lunes, 23 de diciembre de 2013

Realidad y Ficción en la misma bolsa K

Afuera ruge la ciudad por los cortes de luz y la explosión de precios, y el hijo de CFK recibe a su interlocutor para darle algunas indicaciones de parte de "la Jefa". Así llama a su madre en la intimidad y ante terceros: la Jefa quiere esto, la Jefa te pide aquello. "Acá no pasa nada", le dice Máximo a un dirigente peronista que lo visita en Olivos Máximo está en operaciones, cogobierna día y noche con Cristina, y es el verdadero jefe de Gabinete en las sombras.

Conviene a todos pensar que la gran dama sigue lejos del timón, cuidándose de los disgustos y el estrés, y que Capitanich la reemplazó en las principales tareas. Eso, que empezó siendo una cierta verdad, hoy es simplemente una mentira. El chaqueño tenía hace veinte días el volumen de un gobernador y hoy tiene el tamaño de un subsecretario. Pasó de la consistencia del acero a la liviandad del papel en muy poco tiempo, y la idea de que encarnaba un "nuevo gobierno" terminó de volar por los aires el mismo día en que se incendió Córdoba.
Máximo, en cambio, siempre estuvo. Siempre está. "Todo este quilombo fue armado por los grupos de poder -le explica con calma al dirigente que comparece en el palacio-. Si llegamos bien al Mundial, zafamos porque cambia el clima social, la gente está en otra cosa, y además porque a mitad del año nos entra algo de guita; también por YPF. El quilombo de estos días es porque saben que llegamos enteros a 2015 y nos están saboteando. Pero tenemos el 30 por ciento del electorado. Gente de fierro que nos sigue en todo, y que nos permite estar en buenas condiciones para negociar con cualquiera que venga."
El hijo presidencial intenta transmitir fortaleza en un momento de inquietante debilidad. Pero a la vez cree profundamente en lo que afirma. Los males de la economía son producto de una conjura, la plata terminará llegando y nuestra veleidosa sociedad saldrá finalmente de la epidemia del malhumor. Esta visión de campo, y no un desvarío personal, explica acabadamente cómo fue posible autocelebrarse con loca alegría y retumbante percusión mientras se apilaban catorce muertos en la República incendiada. Salvamos a la Patria, somos la Verdad, no tenemos la culpa de lo que sucede y contamos con combustible suficiente como para garantizarnos un buen aterrizaje. Es más, no hace falta realizar una cirugía mayor en la economía; apenas colocar alguna curita aquí y allá, y aplicar algún torniquete.

Esta lógica prenuncia, en el escenario más optimista, una larguísima y pesadillesca mediocridad. Un tobogán por el que los argentinos iremos deslizándonos penosamente hacia abajo mientras le prendemos una vela a Messi y otra al Kun Agüero. Tal vez Máximo, después de todo, tenga algo de razón. Somos una sociedad frívola, y las bases del kirchnerismo puro han demostrado tener un estómago a prueba de caimanes. Ese colectivo es una mezcla de empleos, subsidios, ilusiones, mantras y mística religiosa: está siempre dispuesto a defender cualquier adefesio, aun hoy cuando el capital simbólico se cae a pedazos.
La imagen de la semana fue una foto en la que tres gendarmes del gobierno nacional y popular protegían un supermercado del eventual asalto de los pobres durante las vísperas navideñas. El hecho central que mantuvo ocupado a los intendentes "progresistas" consistió en repartir comida y materiales en las barriadas humildes, y en prometerles el paraíso contante y sonante a los punteros para que sofrenen a menesterosos ahorcados por la carestía. El dato político relevante lo protagonizó el lazo progre del kirchnerismo y consistió en entronizar como jefe del Ejército a un general de Inteligencia -sospechado por el CELS, Pérez-Esquivel, Horacio González y Nora Cortiñas- de haber mantenido relaciones carnales con la dictadura militar. El dato crucial de estos días es que la clase trabajadora organizada, la columna vertebral de punta a punta y en extraña unanimidad, desde los Gordos hasta los flacos, desde Caló hasta Moyano y la CTA, se manifestaron en contra del modelo desinflado.
La noticia más impactante devino de una investigación periodística que deja al descubierto una maniobra financiera realizada por el principal contratista de obra pública de la Patagonia para que los hoteles de la familia presidencial fueran maravillosamente rentables. Ricardo Forster, de todas maneras, declaró que este caso no tiene la menor importancia. Tampoco el poder ilimitado que se le entregó a Milani.
Todas estas delicias de la izquierda populista sucedían mientras fallaba la Máquina del Tiempo. Ellos querían llevarnos a los años del setentismo, y resulta que nos estacionaron en los peores días de los 80: se corta la luz, fallan los teléfonos, cunden el descalabro y la fragilidad del Gobierno, crece la inflación y estalla la conflictividad laboral. Sólo una palabra no pertenece a esos tiempos, y la pronunció este jueves el gobernador de Corrientes: "Cuasimoneda". Como las provincias están quebradas y no cuentan con la impresora de la Casa de Moneda para seguir inventando billetes sin respaldo, y además el Estado que reivindica a los caudillos federales practica una cerrada gestión unitaria, los patacones pueden salir del sarcófago si la cosa empeora.
Es un hecho que la imagen de Cristina cayó 10 por ciento en pocos días y que hasta los más mesurados sienten vértigo por la velocidad de deterioro de su propio gobierno. Y también que al Papa lo desvela el asunto.
Bergoglio está embarcado en una sorda pulseada con sectores ultraconservadores de la Iglesia mundial, gente muy peligrosa, y no puede dar un paso en falso. No puede permitirse tener un incendio en su patria mientras lucha por sus resistidas reformas a nivel planetario. Por eso cada semana se toma su tiempo para operar en la política argentina a través de emisarios y de interlocutores locales que lo telefonean o lo visitan. Se preocupó mucho por la salud de la Presidenta, y hasta realizó discretas gestiones internacionales a favor del país. Francisco tiene muy mala opinión sobre la performance del largo ciclo kirchnerista y siente poca admiración por los principales dirigentes de la liga opositora. Pero hay tres cosas que no le convienen: que la Presidenta abandone antes de tiempo, que el país entre en una debacle económica y que el narcotráfico se apodere de la Argentina a ojos del mundo. Su Santidad quiere entrañablemente a su terruño, pero no se trata sólo de amor. En el Vaticano al que se duerme, lo velan.

