domingo, 8 de diciembre de 2013

El porque del Populismo Disfuncional

Por Ariel Torres


Argentina va en camino de repetir otra crisis, esta vez de la mano del populismo. Si lo hacen por ideología o por incapacidad, esa pregunta es la quinta esencia del peronismo existencial, y está detrás de muchas críticas a la actual gestión. Para algunos –entre los que me incluyo- en el Gobierno prima la incapacidad más recalcitrante, que es la que se ampara en la obcecación. Las divisiones dentro del oficialismo y la impericia de muchos funcionarios -entre los cuales el ex secretario Guillermo Moreno fue blanco favorito- abonas estas ideas.
Otras críticas hacen puntería en lo ideológico y disparan contra el núcleo duro que rodea a CFK, esos conversos de "la razón populista" que, en clave posmoderna, patrocinan un menú de convergencia entre los totalitarismos modernos del siglo pasado. Los críticos de la ideología ven en la gestión oficial un hilo de continuidad consecuente con el "vamos por todo" para instalar en el país una suerte de democracia plebiscitaria-delegativa y un corporativismo económico, con los amigos del régimen como socios capitalistas.
En mi caso estrictamente particular, la ideología y la incapacidad comparten culpas concurrentes en proporciones que aún no puedo definir.
Ha y ocasiones que los países se entrampan a sí mismos en una maraña institucional que retroalimenta el autoritarismo político y la economía extractiva de rentas con distribucionismo clientelar. De allí que muchas medidas económicas en apariencia irracionales responden a la necesidad de un modelo, no a la ignorancia. Desde esta óptica, Guillermo Moreno, tal vez deba ser considerado como el más ortodoxo de los intérpretes de la partitura populista. Y es posible que, de no haber sido por sus intervenciones para cuidar los dólares del saldo comercial, los tiempos institucionales de un nuevo "rodrigazo" se habrían precipitado.
Va siendo tiempo de que los argentinos comprendamos que el problema no es un funcionario, y ni siquiera el kirchnerismo en este caso, sino más bien sea un problema de cepo institucional (político y económico) que somete a los argentinos, y que durante décadas ha tornado inviable la aplicación de políticas alternativas. Definitivamente nuestro fracaso como país es el poco respeto que le tenemos a las instituciones.
Hace tiempo ya que deberíamos haber reflexionado sobre los condicionantes institucionales de ciertas políticas incomprensibles. Hay muchos ejemplo de historia económica, y sinceramente no pretendo aburrirlos en exceso, pero le prometo que vale la pena para “nadar” en el contexto: finalizanodo la décad del 60, el primer ministro de Ghana, un tal Kofi Busia, y contra el consejo de quienes lo asesoraban, insistió en el repertorio populista, luego de una crisis radical. Como era de prever, Ghana pronto empezó a sufrir la escasez de divisas y una crisis de balanza de pagos, al estilo de lo que pasa hoy en Venezuela. En 1971 tuvo que devaluar y liberar los controles a cambio de un préstamo condicionado del FMI, como tantas otras veces hemos visto y sufrido por estas pampas. Esas nuevas medidas detonaron una revuelta popular en Agra, la capital, y el gobierno fue derrocado, aunque no se fueron en helicóptero por los techos. El que sucedió a Busia volvió a las viejas prácticas de transferir recursos a algunos grupos poderosos y exprimir la agricultura para dar comida barata a los centros urbanos y proveer recursos a un fisco dispendioso que sostenía una estructura clientelar. Es algo así como una especie de corsé institucional, una cosa o la otra, haciendo estéril la aplicación de medidas que sugieren las reglas del arte y la experiencia comparada. Es imprescindible la sinergia institucional entre lo político y lo económico, clave del éxito o del fracaso en los procesos de desarrollo.
En este punto, pareciera que estuviéramos condenados al populismo, en virtud de un determinismo cultural que a estas alturas suena como mínimo, retrógrado. Otro caso de historia económica: la ciudad de Nogales, en el estado de Arizona, y su homónima del estado de Sonora en México., vecinas, asentadas sobre un mismo valle, pero con muy diferentes niveles de desarrollo económico y social, incluso proviniendo de un patrimonio cultural e incluso familiar común. Si ampliamos, podemos decir que Corea del Norte y Corea del Sur también comparten denominadores culturales de origen, pero los arreglos institucionales a los que están expuestas han determinado resultados económicos y sociales muy distintos, demostrando que las culturas semejantes se transforman y modifican en función de las instituciones vigentes. Las prácticas, normas y valores predominantes en un medio social son influidos y pueden cambiar con cambios institucionales. Corea del Sur es uno de los países más ricos del mundo, mientras Corea del Norte lucha contra las hambrunas periódicas y la pobreza generalizada.
Una de las razones que marcan límites a las instituciones económicas extractivas es el populismo, que consume stocks y redistribuye rentas en una estructura clientelar del Estado. Son instituciones que reprimen la innovación y la productividad, distorsionan los incentivos, abusan del financiamiento externo o inflacionario, y frenan la inversión y el desarrollo. Es el caso de Venezuela y Argentina, en América Latina. Pero el límite económico del agotamiento de un arreglo institucional extractivo, no necesariamente implica su límite político, como bien lo están sufriendo ambas sociedades.

De esta muy sutil manera, las elites que se sirven de las instituciones extractivas influyen o controlan las instituciones políticas y, frente a una nueva debacle, se ocupan de que todo cambie para que nada cambie. La economía se degrada y se agravan las lacras sociales, pero la política resiste el cambio. Por eso, en la historia y en la experiencia comparada, los puntos de inflexión institucionales empiezan en la política. Cuando en una coyuntura crítica se aprovecha la deriva institucional para ligar voluntades, intereses y liderazgos -que son catalizadores de políticas inclusivas- crece la chance de que las instituciones económicas se transformen.
La alternancia se debe principalmente a la democracia republicana y de los consensos se impone definitivamente la democracia plebiscitaria personalista y delegativa. En la Argentina siempre tendremos posibilidades de cambiar la institucionalidad económica populista, pero la batalla política no está ganada, aunque haya algunas señales auspiciosas, como el creciente rechazo popular -límites judiciales incluidos- a las reelecciones indefinidas. Es de destacar la dinámica que empiezan a adquirir las primarias para consensuar programas, armar listas y dirimir liderazgos; la difusión de mecanismos de boleta única y voto electrónico en distintos distritos; la participación ciudadana independiente en la fiscalización de los comicios, y la conformación de foros de diálogo y consenso como el Acuerdo Democrático y el grupo de ex secretarios de Energía.
Para todo esto, debe prevalecer la democracia de la Constitución y afianzar el Estado de Derecho, aprovechando la inercia avanzando en la transformación de las instituciones económicas, recreando una moneda estable, consolidando una estructura productiva formal que genere empleo y promover la productividad global, erradicando la pobreza y recuperando una educación de calidad igualadora de oportunidades.
Nuestra historia institucional ha tenido varios puntos de inflexión, por ejemplo con el Pacto de San Nicolás de 1852, o con el proyecto plasmado en la Constitución del 53, donde bastó una generación para convertir a la Argentina en un país de vanguardia en el mundo. Sí, como suena: de vanguardia en el mundo. La ley 1420 de 1884 (educación común, obligatoria y gratuita), heredera de aquella saga, fue una de las instituciones más inclusivas en el contexto internacional de su época. Fue el motor del ascenso social argentino.
Es tiempo de volver a sorprender al mundo con un proyecto que nos una y que nos permita sobreponernos al fracaso populista.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.