La observación primaria de los hechos devenidos de las
decisiones de los políticos, fundamentalmente argentinos, me ha convencido de
que el comportamiento humano no puede explicarse primariamente por la
determinación social o discusión racional, sino más bien descansa
en algún impulso innato, presocial, en los individuos. Por eso es que los ideólogos, cuando entran en dificultades, persiguen siempre a la gente para que acepte soluciones a problemas creados generalmente por ellos, por medios que tratan de imponer arbitrariamente.
Y allí se centra, explícita, la debilidad esencial de la ideología
al final del camino, porque como ha demostrado la evidencia histórica, la
coerción hacia la libertad raramente conduce a la libertad, ya que está probado
que el hombre, por su naturaleza esencial, perseguirá eternamente su propia
“aventura cultural”.
Aquellos que tratan de imponer ideas supuestamente correctas -con
exclusión de cualesquier otra-, niegan los derechos de aquellos que no comparten
su peculiar criterio de unanimidad y no aceptan ni comprenden al mismo tiempo,
que una verdad pierde validez cuando se promueve el silencio de quienes tengan
algo que decir al respecto.
Es tan extremo en su contexto, que por obra de la ideología se llega
al punto de pretender que las libertades por las que los hombres de fines del
siglo XVIII y los del XIX se esforzaron y lucharon, se conviertan en fantasmas
sin contenido, defraudando cualquier esperanza cifrada en aquellas.
El preámbulo no es caprichoso, y viene a cuento en referencia a
la conferencia de prensa de Axel Kicillof, celebrada en el consulado argentino
de New York en estos días pasados, anunciando el fracaso de las negociaciones
de la deuda argentina con los holdouts. Analizándola con lupa, es una pieza
retórica que calza perfectamente dentro de los estrechos márgenes psicológicos
de un ideólogo a ultranza, que no acepta la razón de ser de nada que no coincida
con, en este caso, su “relato”.
A mi modo de ver, CFK y su imberbe envalentonado ministro, han
conformado un tándem diabólico y no pasa día en el que no estén reunidos “relojeando
la realidad”, para ver de qué manera podrán estrechar el cepo cultural con el
que pretenden vendernos su visión deformada de la misma. Mientras tanto,
mienten con una desfachatez que asombra, dando vuelta cualquier argumento “por zurda”,
es decir, por el lado más desprotegido y difícil de contradecir de inmediato.
En ocasiones, observando sus desmanejos, me encuentro sacudiendo
la cabeza varias veces a fin de percatarme si lo que dicen/hacen es una
fantasía o no, pero es tal la habilidad que han desarrollado durante estos
años, que se han puesto duchos en “ramificar” sus conclusiones esotéricas
haciéndolas aparecer durante algunas horas como razonables. Solo después de
transcurrido algún tiempo, las evidencias de la realidad dan por tierra con el
fanatismo en el que pretenden envolvernos.
La habilidad para arrastrar al rebaño es ostentosa. Basta mirar
las redes sociales de sus descerebrados y adocenados seguidores, unos instantes
después de haberse lanzado una nueva consigna, batiendo el parche para
amplificar el discurso/verso del momento. Así estamos.
Pero por desgracia para el kirchnerismo, por más furiosos que se
pongan, la realidad les ha puesto una pared por delante. A nosotros solo nos
queda contar –como los presos en sus celdas-, los días que nos faltan para
liberarnos de la tortura de su presencia y no volver a verlos nunca más en la
cercanía de cualquier gobierno del futuro.
Mientras tanto, me late el dudoso honor de adelantarle a CFK la
definición que hace varios días nos está desafiando a encontrar para la
situación que se ha presentado: es, esencialmente, un default “ideológico”.
Digo.
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