En sintonía con este interés hay que leer las tres jugadas de la Pastoral Social y del Episcopado argentino. Primero denunciaron el avance de los narcos y la chance cierta de que nos transformemos en México o Colombia, y un mes después denunciaron el "saqueo de los corruptos". Capitanich fue obligado a calificar ese concepto de un "discurso facilista" y a pedirle a la Iglesia que busque corruptos en las corporaciones. A continuación, el oficialismo faltó a la cita de la Conferencia Episcopal, donde toda la dirigencia se juramentó contra el tráfico de estupefacientes.
La respuesta de Capitanich y la ausencia oficial en esa foto histórica abren la posibilidad de que pronto toque a su fin la tenue luna de miel entre Cristina y su benefactor de la Plaza San Pedro. Ambos discrepan de algo fundamental. Francisco cree que el país tiene problemas muy graves. La Presidenta, como su hijo Máximo, está segura de que "acá no pasa nada".





miércoles, 11 de diciembre de 2013

Lo que nos dejó el PISA 2012

Por Ariel Torres





Más de la mitad de la mejora en la distribución del ingreso en Latinoamérica en los 2000 se debe a que se achicó la diferencia salarial entre trabajadores con y sin estudios. Si la igualación salarial es buena o mala, o si estudiar paga hoy menos que antes, son preguntas que forman parte de un debate especialmente necesario en Argentina, a poco de hacerse públicos los resultados de los exámenes PISA 2012.

El Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, también llamado Informe PISA (por sus siglas en inglés: Program for International Student Assessment), se basa en el análisis del rendimiento de estudiantes a partir de unos exámenes que se realizan cada tres años en varios países con el fin de determinar la valoración internacional de los alumnos. Este informe es llevado a cabo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que se encarga de la realización de pruebas estandarizadas a estudiantes de 15 años. Aunque es considerado como un sistema "objetivo" de comparación, su formulación está sujeta a muchas críticas, por cuanto es un análisis meramente cuantitativo.

Aclarado este punto –en función de un análisis pragmático- en los comienzos del siglo XXI, Latinoamérica mejoró la distribución del ingreso, y más de la mitad de esta mejora se debe a una menor dispersión de salarios; más precisamente, al hecho de que se achicó la diferencia salarial entre trabajadores con estudios terciarios y secundarios, y entre trabajadores con estudios secundarios y primarios, con excepción de EEUU donde este diferencial -también llamado “retorno” a la educación- creció. En otras palabras, la igualación de salarios llevó a una igualación de ingresos. Esta menor diferencia salarial entre niveles de educación (o menor retorno a la educación), es una noticia buena o mala para la región, dependiendo de cómo la analicemos.

