miércoles, 22 de agosto de 2012

Condenados a vivir con lo puesto

Por Ariel Torres




Exultante, la Inquilina Nro. 1 de Olivos expresó, el último 23 de junio, en el cierre del canje de deuda: "Hoy es el día del desendeudamiento argentino, internacional y nacional". Más tarde, en la Bolsa de Comercio, deslizó, muy convencida: "No es algo para festejar, es para reflexionar y comprobar la política de desendeudamiento". El cada vez más impresentable Lorenzino confirmaría el 14 de agosto, en las jornadas de la AAEP: "El desendeudamiento es el pilar del nuevo modelo argentino"
En relación a ésto, convengamos que el desendeudamiento argentino es bien atípico. Se alimenta de mitos y omisiones, fruto de una interpretación traumática de la crisis de sobreendeudamiento de donde surgió el kirchnerismo. Sin pretender agotar en unas líneas 40 años de debate sobre deuda emergente, vale la pena, ahora que no nos sobra nada, repensar el tema del financiamiento externo desde otra perspectiva.
Retrospectivamente, es correcto decir que las crisis de deuda de las economías en desarrollo -tanto la de los petrodólares de 1982 como las más recientes: México 94, Asia 97, Rusia y Brasil 98, Argentina 2001- fueron ante todo crisis de moneda. La deuda (privada en Asia, pública en América latina) no fue mucha pero fue principalmente de una variedad peligrosa: renta fija (préstamos y bonos) con acreedores privados (bancos y bonistas) y externa (en moneda extranjera).
Es un axioma en las finanzas internacionales, que los acreedores privados suelen prestar de más a quienes no lo necesitan y, cuando realmente lo necesitan, suelen perderles la fe y, en vez de refinanciar, pedir el pago en efectivo, con lo que al deudor dolarizado no le queda más que el default o el imposible ajuste draconiano preámbulo del default. Los acreedores privados no son buenos árbitros de solvencia; por eso es el Estado el que tiene que decidir cómo endeudarse. Felizmente, se aprende de los errores. Una a una, las economías que pasaron por crisis financieras fueron desarmando la bomba de tiempo de la deuda externa. México desde 1995, Asia desde 1999, Brasil en los 2000, reemplazaron deuda dolarizada por instrumentos de financiamiento en moneda local: acciones, bonos emitidos bajo ley doméstica y, sobre todo, inversión extranjera directa.
En este contexto, es obvia la importancia y la ventaja de la moneda local: ante la emergencia, el Banco Central puede imprimirla para pagar compromisos, licuando la deuda con inflación y evitando el ajuste violento o el default. De ahí que no haya casos de default de deuda totalmente denominada en moneda local. La ventaja de la inversión directa es aún mayor: no sólo no está en dólares sino que, en vez de inflar bonos y acciones ya emitidas, son fondos frescos que van directamente a financiar la economía real. La gran mayoría del ingreso de capitales a países como Brasil, Chile o Colombia es inversión directa.
Hay algunas excepciones, como es el caso de Venezuela y Ecuador. En general,  América Latina desdolarizó y domesticó su deuda a pesar de que, mientras sus monedas se apreciaban, el "negocio" cortoplacista habría sido emitir en dólares. Como premio, recuperaron el tipo de cambio como instrumento de desarrollo: si en los 90 una devaluación quebraba a la economía dolarizada, hoy la depreciación de la moneda es expansiva y amortigua el impacto de la crisis global.
Nuestro país, gracias al default y a la apreciación real, recorrió el mismo camino que sus vecinos: el cociente de la deuda en dólares sobre el PBI es el menor de la historia reciente del país y uno de los menores de la región. Pero, a diferencia de otros países, no sustituyó la dependencia externa por formas más saludables de financiamiento. En vez de repagar deuda en los años buenos para poder endeudarse a un costo razonable en los malos, la Argentina paga siempre. Aun ahora, a costa de prohibir la compra de dólares y postergar importaciones, induciendo una recesión.
En la Argentina, el desendeudamiento se ha convertido en bandera política: emitir deuda (de cualquier tipo y moneda) es volver a hacerle el juego a los mercados. Y la autarquía financiera, que nos obliga a subordinar las políticas fiscal y monetaria a los vaivenes del mercado, es saludada como prueba de independencia económica.
Figurativamente, no todo es interpretación y relato detrás de este tabú del financiamiento externo: emitir nos cuesta caro. A pesar del desendeudamiento, y de haber alcanzado en 2006 el costo financiero de Brasil, hoy nuestra deuda paga la tasa más alta de la región -lo que dio por tierra con varios intentos del Ministerio de Economía de volver a los mercados internacionales-. Pero la bandera del desendeudamiento, al autoexcluirnos de los mercados y obligarnos a autofinanciarnos en años de vacas flacas, contribuye a elevar el riesgo (y el costo) argentino. Aunque parezca contradictorio, hoy una emisión de deuda reduciría el riesgo país.
En otro orden de cosas, la deuda no es la única forma de financiar el crecimiento que la Argentina ha resignado en estos últimos años. El cepo cambiario aliena inversiones extranjeras (incluso las necesarias para poner en valor las reservas de YPF) e incentiva el atesoramiento de dólares de los que fugaron a tiempo, todo para reducir la salida anual de capitales a "sólo" 10 mil millones de dólares -la mitad que en 2011 pero muy por encima de lo aceptable en un marco de escasez-, y eso sin contar el efecto puerta 12: la demanda latente de quienes dolarizan por temor a no poder hacerlo en el futuro. Y el estancamiento de una salida negociada del default con el club de París aleja préstamos de largo plazo que deberían ayudar a revertir el déficit de infraestructura y la crisis del transporte.
Lorenzino, el actual ministro de Economía (lo conocen?) dijo recientemente que la Argentina no plantea una "antinomia entre endeudamiento y no endeudamiento; el punto de la deuda es cuánto, cómo, a qué costo y para qué". Mientras esta posición siga siendo minoritaria en el Gobierno, seguiremos honrando el karma de la emancipación económica sesentista: vivir con lo nuestro.
Y, en la era de la escasez, vivir con lo nuestro es vivir con lo puesto. Pudiendo estar mucho, pero mucho mejor...




