domingo, 29 de abril de 2012

Cuando las Instituciones son mera semántica


Por Ariel Torres
Tengo 47 años, y he vivido una rica vida institucional. Fui contemporáneo con la dictadura, la vuelta a la democracia, la convertibilidad, la desestabilización institucional del 2001/2002, pero les confieso que nunca algo como esto.
Por estos días se han hecho realidad todas aquellas advertencias sobre la crisis energética que tanto habían pronosticado los expertos en el tema, pronóstico que, en varias oportunidades, fue descalificado por miembros del Gobierno a tal punto que, en algún momento, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, llegó a afirmar que iba a "llover" gasoil. Yo no me explico cómo hacemos los argentinos para no hacer pagar a los funcionarios por la liviandad de sus palabras.
En rigor, cualquier economista con un mínimo de formación podía advertir que más tarde o más temprano la crisis se iba a producir. De hecho, lo he venido explicando en estas columnas desde hace tiempo, en un lenguaje llano y claro, para que aquellos que me leen, me ayuden a comprender tanto fárrago de intelectuales desaguisados. El razonamiento era muy sencillo: cuando el Estado establece un precio máximo, siempre lo hace por debajo del nivel que hubiese fijado el mercado. Es un axioma ortodoxo. Si el mercado, funcionando libremente, establece un precio de 10 para un determinado producto, cuando el Estado interviene para fijar un precio máximo, siempre lo va a hacer por debajo de 10. No tendría sentido que pusiera un precio máximo de 10, porque es el precio en el que está funcionando el mercado, y tampoco establecerlo en 11 o 12.
Como ya lo hemos vivido tantas veces en los últimos 50 o 60 años, si el Estado fija el precio por debajo del nivel del mercado, el efecto inmediato es que aumenta la demanda (a menor precio más demanda) y disminuye la oferta (el productor carece de estímulos para producir más). Otros efectos de los precios máximos son que las inversiones se desvían hacia sectores no regulados de la economía, la oferta de largo plazo del bien regulado sigue cayendo y, finalmente, aparece el desabastecimiento, el mercado negro, la viveza criolla, etc.
Las continuas intervenciones del Estado en la economía vienen generando este tipo de problemas y en el caso de la energía era previsible. El bache entre oferta y demanda fue cubierto con importaciones; esto afectó el saldo de balance comercial e incrementó el déficit fiscal por los subsidios que otorga el Estado para mantener, entre otros rubros, artificialmente bajas las tarifas de ciertos servicios públicos.
De manera que lo que ocurrió con el tema petróleo y gas es de manual de economía. No debería causar ninguna sorpresa ni disgusto en el Gobierno. Era exactamente previsible.
Por qué falta petróleo y gas, la carne subió tanto de precio, no se encuentran mercaderías -como por ejemplo la yerba- en los negocios... y cosas por el estilo?
Para responder al caso del petróleo y el gas, respuesta que puede extenderse al resto de los productos, es que en el caso argentino no falta petróleo o gas. Faltan instituciones. Es decir, reglas de juego claras y estables, respeto por los derechos de propiedad, menor intervención del Estado, etc. Se produce poco, porque nadie invierte en un país en el cual no hay previsibilidad, sino que reina la arbitrariedad del funcionario de turno.
En los últimos días hemos escuchado la palabra soberanía como nunca antes, especialmente aplicada a la matriz energética. Si bien podemos discutir la aplicación del término, aceptémosla como sinónimo de independencia. Uno de los argumentos que se esgrimen para estatizar YPF es que se recupera la soberanía hidrocarburífera. Es más, el proyecto de ley para estatizar YPF lleva el título de "Soberanía hidrocarburífera de la República Argentina". La realidad es que la soberanía de un país no pasa por tener petróleo y gas, y menos por que ese petróleo y gas esté en manos del Estado. Hasta donde yo sé, Alemania, Japón y Suiza, por citar algunos ejemplos, no tienen ni gas ni petróleo, y nadie puede dudar de la soberanía de cada uno de ellos, y mucho menos de la mejor calidad de vida de sus habitantes respecto de la que tenemos los argentinos.
Para citar otro ejemplo, Estados Unidos no tiene una línea área de bandera como nosotros, ni una empresa petrolera de capitales estatales, y a nadie se le ocurre pensar que no es un país soberano.
Qué tienen esos países que nosotros no tenemos? Ellos tienen instituciones y nosotros tenemos petróleo, pero no tenemos instituciones, por eso el petróleo y el gas que hay en el subsuelo argentino es un recurso natural y no es riqueza, porque para que un recurso natural se transforme en riqueza hace falta que alguien arriesgue su capital para explotarlo, lo procese y lo envíe al mercado.
Ahora bien, como decía antes, en la medida en que sigamos sin respetar la propiedad privada, los precios de los bienes y servicios se fijen arbitraria y políticamente, la presión impositiva sea asfixiante, la inflación impida el cálculo económico y la incertidumbre económica domine a los agentes económicos, la inversión va a ser mínima y los recursos naturales seguirán siendo recursos naturales pero no riqueza.
La ecuación es muy sencilla, la gente puede acceder a un mejor nivel de vida en la medida en que su ingreso le permita acceder a una mayor cantidad de bienes y servicios y cada vez de mejor calidad. Para eso se necesitan inversiones y éstas son hijas del respeto a la propiedad privada, la disciplina monetaria y la fiscal. Estas tres condiciones no se verifican hoy en la Argentina, por lo tanto, por más que nos envolvamos en la bandera de la soberanía, los bienes y servicios seguirán siendo escasos sin las condiciones mencionadas.
Los países son soberanos, no porque a una ley se la titule con la palabra soberanía, sino que son soberanos cuando adoptan reglas de juego que atraen las inversiones y permiten que la gente desarrolle su capacidad de innovación. El resto es puro cuento populista.