A ver: sería “buena” si lo miramos desde el punto de vista de quienes apuntan que menor disparidad de ingresos es más equidad. Sería “malo” si la observación la hacen quienes ven en la menor disparidad un menor incentivo económico para el estudio y la formación de “capital humano”. Claro que el tema es mucho más complejo que eso, por la sencilla razón de que son varias las posibles razones detrás del aplanamiento salarial, a contrapelo de lo que sucede en el resto del mundo. En un estudio reciente del Banco Mundial revisamos las tres hipótesis principales: cambio de la composición de la oferta laboral por nivel de estudio, exceso de oferta (o déficit de demanda) de trabajadores calificados, y mala calidad de la educación.

Vayamos al punto, caso por caso. El cambio en la composición de la oferta laboral por nivel de estudio parte de que, en promedio y para un dado nivel de educación, los hijos de hogares pobres tienen un desempeño inferior al de los hijos de hogares ricos, simplemente porque el ambiente familiar (parte esencial de la formación de aptitudes a edad temprana) suele ser menos estimulante. Una educación secundaria que incluyera más hijos de hogares pobres, por caso, reduciría el desempeño promedio del egresado, medido por ejemplo por los resultados de las pruebas PISA. Probablemente a esto se refiere  el ministro Sileoni cuando argumenta que “hemos logrado mantener los niveles de desempeño de nuestros jóvenes, al tiempo que incorporamos 195.000 alumnos al secundario”. Si el desempeño promedio del trabajador con estudios secundarios cayera por la inclusión de hogares cuyos hijos antes accedían sólo al primario, también caería el salario promedio de estos trabajadores, y su diferencia con el primario.

Algo similar pasaría con la oferta de educación terciaria. Ya lo dijo CFK: no todas las universidades son iguales. No por sus profesores sino por su exigencia, y por sus alumnos, algunos de ellos  primera generación de terciarios en busca de un título con el que elevar sus ingresos y su nivel de vida. La proliferación de nuevas universidades, públicas y privadas, es un fenómeno regional que, al facilitar el acceso a la educación terciaria de sectores que no satisfacen las exigencias de las universidades tradicionales, estarían reduciendo el promedio de desempeño (y de salario) del graduado terciario, y su diferencia con el del graduado secundario. Esta hipótesis parece consistente con el hecho de que mientras el plus salarial del trabajador con estudios secundarios comenzó a caer ya en los 90s, la caída en el diferencial de los trabajadores con estudios terciarios se vio recién en los 2000s, cuando estas nuevas universidades consolidaron su crecimiento.



En la medida en que el fenómeno de aplanamiento salarial se deba a que sectores que antes sólo obtenían un título primario y hoy acceden a educación secundaria (o a quienes antes sólo obtenían un título secundario hoy acceden a educación terciaria), el resultado es innegablemente bueno. Una vez ajustando por desempeño -más precisamente, por los aspectos del desempeño que no son ya capturados por las variables socioeconómicas usadas en las estimaciones de la prima de educación-, encontraríamos que estudiar pagaría lo mismo que antes: los incentivos al estudio seguirían intactos y la igualación de ingresos sería apenas el reflejo estadístico de una educación más inclusiva.

Ahora veamos por el lado del exceso de oferta/déficit de demanda. La segunda hipótesis apunta al equilibrio entre oferta y demanda de calificación. Si un país produjera localmente bienes y servicios cada vez menos sofisticados (por ejemplo, porque exporta commodities no elaboradas e importa todo lo demás), caería la demanda de trabajo calificado y, con el tiempo, su salario relativo. Del mismo modo, si un país experimentara un boom de trabajadores con título secundario y terciario (ya sin cambios en la calidad promedio) esto induciría una sobreoferta de calificación que presionaría a la baja el retorno a la educación. Si bien ambas tienen consecuencias similares, las dos versiones de esta historia son radicalmente distintas: en la primera, se empobrecería la demanda y los salarios se achatarían (bajarían los más altos); en la segunda, se enriquecería la oferta y los salarios se comprimirían hacia arriba (subirían los más bajos).

Desembarcando en la tercera hipótesis, la mala calidad de la educación, se sostiene que la igualación de salarios se debería simplemente a un deterioro de la calidad, un aspecto que por difícil de medir no debería dejar de medirse, y que refleja desde las horas de clase efectivamente dictadas hasta la adecuación de los programas a la demanda del mercado laboral, pasando por la calidad de los maestros y la seguridad en las escuelas En todo caso, si el desempeño del secundario y del terciario de hoy es inferior al del secundario y terciario de ayer, también lo será su remuneración relativa.

En este caso, la menor diferencia salarial apenas reflejaría el dato de que la educación agrega hoy menos valor desde el punto de vista del mercado laboral.

