Mientras
el desplome del precio del petróleo es un dolor de cabeza para muchos países,
para otros es una gran bendición. Los consumidores, que también salen
beneficiados, aún no sienten los efectos positivos. Analicemos las razones.
En marzo de 2008, el precio
del petróleo llegó a la cifra récord de 105 dólares el barril. Había subido en
solo un año 50 dólares y eso tenía a medio mundo alarmado y buscando cómo
enfrentar las consecuencias negativas de dicha alza. Para examinar formas de
encarar la situación, a instancias del Banco Mundial y la Universidad George
Washington se reunieron, en marzo de ese año, más de 140 autoridades de bancos
centrales, ministerios de Energía y Finanzas, ejecutivos de empresas
petroleras, representantes de consumidores de petróleo de la industria pesada,
así como economistas.
La gran preocupación
radicaba en que el aumento de los costos de la energía perjudicaba el
crecimiento global. Como resultado, varios países en desarrollo comenzaron a
perder terreno en la lucha contra la pobreza. Por ejemplo, en Filipinas 4
millones de personas volvieron a caer en esa condición en 2008. El alza del
precio obligó a algunos países a mantener los subsidios al petróleo y compensar
a los pobres.
Pues bien, siete años
después, el mundo está tan alarmado como antes, pero esta vez por una situación
contraria. El precio del crudo va cuesta abajo. La semana pasada cruzó la
barrera de los 50 dólares el barril. En el último año, la referencia WTI (de
Estados Unidos) ha caído 48 por ciento, mientras que el Brent (de Londres) lo
ha hecho en 56 por ciento.
El desplome del precio
tiene en serios apuros a países productores como Rusia, algunos de Oriente
Medio, el norte de África y Venezuela que es, de lejos, el mayor perdedor.
Según el Banco Mundial, por cada 10 por ciento que se abarata el petróleo,
estos países exportadores podrían ver reducido su crecimiento hasta en 3 puntos
porcentuales.
Pero no son los únicos
afectados. El petróleo juega un papel muy importante en varias economías
latinoamericanas como Ecuador, Colombia, México, Brasil y Argentina. El impacto
sobre los dos primeros es significativo, pues sus exportaciones dependen en 60
y 67 por ciento, respectivamente, del petróleo. Se estima que por el desplome
del precio del crudo, Colombia dejará de recibir este año 9 billones de pesos.
La situación de México,
segundo productor de la región, es diferente pues su fuerte sector
manufacturero se beneficia de la baja de los costos de la energía. Para Brasil
la situación es menos dramática, pues depende mucho menos de los ingresos
petroleros, lo que no quiere decir que no lo afecte. Tanto en México como en
Brasil, la caída de los precios pone en riesgo los planes de inversión para
explotar más petróleo, en especial los yacimientos en aguas profundas.
También en Argentina el
tema tiene doble cara. En el corto plazo alivia las cuentas fiscales porque
abarata las importaciones de combustibles, pero en el largo es una mala noticia
para sus proyectos de invertir en hidrocarburos no convencionales en la llamada
formación Vaca Muerta.
La brusca caída en la
cotización también preocupa en Wall Street, donde las acciones de las grandes
petroleras se han desplomado. Los analistas pronostican un descenso de más del
20 por ciento en las utilidades de las compañías energéticas en ese mercado
neoyorquino.
En Economía, lo malo
para unos puede ser bueno para otros. El Banco Mundial (BM) señala que los
beneficios de la caída del crudo pueden ser muy significativos para los países
en desarrollo que son importadores. Los precios más bajos contribuirán al
crecimiento y reducirán las presiones fiscales, inflacionarias y externas de
India, Sudáfrica o Turquía.
Los países en desarrollo
que importan crudo tienen la gran oportunidad de llevar a cabo reformas
estructurales y financiar programas sociales con el excedente inesperado de las
nuevas importaciones más baratas. De acuerdo a eso, una caída del 30 por ciento
en el precio del petróleo podría repercutir en un crecimiento de la economía
global de medio punto porcentual a mediano plazo. Para los países importadores
este medio punto del PIB se lograría con una reducción del 10 por ciento en el
precio del petróleo.
Algunos países están
frotándose las manos, entre ellos España, que depende en más del 90 por ciento
del petróleo que trae del exterior. Cualquier abaratamiento de esta materia
prima representa una reducción de los costos en general.
