriba, aunque no sea verdad. Cada uno puede agregar o descartar conceptos a la lista de creencias ilusorias que tenemos los argentinos y se verá que es muy larga y preocupante.
Lo que es dramático es que los políticos y demás dirigentes del país (empresarios, profesionales, intelectuales, periodistas, directivos de ONG) fomenten este tipo de ilusiones pues eso nos lleva al progresivo retraso relativo respecto de otros países que se dan cuenta que para progresar no se puede creer en los vidrios de colores. Es una cuestión moral, no podemos prometer lo que no se va poder lograr, es un comportamiento reñido con la ética.
Cuanto más realidad confirmada tengan los dirigentes, mas va a crecer el país en el largo plazo y mejor será el nivel de vida que gozarán sus habitantes en forma permanente. Para ello tenemos que estudiar más, prepararnos mejor, ver lo que da resultado en el largo plazo, comparar con políticas exitosas aplicadas en otros países, discutir más las ideas para corregirnos mutuamente de las ilusiones. Aún así habrá errores, pero mucho menos ilusión que si prometemos metas falsas, que no se pueden cumplir o sostener en el largo plazo. 
El populismo paga al contado e hipoteca el futuro. Otro que venga después tendrá que pagar el costo político de arreglar las cosas. Tenemos que superar ese famoso péndulo argentino.