Llegando ya al final del análisis, surgen interrogantes, sobre si la igualación salarial es buena o mala, si estudiar paga hoy menos que antes, o si deberíamos congratularnos o preocuparnos. Pasar cada una de estas hipótesis por el filtro de los datos forma parte de una agenda de investigación y un debate necesarios, especialmente a poco de hacerse públicos los resultados de los exámenes PISA 2012. Resultados que en Argentina en la última década no fueron halagadores, y que apuntan peligrosamente a la mala calidad educativa como artífice de la nueva equidad salarial




domingo, 8 de diciembre de 2013

El porque del Populismo Disfuncional

Por Ariel Torres


Argentina va en camino de repetir otra crisis, esta vez de la mano del populismo. Si lo hacen por ideología o por incapacidad, esa pregunta es la quinta esencia del peronismo existencial, y está detrás de muchas críticas a la actual gestión. Para algunos –entre los que me incluyo- en el Gobierno prima la incapacidad más recalcitrante, que es la que se ampara en la obcecación. Las divisiones dentro del oficialismo y la impericia de muchos funcionarios -entre los cuales el ex secretario Guillermo Moreno fue blanco favorito- abonas estas ideas.
Otras críticas hacen puntería en lo ideológico y disparan contra el núcleo duro que rodea a CFK, esos conversos de "la razón populista" que, en clave posmoderna, patrocinan un menú de convergencia entre los totalitarismos modernos del siglo pasado. Los críticos de la ideología ven en la gestión oficial un hilo de continuidad consecuente con el "vamos por todo" para instalar en el país una suerte de democracia plebiscitaria-delegativa y un corporativismo económico, con los amigos del régimen como socios capitalistas.
En mi caso estrictamente particular, la ideología y la incapacidad comparten culpas concurrentes en proporciones que aún no puedo definir.
Ha y ocasiones que los países se entrampan a sí mismos en una maraña institucional que retroalimenta el autoritarismo político y la economía extractiva de rentas con distribucionismo clientelar. De allí que muchas medidas económicas en apariencia irracionales responden a la necesidad de un modelo, no a la ignorancia. Desde esta óptica, Guillermo Moreno, tal vez deba ser considerado como el más ortodoxo de los intérpretes de la partitura populista. Y es posible que, de no haber sido por sus intervenciones para cuidar los dólares del saldo comercial, los tiempos institucionales de un nuevo "rodrigazo" se habrían precipitado.
Va siendo tiempo de que los argentinos comprendamos que el problema no es un funcionario, y ni siquiera el kirchnerismo en este caso, sino más bien sea un problema de cepo institucional (político y económico) que somete a los argentinos, y que durante décadas ha tornado inviable la aplicación de políticas alternativas. Definitivamente nuestro fracaso como país es el poco respeto que le tenemos a las instituciones.
Hace tiempo ya que deberíamos haber reflexionado sobre los condicionantes institucionales de ciertas políticas incomprensibles. Hay muchos ejemplo de historia económica, y sinceramente no pretendo aburrirlos en exceso, pero le prometo que vale la pena para “nadar” en el contexto: finalizanodo la décad del 60, el primer ministro de Ghana, un tal Kofi Busia, y contra el consejo de quienes lo asesoraban, insistió en el repertorio populista, luego de una crisis radical. Como era de prever, Ghana pronto empezó a sufrir la escasez de divisas y una crisis de balanza de pagos, al estilo de lo que pasa hoy en Venezuela. En 1971 tuvo que devaluar y liberar los controles a cambio de un préstamo condicionado del FMI, como tantas otras veces hemos visto y sufrido por estas pampas. Esas nuevas medidas detonaron una revuelta popular en Agra, la capital, y el gobierno fue derrocado, aunque no se fueron en helicóptero por los techos. El que sucedió a Busia volvió a las viejas prácticas de transferir recursos a algunos grupos poderosos y exprimir la agricultura para dar comida barata a los centros urbanos y proveer recursos a un fisco dispendioso que sostenía una estructura clientelar. Es algo así como una especie de corsé institucional, una cosa o la otra, haciendo estéril la aplicación de medidas que sugieren las reglas del arte y la experiencia comparada. Es imprescindible la sinergia institucional entre lo político y lo económico, clave del éxito o del fracaso en los procesos de desarrollo.
En este punto, pareciera que estuviéramos condenados al populismo, en virtud de un determinismo cultural que a estas alturas suena como mínimo, retrógrado. Otro caso de historia económica: la ciudad de Nogales, en el estado de Arizona, y su homónima del estado de Sonora en México., vecinas, asentadas sobre un mismo valle, pero con muy diferentes niveles de desarrollo económico y social, incluso proviniendo de un patrimonio cultural e incluso familiar común. Si ampliamos, podemos decir que Corea del Norte y Corea del Sur también comparten denominadores culturales de origen, pero los arreglos institucionales a los que están expuestas han determinado resultados económicos y sociales muy distintos, demostrando que las culturas semejantes se transforman y modifican en función de las instituciones vigentes. Las prácticas, normas y valores predominantes en un medio social son influidos y pueden cambiar con cambios institucionales. Corea del Sur es uno de los países más ricos del mundo, mientras Corea del Norte lucha contra las hambrunas periódicas y la pobreza generalizada.
Una de las razones que marcan límites a las instituciones económicas extractivas es el populismo, que consume stocks y redistribuye rentas en una estructura clientelar del Estado. Son instituciones que reprimen la innovación y la productividad, distorsionan los incentivos, abusan del financiamiento externo o inflacionario, y frenan la inversión y el desarrollo. Es el caso de Venezuela y Argentina, en América Latina. Pero el límite económico del agotamiento de un arreglo institucional extractivo, no necesariamente implica su límite político, como bien lo están sufriendo ambas sociedades.