lunes, 16 de abril de 2012

Una Argentina enferma y anémica de valores.

Por Ariel Torres 
En estos últimos días me he visto tentado de acercar mi pensamiento al Relato, para tratar de entender de la mejor manera a lo que yo considero un "vaciamiento de la realidad". Lo he intentado porque considero que siempre se está a tiempo de cambiar de opinión, aunque siempre afirmo que si las convicciones son firmes, girar en las consideraciones personales es bastante difícil.
El Padre Nuestro de esta gente que nos gobierna es el "Vamos por Todo", con convicción u obediencia debida... no lo tengo muy en claro.
Un intelectual progresista, en representación de muchos, sugirió que el escándalo Boudou no era importante. Que siguen apoyando al Gobierno por sus "políticas globales" y que cerrarán filas. Ese pensamiento ruin sintetiza todos los vicios de un sector ideológico que durante años fue la última línea de defensa frente al avance de la corrupción, la impunidad y la prepotencia del poder. Y que ahora ha adoptado la negación, el relativismo moral y el verticalismo más reaccionario.
Se ve que entre las "políticas globales" que apoyan los progresistas del kirchnerismo no figuran la transparencia, la lucha contra la corrupción ni la independencia judicial. Y que las "políticas globales" no pueden seguir defendiéndose mientras el propio proyecto se saca de encima las lacras que lo acechan. Es difícil entender esto último: tienen la insólita idea de que tapando los pecados de su propio gobierno le hacen un favor.