lunes, 13 de agosto de 2012

La élite enfrentada que vive en otro país...


Por Ariel Torres

De repente me quedo en silencio y a oscuras. Como todas las tardes me pongo un rato frente a la pantalla con las imágenes de cada jornada. Hay normalmente asaltos, alguna muerte y escenas desagradables de la Argentina y el mundo. Pero hoy, y ayer, y antes de ayer, y mañana, tocan las calles de esta ciudad, y largas colas y rostros anónimos y tristes. Asemejan pinturas surrealistas, pero sólo por un momento: un invierno de expresiones sombrías y fatiga desesperanzada las hace bien reales. Laburantes que esperan resignados, uno detrás del otro, aquel miserable colectivo abarrotado y agónico que los lleve a casa: una o dos horas por la mañana; una o dos horas por la tarde.
No funcionan los subtes; los trenes matan, hieren y descarrillan o son sacados de servicio, y los políticos juegan al ajedrez con esa mansa infantería. Ciudadanos comunes y corrientes que son tratados como reses bípedas, ocasionalmente –claro, lógico- como votantes clientelares, siempre como consumidores que muevan la rueda. El modelo funciona a base de consumo, y la inflación es una sartén donde la poca guita quema y debe ser gastada antes de que se esfume.
Nada de ahorrar para el futuro, a fumársela toda y ya.
Tiemblo un poco, de escozor, de escalofrío. Esa gente vive en un país donde hay un Estado controlador que genera amplias zonas de anarquía. Es claramente un Estado totalizador con blancos inexplicables. El resultado es un paradójico cruce entre control y caos. Algo parecido a lo que practica el socialismo bolivariano del amigo Chávez, cuyo gobierno quiere ocupar militar y políticamente todos los espacios y deja libres algunos fundamentales: en Caracas hay un homicidio cada dos horas. La contradicción de estas políticas parece un ominoso dibujo animado, donde a uno lo encierran para protegerlo en una jaula con dos gorilas violadores. Y se tragan la llave.
Alternativamente, y a su vez muy lejos de esa sufrida marea de seres sin nombre, los políticos argentinos viven, gozan y se pelean dentro de lo que en sociología se denomina "el círculo rojo": los militantes, los esclarecidos, los dirigentes, los empresarios y los periodistas. La élite. Que en la Argentina confunde todo el tiempo realidad con símbolo.
Valga como ejemplo aquel reduccionismo frívolo que devino en una explicación sobre el desencanto que le produjo al progresismo la frase "felices pascuas", en los alfonsinistas 80. "Cuando Raúl Alfonsín la pronunció dejé de apoyarlo", me contaron cien veces. Las mismas cien veces que me dijeron “yo no lo/a voté”. Había muchas razones para desencantarse con el alfonsinismo, y todas eran más importantes que esas dos palabras desafortunadas. Del mismo modo, ya era lo suficientemente justa y estimulante la política de derechos humanos y los juicios a los responsables de la dictadura militar, impulsadas por el kirchnerismo sin la necesidad de extasiarse porque Néstor Kirchner pidiera que bajaran el cuadro de Videla.
Tan impactante fue esa escena en el mundo progresista, que le quedó la impresión al Gobierno de que podía atarse a los gestos, las escenografías y el marketing épico. Porque el progresismo de pronto había borrado el tremendo mérito alfonsinista de los juicios a los comandantes y se había vuelto incondicional de esta administración. Tan fatuo y envuelto de plagio, como seguidista.
Y es allí donde comienza la simbiosis por la forma más que por el fondo. Primero, le dio la idea al "círculo rojo" de que se estaban llevando a cabo debates políticos de profundidad. Tienen la profundidad de un plato de sopa. Desde entonces celebramos una aerolínea de bandera, pero con pérdidas que de tan profundas dan vértigo. Festejamos la estatización de YPF, pero no tenemos un maldito inversor que nos ayude a sacar petróleo y seguimos importando combustible a precios exorbitantes. Cuadruplicamos el presupuesto carcelario, pero con resultados militantemente penosos. Damos millonarios subsidios a los transportes, pero los trenes y los subtes y los colectivos son una calamidad. Volcamos cantidades importantes de dinero en la educación, pero no logramos una escuela que reduzca las desigualdades ni mejoramos la calidad de la enseñanza: los chicos aprenden en peores condiciones y cada vez menos, y las universidades nivelan para abajo, con una pendiente cada vez mayor. Hablamos de la salud, pero los hospitales públicos están desvencijados y los médicos viven a merced de banditas de “empacados delincuentes”, cada vez más precoces y peligrosos.
Hay un pecado aún mayor: exaltamos la militancia juvenil, pero la convertimos en una soldadesca obediente y sin espíritu crítico. Habrá que hacer, tarde o temprano, un balance serio sobre estos años. Y destacar con honestidad intelectual los rubros donde realmente se avanzó. La ciencia, por ejemplo. Pero luego habrá que ver si poner dinero sin estrategia ni gestión no conduce a un país tan ineficiente y mediocre como antes. Como siempre.
Convengamos que en ese "círculo rojo" no suele haber personas que recurran a los hospitales públicos ni que tomen subtes o trenes, más bien consumen escolta oficial o seguridad privada. Se dedican al juego de dispararse dardos mutuamente y de pontificar con la simbología. En ese mundo los economistas ortodoxos anuncian tormentas terminales que nunca ocurren y los funcionarios desmienten informaciones que meses después confirman silbando bajito. Un universo de chicanas, de medias verdades y de gruesas mentiras. Yo mientras tanto, trato de imaginarme a esta gente que hace la fila, soportando el frío, y escuchando por radio cómo los políticos se echan la culpa los unos a los otros, y cómo parlotean sobre ideologías y símbolos. "¿De qué hablan estos tipos? -se preguntarán -. ¿En qué país viven? ¿Por qué si estamos tan mal no me siento como en 2001? ¿Y por qué si estamos tan bien...nos va tan mal?".
Definitivamente, entre estos tipos y yo hay algo personal...

Sin ética no hay ley, señora. Nunca es al revés...


Sobre la propuesta de la Inquilina Nro. 1 de Olivos para la creación de una ley de ética pública que controle al “Cuarto Poder”, se me ocurren algunas precisiones:



A raíz de un curso de managemet que hice hace algunos años, tuve la satisfacción  de tener acceso a un taller de ética que daba Javier Darío Restrepo, quizás la persona que más se dedicó a estudiar el tema en el continente. No solo escribió varias obras esenciales sino que tiene a su cargo el consultorio de ética de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. En ese curso compartió un texto con ideas que repite insistentemente el maestro, como lo llaman en toda Latinoamérica:

“La ética no se impone: se adopta por una libre decisión personal. En esto se diferencia de la ley que es coactiva y se cumple por presión del policía que exige y vigila su cumplimiento y sanciona el incumplimiento. Para la ética no hay otro policía que la propia conciencia. No la puede imponer un reglamento de trabajo, ni un manual de estilo. Es una decisión personal. Uno es ético porque le da la gana.
 Por esa razón las faltas éticas no son punibles, como los delitos. Los tribunales pueden ser de disciplina, pero jamás de ética. Por eso, agrega Restrepo, “la ética no puede reducirse a un reglamento o compendio de normas, ni se puede aplicar mecánicamente lo mismo que un reglamento de fútbol o un manual de funcionamiento de una institución”
Por ser la ética situacional y propia de cada quien, los medios o los colectivos de prensa a lo sumo pueden diseñar algunos marcos de orientación para sus colaboradores, que eventualmente permitan a sus audiencias conocer los parámetros por los cuales se producen los contenidos.