De esta muy sutil manera, las elites que se sirven de las instituciones extractivas influyen o controlan las instituciones políticas y, frente a una nueva debacle, se ocupan de que todo cambie para que nada cambie. La economía se degrada y se agravan las lacras sociales, pero la política resiste el cambio. Por eso, en la historia y en la experiencia comparada, los puntos de inflexión institucionales empiezan en la política. Cuando en una coyuntura crítica se aprovecha la deriva institucional para ligar voluntades, intereses y liderazgos -que son catalizadores de políticas inclusivas- crece la chance de que las instituciones económicas se transformen.
La alternancia se debe principalmente a la democracia republicana y de los consensos se impone definitivamente la democracia plebiscitaria personalista y delegativa. En la Argentina siempre tendremos posibilidades de cambiar la institucionalidad económica populista, pero la batalla política no está ganada, aunque haya algunas señales auspiciosas, como el creciente rechazo popular -límites judiciales incluidos- a las reelecciones indefinidas. Es de destacar la dinámica que empiezan a adquirir las primarias para consensuar programas, armar listas y dirimir liderazgos; la difusión de mecanismos de boleta única y voto electrónico en distintos distritos; la participación ciudadana independiente en la fiscalización de los comicios, y la conformación de foros de diálogo y consenso como el Acuerdo Democrático y el grupo de ex secretarios de Energía.
Para todo esto, debe prevalecer la democracia de la Constitución y afianzar el Estado de Derecho, aprovechando la inercia avanzando en la transformación de las instituciones económicas, recreando una moneda estable, consolidando una estructura productiva formal que genere empleo y promover la productividad global, erradicando la pobreza y recuperando una educación de calidad igualadora de oportunidades.
Nuestra historia institucional ha tenido varios puntos de inflexión, por ejemplo con el Pacto de San Nicolás de 1852, o con el proyecto plasmado en la Constitución del 53, donde bastó una generación para convertir a la Argentina en un país de vanguardia en el mundo. Sí, como suena: de vanguardia en el mundo. La ley 1420 de 1884 (educación común, obligatoria y gratuita), heredera de aquella saga, fue una de las instituciones más inclusivas en el contexto internacional de su época. Fue el motor del ascenso social argentino.
Es tiempo de volver a sorprender al mundo con un proyecto que nos una y que nos permita sobreponernos al fracaso populista.


sábado, 7 de diciembre de 2013

Venezuela y el Comunismo

Por Ariel Torres


Allá por 1998, mi segundo viaje a Venezuela coincidió con la campaña presidencial y tuve la suerte de asistir –simplemente porque era en el mismo hotel donde yo estaba- a una conferencia de prensa de Hugo Chávez, en la que un periodista de CNN le preguntó directamente si él era comunista. Recuerdo claramente lo cínico de la respuesta:“Yo soy humanista”, dijo, repitiendo lo que 39 años antes había dicho el mismísimo Fidel Castro en Princeton. Un tiempo después, luego de lograr la consolidación del poder absoluto en sus propias manos, el mismo Chávez confesó públicamente que se consideraba a sí mismo “un marxista-leninista convencido”.

En 14 años de poder, Chávez llevó adelante una estrategia para introducir el socialismo en Venezuela por etapas. Así las cosas, la primera etapa consistió en obtener el control absoluto de todas las instituciones del Estado, por lo que durante los primero cuatro años sus esfuerzos se centraron en cambiar la Constitución para adaptarla a sus planes, controlar el Tribunal Supremo, anexar comisarios políticos a las unidades del ejército, bien al estilo soviético, y cambiar los sistemas de cedulación y de votación con el fin de asegurar su reelección en elecciones futuras a través de la manipulación del padrón electoral.

