A poco más de un año de la nacionalización de YPF, la empresa
petrolera más grande de Argentina, lo que varios de nosotros temíamos que
sucediera se ha vuelto realidad: la producción de la compañía está cayendo, sus
deudas aumentan y sus directivos acaban de darse un generoso incremento
salarial. Es una película que no por conocida deja de ser frustrante, pero el
hecho de que haya tantos gobiernos latinoamericanos que insisten en medidas
pseudonacionalistas que han fracasado en todas partes no deja de ser
sorprendente.
Aporto
algunos datos relevantes de YPF: la producción de gas de la empresa cayó un
3,7% en el primer trimestre de este año y la de petróleo, un 0,7% en el mismo
período. En el último año, la producción de energía de YPF cayó un 0,6%, a
partir de niveles ya bajos del año anterior, según las cifras oficiales. Eso
dista mucho de las promesas de CFK y su escudero Kiciloff en cuanto a que la
estatización haría aumentar la producción, pondría fin a las importaciones de
energía y permitiría "recuperar nuestra soberanía".
En
esta misma semana la junta directiva de YPF se acaba de asignar un aumento del
67%. Fuentes amigas de YPF me dicen que, en realidad, el aumento real fue menor
(el cálculo de un 67% surge de comparar los salarios de este año con los de un
período de 9 meses del año pasado), pero sigue siendo significativo para una
empresa en apuros económicos y financieros.
Seamos
justos en el análisis y convengamos que la decadencia de YPF no empezó cuando
el Gobierno nacionalizó gran parte del paquete accionario de Repsol. La
producción de YPF venía cayendo y lo siguió haciendo después de que el grupo
encabezado por Repsol la compró en 2008. Nuestro país -que antes era un país
exportador de energía- tuvo que empezar a importar hidrocarburos en 2010.
Lo que
sí enfatiza este gobierno es que Repsol había "vaciado" YPF, que no
había invertido en nuevas exploraciones y había retirado excesivas ganancias.
Repsol dice que los controles de precios del Gobierno asfixiaron sus finanzas,
pero que la empresa invirtió abundantemente en exploración y descubrió los
campos de Vaca Muerta, la reserva de gas más grande del país. Hoy Repsol
demanda a la Argentina
por una cifra que se cree podría alcanzar los 10.500 millones de dólares.
Cumpliéndose
el primer aniversario de la expropiación de YPF, ocho ex ministros de energía
de la Argentina
publicaron una declaración conjunta denunciando que la política energética de la Presidenta y su difunto
esposo, Néstor Kirchner, ha sido "consumir irresponsablemente sin invertir
para reponer stocks". Como consecuencia, dijeron, la Argentina produce un 25%
menos de petróleo y un 13% menos de gas de lo que producía en 2003. Aunque critican
la administración de Repsol, los ocho ex funcionarios dijeron que "la
expropiación del paquete mayoritario de las acciones de Repsol el año pasado no
ha resuelto el problema y va camino a empeorarlo". Debido a que CFK no
pagó por la expropiación, le resultará difícil al país atraer inversores para
la exploración de petróleo y gas, dijeron.
Por
otra parte, no es bueno el anuncio del gobierno argentino acerca de que Chevron
invertirá en los depósitos de Vaca Muerta (lo que prueba una vez más aquello de
que las empresas petroleras no se guían por la ideología, sino por la
geología), porque fuentes de la industria dicen que la inversión de Chevron, si
se concreta, será muy inferior a la que necesitará Argentina para revertir su
declive energético.
Aunque
hay casos de petroleras estatales que son exitosas, como Statoil, de Noruega,
la expropiación argentina de YPF es un caso de manual de lo que ocurre cuando
un gobierno populista con pocos contrapesos institucionales nacionaliza una
gran empresa. Se podría pensar que la mala experiencia de la estatización de
YPF, así como el fiasco de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas, le
habría enseñado una lección al gobierno argentino. Pero la realidad es que mientras
escribo estas líneas, leo que el Gobierno acaba de expropiar el Tren de la Costa.
Algo me dice que ya sé como terminara esa
historieta.
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