Los manuales de ética surgieron en la Argentina en la década del noventa. Los que la mandataria llama “medios hegemónicos” los tienen. Clarín y La Nación los publicaron en 1997; La Voz del Interior en 2007; Perfil en 1998, diario que además cuenta con Ombudsman para recibir las quejas de los lectores. Fopea tiene un código para sus asociados desde 2006. El cumplimiento de los principios queda supeditado a los periodistas que los suscriben y a sus lectores, y uno y otros en diálogo promueven la reflexión ética y la mejora de los estándares. De eso se trata. Los funcionarios preocupados por estos temas podrían revisar esos manuales de estilo y ver si lo que señalan como faltas están o no consideradas por el medio. Lo que sí es cierto es que nadie puede exigirle el cumplimiento de su propia ética a otro.

Las leyes ya existen

La Presidente en su cadena del 9 de agosto reiteró su preocupación acerca de que la ciudadanía no estaría identificando quién está detrás los periodistas. Esa obsesión ya estuvo presente en la redacción de la 26.522, al punto que la norma incluye la prohibición de la emisión de “publicidad subliminal”, un vestigio de las teorías propagandísticas extinguidas con la guerra fría que la ley argentina decidió resucitar. Justo una norma que venía a innovar en medios.
Esa fijación en pensar que el televidente es incapaz de determinar qué es publicidad se reflejó en el artículo 81 en cuya reglamentación (Dto. 1225/2010) se especificó que “La publicidad deberá emitirse en tandas que deberán estar identificadas al inicio y al final como ‘espacio publicitario’ ”. Lo que se suponía serviría para controlar que la tanda no excediera los minutos por hora permitidos se convirtió en la evidencia de la imposibilidad de aplicar semejante medida. Privados y gobierno insertan publicidad, auspicios, gacetillas, productos fuera de esas placas, todo el tiempo. Entonces, o no lo están controlando, o lo controlan y no pueden hacer nada para evitarlo, o resulta que el Estado es menos perspicaz para detectar la publicidad que los ciudadanos, que a toda hora la vemos burlándose de la placa y de nosotros.

El artículo 72 de la ley también toca estas cuestiones publicitarias, y exige a los licenciatarios una “Carpeta de acceso público” con información varia dentro de la que deben publicar lo que reciben por publicidad oficial de todas las jurisdicciones. Hace unas semanas, en una reunión pública, una importante funcionaria del organismo de aplicación expresaba su desazón por la resistencia de los medios a presentar la información tal como la ley obliga. Lo cierto es que tampoco el gobierno publica de manera clara y accesible la publicidad oficial que le asigna a esos licenciatarios. La Jefatura de Gabinete publica unas planillas con la asignación, sin demasiada regularidad (el año pasado, por caso, no estuvieron disponibles). Ahora volvió a publicar un listado en PDF con nombres de proveedores, la mayoría de los cuales son de fantasía y no permiten identificar al real receptor del dinero público.

Una medida saludable, en línea con la transparencia que la Presidente le quiere dar al financiamiento de los medios, es que el Estado publique los datos completos de los proveedores de servicios de medios. No solo de publicidad sino, por ejemplo, de las productoras que producen sus videos o los contenidos de los canales públicos; o los gastos por auspicios y patrocinios de todos los organismos del Estado, y no solo la partida de la Secretaría de Comunicación Pública.
Si la ley que pedía ayer la Presidenta era de publicidad, hay mucho ya sancionado que espera ser cumplido. Si era para que los periodistas declararan los conflictos de intereses, seguramente estaba hablando de la cláusula de conciencia, cuya discusión está tratando de empujar hace un tiempo la Senadora Norma Morandini en el Congreso. Pero seguramente se confundió cuando puso en una misma frase ley y ética, porque se trata de cuestiones de distinta naturaleza.

Por mencionar un organismo que nadie pondría en cuestión, los informes de las Naciones Unidas para el Desarrollo mencionan los mecanismos para mejorar los estándares periodísticos, pero todos están por fuera de los controles estatales.

Pero eso es un tema para otra oportunidad. Hoy solo importa que desde el poder político se vuelve a expresar la poca confianza que tienen en nuestra capacidad para elegir los medios por los cuales nos informamos. Es cuando menos curioso que aquellos que se vanaglorian de la decisión del pueblo que los llevó al poder no confíen en su capacidad para distinguir un auspicio publicitario.

Curioso e intrigante a la vez…

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ciccone: un guión que bien merece un Martin Fierro.