viernes, 2 de marzo de 2012

Como Presidenta es una buena oradora

Desde la supuesta sensibilidad social de Cindy Crawford (porque se acordó en Buenos Aires del musical Evita más que de otra cosa) hasta la denuncia furiosa de la construcción mediática de una "agenda" irreal, la Presidenta agotó y se agotó durante casi tres horas y media de discurso, que dejaron a La Muda muerta de manos, y convertida en el máximo tópico de un Twitter incansable.
Cerca de los récords de Chávez y de Fidel Castro, Cristina Kirchner prefirió abrir las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que fluctuaba entre el tecnicismo de las estadísticas y los coloquios propios de una conductora de televisión. Llamó a ministros y a legisladores por sus nombres de pila o pidió silencio a los "chicos", que no sabían medir su entusiasmo kirchnerista en los momentos graves, durante la ceremonia anual más solemne de cualquier Estado que tenga un Parlamento. Pareció más una madre férrea de familia numerosa, que lo que en realidad pretende ser, sin lograrlo: una estadista.
Fue una obra cumbre de El Relato. Un inventario de las proezas kirchneristas desde 2003 hasta la fecha. En los últimos días, la Presidenta había estado especialmente insistente en que le enviaran informes, cuadros estadísticos y antecedentes. No faltó la contradicción, porque entre tantas victorias se le coló una frase sorprendente: "A veces tengo dudas de si vale la pena seguir adelante", dijo, en una vuelta de tuerca a su visión conspirativa de la vida. Cómo? No sabe si quiere seguir la líder política que ganó de manera aplastante las elecciones presidenciales hace apenas cuatro meses? O, acaso, no sabe si le gusta el poder en los momentos de infortunio? Esta última pregunta es, al parecer, la que podría guardar la respuesta. Es innegable que con plata, cualquiera puede torcer voluntades a placer. Sin ella, como le tocará en estos meses por venir, se le hará -al menos- bastante más difícil.
Como todo relato autocomplaciente, el discurso de ayer escondió en la cartera los asuntos que no tienen una fácil explicación. Ni una palabra sobre la inflación. Ninguna mención de la fuga de capitales espoleada por la desconfianza social. Silencio sobre todo eso. Debió, eso sí, hablar de la tragedia de Once por segunda vez en apenas tres días. La información que le llega es significativa: encuestas hechas rápidamente indican que una mayoría social señala al Gobierno como responsable último de esa devastación. 
La propia imagen de la Presidenta se estaría viendo afectada por aquel desastre.
"La Auditoría General de la Nación no me pidió nunca la rescisión del contrato", aseguró, y le endilgó alguna culpa a Leandro Despouy, el jefe opositor de la Auditoría General de la Nación. Es cierto. La Auditoría no le pidió nunca eso, porque no es ésa, tampoco, la función de la Auditoría, que sólo debe investigar y realizar informes confiables sobre las acciones del Estado. La rescisión de los contratos es una decisión que le cabe exclusivamente a la autoridad política, aunque ésta puede respaldarse en aquellos informes de la Auditoría. La Presidenta reclamó de nuevo que otros tomaran las decisiones que le competen a ella. No nos olvidemos su sociedad y decreciente amistad con el Clan Cirigliano, que son y han hecho millonario y tristemente célebre a Jaime.
TIEMPO DE ANTAGONISTAS
Componedora por momentos hasta con los ruralistas, la nueva batalla que abrió tiene nombre y apellido: es Mauricio Macri. Lo llamó "adolescente", "frívolo" y "desinformado". Macri le devolvió los subterráneos en el peor momento de la Presidenta y comparando la situación de esos trenes urbanos con la tragedia del Sarmiento. El Gobierno reaccionó en el acto como un animal herido. Amado Boudou quiere ir a la Corte Suprema. Abal Medina despotricó contra Macri. Cristina Kirchner se tensó más de la cuenta en su discurso cuando habló del líder del PRO. Hasta deslizó un improbable acuerdo entre Macri y la concesionaria de los subtes para cancelar los servicios de ayer. La huelga que paralizó los subtes había sido anunciada por el sindicatos 24 horas antes. No era una novedad ni la medida de fuerza carecía de autores formales.
Macri se convirtió definitivamente en su rival más importante. Debe preocuparse el Alcalde Mauricio? El poder se construye con esos contrastes. Si realmente aspira a la presidencia de la Nación, Macri tiene desde ayer un deber de agradecimiento con Cristina por la oportunidad que le dio y por el lugar en el que lo colocó: El Opositor nro. 1.
La sangre no llegó al río con dos obsesiones de temporada. Después de pedirles a las empresas que no importaran insumos de Gran Bretaña, Cristina Kirchner dio una vuelta en el aire y se mostró dispuesta a ampliar el número de vuelos a las islas Malvinas, aunque con aviones de Aerolíneas Argentinas. Por qué no propuso una negociación directa con el gobierno británico sobre ese tema? Para qué le pidió a David Cameron una "oportunidad para la paz" si ella se dedicó luego a tensar aún más la relación? Para qué nombró una embajadora en Londres si ésta se encontrará cuando llegue con un rosario de hechos consumados? La retórica necesita de hechos consecuentes para ser creíble.
Nadie le dijo, a todo esto, que el pedido de la ministra Débora Giorgi a los empresarios, para que no importen de Gran Bretaña, estrellaba al gobierno contra la Unión Europea. Los problemas comerciales europeos son competencia de la Unión Europea. El boicot a un país europeo es considerado un boicot a Europa. Ayer, en Bruselas, hubo una reunión para tratar esta decisión del gobierno argentino, aunque es probable que el anuncio haya quedado borrado por el siguiente anuncio.
Es posible que el rey Juan Carlos haya logrado frenar a último momento la decisión de intervenir YPF. Ningún funcionario del Estado español confirmará nunca que hubo en el fin de semana pasado un contacto entre el monarca y la Presidenta, pero la conversación fue corroborada por fuentes argentinas. Cristina Kirchner había tenido ya una dura conversación, de su parte, con el príncipe Felipe durante un encuentro de 40 minutos entres los fastos de su última asunción. El hijo del rey le sugirió entonces tener en cuenta la "seguridad jurídica" durante su segundo mandato; la réplica de la Presidenta fue agria.
Sin embargo, Cristina Kirchner difícilmente pueda negarse a un pedido del rey español, que le hizo más favores que los que la mandataria argentina está dispuesta a reconocer. De todos modos, nadie, ni aquí ni en Madrid, considera concluido el capítulo de YPF, que provee a Repsol de casi la mitad de su producción petrolera mundial; Repsol es la primera empresa española y la primera también en la Argentina. "Repsol no es Marsans, y ni siquiera se las puede comparar. Repsol es una prioridad para cualquier gobierno español", señalaron en Madrid.
DISLATES
Imprevisible disputa con los docentes, poniéndolos en el centro del problema salarial, ningunéandolos por las horas trabajadas y las vacaciones que por derecho les corresponden. Justamente hablando ante una piara de aplaudidores profesionales que cobran $ 35.000 por mes, y trabajan un solo día de la semana... cuando lo hacen.
Muchos de los opositores presentes, a los cuales les han prometido dádivas gubernamentales para sus provincias afectadas, no dudaron en aplaudir. Curiosidades de los mandatos de la nueva política.
AVANCE PSEUDO INSTITUCIONAL
CFK anunció que sobrevolará el universo jurídico de la Nación acomodándolo al modelo kirchnerista, nacional y popular. La Constitución se salvará de tanto dislate? No lo precisó, pero las dudas sobrevolaron el recinto ante sus dubitativas e irritantes palabras. Por lo pronto, parece dispuesta, mediante una ley, a convertir al Banco Central en el último y principal prestamista del dislate macroeconómico por venir. Es obvio que las necesidades de dinero en este año sin elecciones será inagotable, e inocultable.
Debió moderar -eso se notó en su cara- la parte del discurso sobre YPF: los futuros problemas con la corona de España más el derrumbe bursátil de los últimos días la convencieron, a regañadientes. Es que una ola de rumores estatistas hicieron desplomar las acciones de la petrolera de bandera, en más de un 20% en tres días. Un verdadero disparate. YPF y el Banco Central son los emblemas de la nuevas urgencias de la exhausta caja kirchnerista. 
Las Malvinas son cada vez más, con su errática política y su peor diplomacia, las columnas de humo que atizan para cubrir tiempos de infortunio.
Los tiempos que se vienen... tiempo de los argentinos todos.