No es
mi idea provocar un debate ni mucho menos, sólo plantear alternativas posibles,
plausibles de ser llevadas a cabo de manera franca y directa, que a mi juicio
permitan reactivar la economía argentina sin inflación y, lo que es más
importante, reduciendo la exclusión social. Están basadas en la necesidad de
generar rápidamente los incentivos para estimular la inversión, la producción y
la exportación, y evitar el ajuste recesivo.
La
inflación es todo un tema, y bien medida supera el 20% anual, pero podría ser
controlada y reducida gradualmente sin ningún ajuste recesivo. Claro, sería
necesario que se regularice el Indec reponiendo a los idóneos y otorgándole la
independencia que nunca debió haber perdido. Y, a partir de reconocerla,
implementar una política de metas, basada en el consenso entre empresarios,
sindicalistas y Gobierno -para coordinar decisiones y monitorear su evolución-,
permitiendo de esa manera reducirla a valores menores al 5% anual en forma
gradual, sin generar recesión.
Otro
tema delicado es la presión impositiva, que se ha vuelto intolerable (37% del
PBI), y es una de las causas de la falta de generación de empleo privado
productivo y la caída de la inversión. Además es regresiva, pues pagan
proporcionalmente más impuestos los que menos tienen. Hay que animarse a bajar
el IVA al 16% y reducir los impuestos al trabajo. Estas dos medidas reducirían
el trabajo en negro, impulsarían la generación de empleo y aumentarían la
capacidad adquisitiva. También se debería revisar la escala del impuesto a las
ganancias, para hacerla más progresiva, y corregir las valuaciones sobre las
cuales se calculan los impuestos patrimoniales, para que se correspondan con
los patrones internacionales.
En lo
que se refiere al tipo de cambio, nuestra moneda refleja un atraso cambiario de
entre 30 y 40% frente a los países con los cuales competimos y comerciamos. Devaluar
hoy sin generar un "rodrigazo" es impensable, por el inmenso costo
social que provocaría. Es un tema que llevará tiempo solucionar, pero en el
camino –por ejemplo- se podría intentar eliminar la mayoría de las retenciones,
sobre todo las industriales y las que afectan a las economías regionales. Y,
parcialmente, también las de los productos primarios, eliminando las
restricciones a la comercialización de carnes, lácteos y granos, que hoy actúan
como cuasi retenciones al reducir los precios recibidos por el productor.
Durante
la transición hacia un mercado único, se debería liberar el mercado cambiario
para las operaciones financieras y turísticas. De esa manera, los que quieren
invertir en el país, argentinos o extranjeros, podrían vender sus dólares en un
mercado libre, legal, en el que puedan comprar dólares los que necesiten
cancelar deudas o dividendos, o simplemente adquirir divisas para atesorar o
viajar. Naturalmente que habría una pequeña escapada inicial producto de la
“euforia”, pero nada que no pueda corregirse en el corto plazo.
Es
indispensable revisar los subsidios al transporte y a la energía, porque hoy
son fuertemente regresivos y favorecen el derroche energético en un país que
debe importar combustibles por más de 13.000 millones de dólares al año. El
alza de tarifas debería afectar sólo a los sectores más ricos, que hoy reciben
casi siete veces más subsidios que los más pobres. Las mayores tarifas
servirían para evitar el derroche energético. En el corto plazo, sólo vamos a
paliar la crisis energética si reducimos el consumo domiciliario.
Desgravar
las nuevas inversiones productivas, como lo propuso Roberto Lavagna en 2005, si
se mantenía la relación entre capital y trabajo, estimulando así la
incorporación de la masa laboral que se pagaba en negro. Esto, sumado a las
ideas anteriores, podría producir una importante reducción de la informalidad
laboral y un fortalecimiento de la cultura del trabajo.
Es
imprescindible volver a visitar asiduamente a los mercados financieros
internacionales para que nos ofrezcan sus excedentes en metálico. Habría una
brecha fiscal que perfectamente puede cubrirse con endeudamiento externo, a
plazos y tasas muy convenientes, aprovechando la excesiva liquidez
internacional y los bajísimos niveles de endeudamiento externo que tiene
nuestro país.
“Hacerse
amigo de la Industria ”,
afectada en estos años por el atraso cambiario, que llevó al estancamiento de
las exportaciones industriales y al auge de las importaciones. Además de lo
comentado anteriormente, es necesario impulsar el crédito, fortalecer y ampliar
los acuerdos comerciales regionales e interregionales e impulsar un desarrollo tecnológico
y educativo consistente con esos objetivos. La agroindustria y la informática,
en sus más diversas formas, tienen un enorme potencial en nuestro país.
La
federalización real de las provincias y los municipios innegablemente ayudará a
recuperar su autonomía financiera, y tomar sus propias decisiones sobre las
inversiones en obras públicas en sus jurisdicciones. Esto implica rever la coparticipación
efectiva y dejar de tener un Estado nacional rico, rodeado de provincias
pobres. Y obscenamente dependientes.
Son
ideas de un economista con muchos años de calle, pero con una visión intacta de
lo que quiere para el país.
Un
mejor país.