Entre tanto, Chile es el
más beneficiado en América Latina. Depende en buena medida de la producción de
cobre, que consume mucha energía que ahora se abarata. Según el banco de
inversión británico Barclays Capital, para Chile, el mayor importador de crudo
del área, la caída de los precios podría ayudar a aliviar la inflación.
Otros beneficiados son
los países de Centroamérica y el Caribe, porque son importadores netos.
Ahora bien, dado que el
petróleo es un factor determinante en la canasta de costos de muchos bienes y
servicios, su caída debería reflejarse en el descenso de algunos precios, por
lo menos en teoría. Se considera, por ejemplo, que se deben abaratar los costos
del transporte —tierra, mar y aire— En este sentido, los consumidores
esperarían pagar menos por la gasolina, pero no ha sido así. Un informe de la
BBC señala que en América Latina siguen pagando igual o incluso más que hace
seis meses.
A los colombianos llenar
el tanque del carro les cuesta hoy casi lo mismo que cuando el barril estaba en
100 dólares. A los mexicanos aún más. Las razones, en la mayoría de los países,
están en los impuestos y los subsidios. Mientras que en Colombia, en los
últimos seis meses, el barril de crudo cayó en más del 50 por ciento, el precio
del galón de gasolina apenas disminuyó 3 por ciento.
Pero Colombia está lejos
de tener el combustible más caro de la región. Al inicio del año, el precio en
Argentina llegaba a 1,31 dólares por litro y superaba al de Uruguay. En México
se vive una situación similar. En diciembre pasado la gasolina costaba 0,91
centavos de dólar por litro y el primero de enero se declaró un aumento de 1,9
por ciento.
Y mientras el precio de
la gasolina ha caído rápidamente en Estados Unidos, en Europa los gobiernos
aplican impuestos que encarecen el precio que paga el público. Por otro lado,
dada la conexión que existe entre el precio de la energía y el de los
alimentos, la caída del petróleo —en la teoría— debería favorecer la seguridad
alimentaria del mundo.
Los altos precios
energéticos de los últimos años aumentaron los costos de los fertilizantes y el
transporte. Además, estimularon la producción de biocombustibles, lo que hace
que los alimentos se usen para mover los autos. Se esperaría que en un escenario
contrario, como el actual, la situación se invierta.
Se estima que el precio
de los alimentos y de la energía representa más del 70 por ciento de la canasta
de consumo de los pobres, lo que significa que las consecuencias de la caída
del petróleo, a largo plazo, deberían ser favorables, puesto que los pobres del
planeta son altamente vulnerables a los efectos del aumento de precios en los
combustibles y los alimentos.
El asunto es que a lo
largo de la historia se ha mostrado cómo el vaivén del petróleo perjudica a
unos y favorece a otros. Son las dos caras de la moneda,
Muchos se preguntan por qué no bajan los precios atados al petróleo. En el caso
de la gasolina, hay varias razones. Una de ellas es la fórmula para
calcular el precio del combustible en la que la tasa de cambio es una variable
de gran peso. En seis meses las devaluaciones han tenido peso propio. Además,
están los impuestos que representan más del 50 por ciento del precio de la
gasolina, en algunos casos.
Los
tickets aéreos tampoco bajan, aunque la gasolina pesa un 40 por ciento en los
costos operativos de la industria aérea, y eso es por los efectos
devaluatorios. Se estima que alrededor del 60 por ciento de los costos
operacionales de las compañías está atado al dólar.
Otro sector que debería
beneficiarse con el desplome de los precios del petróleo es el transporte de
carga por carretera si se tiene en cuenta que los combustibles representan el 39s
por ciento de sus costos operativos. Pero como ni la gasolina ni el gasoil han
descendido sustancialmente de precio, el sector ha advertido que viene un
encarecimiento de los fletes.
Por otro lado, tampoco
se ha sentido la reducción en el precio de la urea, uno de los fertilizantes
más importantes para la agricultura, y cuya materia prima es el petróleo.
Mientras el petróleo ha caído un 50 por ciento, el costo de la urea en
Latinoamérica solo ha descendido un 5 por ciento.
No está
dicha la última palabra en la baja del crudo, ni mucho menos.
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