Inteligentemente, es esa etapa se abstuvo de antagonizar con el sector privado, ya que tenía demasiados frentes abiertos y sabía que no podía enfrentar a todos sus enemigos al mismo tiempo. Se ocupó más bien de tranquilizarlos aclarando que no tenía ninguna intención de perjudicar sus intereses. Se me ocurre muy notable el parecido de esos tiempos chapistas con nuestro peronismo más vernáculo.

Ya en el segundo semestre de 2001, Chávez inició una suerte de segunda etapa de “El Proceso”, como Chávez la apodó, siguiendo los textos de Lenin, siempre rumbo al estado totalitario. Rompió abiertamente con Estados Unidos al exclamar que los bombardeos norteamericanos a objetivos en Afganistán eran actos terroristas equivalentes a los ocurridos el 11-S.  Al poco tiempo promulgó las tristemente célebres “49 leyes” diseñadas contra el sector privado. Esas leyes eliminaron toda posibilidad de apertura al sector privado en el sector petrolero, estableció la confiscación de tierras sin compensación a sus dueños legítimos –una barbarie económica y social sin precedentes- y estableció “zonas de seguridad” en vastas zonas urbanas, efectuando una confiscación de facto de algunas de las mejores propiedades inmobiliarias del país.
Al mismo tiempo, inició una campaña de asedio contra los sindicatos independientes utilizando los tribunales para hostigar e incluso encarcelar líderes sindicales prominentes.

Tales acciones energizaron a la oposición y produjeron protestas y marchas pacíficas multitudinarias, algo para lo que Chávez estaba listo. Sin embargo cometió un grave un error de cálculo al entrar en pánico por la gran marcha del 11 de Abril de 2002. Al ordenar a sus milicias civiles armadas disparar contra los ciudadanos desarmados que participaban en la marcha, la  alta oficialidad del ejército, cuidadosamente seleccionada por Chávez por su lealtad y tendencia política, asqueada por los sucesos, decidió deponerlo. Depuesto por sus propios Generales, fueron esos mismos los que lo regresaron al poder pocos días después, luego que el sucesor apoyado por la oposición cometiera errores inimaginables que le restaron todo apoyo de la población.

Chávez salió fortalecido y para finales de 2004 Chávez se encontraba muy cerca de controlar los “alturas dominantes” de la economía venezolana, había logrado la destrucción casi total del movimiento sindical independiente (con sus líderes presos o en el exilio) y controlaba casi la totalidad de los medios masivos de comunicación. Más temprano que tarde, se dio cuenta que su imagen como sucesor de Fidel Castro presentaba un grave problema: grandes empresas multinacionales todavía estaban presentes en sectores clave de la economía venezolana y los ingresos del país eran totalmente dependientes de las ventas de petróleo a Estados Unidos.

Es así como en el 2008 se ponde en marcha la tercera etapa del Proceso, nacionalizando las operaciones locales de las empresas multinacionales en todos aquellos sectores considerados “esenciales” por sus asesores cubanos: empresas de telecomunicaciones, minería, acero, materiales de construcción, petróleo y servicios petroleros, electricidad, gas, suministros agrícolas e incluso fabricantes de vidrio. Al mismo tiempo Venezuela firmó acuerdos altamente perjudiciales, costosos y desventajosos con China con el único propósito de desviar las exportaciones petroleras venezolanas de Estados Unidos hacia el mercado chino.  El costo fue alto, pero logró su propósito de eliminar la dependencia del mercado norteamericano.

Cuando Chávez muere, prácticamente había logrado casi todo aquello que se propuso. Una oposición mediocre y sin ninguna visión estratégica no representó jamás un reto importante. Además, como Chávez mismo se jactó públicamente, más de una vez, los había “infiltrado hasta la médula”.

Estoy altamente convencido de que Chávez jamás quiso convertir a Venezuela en otra Cuba, ya que él sabía mejor que nadie que necesitaba al sector privado para mantener productos en los anaqueles y quería evitar ser tan económicamente irrelevante en el mundo como lo es hoy la isla caribeña.  Su relación con los Castro era de camarada y colega. Los necesitaba para que éstos le proveyeran de su experiencia en seguridad y represión, y ellos lo necesitaban para alimentar al pueblo cubano. Ni más ni menos, así de simple.