Ya es evidente, después del avance que se está produciendo sobre YPF y después de tapar, en vez de estimular, la búsqueda de la verdad en la causa que compromete al vicepresidente de la Nación, que, desde el punto de vista institucional, el Gobierno se está conduciendo como un tren sin frenos. Todos los obstáculos para conseguir los propios fines son atropellables, se trate de una empresa privada, del jefe de los fiscales, de la Justicia o de los medios de comunicación. Se está instalando también en el país la noción de que el fin -el propio- justifica los medios, olvidando que la naturaleza de los medios determina la naturaleza del fin y que no hay manera de conseguir fines nobles con medios innobles. Es realmente una pena: la corrupción sigue siendo un tema estructural irresuelto, y cuando aparece la oportunidad de investigarlo y, en caso de verificarse, purgarlo, emerge la decisión de protegerlo y darle asilo dentro del sistema.
La calidad institucional no gozaba de su mejor momento en la Argentina, pero se cayó varios escalones en estas últimas horas. Ya no se trata de la inocencia o culpabilidad de Boudou. Se trata de algo mucho más grande. Aunque convengamos que el miedo era tan intenso que no trepidaron en tirar por la ventana a un prócer del setentismo acusándolo de tráfico de influencias, ni en revelar diálogos secretos que los autoincriminan política y penalmente con tal de pasar a retiro a Daniel Rafecas.
El Gobierno no podría llevar a cabo este tétrico espectáculo si el progresismo rompiera el silencio y dijera basta. Sé que en esa caudalosa corriente de pensamiento hay muchas personas que están consternadas, pero que callan por temor a ser arrojados fuera del paraíso. O porque ceden a la gastada extorsión de que convalidar disciplinadamente lo abominable es necesario para no ser "funcionales a la derecha". Los cínicos y fanáticos no tienen cura. Pero los kirchneristas de buena fe sí la tienen. Hay miles. Tragan y tragan sapos, sin saber que su voz sería fundamental para que los canallas no se salgan con la suya y para que nuestra sociedad política no se dirija nuevamente a una frustración y a un chiquero. Incluso para mejorar el gobierno que adoran. Mientras no lo hagan, todos deberemos entender que la última línea de defensa se ha quebrado. Y que el progresismo traicionó su propia naturaleza.

Es que la Argentina se ha convertido en un cuerpo que no se decide a expurgar aquello que lo daña, un cuerpo que protege sus propios virus y neutraliza simultáneamente los anticuerpos. La presión que se está produciendo sobre los resortes que protegen al sistema, en una maniobra que tiene un efecto similar a la de provocarse una inmunodeficiencia. La cuestión recuerda a un proceso biológico denominado apoptosis: si las células de un cuerpo que están programadas para morir no mueren, provocan enfermedades de todo orden. Uno no puede descartar que en el cuerpo social pase algo parecido, y que cuando no funcionan los mecanismos de depuración de lo que es necesario que sea depurado, la toxicidad se recicle indefinidamente hacia adentro. Sin embargo, así como es impresionante ver avanzar esta locomotora en la que se ha convertido el Gobierno, que no se detiene ante nada, también lo es ver lo inerme que se encuentra el país ante esta situación.
Es que el misterio más profundo no radica nunca en la obscenidad del poder. El misterio más profundo es la aceptación y el consumo ávido por parte de la ciudadanía de este espectáculo, que la excita a la vez que la deja impotente. Se trata de algo que viene de lejos, al menos desde la era Menem, y que no tiene carácter transitorio. Es algo más denso que la tinellización de la política: bajo la apariencia de la superficialidad se transan cuestiones más relevantes. Se puede expresar con una figura: así como se lavan los activos en efectivo visibilizándolos y depositándolos en el sistema bancario, un lavado de valores se está produciendo también colectivamente cuando se habilita su exteriorización en la vida pública en forma crónica, sostenida y sin consecuencias. 
Este parece ser el núcleo de la cuestión, la causa más lejana, el contexto propicio para que estas cosas sigan ocurriendo y que apenas vayan mutando de rostro, de tapado, de figura política.