Por Ariel Torres

Hace ya poco más de un año -el 8 de julio del año pasado- el periodista y escritor Jorge Asís nos saludó en su blog con la noticia de que con el fondo inversor The Old Fund, Amado Boudou pasaba a controlar Ciccone Calcográfica. Ha pasado mucha agua bajo ese puente. Después de eso Cristina Fernández eligió a Boudou como su compañero de fórmula -redoblando una apuesta intencional que comenzó a marcar su estilo- y luego ganaron juntos y por robo las elecciones presidenciales.
Allá por el verano, la cosa se puso fea y tragicómica. La esposa de Alejandro Vandenbroele –el monotributista que logró quedarse con Ciccone en parte gracias gestiones de Boudou ante la Afip y que ya tenía el visto bueno administrativo del Banco Central para un contrato de impresión firmado por un funcionario bodouista que ya no está en la entidad monetaria– dijo que su pareja, de la que se estaba divorciando, era un testaferro del ex ministro de Economía y segundo en la línea presidencial.
Convengamos que ni al guionista más imaginativo de Hollywood se le hubiera ocurrido la comedia que vino después. Seguramente habría descartado algunos gags para no tornar inverosímil la narración. Una síntesis precisa y bastante completa de todos los indicios precisos y concordantes sobre el negocio que se estaba montando con Ciccone puede leerse aquí:  http://www.lanacion.com.ar/1497158-los-elementos-que-comprometen-a-boudou-en-el-caso-ciccone
Muy a pesar de todo eso, CFK sostuvo a Boudou, que salió a defenderse acusando por coimas a un escudero de los Kirchner (el ex procurador de la Nación, Esteban Righi) y a un empresario aliado (el presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Adelmo Gabbi). La Inquilina de Olivos le aceptó en silencio la renuncia a Righi. Realpolitik, que le dicen.
Pasados 376 días después de la publicación de Asís, el Gobierno estatiza Ciccone. El guionista hollywodense tampoco se hubiera atrevido a tanto: hasta hace unas semanas el mismo Gobierno defendía la decisión de darle a un fondo la impresión de billetes, pese a que no se conocía muy bien ni la identidad ni el domicilio de sus propietarios y a que las pruebas de impresión venían saliendo con fallas.
En el camino de la estatización de Ciccone, los funcionarios invocan la "soberanía monetaria", de la que hasta ahora aparentemente no se habían percatado. De película. Pero no alcanza para un thriller, apenas una de sarcasmo. Aunque capaz que el guionista tampoco apelaba a ese argumento. Al fin de cuentas, es un exceso fetichista sostener que la soberanía monetaria reside en la impresión de un papel. Sobre todo porque cualquiera se da cuenta de que sería mucho más soberano, pero en serio, que el Estado fuera capaz de lograr que los billetes que están en los bolsillos de los argentinos dejen de perder valor día a día.
Al fin de cuentas, no es muy soberano un país cuyos habitantes están forzados a recurrir a monedas extranjeras. Hoy repudian a la moneda nacional como reserva del valor y e incluso como unidad de cuenta, en algunos casos. Y en el pasado la repudiaron por completo: en los momentos más álgidos de las hiperinflaciones ni siquiera la usaban como medio de intercambio. 
Ojalá al Gobierno, ahora con imprenta propia, no se le dé por hacer una remake de aquel clásico. Aunque el resultado lo conocemos todos, no sería lo mismo. Los niveles de impunidad exhibidos en esta oportunidad no se han visto jamás, en este país. 
El creador de los Best Seller dedicados a la mafia, Mario Puzzo, se haría una verdadera fiesta con tanto argumento criollo.

La Inqulina de Olivos y sus contradicciones


Por Ariel Torres


Ya ha quedado cristalino que el gobierno argentino es una verdadera máquina de desconcertar inversores. El pago del Boden 2012 concretado en estos días es una muestra de la voluntad de pago de la deuda, puesto en duda hace no demasiado tiempo. Los rumores sobre un pago pesificado de esta obligación hubieran significado un inmediato default, no muy distinto al declarado en 2001. Pero nada de ello sucedió, finalmente se depositaron dólares en las cuentas de los tenedores y las reservas cayeron poco más de 1.700 millones de dólares.

