sábado, 15 de marzo de 2014

La Bolsa y el teorema de Einstein

Por Ariel Torres


Lo que los científicos hacen cuando observan partículas diminutas como nanopartículas o bacterias en un líquido bajo el microscopio, no es analizar una imagen inmóvil. Lo que ven son partículas que realizan espasmos irregulares no muy diferentes de las compulsivas altas y bajas de los precios de los mercados bursátiles y los tipos de cambio.

Estas dos formas de crispación al azar - micropartículas en la evolución de fluidos y los precios en el mercado financiero - no sólo son similares a primera vista como un equipo de investigadores japoneses y suizos ha demostrado ahora. El mecanismo subyacente es el mismo también y se ajusta a un teorema de Albert Einstein.

El nombre dado por los científicos para la microagitación de partículas en un líquido, es el movimiento browniano, que es el resultado del impacto de la agitación térmica universal de las moléculas individuales en el fluido. A principios del siglo XX, el famoso matemático francés Louis Bachelier observó que existían paralelismos entre este comportamiento aleatorio y los tipos de cambio.

Sin embargo, es sólo ahora que Didier Sornette, profesor de Riesgos Empresariales en la ETH Zurich, junto con colegas de Japón , ha sido capaz de demostrar correlaciones exactas entre los dos. Los científicos han publicado su trabajo en la revista de 'Physical Review Letters'.

"Las micropartículas están rodeados y se mueven por las moléculas en el líquido. Del mismo modo, el precio al que los valores o las monedas se negocian en un mercado financiero no debe examinarse en forma aislada", explica Sornette. Su valor está incrustado en todo momento en un todo más amplio: la suma total de órdenes de compra y venta que un corredor de bolsa recibe de sus clientes. Cuando el número de estas órdenes es mucho mayor que el de las transacciones reales, muchas ofertas no dan lugar a ninguna transacción.

Este es el caso, por ejemplo, cuando una parte interesada sólo está dispuesta a pagar un precio relativamente bajo para un valor, pero ningún titular está dispuesto a vender por un precio tan bajo. O cuando alguien quiere vender un valor a un precio relativamente alto, pero no puede encontrar un comprador.

Los tipos de cambio y las ofertas se influyen entre sí, impulsados por los esfuerzos en curso de todos los agentes del mercado para obtener un beneficio mediante la explotación de las diferencias en los precios. Esto significa que la cartera de pedidos de los corredores de bolsa está en constante movimiento.

"Este comportamiento dinámico es comparable con el comportamiento físico y la influencia de los fluidos sobre una partícula browniana, en el sentido de que la dinámica de la cartera de pedidos influye en el precio de la transacción observada de una manera precisa", dice Sornette .

Los científicos comprobaron su teoría con los datos de mercado disponibles. Para ello , utilizaron los datos de una empresa global de intermediación en el tipo de cambio dólar-yen. Por ejemplo, fueron capaces de demostrar que la totalidad de los pedidos de compra y venta de las dos monedas incluso se ajustaban a uno de los teoremas más importantes de la física estadística, el teorema de fluctuación-disipación, que fue desarrollado por Albert Einstein en 1905, y todavía es objeto de investigación muy activa por sus muchas aplicaciones.


lunes, 10 de marzo de 2014

El Papa Jesuita; Bergoglio peronista

Por Ariel Torres


Por estos días de tensión internacional, tengo la semiplena seguridad de que el Papa es actualmente el único jefe de Estado cuya conducción no está cuestionada. En esta actualidad cada vez más multipolar y sin liderazgos claros, quien hasta hace un año era conocido como Jorge Bergoglio es hoy el líder internacional con mayor aprobación social y política en todo el mundo. Un verdadero y ya reconocido Estadista.
Detrás de su figura se encolumnan dos escuelas fenomenales de liderazgo: la orden jesuita que lo vio crecer como pastor y el peronismo, el movimiento político que desde 1945 funciona como termómetro del poder en su país de origen.
Ser Jefe de Estado hoy significa un grave dolor de cabeza. La velocidad con que circulan las noticias y la amplificación que de los hechos hacen las redes sociales pueden encumbrar a cualquiera en un segundo tanto como denostar al más valioso, también en un segundo. Obama, lo sabemos, no está desgastado sólo por Twitter. El prematuro Nobel de la Paz con que lo premiaron en Oslo no se condice con el hombre que estuvo a punto de ordenar la acción militar en Siria. Acción que fue evitada por otro de los grandes líderes cuyos pies se desplazan hoy en arenas movedizas, el ruso Vladimir Putin. Las contradicciones sobre Putin son tan conocidas como las de Obama: luego de evitar la guerra en Siria, sus fuerzas militares están al borde de la invasión de Ucrania.
Es tal el apoyo popular al Papa en Estados Unidos que el propio Obama lo nombra cuando discute política. Putin -observante ortodoxo- viajó al Vaticano en plena crisis por Siria. A casi un año de su investidura, un sondeo de la CNN mostró que el 88% de los católicos estadounidenses aprobaba la gestión del pontífice: el sueño de cualquier líder.