jueves, 12 de abril de 2012

La Economía como política esencial

Por Ariel Torres
Nuestro querido país allá por la década del 30, tenía el doble de PBI que nuestro vecino Brasil. Hoy es aproximadamente 4 veces y medio más chico. Para corregirnos, tenemos que investigar qué pasó. Tenemos que cambiar nuestras creencias, pues las que tenemos no dan resultados. Es difícil la tarea, especialmente, porque los que se benefician con estas creencias han logrado convencer al pueblo, al que explotan, de que son las mejores, aunque los resultados estén a la vista.
No hemos respetado nada: a los que reciben un sueldo en moneda argentina o ahorran en esa moneda, les pagamos con inflación para ir sacándoles de a poco lo que van ganando. A los que nos prestan dinero en moneda extrajera (bonistas) para los fines que tenga nuestro Estado se les declara el default cuando llegan las primeras dificultades financieras. A las empresas formales, que tienen tecnología de clase mundial, que traen recursos financieros cuantiosos, que hacen crecer como proveedores o distribuidores a miles de Pymes, les ponemos regulaciones agobiadoras hasta que se agotan sus resultados y finalmente se mudan a otros países. Casi todas las empresas argentinas que tenían su casa matriz en Buenos Aires han tenido que trasladarse a otras jurisdicciones pues aquí no encontraron seguridad jurídica y, además, tenían que pagar tasas de interés de 900 puntos básicos mayores que en otros lugares, por el "el riesgo país" que introduce un estado defaulteador. A los que jóvenes que más estudian y se destacan, se los relega prefiriendo a los que poco saben pero dedican su tiempo a relacionarse con los que manejan el Estado. Resultado, casi todos nuestros mejores cerebros emigran. Es difícil crecer de esta manera.
Cuáles son algunas de nuestras creencias? "Un poco de inflación es buena para el crecimiento", "para qué estudiar y sacrificarse si el que no estudió nada gana más con sólo venderse y entrar en la trenza política o el Estado", "para qué invertir dinero en una empresa, si el Estado pone la plata en tu competidor, o te regula hasta sacarte de competencia". Y así podríamos seguir...
Para desarrollarse cuentan mucho las instituciones y las reglas del juego que deben mantenerse a lo largo de los años, haya o no dificultades. Las instituciones dependen sobremanera de los actores políticos que las manipulan. De ahí que las malas instituciones son una consecuencia de los sistemas políticos que seleccionan dirigentes que otorgan ventajas a los amigos ligados a ellos, aunque se diga que es para favorecer a las mayorías, que se van empobreciendo. Es lo que ha pasado en la Argentina en el último siglo.
Nuestro pueblo ha ido creyendo, gradualmente, que para desarrollarse hace falta un "líder" (Rosas, Irigoyen, Perón). Esta creencia esta enquistada en la sociedad. A la gran mayoría no le importa si se respetan o no las instituciones, siempre que no les afecte en algo a él o ella o a su familia (ya sea un accidente por falta de inversión o un robo o un asesinato por falta de instituciones policiales). Pero si una persona o un conjunto de personas se pone por encima de las reglas o las cambia para su conveniencia, a la mayoría de nuestra sociedad no le preocupa. Es mas, le parece bien tener un líder que haga eso y que se perpetúe en el poder, como ocurre en muchas provincias.
La economía depende de la política y la política de las instituciones y reglas del juego para la selección de los dirigentes y de las mejores estrategias para el desarrollo del país. En la Argentina, la selección de dirigentes es una selección adversa, con sus mínimas excepciones. Por ejemplo, podemos decir que los dirigentes que priorizan el cortoplacismo, que no dudan en imponer una estrategia de consumir el capital hasta que se terminen todos los ahorros acumulados en el pasado en distintos sectores, para mostrar un crecimiento del consumo en el presente. En el corto plazo no es una estrategia de desarrollo, es simplemente un error que hay que corregir cuanto antes.
Para un economista, que quiere a su país, este deterioro es algo doloroso, ya que podría evitarse. La solución, sin embargo, no viene de la economía, sino de la política y especialmente de un sistema político más democrático, más sólido, mas honesto, con mejores dirigentes, más éticos, más preocupados por el bien común que por sus propios intereses. Debemos luchar sin descanso hasta lograrlo. No podemos dejar que grupos de inescrupulosos, encaramados en los partidos, nos arrebaten los ideales y nos hundan el país. Queremos recuperan el orgullo de ser argentinos.
La Economía no es una ciencia exacta, nunca lo fue. Es la Ciencia Social por naturaleza, porque de ella debe nutrirse la política para, con sus instrumentos, proporcionar a la gente el mayor bienestar posible, para de esa forma generar un legado. Legado que, si nuestros líderes pensaran en la grandeza que otorga el largo plazo de las políticas de estado, nos engrandecería como sociedad.
Como país, como Nación. Este país y esta nación que me otorgó la identidad de la que no reniego.

martes, 10 de abril de 2012

No dejemos que la vida nos cambie.