Lo sucedido no es diferente de lo que hace el resto de los países cada vez que tienen que cumplir con una obligación, salvo que estos no lo anuncian con "bombos y platillos", como sucedió el jueves último en la Bolsa porteña. La diferencia con otros países de la región es fundamentalmente de dónde sale el dinero. Mientras que la mayoría de los países de la región se refinancia muy barato en los mercados, la Argentina utiliza dinero "cash", es decir las reservas del Central. De esta forma, baja el nivel de endeudamiento del gobierno con el sector privado a niveles nunca vistos en la historia reciente del país. Crece, eso sí, el nivel de deuda con los organismos públicos. Pero ni el Banco Central ni la ANSES saldrán a reclamarle al Tesoro el cumplimiento de una obligación. Lo más probable, por el contrario, es que se sigan refinanciando a tasas ínfimas.
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Esto es, por caso, que la independencia económica que tanto publicita el gobierno esconde, en realidad, el poco margen de maniobra que hoy tiene para cumplir con sus compromisos. Al haber perdido en el camino el superávit fiscal, ya no puede pagar la deuda con recursos propios. Tampoco puede financiarse con los mercados, porque las tasas no resultan competitivas.

Pero veamos: un rendimiento de 15% para un bono argentino que vence en el 2015 es toda una exageración, pero es lo que marca el mercado. Por lo tanto, la única manera de seguir cumpliendo con los compromisos pasó a ser el uso de reservas, una fórmula que ya lleva tres años. Y, según dejó entrever Cristina, será el mecanismo que se seguirá utilizando hasta el final de su mandato, sin ya las tan publicitadas “tasas chinas”.

La Inquilina Nro. 1 no sólo dejó en claro que continuará pagando deuda con reservas, sino que también criticó a los que piden una devaluación, con lo cual nos asegura que la corrección cambiaria seguirá siendo lenta y costosa. Y justificó los controles cambiarios, por lo que no habría que ilusionarse con una flexibilización en los próximos meses, al revés de lo que sugirió el titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren.

Pese a todos estos contratiempos, la cancelación de la deuda en dólares en tiempo y forma no deja de ser una buena noticia. El problema es que las señales que lanza el propio gobierno son demasiado contradictorias, con lo que la desconfianza es cada vez mayor. Estos son algunos aspectos que meten "ruido" entre los inversores:

     --La manipulación del INDEC ya lleva cinco años y medio. La Argentina se transformó en un país sin estadísticas confiables, no sólo en materia de inflación, sino también de indicadores sociales y hasta evolución del PBI. Es uno de los temas que más condena ha generado internacionalmente.

     --La expropiación del 51% de YPF demostró la vocación de mayor injerencia del sector estatal en la economía. Incluso, Cristina indicó que "me hubiera gustado expropiar el 100%, pero preferimos que la empresa siga cotizando en la Bolsa porteña y en Wall Street, porque le da más transparencia". Toda una declaración de principios.

     --Aunque parece que Guillermo Moreno ha merecido algunas reprimendas por parte de la presidenta, la figura emergente para reemplazarlo no genera demasiado entusiasmo entre los empresarios e inversores. Axel Kicillof mantiene un fuerte discurso intervencionista y se ha manifestado públicamente en contra de que las empresas consigan ganancias elevadas. La principal prueba de esta postura fue el decreto en el que se le otorgan amplias facultades para intervenir en el sector hidrocarburífero. 
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     --Las restricciones cambiarias generan una fuerte inestabilidad de las reglas de juego. Resulta imposible invertir en un país en el que no se sabe si se podrá acceder o no al día siguiente al mercado cambiario. En la misma dirección, el Banco Central prácticamente ha impedido el giro de utilidades al exterior a las empresas en lo que va de 2012.

     --El atraso cambiario creciente (que se manifesta además en el incremento de la brecha entre el dólar formal y el "blue") también representa un freno para nuevas inversiones. Sucede que las empresas saben que estarían realizando una apuesta en un momento en el que todo resulta muy caro, incluyendo los salarios medidos en dólares. Esta falta de competitividad, generada por una inflación galopante y un tipo de cambio que se retrasa mes a mes, actúa en contra de cualquier apuesta a largo plazo.

Es un hecho que la continuidad de la política económica, incluyendo el atraso cambiario, el cepo a la compra de dólares y la fuerte injerencia estatal en la vida empresaria, mantendrá la tensión que existe actualmente. Se notará cada vez más la contradicción de un país que consigue fuerte generación de dólares a través de la soja y cierta holgura para cumplir con el pago de deuda, frente a un esquema que sólo consigue frenar la tendencia de fuga de capitales con medidas que son cada vez más opresivas, con impacto en la vida cotidiana del público y de las empresas.