El verdadero objetivo de Chávez siempre fue  el de suplantar a Fidel en el liderazgo de la izquierda mundial y para ello era necesario mantener a Venezuela relativamente fuerte económicamente. Es una de las razones de lo trágico de su muerte, pues Maduro no cuenta ni remotamente con la fuerza intelectual de Chávez ni con su carisma y hoy es totalmente dependiente de la asesoría cubana. La Habana es actualmente la metrópolis imperial y Caracas es meramente la capital sede de un virreinato. Maduro y su vicepresidente, el yerno de Chávez y un fanático marxista graduado en Cambridge –que jamás supo lo que es trabajar de algo- saben que repitiendo las prácticas chavistas de  alterar el padrón electoral e intervenir algunas máquinas de votación no lograrán igualar las victorias electorales de Hugo.



Sostener el poder para ellos significa concluir la cuarta y última etapa de “El Proceso”, es decir, lograr el Estado Revolucionario de inmediato. Los sucesos ocurridos en Caracas los últimos días no son otra cosa que el intento de Maduro y los familiares de Chávez por mantenerse en el poder a toda costa, pese a su ya altísima y creciente impopularidad.

Durante las últimas semanas Maduro decidió que llegó el momento de la persecución total a toda la clase empresarial venezolana, desde el pequeño propietario de una tienda hasta altos ejecutivos de grandes empresas. Iniciando un proceso llamado “La Guerra Económica” contra la comunidad empresarial, se ha decidido a acusar a todos los comerciantes del país de especular con los precios, obligando a todos los comerciantes a nivel nacional a rebajarlos entre un 30% y un 70%. Muchos venezolanos piensan que es una inmoralidad que un comerciante marque los precios en función de sus expectativas relativas de cómo se ubicará el tipo de cambio en los próximos meses, en lugar de fijar sus precios en función del precio de la divisa el día en que adquirió la mercancía.

El pasado mes de enero, el bolívar fue devaluado un 48%, y sin embargo la mayoría de los consumidores venezolanos no entienden el concepto de fijar precios en función del valor de reposición. Así es que Maduro ha obtenido un gran éxito inicial en su “Guerra Económica”. La gente está feliz con las medidas del gobierno ya pisando las elecciones municipales. Nadie está pensando en qué pasará en enero cuando la mayor parte de las tiendas permanezcan cerradas por haber sido forzadas a liquidar sus inventarios a valores por debajo del costo de reposición. Nadie, menos Maduro y su vicepresidente, el marxista.

En ese orden de cosas, el mandatario decretó dos nuevas leyes que finalmente eliminarán el libre mercado en Venezuela. La primera, llamada eufemísticamente “Ley para el Control de Costos, Precios y Ganancias y Defensa de la Familia Venezolana” (algún día entenderé el porqué de los nombres rimbombantes, o no) establece un control de márgenes de ganancia para todas las empresas del país. Su aplicación será supervisada por el “Organo Superior para la Defensa  Popular de la Economía” (mátame), liderado por un general del Ejército (…). La segunda ley crea el Centro Nacional de Comercio Exterior, que eventualmente se convertirá en el monopolio importador del Estado, el cual tendrá bajo su control todas las importaciones de Venezuela. La empresas privadas existirán, pero únicamente como distribuidoras o minoristas de productos importados por el Estado.



Cuando arranque el 2014 los venezolanos se darán cuenta que sus compras a precios artificialmente bajos otorgados graciosamente por Maduro -contra toda la lógica económica- producirán un colapso absoluto del sector privado, y ya el gobierno tendrá listo un sistema de racionamiento al estilo soviético. No quiero ni imaginar las jugosas ganancias que los operadores del mercado negro se preparan para obtener con el Socialismo del Siglo XXI.

Con ese barco ya zarpado, es que Venezuela se ha convertido en el segundo Estado Comunista Totalitario del continente

domingo, 1 de diciembre de 2013

Un regreso sin gloria

Por Ariel Torres


Dicen que Dios aprieta pero no ahorca, y si bien a nosotros nos había dejado casi sin aire después de las elecciones, de pronto llegó esta resurrección política que nos pone otra vez de cara a las grandes ligas, Corte mediante, y con el Código Civil –nuevo- en la mano (o de la mano). La única rareza de todo esto es que las cosas, por pura casualidad, empezaron a funcionar bien justo cuando la señora decidió dejar el manejo del Estado en manos de otros. Insisto, es una mera coincidencia, pero no van a faltar los cretinos que digan que renacimos gracias a que ella decidió reinar y no gobernar.

