Por Ariel Torres
Si
los que nos dirigen se tomaran el trabajo de leer algo de historia de la moneda,
advertirían que no ha sido un invento caprichoso de los gobiernos ni de nadie
en particular. Fue una necesidad de la gente. Descubrieron que en vez de hacer
trueque, es decir, cambiar trigo por carne, era más conveniente utilizar alguna
mercadería que fuera universalmente aceptada. Es decir, la gente descubrió los
beneficios del intercambio indirecto utilizando alguna mercadería como medio de
intercambio.
Lo
he explicado en alguna oportunidad: la moneda es como una autopista que permite
agilizar las transacciones. Un profesor de historia le da clases a quienes
desean saber sobre la disciplina, recibe como pago moneda y con ella compra la
cantidad de pan que desea sin necesidad de buscar algún panadero que quiera
tomar clases y le entregue 20 kilos de pan por las clases.
El
primer dato a tener en cuenta es que la moneda no es un invento de los
gobiernos sino que es un descubrimiento del mercado para agilizar las
transacciones. En segundo lugar, la moneda tiene que cumplir dos requisitos
básicos: a) ser aceptada ampliamente
como medio de intercambio y b) ser reserva de valor. Una barra de hielo o
un helado de dulce de leche no servirían como reserva de valor. Se derriten
rápidamente.
Como
buen ejemplo, podemos tomar el caso de la barra de hielo: el que la recibe al
final tendría mucho menos hielo que el que la recibió primero. Pues bien, esto
es lo que pasa con el peso. Se derrite como una barra de hielo por la emisión
monetaria que genera el Banco Central. Por lo tanto, cuando el BCRA emite para
financiar al tesoro, los primeros en recibir esos pesos todavía no sufrieron el
impacto de la inflación, pero a medida que esos pesos van circulando los
últimos en recibirlos pierden poder de compra. Si la barra de hielo pesaba 5
kilos, el que la recibe al final tiene una barra de hielo de 1 kilo y puede
comprar menos que el que la recibió primero con los 5 kilos. Por eso el
Gobierno se beneficia con la inflación durante un tiempo, aunque no lo diga.
Porque es el que emite moneda en forma monopólica.
Lo
anterior sirve para darse cuenta que la gente huiría de la barra de hielo antes
que pierda peso. En economía eso se
llama huir del dinero. La gente se saca de encima los pesos rápidamente
porque sabe que si los conserva se derriten como una barra de hielo y podrá
comprar menos bienes con el transcurso del tiempo. Si en una economía se
intentara usar las barras de hielo como moneda, al poco tiempo volverían al
trueque porque no cumpliría con la función de reserva de valor. Y, al volver al
trueque, la economía perdería
productividad. Eso es lo que está pasando con el peso. Es una barra de
hielo que se derrite rápidamente, trabando las transacciones de largo plazo e
impidiendo hacer cálculo económico (estimar la rentabilidad de una inversión). Pero
como tampoco sirve como reserva de valor para ahorrar, no hay crédito, siendo
que el crédito es el ingreso no consumido. Cuando hay inflación, la gente
ahorra en bienes que le permitan refugiarse de la misma, o en dólares, no
ahorra en barras de hielo.
Sin
crédito, no hay inversiones de largo plazo que permitan aumentar la
productividad y la cantidad de puestos de trabajo, y la economía retrocede.
Mientras
el Gobierno siga creyendo que pude emitir a tasas del 40% anual sin que nada
pase, la situación tenderá a agravarse. Es
más, mientras en el Gobierno crean que el ahorro se puede emitir, en vez de
generar, el problema será cada vez mayor.
Es
claro entonces que no debe sorprender que la economía argentina entre en un
proceso de recesión con inflación. Podrán emitir todo lo que quieran, pero ya
no van a reactivar la economía al estilo keynesiano porque la gente huye del
peso. Solo generarán más inflación, mayor distorsión de precios relativos y más
trabas al proceso económico, a pesar de la pesificación forzada que quisieron
imponer. Claro que para tener de nuevo una moneda que agilice las transacciones
al igual que una autopista agiliza el tránsito, primero la gente del Gobierno
tiene que olvidarse del relato del mundo maravilloso que nos quieren vender y
poner los pies sobre la tierra.
Si
–por el contrario y como vemos diariamente- optan por seguir con el relato del
modelo y negar la realidad, el efecto que causarán será el de poner la barra de
hielo en la terraza del edificio con 38 grados de temperatura, es decir,
acelerar la inflación, trabar la economía y hacer que el Blue no vea su techo
en el corto plazo.
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