Considero que el éxito de Bergoglio como líder es que sabe poner en práctica los principios de la orden jesuita, tales como el autoconocimiento (para conocer las propias virtudes y debilidades), la innovación (para adecuarse a los cambios), el heroísmo y el amor al prójimo. Casi en las antípodas de la figura erudita y desconfiada de su antecesor Benedicto XVI, Francisco nutre diariamente su fama de abuelo bonachón y callejero. El Papa sabe que su palabra será escuchada por 1200 millones de seguidores en todo el mundo. Menudo conocimiento para administrar ese. Y sabe también que un verdadero líder es mucho más que una persona que les dice a los demás qué tienen que hacer. Cualquier libro de liderazgo señala que alinear a la gente es motivar, inspirar, producir cambios. No deja de ser interesante que para la revista Forbes, el papa Francisco genera todos los días lecciones de liderazgo con "inusual gracia y determinación de acero"(…).
Puede parecer obvio, pero en cualquier organización, lo primero que quieren saber los seguidores de su líder es hacia dónde se dirige. En este sentido, Francisco trabaja las palabras y los símbolos en una misma dirección. Su natural coherencia lo llevan a tener más poder que el mismo presidente de Estados Unidos. No hay legisladores ni Corte Suprema que puedan contradecirlo. La ropa sencilla, los cambios en el protocolo y el tono de su voz son mucho más que cosas superficiales. Francisco introdujo un cambio de paradigma del liderazgo.
Para muestra basta un botón: heredero de una Iglesia y un Estado sumidos en el mayor de los descréditos, entre la corrupción, las denuncias por pedofilia y las filtraciones de los llamados Vatileaks, el Papa no perdió ni un momento en marcar sus objetivos. Hace de su presencia un sello. Como el de Asís, Francisco se propuso reconstruir la Iglesia, proteger a los pobres y promover valores como la humildad.
Como estudioso y testigo de la política de mi país, tengo que reconocer que si un líder sabe cuándo cambiar de dirección, un líder peronista lo sabe más que nadie. Luego de pelear incansablemente en contra de la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario en sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio es el primer pontífice que hace un reconocimiento que transmite cierta humanidad al declarar: "¿Si alguien es gay, quién soy yo para condenarlo?"

Esas aptitudes conciliadoras dieron vuelta al planeta, a la hora de recibir a CFK, en un verdadero duelo de cinturas peronistas. Luego de años de enfrentamientos en alta voz, la noticia de Bergoglio Papa no fue trago bastante amargo para la mandataria y en su primer discurso luego del anuncio, se hizo indisimulable ese fastidio. Sin embargo, días después la Presidenta y toda figura pública cercana al Gobierno se convirtieron al francisquismo. El Papa le hizo honor a tamaña reescritura del relato y se mostró adorable y condescendiente al recibir de regalo un mate y las debidas instrucciones para cebarlo por parte de Cristina. También resistió, meses después –estoico- la forzada foto con la Presidenta y su entonces candidato Martín Insaurralde, en Río de Janeiro.
Alguien dijo una vez –y lo creo firmemente- que no hablar no es necesariamente consentir, y hay un viejo proverbio jesuita que reza: “un hombre sabio no necesita mentir porque ya ha tomado todos los recaudos para que no sea necesario decir toda la verdad”.
Francisco está haciendo historia conforme respira. Y actúa en consecuencia.


Francisco y sus zapatos

Por Ariel Torres


No son datos que vaya a incluir en su hoja de vida, pero vale decir que en su primer año de pontificado, el Papa Francisco acumuló títulos de los más variados.