Sin contar la lesión permanente a los derechos de una ciudadanía extrañamente anestesiada.

sábado, 4 de agosto de 2012

Razones de la falsedad ideológica


Por Ariel Torres



Mala, malvada, perversa, endiablada, infame, malévola, nefasta,  siniestra, maligna, diabólica, viciosa, miserable, engreída, cogotuda, presumida, hueca, empingorotada, encopetada, fachendosa, figurona, hinchada, inflada, inmodesta, jactanciosa, timadora, bandida, atracadora, matrera, carterista, ratera, cleptómana, descuidera, choriza, usurera, saqueadora, maleante, estafadora, ladina, taimada, pilla, bellaca, astuta, sagaz, pícara, tramposa, zorra, bribona, pérfida, traidora, alevosa, desleal, infiel, renegada, insidiosa, ruin, viperina, inicua, felona, desalmada, cabrona, bicha, vanidosa, grosera, chabacana, plebeya, vulgar, soez, obscena, cerril, ruda, burda, ordinaria, imperfecta, tosca, procaz, maleducada, descortés, desconsiderada, incorrecta, desatenta, impertinente, descarada, insolente, irreverente, irrespetuosa, blasfema, desdeñosa, impía, descarada, profanadora, profana, mentirosa, embustera, engañosa, falaz, farsante, mendaz, calumniadora, cuentista, soberbia, altanera, arrogante, envanecida, petulante, orgullosa, creída, presuntuosa, fanfarrona, fantasma.

Elijan el adjetivo calificativo que mas les guste para nuestra Cesar (como la llama graciosamente Jorge Asis).

