domingo, 3 de agosto de 2014

Un default ideológico

Por Ariel Torres


La observación primaria de los hechos devenidos de las decisiones de los políticos, fundamentalmente argentinos, me ha convencido de que el comportamiento humano no puede explicarse primariamente por la determinación social o discusión racional, sino más bien descansa en algún impulso innato, presocial, en los individuos. Por eso es que los ideólogos, cuando entran en dificultades, persiguen siempre a la gente para que acepte soluciones a problemas creados generalmente por ellos, por medios que tratan de imponer arbitrariamente.

Y allí se centra, explícita, la debilidad esencial de la ideología al final del camino, porque como ha demostrado la evidencia histórica, la coerción hacia la libertad raramente conduce a la libertad, ya que está probado que el hombre, por su naturaleza esencial, perseguirá eternamente su propia “aventura cultural”.

Aquellos que tratan de imponer ideas supuestamente correctas -con exclusión de cualesquier otra-, niegan los derechos de aquellos que no comparten su peculiar criterio de unanimidad y no aceptan ni comprenden al mismo tiempo, que una verdad pierde validez cuando se promueve el silencio de quienes tengan algo que decir al respecto.

Es tan extremo en su contexto, que por obra de la ideología se llega al punto de pretender que las libertades por las que los hombres de fines del siglo XVIII y los del XIX se esforzaron y lucharon, se conviertan en fantasmas sin contenido, defraudando cualquier esperanza cifrada en aquellas.

El preámbulo no es caprichoso, y viene a cuento en referencia a la conferencia de prensa de Axel Kicillof, celebrada en el consulado argentino de New York en estos días pasados, anunciando el fracaso de las negociaciones de la deuda argentina con los holdouts. Analizándola con lupa, es una pieza retórica que calza perfectamente dentro de los estrechos márgenes psicológicos de un ideólogo a ultranza, que no acepta la razón de ser de nada que no coincida con, en este caso, su “relato”.

A mi modo de ver, CFK y su imberbe envalentonado ministro, han conformado un tándem diabólico y no pasa día en el que no estén reunidos “relojeando la realidad”, para ver de qué manera podrán estrechar el cepo cultural con el que pretenden vendernos su visión deformada de la misma. Mientras tanto, mienten con una desfachatez que asombra, dando vuelta cualquier argumento “por zurda”, es decir, por el lado más desprotegido y difícil de contradecir de inmediato.

En ocasiones, observando sus desmanejos, me encuentro sacudiendo la cabeza varias veces a fin de percatarme si lo que dicen/hacen es una fantasía o no, pero es tal la habilidad que han desarrollado durante estos años, que se han puesto duchos en “ramificar” sus conclusiones esotéricas haciéndolas aparecer durante algunas horas como razonables. Solo después de transcurrido algún tiempo, las evidencias de la realidad dan por tierra con el fanatismo en el que pretenden envolvernos.

La habilidad para arrastrar al rebaño es ostentosa. Basta mirar las redes sociales de sus descerebrados y adocenados seguidores, unos instantes después de haberse lanzado una nueva consigna, batiendo el parche para amplificar el discurso/verso del momento. Así estamos.

Pero por desgracia para el kirchnerismo, por más furiosos que se pongan, la realidad les ha puesto una pared por delante. A nosotros solo nos queda contar –como los presos en sus celdas-, los días que nos faltan para liberarnos de la tortura de su presencia y no volver a verlos nunca más en la cercanía de cualquier gobierno del futuro.

Mientras tanto, me late el dudoso honor de adelantarle a CFK la definición que hace varios días nos está desafiando a encontrar para la situación que se ha presentado: es, esencialmente, un default “ideológico”.


Digo.

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