Por Ariel Torres 






La biología nos define tal cual somos desde el nacimiento. Nuestro ADN no se puede cambiar, es inalterable.
Aunque nuestro ADN no es responsable de todo. Somos humanos, la vida nos cambia.

Desarrollamos rasgos nuevos, nos tornamos más o menos territoriales, nos convertimos en máquinas de competir, no siempre aprendemos de nuestros errores, ni nos animamos a enfrentar nuestros miedos más profundos.

Es lo que el mundo hace con nosotros. Si nos acostumbramos a caminar por la vida con las reglas de la vida, terminamos haciendo vida de ovejas, y poco a poco nos imponen cosas: como tenemos que hablar, qué nos tenemos que poner, cuánto tenemos que trabajar, donde no tenemos que ir, cuales cosas decir y cuales no, la manera en la que tenemos que agacharnos ante los quieren doblegarte, cómo decir que sí, y cuando decir que no.

Para bien o para mal, hallamos el modo de ser más que nuestra biología. El riesgo, por supuesto, es que cambiemos demasiado, al punto de no reconocernos. Las heridas dejan de dolernos, aceptamos cada vez más cosas de esas que están lejos de nuestras convicciones, y perdemos el rumbo de nuestras vidas. Ese objetivo que, si bien de traza todos los días, deja de ser un motivo para avanzar y progresar.

Esa fracturas en nuestros espíritu, se asemejan a la foto. Todas o casi todas tienen arreglo. Se atornillan, si es necesario, y el mismo hueso con el tiempo las va cubriendo y soldando. Y así vamos caminando por la vida, soldados, emparchados, pegados, arreglados. A veces bien, que casi ni se nota, de no ser por esos terribles días de humedad, en donde esa rodilla o ese hombro se hacen notar... y otras veces, nos quedan secuelas que no nos permiten caminar bien, o no podemos jugar más al tenis, o levantar cosas pesadas.

Pasamos, por obra y gracia de la repetición de fisuras, a ser pantomimas de nosotros mismos. Caricaturas de lo que alguna vez quisimos ser. Y aceptamos el paso de las cosas como quien se enfrenta a lo inevitable.

Y hallar el camino de regreso puede ser difícil. No tenemos brújula, ni mapa. Pero el hecho de caminar hacia adelante, no significa viajar sin prisa hacia la muerte. Más que eso, significa sumar hechos a nuestra vida, a nuestro camino, a nuestro bagaje, a nuestra experiencia. Sin más reveses que los que nos impone nuestra finitud, y ese es un momento que no elegimos nosotros. Pero sí es nuestro deber prepararnos para que cuando nuestros cuerpos nos pasen las facturas, equilibrarlo con nuestro cerebro. Ser Directores Técnicos de nuestras vidas, con el ánimo de llevar siempre el fuego sagrado en nuestras venas.

Nadie lo hará por nosotros. Ni nosotros debemos hacerlo por nadie.

A veces sólo debemos cerrar los ojos, dar un paso, y rogarle a Dios que podemos llegar a destino.

miércoles, 4 de abril de 2012

Resulta bochornoso creer que la tenemos más larga...