Fue elegido el hombre del año por la revista Time, y curiosamente también por The Advocate, la publicación de la comunidad homosexual estadounidense. Fue tapa de The New Yorker y de la Rolling Stone. En Italia, lo eligieron el tuitero del año, pero sin dudas el galardón menos pensado para alguien de su investidura fue ser elegido por la revista Esquire como el hombre mejor vestido de 2013.



Increíble pensar que sus antiguos zapatos negros lo llevaran tan lejos. No es sencillo elegir un hecho o una decisión a lo largo de este –su primer año- como lo más significativo de su pontificado. Prácticamente no ha habido semana en la que alguna declaración, algún gesto o una llamada no lo hayan colocado nuevamente en la tapa de los diarios del planeta.



Soy de los que creen que las pequeñas decisiones cotidianas son las que mayor impacto tienen. Por eso, quisiera quedarme con la decisión del caminante Jorge Bergoglio, de usar sus gastados y tantas veces lustrados zapatos, el día en que los ojos del mundo lo veían convertirse en Francisco. Unos días antes de que viajara a Roma para participar del Cónclave, sus colaboradores de la Catedral porteña lo advirtieron: “no puede viajar con esos zapatos, eminencia”, coincidiendo todos con el mismo consejo. Fueron más lejos; hicieron una colecta y le compraron unos nuevos. Bergoglio los guardó en la valija, pero se calzó sus viejos compañeros de ruta, aquellos que lo llevaron a recorrer las villas de la ciudad, a esquivar pozos por las veredas porteñas, a subir y bajar del subte.

Estoy muy convencido de que ese calzado tiene mucho que ver con la forma en que Francisco se para y entiende el mundo. Son su bagaje, su conexión. Representa su capacidad de ponerse en el lugar del otro. Y sospecho que son los que usa cuando –como se dice en los pasillos de la Santa Sede- sale de incógnito a la medianoche de Roma para visitar a los más pobres.

Me gusta pensar que el hombre mejor vestido del planeta usa los viejos zapatos con los que andaba por las mismas veredas que hoy camino yo.


Zapatos que ya –a esta tan temprana altura- son muy difíciles de llenar.

lunes, 3 de marzo de 2014

Los nuevos delincuentes del nuevo Código Penal

Por Ariel Torres


Es muy complicado tratar de ser claro y conciso en un tema tan álgido, pero la realidad es que el proyecto de reforma del Código Penal, elaborado por una especie de comisión multipartidaria pero ideológicamente homogénea -de promulgarse- inaugurará una parte especial dedicada a la codificación de los delitos contra la humanidad, entre los que se incluyen el genocidio, la desaparición forzada, los delitos de guerra y la conspiración.

Visto así, el Código refrendará así la política asumida por el Estado democrático, que continúa llevando a juicio a los responsables de aquellos delitos recurriendo a la tan denostada "justicia retributiva", que parece lícita para los genocidas pero parece impensable para quienes perpetran o favorecen una suerte de "masacre por goteo", donde los reincidentes hasta los funcionarios avalan con su silencio el incremento de los delitos contra la vida. A la vez, abusando de la impotencia ciudadana, se erigen como partícipes necesarios a través de un blindaje jurídico que los exime de ser juzgados no sólo por omisión, sino por los delitos de corrupción.

Con el nuevo Código, que insiste en tratarse en las próximas sesiones ordinarias del Congreso, la pena máxima -prevista solamente para los crímenes contra la humanidad- será de 30 años, un islote de castigo en el vasto océano liberado para los funcionarios y para los criminales comunes, a quienes se les reduce la prisión a un mínimo mediante el programa de estímulo educativo vigente, que excarcela al reo hasta dos años antes de cumplida la pena. A eso se suma la instrumentación de "penas alternativas", aplicadas en países civilizados para quien ensucia un monumento público o interrumpe el tránsito y no para los asesinos reincidentes que destruyen vidas y familias enteras en el día a día.