Cuál es la razón por la que me permito este glosario de epítetos dirigidos hacia la Inquilina Nro. 1 de Olivos? Simplemente tómense el tiempo para leer lo siguiente, que es una pequeña muestra de lo que Ella hace y dice por nosotros.
En su discurso en la Bolsa de Comercio, Cristina Kirchner cometió una serie de errores e inexactitudes que, además de no tener desperdicio, resultan reveladores y serían tragicómicos sino fuera porque estamos entre las víctimas de su comportamiento inmemorioso. Aquí se los detallo:
-"Yo era diputada nacional y me acuerdo de que meses antes del desastre [de 2001] se sancionó una ley, que se denominaba de intangibilidad de los depósitos. Según el gobierno de la Alianza, era una señal muy fuerte para los mercados, a los efectos de asegurarle que la gente iba a tener el dinero que le iban a devolver los bancos. Como si la economía pudiera manejarse por leyes y la confianza y la garantía te la pudiera dar una ley."
El proyecto comenzó a tratarse el 15 de agosto en la Cámara baja sobre tablas por pedido del diputado del PJ Miguel Angel Pichetto, actual jefe del bloque kirchnerista del Senado.
-"Recuerdo, bien sentada a mi derecha, porque era la diputada Ana María Mosso (...) que hizo una gran y perfecta objeción a lo que era esa ley de intangibilidad diciendo que no iba a servir de nada."
La versión taquigráfica menciona a Mosso no como opositora, sino como autora de uno de los proyectos. Se aprobó rápido y sin objeciones. No hay en la versión taquigráfica ningún discurso contra el proyecto.
-"Lo que hay es una formidable crisis especulativa (...) a partir de una crisis que conocimos muy bien, y que fue el estrangulamiento del sector externo. Esto es el endeudamiento del sector externo público y el endeudamiento del sector externo privado, y del sector externo familiar."
En todo caso se trataría del endeudamiento externo del sector público y privado, que no es lo mismo. Durante la convertibilidad, personas y familias se financiaron con créditos en moneda extranjera, que no eran "externos" y por eso pudieron pesificarse.
-"Los otros dos grandes momentos de endeudamiento se dan durante la dictadura (...). Allí el sector privado fue fundamentalmente el endeudado y que culminó con la estatización, que el doctor Cavallo y obviamente el Gobierno, sostuvieron (...). Entonces se estatizó la deuda que finalmente son los bonos Par, los bonos Discount, etc., etc., que terminaremos de pagar recién en el año 34. Hay bonos que se emitieron en aquel momento que son con legislación de Nueva York."
En la dictadura aumentó mucho la deuda en moneda extranjera. Con las devaluaciones de 1981 se rompió la promesa de depreciación predecible de la "tablita". Se dio al sector privado un seguro de cambio para cancelar las deudas. Varios economistas señalan que el problema fue que cuando Cavallo ya no estaba en el Banco Central no se lo adecuó correctamente por inflación. El default fue en 1982, lo renegoció sin éxito Alfonsín y luego se hizo el acuerdo Brady en 1992. Entonces se emitieron los Par y Discount, no en la dictadura. Se defaultearon. Los Par y Discount que hoy existen los emitió Kirchner.
-"Luego vino el segundo período de endeudamiento, la convertibilidad, y para sostener la ficción de que un peso era igual a un dólar. Nos endeudamos, inclusive, para sostener gastos corrientes y además desprendiéndonos de bienes. Algunos, afortunadamente, hemos recuperado."
Según los estudios más serios, la mitad del aumento de la deuda en el gobierno de Menem reconoció cuentas impagas con jubilados, proveedores del Estado, personas perseguidas, secuestradas o despedidas de sus empleos públicos por la dictadura, acusados de "subversivos".
Néstor Kirchner, fue un gran apoyo de Menem para privatizar YPF. En 1999 la Nación, Santa Cruz y todas las provincias petroleras vendieron a Repsol las acciones que en la privatización de 1993 habían conservado y dieron el control a los españoles.