Por Ariel Torres
Sepan disculpar lo futbolero del título de esta nota, pero tiene su correlación explicativa, a saber:
Cuando uno se detiene a analizar la lista de los países que denunciaron a la Argentina por las recientes y farragosas trabas al libre comercio, el mismo es tan largo que sería más fácil nombrar a los que no la denunciaron. Los países más grandes del mundo, incluidos los 27 países de la UE, manifestaron su desagrado por la forma arbitraria en que la Argentina cierra su economía y, no parece ser una cuestión menor las formas en que esto se implementa. Y al hablar de formas se incluyen los modales. La normas de buena urbanidad, diplomacia y educación.
Como vengo afirmando en estas columnas, la política económica del Gobierno se limita a ver cada día cómo arregla el problema que generó el día anterior. La cuestión es que el método de "arreglar" las cosas al estilo Moreno funciona durante un tiempo internamente, pero no a nivel mundial. Finalmente, aunque duela reconocerlo, la Argentina ha pasado a ser un país marginal en el contexto internacional con un peso del orden del 0,4% del total del comercio mundial. Evidentemente se cansaron de nosotros, por más que nos estudien en Harvard como ejemplo de lo que NO hay que hacer.
Esta protesta de un largo listado de países por las prácticas de comercio exterior que aplica la Argentina se produce luego que el gobierno de Obama decidera quitar a la Argentina del Sistema Generalizado de Preferencias por no cumplir con un fallo del CIADI de indemnizar a dos empresas que le habían iniciado juicio a nuestro país por incumplimiento de contratos, juicio que Argentina perdió, y en el que se destacó que el país no había actuado de buena fe. Una acusación ostentosamente dura, por cierto. Ahora vino esta denuncia generalizada ante la OMC. Qué efectos puede tener esta medida para el común de la gente? Por lo que deja entrever el texto de la denuncia es que, por ahora, le dicen a la Argentina que deje de aplicar las medidas de cierre de la economía que está aplicando. Qué ocurriría si Argentina no cede? En pocos meses más pueden aplicar una serie de sanciones que limiten las exportaciones argentinas a los países que nos denunciaron, con lo cual caerían las exportaciones, el saldo de balance comercial se achicaría más y el ajuste de la economía sería más severo. Dicho en otras palabras, la gente comenzaría a sufrir en su bolsillo por varios lados, como también lo vengo adelantando hace ya tiempo.
Es que, posiblemente, siendo Argentina el tercer productor de soja, no se le impida el ingreso de ese producto a los países denunciantes, pero sí otros productos de mayor valor agregado. Podrían frenarse exportaciones de las producciones regionales, manufacturas de origen industrial, vinos e incluso manufacturas de origen agropecuario.
El tan mentado modelo de crecimiento con inclusión social podría derivar en un freno a las exportaciones de mayor valor agregado, limitando las ventas al exterior a la soja y unos pocos productos más. A diferencia de lo que sostiene el vicepresidente cuando dice que estas medidas de proteccionismo son para defender el trabajo de los argentinos, dicha defensa quedaría solo en el discurso ya que se paralizaría una parte considerable de la actividad económica, con menos horas extras y turnos, que ya se están produciendo, de hecho. 
Hace tiempo a que vengo diciendo y publicando que el Gobierno generó una fiesta de consumo que llevó a un fuerte aumento de las importaciones, junto con la horrible política energética y el atraso cambiario. Resultaba obvio que si la economía podía producir 100 unidades y el Gobierno quería forzar el consumo a 120 unidades, por lógica las 20 unidades faltantes había que importarlas.
Eso se hizo durante todos estos años y, en particular, en el pasado año electoral. Pero ahora llegó el momento de pagar la cuenta. Los dólares no alcanzan y por eso se cerró la economía. Al cerrarse la economía, hay menos bienes disponibles para que la gente pueda consumir. En otros términos, el cierre de la economía es un ajuste del consumo. Pero como también se traba la producción y caen las horas extras y los turnos, el consumo se contrae más por el menor ingreso disponible de los trabajadores.
Ahora, peleados con buena parte del mundo, corremos el riesgo de ser sancionados mediante el freno de las exportaciones de la Argentina a los países denunciantes. Si esta sanción se concreta, las exportaciones caerán aún más y Moreno tendrá que contraer más las importaciones para generar el saldo de balance comercial que necesita el Gobierno. Si el Gobierno ignora la protesta formulada ante la OMC redoblando la apuesta y mantiene cerrada la economía, la restricción a las importaciones será más fuerte y la gente sentirá el efecto de la falta de oferta de bienes. Si combinamos esta falta de bienes por cierre de la economía y por falta de insumos, con una emisión monetaria que promete crecer aún más dada la nueva Carta Orgánica del BCRA, no será el mundo el que saldrá perjudicado por las medidas del gobierno argentino. Será la gente la que sentirá en carne propia lo que significa tener que pagar la fiesta artificial de consumo de todos estos años en el medio de una orgía de emisión monetaria.
Lo apasionante e increíblemente difícil de creer para el resto del mundo no es todo lo que acabo de explicar... sino la mala memoria que tenemos los argentinos. O lo que es peor, el uso indiscriminado de la memoria selectiva.