Mientras el feriado playero del lunes pasado, anudábamos el histórico acuerdo con España por YPF. La verdad, yo me había olvidado totalmente de este tema, tan colgado que me había quedado con aquellas imágenes de la Gendarmería echando a patadas a los de Repsol de la torre de Puerto Madero; tratándolos como delincuentes, porque de eso los acusamos a estos gallegos colonialistas: de vaciar la empresa, de destruirla, de convertirla en un kiosco petrolero. Me había quedado con las feroces críticas de Cristina al promulgar la ley de expropiación; con la defensa de esa ley que hizo Kicillof en el Congreso con un extraordinario discurso, en el que nos demostró y le demostró al mundo que Repsol era la peor lacra. Y me había quedado, sobre todo, con la promesa de mi gobierno de que nunca jamás les pagaríamos un peso a esos bastardos, y que eran ellos los que iban a tener que resarcir a la Argentina.

Me había quedado con todo eso.

Evidentemente estaba mirando para otro lado, porque parece que en todo este tiempo pasó mucho petróleo debajo del puente, ya que hasta el propio Kichi, zurdito de cama caliente, le puso muy sonriente su firma al acuerdo por el cual nos comprometemos a pagarles 5.000 palitos verdes. Ya había sonreído también cuando nos asociamos con Chevron, porque si hay algo que los Kirchner nos han enseñado es que no se puede hacer una revolución sin dólares.
Divisa mata ideología, reconoce en voz baja el flamante ministro.
Ya en terrenos de mi mayor despiste, pregunté a mis amigos de La Cámpora por qué teníamos que pagar por algo que es nuestro, y nada menos que a tipos que nos habían querido robar. Muy ufanos me contestaron que les pagamos con la condición de que prometan que no van a volver a intentarlo, a lo que arremetí –ya envalentonado- preguntando con qué plata íbamos a pagar esa friolera de dólares. "Arielito, nene, ffirmamos nosotros, pero casi toda la deuda la van a tener que pagar los próximos gobiernos. El activo de la expropiación es nuestro, y el pasivo, de los que vengan después", me enrostraron muy gallardamente.
Tras cartón, o acartonados, dentro del mismo feriado, desde la playa diría, nos aumentaron las naftas, un 6,5% en promedio. Si hay que pagarles a los gallegos, mejor que vayamos juntando guita, y si la gente quiere una YPF bien argenta, bien gaucha, pues que se ponga nomás. Además, a cambio de ese aumento las petroleras se comprometieron a invertir y a producir más. Eso quiere decir que va a haber mucha más nafta, y por lo tanto va a costar menos. Con lo cual la suba del precio termina siendo una buena cosa, tan buena que por eso lo hacen tan seguido.
Ya que estamos con la buena onda, Aerolíneas Argentinas contribuyó con otro choque a un avión en tierra en Caracas, dejó varados a cientos de pasajeros en Miami y a otros tantos en Ezeiza, y un vuelo que salió de Madrid el miércoles tuvo que volver dos horas después por problemas técnicos. No hay que olvidar que lo positivo de todo esto es que AA, como YPF, es nuestra, bah, de La Cámpora, o sea que tenés donde ir a quejarte. Me mataba cuando era de Iberia y había que ir a protestar a Madrid. Un engorro total.
Pero mejor continuemos con otro tema: el lunes no hubo fuga de divisas. Es cierto, fue feriado, pero un feriado puesto por nuestro gobierno: todo el mundo sabe que no nos gusta recurrir a recetas ortodoxas. Además, no sólo la gente necesita un descanso; la feroz corrida estaba dejando las reservas en niveles horrorosos.
Tranquilos que vengo recargado: el impuesto a los autos de alta gama ya casi es un hecho, lo malo es que en realidad también los autos medianos van a ser alcanzados. No conseguimos, como había prometido Moreno, fabricar un auto popular, accesible a cualquier bolsillo. Pero sí vamos a conseguir que los autos populares sean considerados de lujo, como para que nadie se sienta menos que otro.

Como si nada pasara, y un comportamiento que asombra a propios y extraños, Capitanich sigue atendiendo diariamente a la prensa, se reúne con los ministros, fue al Congreso, convocó a la oposición y monitoreó el análisis de la situación económica. En un descansito de su agenda se corrió hasta Olivos para hacerle el aguante a la señora durante una visita de cortesía de ejecutivos alemanes. Una visita para la foto, activa y de blanco. Sí, de blanco, radiante. Un sorprendido Capitanich se encontró pensando, de repente, en un oportuno alivio del luto, una especie de nuevo capítulo del relato.
La Jefa lo miró, asintió, y lo halagó con un “lo estás haciendo bien”, al recibirlo, enterada de lo que pasa, pero no comprometida con el día a día de la gestión.
Ni ajena, ni distante. Sin discursos, sin peleas. Aliviada. Casi recluida. “Lo estás haciendo bien”, insistió la Presidenta. “Usted también” dijo él.
Y llamaron a Largo para que sirviera el almuerzo.