-"La deuda pública total contra Producto Bruto Interno: en el año 2002, significa el 166% de nuestro PBI, hoy significa el 41,8."
Comparó contra el peor momento, cuando el PBI medido en dólares se había derrumbado por la brusca devaluación y cuatro años de recesión. Sólo a fines de 2001 la deuda pública superó el 50% del PBI. El PBI en dólares estaba sobrevaluado por el atraso cambiario. Pareciera que hoy ocurre algo parecido. Tras la reestructuración, los niveles de deuda no tienen un diferencia tan grande respecto de los últimos años de la convertibilidad.
-"Deuda Pública Total en poder del sector privado, en moneda extranjera, contra PBI: en 2002, 92%; (...) Cuando se pague el Boden 12 - vamos a pasar a deber solamente el 8,4%."
Pareciera que no computa la deuda por fallos adversos del Ciadi, que el Gobierno no paga. Excluye la deuda con el Club de París, en default hace 11 años, que podría superar los US$ 8000 millones. También la deuda con Venezuela por importaciones de fueloil. Y seguramente tampoco una previsión de indemnización a Repsol por la expropiación de YPF.
En la deuda total, seguramente no incluyó los fallos en favor de jubilados que el Gobierno no cumple.
-"La exportación de carne cayó entre 27 y el 30%. La cuota Hilton (...) el año pasado nos la pagaban a 22.000 dólares, este año está entre 12.000 y 13.000, si te la compran (...) La tonelada de leche en polvo estaba ya en 2011 a 5000 dólares, hoy está entre 2600 y US$ 2700."
La Argentina durante años no ha cubierto la cuota Hilton, aun con precios récord. Los exportadores lo atribuyen a malas prácticas gubernamentales. Con precios internacionales récord, Néstor Kirchner prohibió los envíos de carne y Guillermo Moreno, los de leche en polvo. En el sector aseguran que así se desalentó la inversión en secadoras de leche y hoy no hay suficientes.
-"En el año 2001, todos los consultores económicos, todos los periodistas, todos los diarios decían que estaba arreglado y que no pasaba nada."
La crisis fue para los medios internacionales un "choque de autos en cámara lenta", por lo previsible. Los republicanos decían desde 1997 que había que abandonar a países como la Argentina que debían defaultear sus bonos y pagar por anticipado al FMI. Anne Krueger, número 2 del FMI, propuso una ley de quiebras para países, mientras De la Rúa intentaba el canje de noviembre de 2001. La Presidenta acusó de encubrir la crisis al economista Jorge Avila, profesor del CEMA, donde se graduó Boudou.
Las advertencias de que la Argentina marchaba hacia el colapso, hechas por Avila y otros economistas, sacaron de quicio a Cavallo. Los acusó "traidores a la patria" en 2001, en una entrevista con LA NACION que, como todos los medios, reflejaba el debate. El 30 de noviembre de 2001, Ambito Financiero anticipó el corralito. Durante todo el año los ahorristas retiraron miles de millones de dólares en depósitos, advertidos de las dificultades del Gobierno.

Las consecuencias de ser falaz en política son imprevisibles, es muy cierto; pero siempre son malas. Cuán malas, depende de cuanto tiempo se le permita al político de turno, mentir. La estrategia de poblar a un discurso de cifras y comparaciones tiene un componente tan claro como irresistible. Es como cuando siendo niños, le poníamos colores y dibujitos a cuanta composición hiciéramos, en aras de llamar la atención.
Lo malo de eso es que queda fijado en la memoria, e irremediablemente –en el caso de la política- quedará estacionado en algún registro público. Los políticos tienden a contar la mitad de la verdad, la que les conviene, para que sus plataformas momentáneas tengan sentido. No advierten que la mitad de la verdad, siempre es una mentira que, al someterla a su natural contraste, a su cara oculta, salta a la vista con luces de neón.
Porqué permitimos esto? Es la simpleza de la militancia, que tiene mucho que ver con el fanatismo, y que a pesar de repetirse en la historia, tiene como componente único la personalidad irresistible del líder que nos convence con su diatriba… y con nuestro permiso, obvio.