Por Ariel Torres
Nuestro querido país allá por la década del 30, tenía el doble de PBI que nuestro vecino Brasil. Hoy es aproximadamente 4 veces y medio más chico. Para corregirnos, tenemos que investigar qué pasó. Tenemos que cambiar nuestras creencias, pues las que tenemos no dan resultados. Es difícil la tarea, especialmente, porque los que se benefician con estas creencias han logrado convencer al pueblo, al que explotan, de que son las mejores, aunque los resultados estén a la vista.
No hemos respetado nada: a los que reciben un sueldo en moneda argentina o ahorran en esa moneda, les pagamos con inflación para ir sacándoles de a poco lo que van ganando. A los que nos prestan dinero en moneda extrajera (bonistas) para los fines que tenga nuestro Estado se les declara el default cuando llegan las primeras dificultades financieras. A las empresas formales, que tienen tecnología de clase mundial, que traen recursos financieros cuantiosos, que hacen crecer como proveedores o distribuidores a miles de Pymes, les ponemos regulaciones agobiadoras hasta que se agotan sus resultados y finalmente se mudan a otros países. Casi todas las empresas argentinas que tenían su casa matriz en Buenos Aires han tenido que trasladarse a otras jurisdicciones pues aquí no encontraron seguridad jurídica y, además, tenían que pagar tasas de interés de 900 puntos básicos mayores que en otros lugares, por el "el riesgo país" que introduce un estado defaulteador. A los que jóvenes que más estudian y se destacan, se los relega prefiriendo a los que poco saben pero dedican su tiempo a relacionarse con los que manejan el Estado. Resultado, casi todos nuestros mejores cerebros emigran. Es difícil crecer de esta manera.
Cuáles son algunas de nuestras creencias? "Un poco de inflación es buena para el crecimiento", "para qué estudiar y sacrificarse si el que no estudió nada gana más con sólo venderse y entrar en la trenza política o el Estado", "para qué invertir dinero en una empresa, si el Estado pone la plata en tu competidor, o te regula hasta sacarte de competencia". Y así podríamos seguir...
Para desarrollarse cuentan mucho las instituciones y las reglas del juego que deben mantenerse a lo largo de los años, haya o no dificultades. Las instituciones dependen sobremanera de los actores políticos que las manipulan. De ahí que las malas instituciones son una consecuencia de los sistemas políticos que seleccionan dirigentes que otorgan ventajas a los amigos ligados a ellos, aunque se diga que es para favorecer a las mayorías, que se van empobreciendo. Es lo que ha pasado en la Argentina en el último siglo.
Nuestro pueblo ha ido creyendo, gradualmente, que para desarrollarse hace falta un "líder" (Rosas, Irigoyen, Perón). Esta creencia esta enquistada en la sociedad. A la gran mayoría no le importa si se respetan o no las instituciones, siempre que no les afecte en algo a él o ella o a su familia (ya sea un accidente por falta de inversión o un robo o un asesinato por falta de instituciones policiales). Pero si una persona o un conjunto de personas se pone por encima de las reglas o las cambia para su conveniencia, a la mayoría de nuestra sociedad no le preocupa. Es mas, le parece bien tener un líder que haga eso y que se perpetúe en el poder, como ocurre en muchas provincias.
La economía depende de la política y la política de las instituciones y reglas del juego para la selección de los dirigentes y de las mejores estrategias para el desarrollo del país. En la Argentina, la selección de dirigentes es una selección adversa, con sus mínimas excepciones. Por ejemplo, podemos decir que los dirigentes que priorizan el cortoplacismo, que no dudan en imponer una estrategia de consumir el capital hasta que se terminen todos los ahorros acumulados en el pasado en distintos sectores, para mostrar un crecimiento del consumo en el presente. En el corto plazo no es una estrategia de desarrollo, es simplemente un error que hay que corregir cuanto antes.
Para un economista, que quiere a su país, este deterioro es algo doloroso, ya que podría evitarse. La solución, sin embargo, no viene de la economía, sino de la política y especialmente de un sistema político más democrático, más sólido, mas honesto, con mejores dirigentes, más éticos, más preocupados por el bien común que por sus propios intereses. Debemos luchar sin descanso hasta lograrlo. No podemos dejar que grupos de inescrupulosos, encaramados en los partidos, nos arrebaten los ideales y nos hundan el país. Queremos recuperan el orgullo de ser argentinos.
La Economía no es una ciencia exacta, nunca lo fue. Es la Ciencia Social por naturaleza, porque de ella debe nutrirse la política para, con sus instrumentos, proporcionar a la gente el mayor bienestar posible, para de esa forma generar un legado. Legado que, si nuestros líderes pensaran en la grandeza que otorga el largo plazo de las políticas de estado, nos engrandecería como sociedad.
Como país, como Nación. Este país y esta nación que me otorgó la identidad de la que no reniego.
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