En una oportunidad, el diputado Federico Pinedo exaltó la construcción de "un código que refleje cuál es la jerarquía de valores de la sociedad argentina para convivir en paz". Suena muy bien, pero esta retórica exige, cuando menos, más de una explicitación: hablando de valores, por ejemplo, me gustaría saber cuál es el sector de la sociedad que los defiende. Porque si es un corporativismo impostado que, por acción u omisión, promovió una inseguridad creciente, denunciada como la primera de las preocupaciones ciudadanas, paso, no me interesa. Más palabras sobre palabras.
Y si de pacificación social se trata, cual sería ese género de "paz" que se aspira a lograr si el nuevo Código normativiza un dispositivo de poder que ya se aplica de hecho con las consecuencias por todos reconocidas, como es el incremento de la violencia doméstica y callejera, del patoterismo promovido desde el Estado, de la impunidad compensada por los ajustes de cuentas y la justicia por mano propia. Sólo por nombrar los más comunes en los últimos años.
Sin embargo, aún con semejante escenario, ningún partido del arco opositor se preocupó por la seguridad ciudadana. Fueron y son colaboracionistas de una batalla cultural victoriosa que hace del delincuente un mártir. ¿Acaso no se preguntan cómo es posible que en democracia se hayan multiplicado por varias decenas de miles las víctimas de la violencia pública manifestada de muy diversas formas pero con el denominador común de la ausencia del Estado?
Si sumamos los muertos por inseguridad a los muertos por evitables delitos de tránsito, estamos frente a una suerte de "genocidio" imputable a una irresponsabilidad de los tres poderes que nos gobiernan, sometidos por igual a una angelización de los delincuentes y a una impune indiferencia ante las víctimas, la mayoría proveniente de los sectores más vulnerables de la población.

La política penal corporativa trasladó perversamente la dialéctica amigo-enemigo a la dimensión subjetiva, generando una criminalización de la pobreza en el imaginario colectivo cuyo resultado es una ruptura del entramado social. Gracias a un dispositivo canalla que relativiza cuando no invalida el temor del ciudadano medio, logró que el ciudadano común asocie hoy a quienes viven en zonas precarias con quienes viven del delito. Cuando, en verdad, la experiencia siniestra de los últimos años nos obliga a cambiar el eje de la discusión: la "mano dura" es del que gatilla, atropella, viola o mata u ordena hacerlo, provenga de donde provenga. Y la "mano blanda" es de los funcionarios, de las organizaciones de derechos humanos sectarias y de aquellos ciudadanos "progres" que atribuyen esas vidas destruidas a las contingencias de la existencia misma ("le toca a cualquiera").
Aquellos que miran el vaso medio lleno, con este placebo alivian su conciencia, condonando a quienes, por justicia, no deberían serlo. Pues es fácil ser generoso pagando la libra de carne con el dolor ajeno. Esta dicotomía perversa -mano dura versus mano blanda- es una transfiguración de nuestro pasado.
Las políticas de la memoria instaladas en la Argentina son tecnologías del olvido de una parte del pasado, una negación del presente y una utopía de futuro. Para quienes no padecemos de una escisión de la memoria, la falta de represión del delito funciona como en su momento funcionó el terrorismo de Estado y antes la lucha armada.
Así como las Madres de Plaza de Mayo buscaban a sus hijos desaparecidos y el Estado dictatorial silenciaba sus reclamos, los enlutados de hoy y de siempre buscamos justicia y el Estado democrático pero antirrepublicano silencia los nuestros. Muchos de los de entonces murieron en pos de un ideario auténticamente elegido, mientras que los muertos de hoy suelen ser brutalmente violentados sin vocación alguna. Ni siquiera son ofrendados por ideales que puedan ser invocados y cuya persecución no justificaría pero, cuando menos, concedería alguna suerte de sentido a esas muertes absurdas.
Cabe preguntarse -desde el derecho de la víctima y desde el dolor de sus sobrevivientes- dónde están los organismos de derechos humanos que asisten a presidiarios que violaron el derecho a la vida, pero jamás se ocuparon de los derechos humanos de sus víctimas violentadas. Resulta paradigmático ver aquellos pañuelos blancos que, trastocados, hoy limpian las botas de sus otrora enemigos.
En lo que toca a la legitimación de medidas penales que ya se aplican de hecho, alcemos la voz para que nuestros representantes respondan al mandato popular. Y en cuanto a los derechos humanos, tal vez se trate de comenzar por reconocer la necesidad de recuperar su sentido originario para que sea patrimonio de todos los argentinos y no de corporaciones hermanadas por la indiferencia.
De asentir con nuestro silencio, se cierra el círculo, pese a que sólo por falso candor o por letal desvarío se puede tener fe en este catecismo perverso.